domingo, 30 de junio de 2019

GIJÓN



En los años setenta hice varios viajes con Carmen recorriendo pausadamente el Cantábrico Occidental por Asturias y Galicia. Entonces éramos jóvenes, pobres y cargados de energía y esperanzas. Visitamos lugares fantásticos durmiendo en pensiones baratas y desplazándonos en los autobuses de línea y los trenes de la FEVE. Algunos lugares han quedado grabados en mi memoria y suscitan la nostalgia en este tiempo: Luarca, Ribadeo, Burela, El Barquero, Viveiro y Mondoñedo, entre otros, conforman mi añoranza de aquellos años. En los ochenta regresamos a estos itinerarios, pero ya no éramos los mismos y viajábamos motorizados. A pesar de nuestra identificación con esos paisajes, se cumplió estrictamente el precepto del misterio de la primera vez. Volvimos a Luarca en alguna ocasión más, pero nada fue comparable a la plenitud de lo que sentimos cuando la conocimos un lluvioso mes de diciembre.

Hace dos semanas regresé para transitar por el Cantábrico Occidental y rememorar ese pasado. Me alojé en Gijón, ciudad en la que he estado en varias ocasiones, pero siempre por motivos políticos y profesionales. El primero fue un viaje desde Santander para asistir a una reunión con la dirección del PC asturiano para coordinar la respuesta a la detención de Santiago Carrillo en Madrid. En los últimos años, en varias ocasiones para asistir a jornadas sobre medicalización o participación comunitaria en salud. En todos ellos mi presencia como visitante fue incompleta, en tanto que no tuve la ocasión de pasearla, pues mi tiempo fue absorbido por las actividades profesionales y sociales. Un requisito para conocer una ciudad es encontrarse solo, de modo que tengas la necesidad de orientarte en el espacio y construir tus propias referencias y rutas.

En estos días de junio quedé fascinado por Gijón. Experimenté unas sensaciones extrañas que remiten a un tiempo anterior. La vida de la ciudad tiene lugar en un modo distinto al del estándar impuesto por la globalización. Parecía encontrarme en la Santander de los años setenta y ochenta. El ritmo pausado de las gentes en las calles, el tráfico fluido y sin agobios, el protagonismo absoluto de los locales en los espacios públicos, la moderada presencia de visitantes, la ausencia de concentraciones comerciales y la minimización casi prodigiosa de los ruidos.

Gijón es una ciudad que es excepción en muchas dimensiones, pero su rasgo más distintivo es que el mercado se ha comportado de modo moderado allí. En la gran mayoría de las ciudades españolas, el mercado se ha desbocado, multiplicando sus intervenciones en los suelos urbanos, produciendo distintos impactos en el espacio, el tejido social  y en la vida. En este caso,  se asemeja una ciudad del norte de Europa, en la que las diferencias entre el centro y los distintos barrios se minimizan, dotando al conjunto de un estilo de ciudad modelada por la socialdemocracia de los sesenta y setenta. Encontré  escasas tropelías estéticas, entre ellas un teatro céntrico ocupado por un Burger King y un edificio horrendo en primera línea de playa, frente a la Escalerona, de Foster´s Hollywood.

La ciudad ha conseguido recuperar un conjunto de espacios públicos peatonales intercomunicados, de modo que puede ser plenamente aprovechada por los caminantes. En la mayor parte de las ciudades españolas, los espacios peatonales recuperados son, en general, reservas “indias” rodeadas por el entramado de las vías de los automóviles, dando lugar a una fragmentación insular. Gijón también ha conservado un paseo marítimo y una primera línea de mar protegida de los automóviles, sin zonas de aparcamiento. Así, lo garantiza como espacio peatonal, prolongado a lo largo de la costa, casi hasta Villaviciosa. En el paseo no se escucha el sonido de los motores y prevalece el del oleaje. Su decoración carece de pretensiones y se remite a la frugalidad propia de la ciudad industrial que fue.

La senda litoral del Cervigón es magnífica. Disfruté mucho de los paseos sobre el Cantábrico. A pesar de ser junio la temperatura fue muy baja. Como todo paisaje cantábrico se puede definir como una sucesión de luminosidades, que activaron mis recuerdos de Santander y Euzkadi. El viento cambia de dirección e intensidad, de modo que se suceden distintos tipos de grises, entre los que se intercalan momentos en los que el sol comparece fugazmente entre las configuraciones cambiantes de las nubes. Cada momento se encuentra abierto al inevitable y próximo cambio de los tonos de luz.

En la cotidianeidad de la vida de la ciudad predomina el lento discurrir del tiempo. Nadie parece tener prisa. La verdad es que las zonas comerciales tienen una vida cercenada por la crisis industrial crónica y el declive perpetuo por la minimización sucesiva de sus antaño actividades industriales. En la vida diaria los bares y las sidrerías desempeñan un papel fundamental, compensando la atonía de las calles. A última hora de la tarde comparecen en ellas los clanes familiares y amistosos, poniendo en práctica una socialidad intensa y que remite al pasado.

Toda la vida de la ciudad se encuentra dominada por la presencia y las prácticas sociales de los mayores. Los jóvenes y los visitantes se muestran ocasionalmente. Todos los escenarios urbanos denotan la preponderancia de los locales. Ni siquiera en la hostelería son frecuentes los foráneos. En las cartas de los restaurantes y las tapas de los bares se manifiesta un marcado repliegue a lo local. El mestizaje cultural queda reducido a mínimos. Esta supremacía de las tradiciones culturales y sociales se puede asociar con la ausencia de turistificación. Los visitantes de la ciudad son más viajeros convencionales que exploran el paraíso asturiano, construyendo sus propios itinerarios. Tuve la ocasión de conversar con unos valencianos que habían configurado un viaje abierto, susceptible de ser modificado según las circunstancias. El mismo esplendor del verano gijonés remite al regreso de los locales residentes en Madrid y otras ciudades que conservan actividades productivas.

Fascinado por mis derivas por la ciudad configurada por un capitalismo más amable, sorprendido por la lentitud de su vida, admirado por la ausencia de los contingentes turísticos e identificado con su paisaje y sus luminosidades, la realidad socioeconómica se encontraba relativamente oculta a mi mirada. Pero esta se hizo presente de una forma abrupta. Conversando  con un taxista mis sensaciones sobre la ciudad, me reprendió severamente, expresando un sentimiento de dolor y frustración, imperceptible a primera vista  para un visitante ocasional. El declive industrial se presentó súbitamente, manifestándose mediante un conjunto de sentimientos y percepciones intensas.

El discurso del taxista invirtió los conceptos con los que un forastero construye la realidad. Decía que el Cantábrico y el litoral  ya estaban allí antes de llegar nosotros. Lo importante en esta ciudad era la industria, que amparaba la prosperidad de sus beneficiarios y repartía sus rentabilidades por toda la población. El óbito doloroso y progresivo de la industria, era vivido como una tragedia. Enunciaba los nombres de las industrias fallecidas, atribuyéndoles un fatalismo incuestionable. Sus palabras aludían a la nostalgia por ese pasado. La memoria de las ilustres finadas se expresaba en tonos fúnebres. Era toda una ceremonia que evocaba la ausencia.

Afirmaba que la principal consecuencia de esta desaparición industrial es la ausencia de futuro para los guajes que se ven obligados a abandonar la región. Sus palabras dibujaban la existencia de una dualidad social. Por un lado se encuentran los prejubilados bien retribuidos y los funcionarios del estado en todas sus versiones. Estos constituían una sociedad próspera, que se encontraba en condiciones de afrontar el declive en buenas condiciones. Decía que eran los visitantes de las sidrerías y los restaurantes, aquellos que pueden gastar despreocupadamente un dinero sustancioso.

La segunda sociedad estaba conformada por aquellos que no consiguen acceder a las plazas de la administración, y que, por consiguiente, no tienen futuro. Expresaba su rencor con los funcionarios, que percibía como producto de una multiplicación artificial del estado. Concluía que el futuro era insostenible en estas condiciones. Este solo podía ser resuelto satisfactoriamente con el asentamiento de empresas, el turismo de masas u otras soluciones entendidas en términos de irrupciones milagrosas. Su desafección por la administración alcanzaba cotas inusitadas. Su rechazo de los discursos políticos en boga era integral.

En la conversación apareció inevitablemente Trump. Para él era una referencia, en tanto que estimulaba el crecimiento del mercado y los puestos de trabajo. El medio ambiente, la educación, la democracia misma se subordinaba al crecimiento del mercado. Su discurso apelaba a la esperanza difusa de la aparición de un salvador providencial y externo a la sociedad local. Su distanciamiento con la democracia vigente era manifiesto. De este modo, reprochaba mi adhesión al paisaje y a la ciudad cordial del capitalismo moderado.

Esta conversación fue confirmada por otras charlas con distintas personas locales. Me ayudó a comprender las señales de depresión colectiva que se encuentran tras la vida tranquila de la ciudad. La última noche tuve un sueño terrible. En esta pesadilla aparecía un ser monstruoso, que era un híbrido de Trump, Jesús Gil Y Álvarez Cascos, que inauguraba una isla artificial frente a la playa de San Lorenzo. Esta albergaba un parque de ocio presidido por un casino gigantesco. El conjunto estaba dotado de una estética horrorosa. En la isla bullían miles de turistas programados que seguían estrictamente los guiones de la turistificación. Entre ellos se encontraban los trabajadores del complejo, cuya procedencia indicaba inequívocamente su origen. Eran parte del nuevo ejército de reserva global que transita por el mundo. Apenas había asturianos. La senda litoral del Cervigón se había transformado en una carretera de varios carriles y en sus márgenes se habían multiplicado los chiringuitos y locales ubicados en edificios caracterizados por una estética hortera.

En estos días visito en alguna ocasión la webcam de La Escalerona. Veo a los locales pasear despreocupadamente y las luminosidades mutantes del Cantábrico. Cuando me conecto albergo el temor de que aparezca esa isla del tesoro siniestra de mi sueño.



miércoles, 19 de junio de 2019

ES LA TELEVISIÓN ESTÚPIDO


La televisión es un objeto mágico, en tanto que simultanea su ubicuidad absoluta con el desconocimiento general acerca de la misma. Su emergencia como medio de comunicación ha modificado integralmente la sociedad, las instituciones y la vida, instaurando un nuevo arquetipo personal dominante: el espectador. La televisión es un medio dotado de una potencialidad extraordinaria, de tal intensidad, que ha logrado revalidar su centralidad en la galaxia de comunicación tras la irrupción de internet y las redes sociales. Su relevancia en la sociedad mediática se reproduce en las siguientes versiones de la sociedad postmediática.

Las ciencias sociales han subestimado el impacto formidable de sus efectos sobre todas las esferas. Con la excepción de algunos autores, entre los que cabe destacar a Marsall Mc Luhan, la han confinado en la esfera de la comunicación de masas, sin comprender su formidable salto por encima de las fronteras artificiales que las disciplinas y los paradigmas han constituido. La televisión es la generadora de una nueva realidad artificial que modifica radicalmente la realidad social. Su presencia actúa como un catalizador en los procesos de crisis de la modernidad. Todas las versiones de la postmodernidad remiten a su presencia formidable en la vida social, que desplaza a otras instituciones esenciales, en particular a la educación.

Una de las esferas sociales que la tele ha reestructurado radicalmente es la política. Los actores políticos desarrollan sus actividades para comparecer en las pantallas. Todo se subordina a lo que acontece en este escenario. El proceso de pantallización de la política se ha intensificado en los últimos años. El resultado de esta reconversión catódica es la acentuación de los liderazgos; la reducción de los actores; la selección de los líderes según su potencial mediático; la adecuación de las actividades a los formatos televisivos, y la generación de una masa mediática de seguidores-espectadores, que alimenta los estados de efervescencia catódica inducida por los acontecimientos que articulan las narrativas televisivas.

Los partidos han sido radicalmente modificados. Ahora son grupos de contendientes mediáticos que se apoyan en sus expertos en comunicación política, y que se sustentan en un sector de tertulianos-comentaristas que defienden sus posiciones. La organización  convencional ha sido destituida por la televisión. También la militancia, que muestra inequívocamente su ocaso. Cada cual tiene un capital mediático del que se sirve para maniobrar. Este es el recurso esencial para conservar posiciones institucionales sólidas o ampliarlas.

En los últimos meses se han producido acontecimientos fundantes de la era de la videopolítica, que han pasado desapercibidos desde las coordenadas analíticas convencionales. La fragmentación de la derecha y de la izquierda, sigue la pauta de los conflictos entre actores que disponen de un capital televisivo. En el caso de Podemos, Carmena o Errejón se deciden a emprender un proyecto fundado es su cuantioso capital televisivo. Apenas trascienden argumentaciones que sustenten un debate.

Quien posea un capital televisivo puede emanciparse y apostar por mejorar sus posiciones. Así, el declive clamoroso de Izquierda Unida que contrasta con el boyante capital mediático de Garzón. El monopolio audiovisual de Pablo Iglesias/Irene Montero. Las terribles palabras de este subrayando la ausencia de liderazgos regionales en su partido. Aquellos que poseen localizaciones en las televisiones, las tertulias o los programas de la tele, pueden romper con la disciplina del partido. La crisis de Podemos es paradigmática, lo que se ha roto es el monopolio mediático de su líder.

Al mismo tiempo, la televisión redescubre el potencial del mercado audiovisual de la política, construida mediáticamente según los códigos de las rivalidades de los actores y las narrativas de sus trayectorias, en la que se suceden vicisitudes, avances y retrocesos, derrotas y victorias. El caso de Pedro Sánchez es paradigmático. Este modo específico de construcción audiovisual, cristaliza en un nuevo género televisivo dotado de una gran potencialidad. Ferreras afirmaba hace unos días que se puede homologar al mismísimo fútbol. La emergencia de este nuevo mercado determina que muchas de las estrellas de la galaxia televisiva se desplacen a él. María Teresa Campos fue pionera. Ahora Ana Rosa Quintana, Susanna Griso y otras vedettes.

El aspecto más negativo de la reconversión televisiva de la política es la conversión de los segmentos politizados de la población en una masa mediática convencional. Esta se define por su adhesión a sucesivos estados de excitación catódica que se disuelven inexorablemente con la misma velocidad que su propia aparición. Los operadores televisivos son quienes ofician esta ceremonia de la confusión. El problema principal de este mercado audiovisual afecta principalmente a la izquierda. No existe posibilidad de cambio en este mundo irreal del espectáculo mediático. La masa mediática carece de cualquier poder de modificación de las realidades.

Tal y como afirma Byung-Chul Han, el enjambre es la metáfora adecuada para comprender su impotencia política. Dice “Las olas de indignación son muy eficientes para movilizar y aglutinar la atención. Pero en virtud de su carácter fluido y de su volatilidad no son apropiadas para configurar el discurso público, el espacio público…Crecen súbitamente y se dispersan con la misma rapidez…La indignación digital no puede cantarse. No es capaz de acción ni de narración. Más bien, es un estado afectivo que no desarrolla ninguna fuerza poderosa de acción”. (Pags 21-22).

Desde esta perspectiva puede explicarse que el partido popular salga vivo de la explosión de su corrupción intensiva, que es televisada generando un estado de indignación que termina por disiparse. Esta no ha sido censurada por una sociedad exigente articulada en sus instituciones, sino por la galaxia mediática audiovisual, en la que se hacen factibles juegos de simulación, que homologan a gentes como Eduardo Inda con Ferreras, en una extraña ceremonia de la confusión para el aturdido espectador. En este bullicio se hace factible la torre de babel televisiva, en la que cualquier discurso es fragmentado y vaciado.

El poderoso mercado audiovisual del nuevo género-estrella, la política, que alcanza la consistencia del fútbol o el corazón, determina la atracción de los anunciantes, que son el motor económico de la televisión, y, por consiguiente, el único dios verdadero. La publicidad es la deidad de este mundo congelado del espectáculo político. Las soflamas de los nuevos comandantes mediáticos de la izquierda son interrumpidas por los anuncios de las empresas de automóviles, las farmacéuticas o los de la Mutua. Así se constituye un espectador en estado de shock intelectivo, que solo puede resolverse por su propio distanciamiento.

El poderoso mercado audiovisual determina que sus programadores y protagonistas obtengan beneficios sustanciosos derivados del dinero que generan sus actividades. Este es un aspecto fundamental. A modo de resumen, sin incluir sus actividades empresariales y de gestión de sus patrimonios, estos son los ingresos de algunas de las estrellas:

En el grupo del corazón:
MILA XIMÉNEZ, 180000 euros año por Sálvame y 160000 por El Debate de Gran Hermano Vip.
TOÑI MORENO, 175000 euros año por Hombres, Mujeres y Viceversa.
EMMA GARCÍA, Un millón de euros año.
JORDI GONZÁLEZ, 2,5 millones euros año.
JORGE JAVIER VÁZQUEZ, 3,5 millones año.
BELÉN ESTEBAN; un millón año por Sálvame, más lo que cobra por Sálvame Deluxe.
MARÍA PATIÑO, 250.000 euros al año.
KIKO HERNÁNDEZ, 250000 euros año por Sálvame. Entre sus actividades está la de Oficiador de Bodas, por las que cobra 100000 euros año.
PAZ PADILLA, 500000 por Sálvame más 150000 por La que se avecina.

Estrellas especiales
SUSANNA GRISO, 2 millones año.
ANA ROSA QUINTANA, 4 millones año.
PABLO MOTOS, 4 millones como presentador. Como productor audiovisual factura 28 millones euros año.

Las estrellas progresistas
PEPA BUENO,  ganaba 250000 año en la tele, ahora en la SER cobra aún más.
JESÚS VÁZQUEZ, 3,5 millones año
GRAN WYOMING, 400000 euros año por El Intermedio.

Que cada cual saque sus propias conclusiones. En mis tiempos de profesor, algún alumno me comunicó su sentimiento de aflicción por la relación desigual entre mis ingresos y mis conocimientos. Kiko Rivera, cobraba ya 70000 euros por realizar un spot publicitario que resolvía en un par de horas. Este hecho evidencia la verdad profunda de la estructura productiva del capitalismo de consumo, agravada sustancialmente en España. El espectáculo cumple una función esencial, el conocimiento, el saber y las capacidades racionales de las personas se sobreentienden como amenazadoras. Por eso me reafirmo en el título de esta entrada y me distancio de muchos de los conversos audiovisuales que me rodean
¡Es la televisión estúpido¡


sábado, 8 de junio de 2019

LA PATRAÑA DEL PACIENTE INFORMADO


En Le Monde Diplomatique del mes de mayo, aparece un texto escrito por Sophie Eustache, en el que desvela el próspero negocio organizado en Francia a propósito de “la paciente informada”. En los últimos años, la intensificación de la reforma sanitaria neoliberal, comporta un conjunto de renovadas estrategias fundadas en la nueva gubernamentalidad, en las que el paciente es considerado como una entidad activa que es preciso reconquistar. Así, en el espacio público asociado a la esfera de la salud, comparecen distintas iniciativas que pretenden establecer relaciones con los pacientes, con la finalidad de convertirlos en los sujetos activos requeridos por un mercado tan singular como el sanitario.

Estas nuevas estrategias son leídas en España, desde el interior del sistema sanitario como el advenimiento de una democratización en las instituciones que regulan las relaciones entre profesionales y pacientes. Los nuevos discursos son asumidos por los profesionales, así como por la mayor parte de la izquierda sanitaria, interpretándolos como un salto en el progreso sin fin de la institución. Así se conforma el neoliberalismo progresista que domina los discursos en los foros y congresos profesionales en este tiempo.

Pero estas estrategias del paciente informado, el paciente experto y otras piadosas formulaciones carecen de verosimilitud. Se trata de un episodio de la recuperación de los pacientes como un vector imprescindible para el crecimiento de un mercado de bienes inmateriales, cuya compra requiere la colaboración activa de los clientes. He vivido en primera persona la llegada a los foros del sistema público de estas entelequias conceptuales. La aceptación acrítica de las mismas por parte de profesionales progresistas alcanza la condición de lo patético en la mayoría de los casos. La mitología de la telemedicina adquiere la condición de milagrería tecnológica extensiva. En el texto de Eustache se analiza el devenir de esta patraña en Francia de manera convincente, desvelando las actuaciones de los agentes más poderosos que articulan este mercado. El resultado es la conformación de una patraña perfecta.

En los primeros años del nuevo siglo surgen en Francia sitios web en salud dirigidos al gran público. Estos se referencian en la finalidad de democratizar la información médica, que se entiende como el requisito principal para la autonomía de los pacientes. Pero el éxito inicial de estos, que atraen a millones de visitantes, evidencia la verdadera finalidad de este proyecto, que utiliza el conocimiento adquirido por las aportaciones de los usuarios, para conformar un banco de datos útil a las empresas de este mercado, necesitadas de información para producir campañas específicas para patrocinar sus productos. Estas devienen así en anunciantes en los mismos sitios web que recopilan las informaciones proporcionadas por los pacientes-blanco. Así se conforma un rasgo específico del mercado sanitario: la coproducción perversa.

El texto de Eustache analiza el caso específico de Doctissimo, pionero de información en línea sobre salud. Valeérie Brouchoud, su presidente afirma que “Dotar al paciente de responsabilidad, considerando que un paciente informado puede mantener un diálogo más constructivo con su médico y puede seguir mejor los tratamientos, se convierte en dueño de su salud”. Esta expresión “Dueño de su salud” fue el emblema de unas jornadas en Granada de Farmacritix, en las que fui invitado. A alguno de los estudiantes organizadores, le hice saber mi discrepancia con ese título ampuloso, que representa muy bien a la izquierda de la primera reforma sanitaria en aquella época, y al neoliberalismo progresista de la presente.

El éxito de Doctissimo en los años siguientes fue manifiesto, al atraer a millones de usuarios. El perfil dominante era el de una mujer cualificada, con alto nivel de educación formal, dotada de un poder adquisitivo considerable, internauta acreditada y que vive algún problema de salud. Las mujeres desempeñan un papel crucial en la atención a la salud en los hogares. Así son la puerta de entrada al consumo médico familiar.  Este se presentó asociado al de bienestar, higiene, belleza, así como la ascendente psicología. Así se configuraron secciones activas en una pluralidad de campos, en los que comparecen las empresas con sus comunicaciones publicitarias sofisticadas.

Google desempeña un papel esencial, mediante sus algoritmos derivados de la observación de la navegación. Estas amparan las estrategias de captación y los enlaces a las web de las empresas patrocinadoras. Pero el valor que aportan las búsquedas de los usuarios es superado por la información derivada de los foros. Estos constituyen la base para el desarrollo digital del mercado de la salud. Los foros proporcionan información sobre las personas, sus perfiles sociodemográficos, los hogares, los consumos, los centros de interés, los juicios y opiniones, las patologías, los posicionamientos respecto a los problemas de salud, las marcas, los productos y los servicios. En los foros participan activamente setenta mil pacientes que aportan un material indispensable para las empresas.

De ahí resulta una base de datos  que contribuye a producir servicios personalizados de alto valor añadido. Esta fundamenta las campañas selectivas de las empresas, así como a una segmentación precisa de este mercado. Así se configura la versión médico-sanitaria del nuevo capitalismo cognitivo, fundado en el conocimiento extraído de la colaboración voluntaria y gratuita de sus propios consumidores. El nuevo poder dialógico hace hablar a los pacientes-internautas, para comprender sus posicionamientos y mentalidades, requisito esencial para colocar sus productos y servicios.

El texto concluye con una frase demoledora: “Hay tantas maneras de decir que se vende tiempo de cerebro humano disponible”. La conquista de la mente de los pacientes en una nueva versión del próspero neuro-capitalismo del presente. Este formidable despliegue del mercado sanitario, tiene como efecto la importación de parte de sus discursos y lenguajes al sistema público. Los profesionales progresistas los adoptan y elaboran versiones amables que constituyen una ensoñación que contribuye al debilitamiento de la cohesión interna del mismo. Este sí que es un requisito esencial para la instauración de la privatización asociada al nuevo estado post-bienestar.

Los discursos que circulan por los mundos sanitarios en los últimos treinta años de reforma neoliberal, son manifiestamente engañosos, en tanto que ocultan sus verdaderas finalidades. Así se conforman como patrañas de una envergadura monumental. Es curioso constatar su aceptación por los incautos profesionales. La multiplicación de patrañas tiene como resultado el descentramiento de los piadosos receptores, desbordados por el flujo ideológico oculto presente en las comunicaciones públicas. Así se hace posible el avance hacia la demolición del viejo sistema semi-universal. En este estado confusional, no se percibe la importancia de la denegación de asistencia a determinadas categorías de personas inmigrantes. Las ideologías de la excelencia omnubilan.



martes, 4 de junio de 2019

LAS VÍCTIMAS INOCENTES DEL SMARTPHONE


En los últimos años se intensifica el uso del móvil, reforzando la densidad de los mundos sociales virtuales. Las personas se comunican según un modelo en el que apenas existen pausas. Se trata de un sistema de 24 horas, en el que el tiempo de sueño es la única interrupción. El efecto de esta expansión es la remodelación radical del espacio público. Este es vaciado de relaciones personales, e incluso visuales. Los sujetos se desplazan por el espacio en un estado pleno de ausencia. Todos los sistemas de relación social son interrumpidos por la comunicación virtual.

La escisión con el mundo físico-espacial se profundiza vigorosamente. El reinado del Smartphone designa la imposición de lo que Javier Echevarría denominó como “tercer entorno”. Este espacio absorbe las energías comunicativas de la inmensa mayoría de los sujetos apantallados. La pequeña pantalla deviene en el centro social, desplazando la vieja comunicación cara a cara a un segundo plano. Sobre el imperio de este mundo de la comunicación virtual se posicionan los nuevos “señores del aire”, las empresas proveedoras de los servicios y que sustentan internet.

El nuevo sistema de comunicación comporta unas exigencias de respuesta que adquieren proporciones mayúsculas en la vida cotidiana de las personas interconectadas. Los señores del aire producen incesantemente, y a velocidad de vértigo, relatos audiovisuales, fabulaciones, imágenes, sonidos, representaciones y discursos, que conforman el gran espectáculo del presente. Sobre esta producción se implementa un sistema formidable de interacciones  entre los sujetos. El código de este es responder inmediatamente a las comunicaciones de los próximos virtuales, así como a los relatos generales.

La convergencia de ambos sistemas genera un monstruo cronófago que se apodera de la totalidad de la vida. Esta queda definida como un escenario en la que cada cual tiene que comunicar sus logros cotidianos. Así se configura un nuevo ser social, cuyas experiencias físicas sobre un espacio tienen que ser imperativamente traducidas y trasladadas al espacio virtual. Como apunta acertadamente Bauman, cada uno es artista de su propia vida. Esta deviene en un escaparate que es preciso decorar para su presentación en la nueva sociedad del tercer entorno.

Las exigencias de conexión permanente y de presentación de su propia vida son de una envergadura tal, que desbordan las capacidades de los sujetos interconectados, condenados a responder incesantemente a los requerimientos de los próximos virtuales. Así se configura una adicción incremental, que se apodera gradualmente de la vida real de cada cual. Los adictos se desplazan por el espacio físico en un estado groggy , desconectados radicalmente de su inmediato entorno. Los canales visual y auditivo son absorbidos en régimen de monopolio por el mundo exigente y cruel del Smartphone.

Este vigoroso proceso de desterritorialización espacial que comporta la evasión de los ultraconectados al mundo del más allá digital, produce un conjunto de víctimas afectadas por el vaciamiento del mundo espacial inmediato por parte de los que solo tienen su cuerpo allí. Entre los principales damnificados se encuentran los ancianos, los enfermos con algún grado de dependencia, los discapacitados, los niños y los perros. Este es justamente el contingente social que necesita de los cuidados. Estos son severamente amenazados por los evadidos digitales.

Todos los días contemplo el siniestro espectáculo de los necesitados de los cuidados abandonados en manos de sus cuidadores evadidos. El espectro de situaciones es muy extenso. Las mamás que empujan el coche del bebé con una mano, en tanto que con la otra manejan compulsivamente el móvil. Los cuidadores que no dirigen la palabra a los cuidados, concentrados en sus pantallas, que violan así el fundamento de cuidar, que es prestar atención y acompañar. Los paseantes de sus perros que transforman el paseo en un monólogo con sus próximos virtuales en detrimento de sus mascotas.

Puedo describir muchas situaciones de verdadera crueldad. Pero lo que más me importa aquí es constatar que el móvil es radicalmente una máquina de disolución de la civilidad, así como un instrumento de transformación del espacio físico en un desierto relacional. La desconsideración a los necesitados de cuidados alcanza el umbral del sadismo. Por eso afirmo que la imposición del tercer entorno sobre el mundo físico, que es el vivido por las poblaciones necesitadas de cuidados, genera la hegemonía de un nuevo sujeto interconectado carente de cualquier atisbo de fraternidad.

La dimensión de este problema alcanza proporciones majestuosas. La nueva sociedad digital es un dios que requiere del sacrificio de los necesitados de cuidados. Estos experimentan fatalmente su conversión en deshechos no traducibles a las narrativas vitales de tan esforzados sujetos interconectados, que inventan un relato de su vida en el que desaparece integralmente el dolor, la adversidad y los portadores de problemas que solo pueden ser aliviados por los cuidados.

Por eso propongo una solución creativa. Cuando me encuentro todos los días con un cuidador desconectado de su cuidado, que tiene cerrados los canales visual y auditivo por exclusividad de su Smartphone, me pregunto qué respuesta podría dar. Pienso en un arma eficaz que es simular un encontronazo en el que pueda descargar mi rabia mediante un pisotón. Pero una solución más amable consiste en castigar su canal olfativo, que todavía no ha sido cerrado por el móvil. Por eso propongo un bombardeo con bombas fétidas sobre los zombies del cuidado. Esta puede ser una forma de devolverlos al espacio físico por shock olfativo.

Quizás así se pueda reparar la dignidad de los cuidados a aquellos que son descuidados, ignorados y humillados por sujetos tan activos en la comunicación virtual. En otras palabras: Mierda gaseosa para los crueles cuidadores evadidos de su misión. Cuanto menos, que experimenten una situación irrespirable durante unos minutos.