viernes, 17 de mayo de 2019

MARINA GARCÉS Y LA DENEGACIÓN DE LA INTELIGENCIA



La intervención de Marina Garcés como testigo en el juicio del Procés no puede pasar inadvertida. El comportamiento del presidente con respecto a su persona es paradigmático. Utilizó la fuerza que le confiere su posición en esta institución congelada, manifestando una falta de respeto antológica a la figura de Marina, que representó la dignidad de la inteligencia, el pensamiento y el compromiso con los movimientos sociales. Este episodio hace patente una tensión fundamental derivada del cambio social, poniendo en escena la colisión entre lo instituido-congelado y lo instituyente.

En los años de ejercicio docente insistí de forma perseverante en la relevancia de un juicio como acontecimiento social que muestra la relación de dicha institución y la sociedad. En la sala se hacen presentes las distintas ceremonias y liturgias que acompañan a las relaciones sociales, así como, de forma clamorosa, las diferencias sociales. Una sesión de un juicio es un compendio de sociología que incluye todos los elementos presentes en una situación social, en la que lo macrosocial adquiere una visibilidad inequívoca. Este es un territorio en el que los actores muestran inexorablemente sus equipamientos estructurales asociados a sus posiciones sociales.

Se puede entender, desde la lógica de la institución,  la actuación del presidente del tribunal reclamando que los testigos se remitan a los hechos, limitando sus intervenciones valorativas. Pero su proceder en el caso de la declaración de Marina Garcés desvela el orden de los supuestos y sentidos de esta institución gélida, cercada por los cambios sociales inexorables. Marchena utilizó un tono contundente y tosco, cuya pretensión era la de intimidar a la testigo, de modo que pudiera minimizar la expresión de sus consideraciones. De este modo, trataba de neutralizar su aportación. 

El interrogatorio a la filósofa se produjo en unos términos muy diferentes al de los acusados en los numerosos procesos por corrupción. En estos, tanto acusados como testigos gozan de la potestad de hacer consideraciones generales en las que se incluyen sus propias valoraciones. Esta licencia se otorga por la alta consideración de la que gozan las personas que proceden de los negocios, en los que han conseguido una posición reconocida por la cuantía de sus bienes materiales. Así el dinero deviene, para confirmar la regla, en poderoso caballero. De este modo se conforma la excepción de estos caballeros que pueden producir discursos en su defensa. En estos casos no puedo evitar el recuerdo de las puestas en escena judiciales de Mario Conde.

Marina Garcés representa otra cosa que el dinero. Por el contrario, encarna el símbolo de la inteligencia, del pensamiento comprometido y del vínculo con los movimientos sociales. Su figura ha adquirido una relevancia creciente en los últimos años, basada en su obra escrita, sus iniciativas y su presencia distante y crítica en los medios de comunicación. Sus actuaciones sin estridencias mediáticas remiten al valor de la reflexión. Sus intervenciones suponen aportaciones a un mundo definido por la multiplicidad de las crisis, que se retroalimentan mutuamente generando una situación de gran complejidad. En una situación así se revaloriza el pensamiento y la inteligencia resultante de este.

En estas coordenadas cabe interpretar la ruda actuación de Marchena con Garcés. Su tono autoritario, su menosprecio a la persona, su ritualismo, su falta de consideración. Lo que se dilucidaba en la sala era el tratamiento de la inteligencia asociada al compromiso cívico. El presidente actuó contundentemente, poniendo de manifiesto que la testigo representaba un valor marginal con respecto a los poderosos poseedores de recursos materiales y éxitos en los negocios. En la sala se hizo patente un factor persistente esencial en España, la denegación de la inteligencia crítica. Esta se ubica en varias generaciones de perdedores, poetas, escritores, filósofos y otras especies que cultivan la inteligencia.

En la confrontación entre inteligencias que sucedió en la sala, Marchena no logró intimidar a Marina. Por el contrario, esta se sobrepuso a las ásperas conminaciones del presidente. Al final pudo aludir a los efectos catastróficos de las actuaciones violentas de la policía sobre el tejido social. Su dignidad salió intacta del interrogatorio y su inteligencia no pudo ser avasallada. Este episodio confirmó las turbulencias inevitables asociadas a un juicio tan manifiestamente político como este. La cuestión de fondo remite a la naturaleza de la modernización española. En el caso del sistema judicial se ubica en la comparecencia de los ordenadores y el aire acondicionado. Pero perseveran los rasgos invariantes de la institución.





1 comentario: