domingo, 21 de abril de 2019

UNA FUGA SAXOFÓNICA


En el día de hoy mis fuerzas han llegado a su límite. Me siento acosado por una campaña electoral tóxica, en la que la acción concertada de las radios, las televisiones y las redes configuran una realidad mediática opresiva, a la que nadie puede escapar. En todos los lugares llegan los sonidos y las imágenes del acontecimiento mediático total de los denominados debates. Mis sofisticadas estrategias para escapar a esta realidad mediática comienzan a resultar insuficientes.

La campaña es la expresión de la gran infantilización que experimenta la sociedad en el tránsito hacia el neoliberalismo avanzado. Esta regresión es el efecto de la multiplicación de las apariciones de dos docenas de líderes, acompañados por un centenar de expertos y periodistas. En estas tienen lugar efervescencias en las que domina el sentido del juego. Todo puede ser reducido a un juego consistente en apostar quién gana y quién pierde. Los protagonistas ofrecen soluciones en versiones de los bienes públicos reconvertidos en los panes y los peces del milagro bíblico de la multiplicación.

El personalismo de los participantes en el juego llega hasta niveles de verdadero éxtasis. Cada uno se presenta como garante del futuro, ajustándose al guion fatal de este juego. Los mensajes se encuentran cargados de simplicidad y las encuestas representan el estímulo de las apuestas. El público al que se dirigen es el de los contagiados por la pasión de las apuestas. Estos adoptan los comportamientos del campo donde se ha ensayado este juego: el fútbol. Así se configuran las aficiones que respaldan a las estrellas que compiten. Los fervores inducidos por la marcha del juego incrementan las pasiones de los hooligans.

El principio de que el votante es un ser racional que se informa, piensa y decide es trastocado severamente. Los contendientes utilizan los repertorios de métodos y técnicas del marketing y la publicidad. Se trata de encontrar hechos audiovisuales que movilicen las pasiones y emociones de la masa de apostantes. El imperativo central es ganar. La victoria es la única alternativa. En el momento final del desenlace del juego la escenificación de la presentación de ganadores y perdedores culmina todo el proceso. Las propuestas programáticas pasan a segundo plano y las vicisitudes en la formación de gobierno de los ganadores  adquieren un esplendor inusitado. Entonces comienza otro juego.

En esta apoteosis de las apuestas las televisiones desempeñan un papel fundamental. Estas son las que adquieren una relevancia decisiva, en tanto que fijan las reglas y gestionan el ring. Creer que lo que comparece allí son posicionamientos programáticos es una forma encomiable de fe. La concurrencia de los jugadores en un par de horas respondiendo a múltiples preguntas resultantes del desmigajamiento de los programas se subordina a golpes de efecto. Los lenguajes son elocuentes “El minuto de oro” y otras joyas que indican las gramáticas de este evento, en el que lo argumentativo se subordina radicalmente al arte de la seducción por impacto emocional.

Tengo muy claro lo que representa en términos de gobierno el resultado de estas elecciones. Un gobierno de la derecha, convertida en tres personas distintas y un solo Dios verdadero, puede resultar fatal frente al mal menor de las alternativas de la izquierda. Pero soportar una campaña así es imposible. En estos días medito acerca del concepto del totalitarismo. Si este es una realidad que se te impone y te ocupa, lo que estoy viviendo es una forma de totalitarismo mediatizado.

Por eso propongo, en el caso de que alguien quiera acompañarme, una fuga musical. En los momentos de búsqueda de tregua frente a la vida externa sofocante, el saxo ha desempeñado un alivio gratificante. Por eso ahora recupero a Kenny G y al Fausto Papetti de mis años jóvenes. Sus sonidos son justamente lo opuesto que el griterío mediático derivado de la pasión del juego de las elecciones. Los escucho esta mañana en espera de un largo paseo entre los árboles de la Casa de Campo.




4 comentarios:

  1. Si, realmente es insufrible y hay que desconectar máxime cuando el voto ya lo tenemos decidido desde hace tiempo, Coltrane también ayuda entre muchos otros, un abrazo.

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  2. Sí, Coltrane es otro de lo nuestros. Un abrazo

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  3. Pues yo creo, Juan, que nada mejor para conocernos a nosotros mismos que estudiar el comportamiento humano en situaciones límite, como es el caso que nos ocupa: un país viejo como el nuestro, imperial como fue, sometido otra vez al peligro de un nuevo recorte de su geografía y, en consecuencia, miles de políticos renegando de la vida por no haber nacido bajo la paz de una dictadura que eliminaba de verdad a los que molestaban, y no como los idiotas de Coripe, que les regalan miles de votos en Catalunya y de apoyos en toda Europa con disparos de fogueo. Nunca como ahora tantos errores de la derecha española, inevitablemente franquista.

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  4. Gracias Domingo. Lo tengo muy claro. La derecha es la reproducción histórica de las viejas clases dominantes de un país que no experimentó una modernidad equivalente a la de sus vecinos europeos, y, además, una revolución industrial. En este blog lo he tratado en varias ocasiones. Pero de la izquierda prefiero no decir nada hasta el lunes próximo, en tanto que su estado es muy delicado.Lo peor es que la situación general ya no es equivalente a la de la fenecida era de la política convencional. La postpolítica vigente se funda en el espectáculo, los límites del ejercicio del gobierno están determinados por las corporaciones, se encuentran en funcionamiento varios dispositivos de un poder muy productivo que debilitan los vínculos sociales y producen individuos débiles. La gran crisis de la vieja izquierda en todas sus versiones no es producto del azar. Así la campaña es un dispositivo de charla que oculta las verdaderas situaciones.

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