lunes, 25 de febrero de 2019

LAS FELONÍAS INTERMITENTES DE BAJA INTENSIDAD


La afirmación de que España es diferente se asienta sobre múltiples factores, pero, desde la perspectiva de los procesos históricos acaecidos en el último siglo, destaca uno original. Se trata de la gran importancia de aquello que se encuentra por debajo de la superficie. Junto a los cuerpos de los miles de víctimas republicanas de la guerra civil, se encuentran los imaginarios de los vencedores, que tras décadas de postfranquismo, salen a la superficie desmintiendo su caducidad. Los yacimientos que albergan los huesos coexisten con los inmateriales de los vencedores, conformados por una amalgama de sentimientos, percepciones y valoraciones incubadas en el tiempo del conflicto civil, y que muestran su persistencia y capacidad de permanecer sobreponiéndose a los cambios.

El conflicto de Cataluña ha actuado como un factor catalizador de la salida a la superficie de los imaginarios bélicos del pasado. El rescate de las jergas de aquél tiempo, recupera la centralidad en los discursos del concepto de traición. Así, la palabra felón suscita la convergencia de los términos descalificatorios para aquellos cuyas políticas son inteligidas desde el tiempo fundacional del Movimiento Nacional. Así, la izquierda y los nacionalistas son convertidos en enemigos de la patria, conformando la última versión de la AntiEspaña.

La salida a la superficie de los viejos imaginarios belicistas interfiere determinantemente toda la acción de las instituciones políticas. La inteligencia se agota en restaurar los vocabularios enterrados provisionalmente, generando vínculos entre las palabras y las realidades del presente. Esta restauración de los glosarios de los viejos tiempos se acompaña de un catálogo de gestualidades adecuadas al escenario postmediático, conformando escenificaciones que confieren preponderancia a lo visual. Todo queda subordinado a la resucitada confrontación en torno a las esencias de la reconstituida patria, simbolizada en la multiplicación de las banderas.

Desde este prisma, el concepto de felonía deviene en paradójico. Las adhesiones al régimen de Franco, sustentadas en apoyos sociales muy importantes, se disiparon con la llegada de la nueva democracia avalada por la mayor parte de sus élites políticas, económicas y culturales. Pero este desvanecimiento se encontraba condicionado por el buen comportamiento de los vencidos. Estos eran rehabilitados en tanto que sus discursos y conductas se inscribieran en aquello considerado como aceptable. Así se ha conformado algo similar a un tercer grado penitenciario, en el que los antaño internos deben acreditar su rehabilitación.

Se puede interpretar la emergencia de Vox, no tanto como la de la extrema derecha, sino como un factor catalizador de todas las derechas. La cadena de convergencias en los últimos meses es patente. Pero el caso español rescata un elemento singular al que se puede atribuir mucha importancia. Se trata de la fusión entre el franquismo maduro y el inicio del crecimiento económico. La primera sociedad de consumo de masas, con el apéndice de la motorización de masas y el primer estado de bienestar incompleto, acontece en los años sesenta, reafirmando la compatibilidad del autoritarismo político con el bienestar. Las palabras de Alfonso Guerra acerca de Chile son más que significativas. En la memoria colectiva hace acto de presencia esta realidad, que se reactiva en las sucesivas crisis de transición a la sociedad postfordista.

La historia de España puede ser considerada como un proceso en el que se suceden las felonías, que se encadenan entre sí conformando un extraño juego de efectos.  Las masas adictas al último franquismo devienen en multitudes que aplauden a los líderes de la nueva democracia, pero que muestran su capacidad de reversión cuando una crisis facilita la emergencia de lo imaginario enterrado provisionalmente. Por eso las felonías son intermitentes y de baja intensidad, siempre en espera de una nueva relación entre lo visible y lo oculto-enterrado. La interferencia entre las mismas las debilita inevitablemente.

Los dos vídeos son antológicos y no necesitan de comentario alguno. En ambos casos muestran realidades que no pueden desaparecer solo por el imperativo de la traición.




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