miércoles, 28 de agosto de 2019

BRASSENS Y LA GRAN TORMENTA DE MADRID




                                   (Brassens en 1952 fotografiado por Doisneau)

Hace dos días pude vivir la gran tormenta de Madrid. En un agosto fantástico, en el que la mayoría abandona la ciudad para vivir experiencias de hacinamiento, facilitando así el disfrute de la ciudad, aún pesar de que la amenaza de los turistas se hace más patente en las calles aliviadas de la masificación, la gran borrasca apareció como una ruptura que trasciende lo estrictamente climático. Los colores oscuros y los olores húmedos irrumpieron jubilosamente en el ambiente agosteño.

La tormenta es un fenómeno que se encuentra inscrito en mi imaginario personal. En mis años jóvenes, tuve la oportunidad de conocer los poemas y canciones de Brassens. En un medio cotidiano tan sórdido, ejerció una fascinación perdurable en todas las épocas de mi vida. Este representaba la transgresión de las normas agobiantes, la espontaneidad, el prodigio de la vivencia de las pequeñas cosas cotidianas, el valor inusitado del goce y la crítica radical a las instituciones. Sus canciones eran himnos a una vida diferente a la de la mayoría mezquina que me rodeaba.

En particular, La mala reputación, es un emblema de mi vida en todas las épocas. “A la gente no gusta que uno tenga su propia fe”. Esta verdad ha estado siempre presente, adquiriendo distintas formas. La transición política generó la ilusión de que por fin podría vivir en un medio social alejado del modelo del rebaño, pero esa idea se disipó. Ahora, en la senectud, vivo perplejo en medio del rebaño digital, rememorando las canciones de Brassens.

La tormenta es una canción muy significativa, pues, desde que la escuchamos en directo a Alberto Pérez y Javier Krahe en los años setenta, fue nuestra favorita. Carmen siempre la tatareaba y cuando aparecía una tormenta activaba nuestro recuerdo y sonreíamos pensando en la fábula de Brassens, imaginando a los nuevos afortunados por esta emergencia climática.

La tarde de la tormenta estaba solo en mi casa. Bajé al Retiro para gozar del aguacero durante un buen rato, cultivando así mi añoranza del Cantábrico. Imaginé la posibilidad de que, esa misma tarde, fuera un acontecimiento que propiciase el encuentro gozoso entre personas, amparado por el gran chaparrón que penaliza a aquellos que “abandonan el hogar, por la triste razón de que van a trabajar”.

Me gusta actualizar y cambiar las letras. Así, canturreaba “por la triste razón de que van a comprar”. Después imaginé la desgracia de algún esforzado escultor de su propio cuerpo, que abandona su pareja en el hogar para recluirse en un gimnasio para una exigente sesión corporal en la que prima el esfuerzo y la disciplina sobre el goce.
Algunas veces recuerdo a Brassens e imagino cómo percibiría el tiempo presente y sus cotidianeidades. Los largos desplazamientos encerrados en cabinas móviles, la focalización en las pequeñas, medianas y grandes pantallas, el vaciamiento del espacio público, la reclusión doméstica en la cueva telemática, las múltiples obligaciones derivadas de la gestión de sí mismo, la disponibilidad 24 horas para responder al torrente de mensajes…

El final de la canción es memorable “y aunque sople el simún con seca realidad, un día nos reunirá una gran tempestad tras la que no vendrá la calma”. El retorno del sol y la disipación del gris, anuncia el regreso de la calma. El otoño inminente favorece la probabilidad de nuevas tormentas que activen mi imaginación. Esperaremos.


Esta es la versión de Alberto Pérez


lunes, 26 de agosto de 2019

LAS VIOLACIONES GRUPALES Y LAS TIERRAS IGNOTAS


Tras el carnaval mediático de La Manada, se registran sucesivos episodios de violaciones grupales, a los que se confiere un espacio privilegiado, tanto en los medios como en el imaginario colectivo. El resultado es el incremento de un temor general, en tanto que este acontecimiento no encaja en la narrativa de progreso instaurada tras el ascenso del feminismo en los últimos años. Estos eventos son interpretados como fenómenos minoritarios y ajenos a la vida común. Así se moviliza una conciencia punitiva, que se refuerza con las propuestas de expandir los recursos en seguridad, intensificando la intervención policial y penal.

En este contexto, las violaciones grupales son construidas como casos excepcionales, protagonizadas por individuos de perfil patológico, que viven más allá de la normalidad de la gran mayoría. De este modo, son consideradas como un fenómeno exterior a la sociedad. Las agresiones sexuales se entienden como un fenómeno extraño a la nueva sociedad que ha experimentado los impactos del feminismo. Esta perspectiva privilegia la percepción de que, tras las violaciones grupales, se encuentra un peligro oculto, que es preciso combatir mediante la intensificación de la vigilancia policial. Las fiestas populares reclaman la presencia de los gendarmes para neutralizar la acción de los depravados. Se crean instancias de apoyo a las agredidas y mecanismos de denuncia. El temor al enemigo oculto invade todas las esferas de la vida.

Pero, este enfoque carece de veracidad y verosimilitud. Las violaciones grupales no son acontecimientos aislados, sino la punta del iceberg de las agresiones sexuales que se encuentran instaladas perennemente en distintas esferas de la vida cotidiana. Las viejas masculinidades se han replegado por el efecto del ascenso del feminismo, que ha devenido en pensamiento oficial. Pero, su incomparecencia en términos de discurso, no significa su desaparición. Por el contrario, viven agazapados en múltiples espacios de la vida social. Cuando emergen, mediante las declaraciones de cualquier persona de relevancia pública, son interpelados por un coro de voces feministas que se moviliza para sancionarlo. Este se repliega y abandona provisionalmente el espacio público, pero persiste en sus posiciones propias del machismo convencional, que se ubica con comodidad en el subsuelo mediático.

Así, se está configurando una realidad extraña. Por un lado, el feminismo deviene pensamiento oficial, y se instala en todos los órdenes como idea dominante. Pero, por otro, persiste el pensamiento y las prácticas machistas, especificadas en distintas versiones, que circulan por circuitos de comunicación manifiestamente vivos. Este rehúye la confrontación pública, pero se reproduce mediante múltiples canales que comunican diversos mundos sociales. Me gusta ver las películas de Torrente en sesiones de tarde, en las que el numeroso público reacciona muy significativamente en complicidad con distintos mensajes machistas, algunos de ellos inequívocamente extremistas.

Pero, el problema de fondo, radica en que el feminismo ha alcanzado altas cotas de influencia en la educación, el estado y los media. El envés de estas conquistas, es que construye un espejismo con respecto a su verdadera influencia social. El machismo vive confortablemente en distintos ámbitos de la vida social. La conservación de sus supuestos y sentidos, así como de sus prácticas, se hace posible mediante su capacidad de replegarse cuando es interpelado desde instancias oficiales. En un partido de fútbol arbitrado por una mujer se produce una emergencia de la sociedad machista tradicional, que muestra sin tapujos su vitalidad, pero que es capaz de disiparse cuando una incidencia extrema lo hace visible mediáticamente El no-discurso machista, es una forma de perpetuación dotada de una eficacia incontestable.

La reconversión de facto del pensamiento feminista en pensamiento oficial, no le convierte en hegemónico. Su preponderancia es incompleta y su antítesis machista sobrevive y se reproduce en múltiples instancias sociales. El feminismo, insertado en el estado y la educación, ha heredado los déficits y las cegueras de estas. La más importante radica en el papel rector que se atribuyen a sí mismos en la vida social. Pero, la veracidad de esta aseveración es más que discutible. El autocentrismo de las estructuras oficiales es patente. La verdad es que su influencia en la vida es, cuanto menos,  manifiestamente declinante.

El problema de fondo radica en que no existe, tal y como se propone desde  el estado, la educación y las piadosas ciencias sociales, una sola sociedad. En los últimos treinta años, se vienen configurando varias sociedades, que coexisten entre sí, se superponen y presentan un sistema complejo de intersecciones y fronteras. Las agresiones sexuales se producen preferentemente en estos espacios de la vida liberados de la lógica del estado. La reducción de la sociedad al mundo de las empresas y las organizaciones formales, tal y como propone el pensamiento oficial, significa una distorsión muy importante.

Uno de los libros que más influencia ha ejercido en mí es el de Alain Minc, “La nueva edad media”. Fue editado en castellano en 1994, por Temas de Hoy. Este ensayo introduce una visión certera acerca de las consecuencias de la gran desregulación del capitalismo desde el tiempo de caída de la Unión Soviética y los países del socialismo real, así como del ascenso de la globalización. Estos acontecimientos confirman la expansión de las economías ilegales, así como distintas formas de economía desregulada, que tienen como consecuencia la creación de distintas microsociedades dentro de la sociedad total.

Estas son definidas por Minc mediante el término de “sociedad gris”, que apela a los espacios sociales que no son gobernados por las normas jurídicas prevalentes en los estados convencionales. En ellas imperan otras formas de gobierno asociadas a las mafias, fundadas en la ley del más fuerte. Estas sociedades se multiplican, se diversifican, se interseccionan y se hibridan con la sociedad oficial, generando una gama de situaciones diversas. Esta ruptura implica la generación de espacios sociales que remiten al viejo concepto medieval de tierras desconocidas o tierras ignotas. Se trata de espacios que no pueden ser visibilizados en su integridad, pero sí percibidos mediante algunas de sus manifestaciones. De ahí se deriva la expansión de los temores colectivos. Estos se fundan en la percepción de la existencia de algo extraño y oculto que desborda la capacidad de control por parte del estado. La corrupción extensiva,  infinita y capilarizada ilustra elocuentemente este concepto.

Sin ánimo de hacer inventario de la rica variedad de espacios grises, quiero afirmar que las viejas virilidades, en general,  habitan confortablemente en estos territorios múltiples y heterogéneos. Un enfoque lúcido, innovador y perspicaz es el de Sayak Valencia, una transfeminista mexicana, que en su libro “Capitalismo Gore”, desvela la transformación radical del mismo estado mexicano. Propone un conjunto de categorías que resultan muy fértiles para comprender las significaciones de las violencias de género, y, en particular, las agresiones sexuales, especificando los contextos en que se producen.

Una de ellas es la que se refiere al sujeto endriago. Este es el ejecutor de las prácticas gore, que sincronizan cuatro lógicas entrelazadas: la carencia por su posición económicamente marginal; la del exceso de deseos hiperconsumistas del mercado; la de la frustración por la imposibilidad de satisfacer esos deseos, y la trivialización y sublimación de la violencia. Estos representan las exigencias de la masculinidad hegemónica, combinadas con el culto a la violencia. Frente al argumento de que las prácticas gore se circunscriben a México o estados fallidos periféricos, la misma Sayak apunta que estas prácticas se extienden a los territorios fronterizos y vulnerabilizados de las metrópolis europeas. El caso de La Manada es paradigmático.

Las violaciones grupales no son, entonces, una amenaza que procede del exterior de las sociedades. Por el contrario, se encuentran instaladas en distintas zonas sociales grises, que se reproducen en los márgenes de las regulaciones jurídicas estatales. Estos espacios grises albergan microsociedades que remiten a lo primitivo, en donde la ley del más fuerte no encuentra obstáculos, y en donde se producen relaciones sociales y solidaridades estables. Minc apunta una cuestión fundamental. Esta es que los algunos procesos económicos sistémicos producen nuevas marginaciones. No se trata de los marginados convencionales, definidos por sus carencias materiales, sino de otras marginaciones de índole sociocultural. Así se conforma una gama de situaciones en la que se recomponen las viejas virilidades asociadas explícitamente con formas de violencia.

Estas sociedades se interseccionan con la sociedad oficial mediante distintas pasarelas. Pero, principalmente, comparecen en las fiestas. Este es el espacio sobre el que transita la tangente entre las distintas sociedades. Así, no es de extrañar que las demandas procedentes de las mujeres soliciten seguridad y protección en el espacio y el tiempo de la misma. La fiesta, constituye un espacio social cuya significación va mucho más allá de la  tibia y confusa   noción de ocio. En una sociedad de gubernamentalidad neoliberal, predominan los dispositivos disciplinarios que movilizan a las personas para la competencia en todos los órdenes. La cotidianeidad es devorada por estos. En este contexto, la fiesta adquiere una significación nueva. Representa la posibilidad de escapar durante algún tiempo de los rigores de la acumulación de méritos, no solo laborales.

La fiesta representa la tangente sobre las que se encuentran los distintos mundos sociales. Es el espacio de concurrencia de la pluralidad de las sociedades existentes. En el mismo, los mundos ocultos salen a la superficie y exhiben sus imaginarios, rituales y prácticas. Así, en este contexto de fugas compartidas, en el que se produce la simultaneidad de distintas efervescencias, tiene lugar la comparecencia de las viejas masculinidades. En este sistema de relaciones sociales, el machismo sale de su cuarentena mediático-educativa. Los cazadoresfurtivos de hembras despliegan sus estrategias en un medio favorable.  Las artes cinegéticas privilegian la captura en grupo.


Los endriagos de Sayak Valencia se hacen presentes en este espacio. Junto con ellos, emergen distintas categorías de varones replegados a la intimidad frente al avance del feminismo en las tierras del estado, la educación y los medios. Así se configura una extraña forma de resarcimiento, que permite recuperar la expresión de sus imaginarios. La consecuencia es la multiplicación de una amplia gama de agresiones sexuales, que se acumulan como un iceberg. En la cima se ubican las violaciones grupales.

Estas son las tierras ignotas en las que tienen lugar la mayor parte de las agresiones. Estos contextos no son reconocidos en su integridad. Desde el feminismo oficial se apela a la exaltación mística del consentimiento en las relaciones sexuales. Este se entiende como un contrato racional que se emancipa de cualquier contexto. Pero, en estas tierras desconocidas, las relaciones sexuales adquieren una diversidad inusitada. En muchos de estos casos, el consentimiento es, cuanto menos, difícil de determinar. La gran mayoría del catálogo de agresiones sexuales, tiene como autores a los próximos inmediatos. En la cima de este sistema de relaciones y de prácticas se encuentran las violaciones grupales.

La respuesta a las violaciones grupales no puede producirse desde la negación de las tierras extrañas en las que se produce. Exige la capacidad de comprender más allá del mundo de la educación y el estado. Las propuestas de exaltación de la intervención policial-judicial, así como la creación de un feminismo punitivo, carece de cualquier factibilidad. Es preciso pensar las nuevas sociedades que surgen de la descomposición de la vieja sociedad industrial.



domingo, 18 de agosto de 2019

LA REINVENCIÓN DE PANURGO


El proverbio de los borregos de Panurgo me ha perseguido durante toda mi vida. El origen de esta máxima se encuentra en el Cuarto libro de Pantagruel, escrito por Françoise Rabelais en 1552. Cuenta que, en un viaje por mar, uno de sus personajes, Pantagruel, discute con un comerciante llamado Panurgo. Este lleva a cabo una venganza comprando uno de los carneros y empujándolo al mar. Inmediatamente, sus compañeros lo siguen arrojándose al agua. Este pasaje ha devenido en una leyenda perenne. En las ciencias sociales se denomina como “efecto Panurgo” al comportamiento humano de acomodarse a la mayoría. Cada cual tiende a posicionarse en torno a aquello que domina. La imitación adquiere una forma de epidemia colectiva que se reproduce continuamente.

El efecto Panurgo se instala en la totalidad de la vida, de modo que cada cual se acomoda a lo que impera en cada tiempo. Las sociedades de la época inmediatamente anterior, llevan incorporado en su ADN el comportamiento disciplinario, que implica la necesidad de encuadrarse en las formaciones sociales dominantes. Pero, el sistema que emerge en el presente, se define a sí mismo, en sus distintas versiones, como la era de “la personalización”. De esta afirmación, se puede colegir que el efecto Panurgo parece encontrarse en franco declive, en tanto que se convoca a la creatividad desde todas las instancias del mercado y el estado.

 Pero, por el contrario, este se encuentra en un estado de salud inmejorable, sólidamente instalado en todas las esferas de la vida social. Panurgo ha sobrevivido a todas las trasformaciones operadas. Las encuestas son el emblema de este efecto de seguidismo. Cuando se publican los resultados, se espera que muchas gentes se muevan en la dirección de alinearse con el ganador. No, en realidad Panurgo se ha demostrado su competencia de renovarse admirablemente. Ahora la vida consiste en ajustarse continuamente a las novedades, que imponen una obediencia voluntaria encomiable, y, además, implican un esfuerzo personal para adaptarse a las mismas.

Las viejas sociedades industriales comportaban sistemas sociales en los que, la preponderancia de los sistemas sobre las personas eran incontrovertibles. Se trataba de sociedades nucleadas en torno al taylorismo y el fordismo, que representaban mucho más que sistemas sociotécnicos de producción. Esta apoteosis taylorista, se acompañaba de ilustres compañeros de viaje: la burocracia; la norma de consumo; la industrialización del ocio, y, la estrella naciente de esta sociedad de masas, la televisión. La interacción de esos factores tenía como resultado la conformación de un conjunto pétreo, en la que las personas no tenían otra alternativa que encuadrarse, mediante la asunción de las normas y pautas de comportamiento altamente automatizados. Estas comportaban una tolerancia cero a la desviación en su estricto cumplimiento.

Estas sociedades han sido definidas como democracias pluralistas en lo político. Pero, en esta definición, existe una alta dosis de distorsión. Este pluralismo remite a un sistema de categorías inflexibles en las que cada cual se encontraba rígidamente encuadrado. La profesión, el estrato de consumo, el segmento de audiencia, todos ellos determinaban una posición social que comportaba una coerción a cada huésped, para que su comportamiento se ajustase estrictamente a la regla imperante. Por eso siempre me ha parecido clarividente el término que utiliza Gilles Lipovetski para sintetizarlas. Dice este autor que se trata de órdenes democrático-disciplinarios, para distinguirlos de la nueva época de la personalización.

Vivir en una sociedad así implicaba múltiples constricciones. Estas instituciones configuraban las subjetividades de modo más que eficaz. Siempre he utilizado el término “encuadramiento” para definir los comportamientos de los sujetos en esas formaciones sociales. En este orden, Panurgo queda instituido como emperador. Cada cual puede pensar y actuar “dentro” de las reglas imperantes. El código esencial de estas sociedades se sintetiza en la fórmula “reglas/disciplina/jerarquía”. Así, la vida consiste en seguir las pautas establecidas por tan venerables instituciones disciplinadoras. La educación, el trabajo, el ocio, la vida personal, todo tiene lugar en el interior de los cauces instituidos.

Uno de los mitos de estas sociedades, que la venerable disciplina de la sociología ha contribuido a consolidar en el imaginario colectivo, es el de la naturaleza creativa del ocio. Este es presentado, desde los años sesenta, en los que el ascenso de la productividad industrial generó un tiempo de no trabajo que se instala en la cotidianeidad, como un factor liberador de las personas, proporcionando una compensación a los rigores de la uniformización del trabajo. Pero, en muy pocos años, el ocio de masas deviene, para la gran mayoría, en un tiempo explotado industrialmente por las industrias culturales asociadas a la deidad televisión. Este, en la gran mayoría de los casos, no es un tiempo de creatividad, sino, por el contrario, de imitación y repetición.

 Panurgo alcanza la apoteosis en esta esfera del ocio, en el que imperan comportamientos rigurosamente industrializados. El supuesto tiempo libre termina por generar un vector de masificación fundada en comportamientos automatizados, cuya intensidad es equivalente al del trabajo. Las ataduras derivadas de la conquista por parte de la televisión, de espacios y tiempos cuantiosos de la vida, adquieren una dimensión monumental. Cada uno deviene en una entidad infinitesimal, cuyo valor estriba en componer audiencias masivas que se hacen y deshacen incesantemente.

La nueva sociedad emergente que conforma el presente, resulta de varios procesos complementarios y antagónicos. De un lado, los años sesenta, desde la contracultura y otros movimientos asociados, genera una mutación muy importante en los modos de vida, que solo puede entenderse como una ruptura. De modo simultáneo, emerge lo que ha sido denominado acertadamente como “capitalismo desorganizado”. La convergencia entre ambos es explosiva. La nueva sociedad implica la maximización de la paradoja. Reclama a cada persona la innovación y creatividad permanente, en tanto que impone unas reglas que suponen un seguidismo extremo.

Las grandes estructuras asociadas al mercado infinito, generan un flujo de novedades en todos los órdenes que se producen en una dimensión temporal vertiginosa. La norma de consumo, con la declinación de las series y la irrupción de la gama, emite señales continuas acerca de sus productos renovados. Cada cual tiene que estar atento para responder a la perpetua renovación de los productos. Pero también a las novedades respecto a las necesidades inmateriales, que conforman el cuerpo, el sexo, la salud y el estilo de vida. Todos estos campos se encuentran regidos por el principio de la novedad y la renovación.

La nueva sociedad postmediática cierra el círculo. Se multiplican las televisiones emisoras y se solidifican las redes sociales, que vehiculizan procesos de influencia en torno a las novedades. Estas, ya no son anunciadas por los productores, sino que son las categorías de clientes más involucrados las que las glosan y difunden entre sus congéneres. Las novedades se acumulan y transitan por una organización viva que intensifica los procesos de difusión, creando cadenas de comunicación de alta eficacia. El término “viral” denota rigurosamente la naturaleza de estos procesos de influencia que devienen en presiones y verdaderas obligaciones.

De este modo, el tiempo presente se encuentra caracterizado por un nuevo tipo de coerción, mucho más eficaz que aquellas ejercidas por las jerarquías de las grandes instituciones. Ahora son los iguales quienes te conminan a seguir un comportamiento. Me he negado a ver Juego de Tronos y sé de qué hablo. Algunos amigos han ejercido sobre mí presiones de distintas clases e intensidades. Una cuestión crucial mal entendida radica en la gran exigencia del nuevo capitalismo desorganizado para cada uno de sus súbditos. Todos somos requeridos para elegir ante distintas opciones, obligados de facto a votar en el eterno sufragio no político, que se extiende a todas las áreas de la vida. También a posicionarnos activamente ante el flujo incesante de novedades. El descanso ha sido rigurosamente prohibido.

En este territorio habita el nuevo Panurgo. La hiperestimulación postmediática al activismo respecto a las novedades, implica, para la gran mayoría, desarrollar la competencia de seguir, de imitar, de repetir, de ser redundante. El riesgo de ser apartado es patente. De ahí la gran confusión. En tanto que unas minorías hiperactivas generan novedades y las presentan mediante sus escaparates, la gran mayoría es estrictamente seguidista. Seguir lo establecido por consenso es una obligación fundamental. En las redes cada uno presenta los resultados de la exigente gestión de sí mismo ante los demás: Del estado del cuerpo, de la salud, de los logros y de las experiencias vitales.

Así se conforma un extraño Panurgo colectivo que ejerce una coacción inequívoca a aquellos que se salen del rebaño. La apoteosis psi cierra el círculo de la redundancia exigida. Los psicólogos tratan a aquellos que traspasan las fronteras de la normalidad. Estos son tratados “profesionalmente” para ser reinsertados en el mundo de los estándares de la normalidad. El resultado es que cada persona es interpelada permanentemente para que se adapte a las novedades vividas por su segmento, y que se hace presente en las redes. Así, en general, Facebook, twitter, instagram , whatsapp y similares, ejercen como verdaderos agentes del orden sobre las vidas de sus devotos usuarios. Son el termómetro de la normalidad.

La creatividad queda vedada de facto para la mayoría. Esta es un atributo de las minorías ruidosas  y creativas que producen las novedades. El ingenio queda restringido a un extraño campo. Se exige a cada cual que se posicione estrictamente acerca de los contenidos que circulan por las grandes vías del sistema comunicativo, que se extienden a todas las redes capilares personales. Pero, al tiempo, cada sujeto encuadrado tiene la facultad de desarrollar su ingenio para ilustrar la posición en la que se integra. Los memes son el ejemplo de esta creatividad controlada. Proporcionan la posibilidad de crear en el interior de la nueva obediencia.

Panurgo vive confortablemente su nueva edad de oro. La gubernamentalidad específica de estas sociedades post, favorece su consolidación. Entretanto, las grandes organizaciones del sistema se permiten predicar la innovación como gran principio rector. La perversidad de este aserto radica en que todos los participantes saben, a ciencia cierta, que innovar individualmente significa, con toda certeza,  el óbito laboral. Lo dicho, Panurgo se ha renovado eficazmente. Este sí que se ha reinventado.




viernes, 9 de agosto de 2019

LA INSTITUCIÓN IMAGINARIA DEL REAL MADRID


El Real Madrid es una institución central en la sociedad española, más allá del fútbol mismo. Las significaciones de sus éxitos deportivos se enraízan en el imaginario colectivo.  Este club representa la paradoja de asumir de facto la identidad de su rival histórico, el Barça, que se reivindica como “más que un club”. Esta aseveración es importada en su integridad por el club merengue, configurando una extraña pareja que instala en el imaginario deportivo su competición eterna. Sus logros deportivos son interpretados como los símbolos de la nación. Estos constituyen una leyenda que se recrea con cada victoria. Además, significa un vínculo fuerte entre tiempos históricos: La apoteosis en blanco y negro de las copas de Europa en el franquismo, y el frenesí en las últimas ediciones de la Champions en las pantallas múltiples de la sociedad postmediática.

De esta preponderancia simbólica-nacional resulta su dominio en el fútbol español. Los demás rivales solo pueden vencerle ocasionalmente, en tanto que se encuentran subordinados  imaginariamente al mismo, en tanto que representante de la partitura de las esencias patrias. De esta hegemonía resulta un conjunto de ventajas estructurales sobre sus rivales, que se ubican en todas las esferas: las instituciones deportivas; las instancias arbitrales; el poder político y judicial;  pero, sobre todo, en los medios de comunicación, que construyen la narrativa de su superioridad, con independencia de los resultados que obtenga. El Madrid se encuentra “por encima” de la realidad deportiva. Detenta el estatuto de lo intrínsecamente español, más allá de su ciudad de referencia.  

Soy un futbolero acreditado. Jugué de joven y me gusta mucho el buen fútbol. He discutido en numerosas ocasiones con gentes que piensan que este se practica con los pies. Admiro las cabezas capaces de imaginar jugadas en un tiempo fulgurante. Entre mis favoritos resalta el admirado Xavi Hernández. Sus pases largos eran prodigiosos, en términos de inteligencia, para abrir el espacio realizando combinaciones asombrosas. Era capaz de desactivar cualquier sistema defensivo rompiendo las líneas con un pase inesperado.

En los términos que lo estoy planteando, parece inevitable mi disidencia futbolística. Desde muy jovencito soy culé convicto y confeso. Mi adscripción al Barça fue inevitable, y en ella pesan, obviamente,  las razones  extrafutbolísticas. Mi rechazo a las ventajas ostentosas del Madrid fue creciendo con el paso de los años. Esta experiencia me ha llevado a comprender las implicaciones extradeportivas del club merengue. En mi intimidad lo defino como la última forma póstuma del Movimiento Nacional, que tanto me castigó en mis tiempos adolescentes. Ser del Barça implica una forma de oposición al relato imaginario de la España tradicional. En los largos años del postfranquismo, en los que imperaba el consenso, una fórmula que neutralizaba eficazmente cualquier discurso crítico, el fútbol fue la única forma de expresar mi disconformidad con la situación. Así se construía un juego semántico extraño cargado de sutilezas. A los amigos que eran progresistas y del Madrid, siempre les reprochaba esta contradicción palpable.

En los largos años de dominación deportiva del Real, tuvimos que sobrellevar las ventajas permanentes que se derivaban de su preponderancia política y simbólica y su condición imaginaria central. Pero, desde la llegada de Cruyff como entrenador, la situación deportiva se ha ido invirtiendo. En los últimos veinte años, el Barça domina incuestionablemente en lo deportivo. Las cifras son elocuentes. Desde la emergencia de la generación de Messi la superioridad es manifiesta. En los últimos diez años la relación de títulos entre ambos es de más del doble a favor del Barça. Pero, además, los culés han protagonizado una revolución futbolística que ha modificado los sistemas de juego, y que ha tenido un impacto global. Se han constituido en una leyenda futbolística.

Desde estas coordenadas pueden leerse las contundentes victorias de los culés en los clásicos de los últimos años. Los 2-6, o 5-0 y similares, han sido vividos como un resarcimiento de las penurias de los largos años grises, en los que prevalecía el poder blanco. Cada derrota rotunda constituye un acontecimiento en el que, por debajo de las celebraciones deportivas, se festeja la humillación a un poderoso venido a menos. En los rituales festivos se asoman elementos de crítica que trascienden lo futbolístico. Me gusta decir, cuando estoy gracioso, que cada paliza futbolística al Madrid genera una parodia que contiene algunos elementos de la revolución francesa, que nunca se realizó en el país imaginario España. Se trata de conmemorar la caída provisional de un poderoso arbitrario situado por encima de los demás. En este sentido, el Real Madrid es una entidad que se asemeja a la monarquía, la aristocracia, y otras formas de dominio permanente establecido.

El declive de la hegemonía del Real Madrid tiene una respuesta peculiar desde la dirección del club. En tanto que los denodados y furiosos intentos de recuperarse en o deportivo apenas son perceptibles, se privilegia la actuación sobre el sistema mediático, de modo que se fabrique un relato que atenúe la decadencia. Así, un conjunto de medios y programas deportivos, reinterpretan los resultados, de modo que minimicen los éxitos culés y ensalcen los merengues. De esta forma, la prensa deportiva, bajo la batuta de Florentino Pérez, construye una narrativa que constituye una obra de arte fantasiosa, en la que el guion devalúa los títulos nacionales acaparados por el Barça; exalta la Champions, único título conseguido en las últimas ediciones; sobrevalora los títulos individuales a jugadores, que se dirimen por votación de los periodistas; y desestiman los títulos individuales obtenidos por indicadores objetivos, tal y como es la Bota de Oro, el Pichichi o el portero menos goleado.

De este modo se conjura el fantasma del declive mediante una manipulación mediática que alcanza cotas inimaginables. Así se construye una competición entre Messi y Christiano Ronaldo, en la que este es manifiestamente favorecido por los votantes, que pertenecen a la prensa deportiva. En la última edición, siendo Messi Bota de Oro europea y ganador de Liga y Copa, fue desplazado por Modric, que ganó el trofeo respaldado por los votos de los fantasiosos informadores. En este caso, se puede confirmar la validez de la frase de que “todas las comparaciones son odiosas”. Esta contienda entre figuras oculta la verdad de que el ciclo ascendente del Barça no ha concluido, tal y como anuncian cada vez que pierde un partido.

La manipulación mediática se encuentra en su edad de oro. Los periodistas sobrecogedores actúan a la inversa de los científicos. Se toman la libertad total de seleccionar arbitrariamente los hechos y los indicadores para cada ocasión. Así, el foco se pone sobre Messi, afirmando que no ha ganado con Argentina el mundial. Este es el criterio válido que se sobrepone a sus 33 títulos conseguidos con el Barça. Recuerdo que hace dos temporadas, el Barça ganó la Liga perdiendo solo el partido final, cuando ya eran campeones. Esta proeza pasó desapercibida a los comentaristas, así como el papel de Messi, sublime jornada tras jornada, siendo Pichichi y Bota de Oro europeo con una ventaja escandalosa. Pero cuando fue derrotado por la Roma estrepitosamente, se conjuró sobre él una crítica demoledora, atribuyéndole la responsabilidad del desastre. Recuerdo el comentario de Carreño, de la cadena SER, que decía que la temporada para Messi había sido desastrosa. Esta historia se ha repetido la última edición, en esta ocasión frente al Liverpool, con el inefable Carreño haciendo el mismo comentario.

El fútbol es una actividad en la que el azar desempeña un papel incuestionable. Así, la división mediática del Madrid actúa en espera de que la suerte pueda favorecer la monumental obra de inversión de la realidad que escenifican permanentemente. Este juego propicia la explosión de sentimientos y emociones colectivas de las hinchadas. Estas representan a un público incondicional, que se adhiere al club de forma incondicional. De estas actividades resulta la construcción de héroes de quita y pon y la producción de idolatrías. Estos procesos terminan activando unos niveles de infantilización clamorosos. Ser aficionado representa un momento de regresión infantil que se renueva en cada episodio. Los resultados crean estados de euforia o depresión, tras los que se regresa a la vida cotidiana recuperando los atributos de un adulto. En esta cuestión hablo en primera persona.

Por eso no es casual que en el fútbol se ensayen métodos y formas de control que se exportan a la política y otras esferas. Las campañas electorales son el espejo de la futbolización. La sociedad postmediática, representada en una combinación de las televisiones y las redes, mediante la multiplicación de las pantallas, supone la plenitud del fútbol. Millones de hinchas intercambian mensajes-alaridos creando estados de movilización de emociones que pueden llegar al delirio. Sergio Ramos tiene 16,3 millones de seguidores en twitter. No me ha interesado saber cuántos en Instagran. El Real Madrid 32,7 millones de seguidores y el ínclito Pedrerol casi un millón.

Estas condiciones hacen factible la manipulación mediática de la realidad. La desaparición del declive del Madrid puede invertirse mediante una metamorfosis programada. Cuando algún gol sublime de Messi tiene lugar, las teles recuperan las imágenes de otros goles de héroes blancos del pasado, para pasarlos repetidas veces solicitando una votación acerca de cuál es mejor. Para explicar elocuentemente lo que es la postmodernidad, he recurrido en varias ocasiones al fútbol. La masa infantilizada es estimulada por las golosinas audiovisuales de sucesivos goles e imágenes de jugadas brillantes de copiar y pegar. Así, cuando acude a un estadio tiende a defraudarse por el tiempo que se tarda en incubar una jugada o gol real, que después es convertido en un spot que se visualiza millones de veces en Youtube y otros canales.

Mi pronóstico es que, en ausencia de transformaciones tangibles en lo económico, social y cultural, que nos liberen del dominio de la simbiosis entre las élites nacionales y las globales, tendré que retornar por un momento a la infancia cada domingo, para esperar a una derrota del Real que me restituya imaginariamente a la vivencia gozosa de la afrenta a un poderoso. La mañana del lunes significa el regreso a la realidad, en la que me encuentro sitiado por los medios que tratan de reparar la imagen del poderoso, reforzando el mensaje de que “al reino de los cielos irán los de siempre”.





La mirada del añorado Forges sobre un hincha del Madrid el día después de una derrota contundente



lunes, 5 de agosto de 2019

UN HOMENAJE A LAS TRECE ROSAS



Hoy se cumple el aniversario del fusilamiento de las trece rosas en Madrid. Ellas simbolizan la represión posterior al final de la guerra civil. La transición política y sus misterios liberaron de cualquier responsabilidad a los franquistas. La plenitud de su victoria se manifiesta en el vacío absoluto de la memoria colectiva, en la que la misma República, ha sido mutilada. Aquél tiempo ha quedado disipado. Así, los represaliados de la postguerra, quedan sin identidad alguna. Las detenciones, los tribunales especiales, los fusilamientos, todo parece formar parte de una irrealidad que no afecta al presente. A esta anestesia histórica, me gusta llamarla en la intimidad como “la tercera derrota de la segunda república”.

Desde este blog, quiero rendir un homenaje sentido a estas trece mujeres, que simbolizan el horror al que fueron sometidos los vencidos. No todos hemos olvidado ni aceptado el falsario argumento de la reconciliación sin dignificación. Al menos uno, os lleva en la memoria y os rememora en el día de hoy.

Presento unos videos de la película de Martínez Lázaro de 2007. En sus imágenes reconozco los mismos escenarios y arquetipos personales con los que me encontré en el final del franquismo. Los jueces y los policías apenas habían cambiado. La mutación estética y el enmascaramiento ideológico tuvo lugar en los años siguientes, hasta su emergencia final en este tiempo, mediante la resurrección de las legislaciones y los tribunales especiales, los partidos de la derecha inmanente e invariante, la apoteosis de la prensa neoconservadora y la recuperación de los lenguajes belicistas.

Un fuerte abrazo para todos los vencidos y sus herederos







domingo, 4 de agosto de 2019

NIETZCHE Y LA TURISTIFICACIÓN DE LOS PACIENTES


Paréceme que un enfermo es más irreflexivo cuando tiene médico que cuando se cuida por sí mismo de su salud. En el primer caso le basta con observar estrictamente todas las recetas; en el segundo caso nos fijamos con más conciencia en lo que constituye la meta de todas las recetas, a saber, nuestra salud, observamos más cosas, nos ordenamos. Y prohibimos muchas más cosas que siguiendo las indicaciones del médico. Todas las reglas tienen este efecto: distraer del fin que está tras la regla y volvemos más irreflexivos. Y cómo habría aumentado la irreflexión de la humanidad, hasta llegar a ser algo indomable y destructivo, si alguna vez, considerando a Dios como médico, hubiese dejado en manos de él, con completa honestidad, todas las cosas, según la fórmula que dice: "¡Como Dios quiera! ".
Friedrich Nietzsche

Estas sabias palabras de Nietzche fueron escritas en el siglo XIX, en un contexto muy diferente al del presente. Pero estas representan una certeza incuestionable: La institución-medicina siempre ha implicado una relación mediante la cual el paciente delega en el médico la decisión acerca de la definición y resolución del problema que suscita el encuentro. De este modo, cede su cuerpo para que este sea manipulado por el terapeuta, transfiriendo toda la responsabilidad a este. El estatuto del enfermo implica la aceptación de la prescripción del profesional, acompañada de una pasividad que disuelve toda iniciativa propia. El paciente deviene en un modelo de obediencia a la autoridad profesional, que implica, en parte, la denegación de sí mismo.

Sobre esta relación se asienta una institución inequívocamente autoritaria. La medicina ha sido el modelo ideal de institución disciplinaria. El orden médico implica la obediencia a los mandatos de los galenos. Illich, define certeramente a las profesiones mediante el término “inhabilitantes”. La relación se establece mediante una demanda inicial, tras la cual, el profesional inhabilita de facto al demandante mediante la definición del problema y su respuesta desde sus propias coordenadas expertas. El profano ya no participa en las actuaciones que se derivan de las decisiones médicas, asumiendo el papel de la colaboración pasiva.

Desde los años sesenta del pasado siglo, se viene produciendo una profunda transformación de las vetustas sociedades disciplinarias. Este proceso se funda en múltiples factores y tiene varias dimensiones. Pero un hecho fundamental radica en el intenso desarrollo científico-tecnológico, que tiene como consecuencia la multiplicación de las capacidades de todo el sistema productivo. El efecto de este proceso es la sobreproducción permanente. El sistema produce una enorme cantidad de productos y servicios dirigidos a públicos heterogéneos, que se renuevan incesantemente en plazos temporales cada vez más breves. Vender este formidable repertorio de productos materiales e inmateriales constituye una cuestión crucial para las economías postfordistas.

Así, el mercado despliega un inventario formidable de saberes, métodos, estrategias y herramientas, para cumplir con la finalidad de movilizar a los compradores. El comprador pasa a ser el héroe de la nueva época. El mercado y sus dispositivos organizacionales no lo pueden dejar solo. Es preciso estimularlo, acompañarlo, conquistarlo y supervisarlo. En mis clases de sociología afirmaba que el gran acontecimiento del cambio de época es la eliminación del vendedor y la venta cara a cara. Ahora el comprador, bien acude solo a los lugares donde se encuentran los objetos y los servicios, o estos se hacen presentes en todos los rincones de su cotidianeidad. La persuasión y seducción han trascendido al acto de la compra, para instalarse en la totalidad de la vida del comprador. Los medios de comunicación e internet desarrollan una imponente colonización de la vida. El sistema se puede definir como consumo 24x24 horas.

Desde esta perspectiva, se pueden comprender las nuevas sociedades postdisciplinarias. Estas se fundan sobre la premisa de que no se puede imponer la compra a una persona. Esta solo puede garantizarse mediante el establecimiento de una relación dialógica en la que los ofertantes adquieran la capacidad de materializar su influencia en una relación abierta. Así, el comprador es rehabilitado en todos los discursos. Bajo la máscara de la participación, se esconde un formidable proceso de acoso integral con distintas formas, algunas de ellas amigables .Cada uno tiene que cumplir con la finalidad de sostener un sistema desbocado que produce ininterrumpidamente bienes materiales e inmateriales. Así se construye un poder mucho más productivo en cuanto a sus efectos sobre las personas.

El sistema de movilización total de los consumidores-compradores deviene hegemónico y se transfiere a todas las esferas sociales. También a la asistencia médica. Así, el paciente, un ser social proverbialmente pasivo y dependiente, pasa a ser considerado como un sujeto activo que debe buscar soluciones en la multiplicada oferta sanitaria. Dice Illich que un acto esencial de la dominación de las profesiones, radica en la determinación de las necesidades. Ahora las necesidades se encuentran siempre en expansión, siendo fijadas por la oferta. El torrente terapéutico desborda las patologías convencionales para irrumpir en la totalidad del cuerpo y de la vida. La salud ya no es ausencia de enfermedad, sino la maximización del bienestar personal. La prevención otorga la licencia para multiplicar exponencialmente la asistencia sanitaria, generando un mercado que no tiene techo.

El paciente es un ser social modelado por las distintas instituciones. En este tiempo es un héroe del mercado, un comprador permanente atento a las señales de los dispositivos de la oferta para definir nuevas necesidades, emprendiendo sucesivas secuencias de adquisición de bienes corporales o inmateriales. De este modo contribuye al crecimiento sin fin de la economía. Así trasciende su rol pasivo parsoniano, mediante su fusión con el sistema de necesidades continuamente renovado y expandido por los expertos. Tiene la obligación de estar atento a las señales que emite el mercado acerca de las novedades. Debe acudir al médico en busca de renovados tratamientos y visitas al mercado de expertos y soluciones.

Ciertamente, siguen existiendo numerosos contingentes de pacientes parsonianos convencionales, convocados a las consultas para el tratamiento de sus enfermedades tangibles. Pero, en términos de proceso, se registra la presencia creciente de los nuevos pacientes activos y esculpidos por el modelo de los compradores. Así se redefine gradualmente la demanda sanitaria y los papeles de los agentes que la conforman.  De esta forma se configura la coexistencia de distintas finalidades. Sigue vigente el sentido convencional de atención a las enfermedades, pero, junto a este, emerge el vendaval preventivo y de los mercados asociados, que se integran con los de la remodelación del cuerpo y la consecución de un estándar alto de bienestar, así como la conjuración del riesgo. En este complejo de mercados, no se puede ocultar el imparable ascenso de la constelación psi.

Los médicos van adquiriendo un nuevo papel, el de intermediarios entre el torrente terapéutico y los pacientes. Ellos son quienes confirman los indicios que plantean los pacientes y les inducen a viajar por el laberinto de especialistas portadores de las nuevas soluciones. El sobredimensionamiento de los criterios diagnósticos desempeña un papel primordial para iniciar un itinerario por las vías de varios mercados superpuestos. Los medios de comunicación desarrollan informaciones que presentan coherencias con la nueva finalidad de multiplicar las actividades dotadas de un valor económico muy cuantioso. Las redes sociales actúan como catalizadoras, en tanto que recogen los testimonios de pacientes-viajeros por el laberinto asistencial, en primera persona.

Me gusta explorar este mundo prosaico y hacer excursiones por este laberinto terapéutico. Mi reciente revisión oftalmológica la he realizado en un afamado hospital, beneficiario de este proceso. Así he podido vivir, en primera persona, la nueva jerarquización de los enfermos, según los tratamientos de distintas dolencias clasificados por su valor económico. Un diabético, candidato a una retinopatía, es subordinado al tratamiento prioritario de aquellos que quieren eliminar su miopía, u otras dolencias que implican soluciones quirúrgicas y una carrera terapéutica del enfermo. La sala de espera fue un luminoso espejo del avance de este proceso de redefinición de finalidades en la asistencia médica.

El argumento seguido hasta aquí conduce a la analogía entre distintas esferas de servicios. Por eso me gusta enunciar el postulado de la turistificación de los pacientes. El turismo es un mercado de consumo inmaterial formidable. Se funda sobre la constitución de un arquetipo personal: el turista. Este es un ser social que repite incesantemente viajes fugaces, en los que sus prácticas y condiciones son altamente cuestionables en muchos casos. El turista es capturado por el dispositivo de la oferta mediante una ensoñación. Le venden una experiencia imaginaria, que en muchas ocasiones no se verifica. El producto es tan intangible que la captura del cliente implica la presencia, en algún grado, de la inevitable sugestión.

De la misma manera ocurre en el sector sanitario. El torrente terapéutico incesante, sus voceros y sus escenificaciones, ocultan su verdadera naturaleza. Muchos tratamientos, bien son innecesarios e ineficaces, bien son portadores de daños para los tratados. Se trata de una oferta que se funda en una ensoñación. Sus clientes pueden ser perjudicados severamente por los productos y tratamientos presentados en términos de milagrería. El paciente capturado pretende maximizar su salud mediante acciones que le aproximan al universo de la magia. En muchos casos, se trata de viajes imposibles, no recomendables desde la perspectiva del raciocinio. En mis paseos por las consultas dermatológicas, he visto situaciones insólitas y personas verdaderamente hipnotizadas por rituales oficiados por hechiceros uniformados de blanco y verde.

En este proceso fatal de redefinición de la oferta sanitaria y estimulación de una demanda que tiene componentes de ficción, la atención primaria, entendida como una estructura orientada a la mejora de la salud, es desplazada incrementalmente. Adquiere la condición, muchas veces injustificada, de sospechosa de no colaborar con el rol de agencia de viajes terapéuticos por el laberinto de actividades médicas de alto valor añadido. Su papel queda restringido a atender a portadores de diagnósticos avalados, especialmente al subcontinente de la cronicidad. El acto de mayor profesionalidad de un médico generalista es el de derivar solo en casos extraordinarios.

El proceso de privatización del sistema de salud se funda sobre el postulado de la turistificación de los pacientes. Se trata de hacerlos viajar, de animar a sus derivas en busca de soluciones por el dispositivo asistencial que se referencia en el poder simbólico de lo nuevo y de la magia. Así se conforma otra gran ensoñación en las sociedades del presente. En este contexto se puede comprender la afirmación de Juan Gérvas de que la medicina está penalizando severamente a los ricos en los Estados Unidos.

Vuelvo a las palabras iniciales de Nietzche. Ir al médico hoy es un acto económico, que implica la predisposición a poner tu cuerpo a disposición del torrente terapéutico, que desempeña un papel primordial en la economía. También un acto social, en tanto que significa la adhesión activa a las representaciones de la época. En lo que se refiere a la salud, representa ya una jugada propia del universo de las apuestas múltiples. Puedes ser beneficiario, o perjudicado en distintos grados. Ser reflexivo hoy, implica tener la capacidad de ser autónomo con respecto a la infosfera, que está contaminada por las conminaciones de los agentes de los mercados turísticos, médicos u otros.