miércoles, 12 de diciembre de 2018

EL CREPÚSCULO DE LA IZQUIERDA EN ANDALUCÍA



Solo necesitamos mirar a nuestro alrededor para ver que estamos de pie en medio de una montaña de escombros de aquellos pilares
                                       HANNAH ARENDT

Las elecciones autonómicas andaluzas han puesto de manifiesto la crisis de las instituciones nacidas en el postfranquismo, que se articulan en torno a la Junta de Andalucía. También las de sus distintos inquilinos durante este largo período, la izquierda histórica que protagonizó la oposición al franquismo y después la transición política, así como la nueva izquierda nacida por efecto de la reestructuración global postfordista y neoliberal, que comenzando en la década de los ochenta,  se hace presente en las instituciones autonómicas y municipales en el 2014.

La derrota electoral no ha suscitado ninguna voz discordante ni interpretación crítica en sus apretadas filas. Tanto el PSOE como Adelante Andalucía comparecen según los requerimientos de la videopolítica imperante. Líderes acompañados por las cúpulas, que se ubican en torno a él frente a las cámaras moviendo sus cabezas acompasadamente para ilustrar sus palabras optimistas. Filmación de las reuniones de los órganos directivos ubicados en grandes mesas cuadradas, en los que todos se alinean con el monolitismo sin fisuras, en reuniones cuya información se sintetiza -en ausencia de diferencias, matices o interpretaciones- en las imágenes de las sonrisas y los aplausos. Este es el aspecto en el que estas vetustas  élites conectan con la nueva época, en tanto que sus comportamientos se inscriben en la emergente categoría de “fan”.

La debacle electoral pone de manifiesto el ocaso de estas élites, encerradas en su propio mundo autorreferencial, ajenas a las realidades de los distintos sectores sociales penalizados por la gran reestructuración, e influidos por los intercambios con los sectores sociales prósperos, en tanto que huéspedes prolongados de las instituciones de gobierno. Esta jet institucional se referencia en el paquete cognitivo politológico que incluye las encuestas, las tendencias de voto, la selección de contenidos operada en los medios,  las redistribuciones de escaños y las tácticas electorales. De ahí resulta una cultura politológica de todo a cien que se fusiona con las viejas ideologías globales que sustentaron su emergencia histórica. El devenir de los años de gobierno de la Junta, así como la cultura politológica que emerge de la mediatización, ha transformado a estas organizaciones políticas en verdaderas castas cerradas y distanciadas de sus propias bases sociales. La hibridación entre sus identidades históricas y la cultura de la videopolítica les confiere la condición de una  extraña casta hermética, pero que al mismo tiempo se hace omnipresente en el flujo mediático ante sus bases convencionales, convertidas ahora en espectadores.

Las elecciones ponen de manifiesto una crisis simultánea de, al menos, cuatro castas distintas. A saber: la constelación pesoe nucleada en torno a la Junta y su haz de organizaciones-satélites; la agrupada en torno a Izquierda Unida, beneficiaria y administradora de los restos de la gestión institucional o los excedentes de las políticas inasumibles por el gobierno autonómico; la que cristaliza en el primer Podemos en 2014,  bloqueada por su incapacidad para ejercer una oposición efectiva y gestionar su pluralismo interno inicial, y la de los sindicatos, cuyo devenir se inscribe en la noción estricta de derrumbe. Entre estas cuatro castas existe un conjunto de vínculos e interdependencias muy complejas que configuran el continente de la izquierda. Entre las grietas de este sistema de vínculos se asienta una izquierda viva conformada por fragmentos vinculados a movimientos sociales o sectores profesionales.

Los resultados de las elecciones denotan la decrepitud de este conglomerado, que se manifiesta principalmente por su incapacidad de leer las nuevas realidades. Su acceso al gobierno en distintos grados les confiere un optimismo insostenible, que se contrapone con la realidad vivida por sus supuestas bases sociales. Así se cierra el círculo de la decadencia. Las movilizaciones en Granada de protesta por la reconversión hospitalaria hacían manifiesta la orfandad del antaño pueblo industrial, devenido tras la desindustrialización en un contingente de segmentos precarizados, inestables y en distintas situaciones de dependencia. En una situación continuada de retroceso social de las clases trabajadoras, las castas de las izquierdas celebran clamorosamente sus eventuales cuotas en las instituciones representativas, ajenas a los temores colectivos de los votantes ubicados en posiciones crecientemente inestables.

De esta escisión resulta la paradoja más relevante del tiempo presente: una parte sustancial de las clases trabajadoras termina por expresar sus malestares en movilizaciones ajenas a las izquierdas y otorgando su voto a los emergentes populismos de derechas. Así, la izquierda se ve privada de su última ratio: representar efectivamente los intereses de los sectores penalizados por el capitalismo. En ausencia de este papel, queda reducida a un conjunto de grupos que obtienen e intercambian mutuamente bienes públicos  logrados mediante su presencia privilegiada en las instituciones políticas. Estos construyen así  su propio pueblo con los beneficiarios de sus intercambios.

La pérdida del gobierno por parte del pesoe tiene unas consecuencias de gran alcance. El antecedente municipal es elocuente. Siempre que pierde un gobierno manifiesta su incapacidad radical de hacer oposición. Esta incompetencia en el ejercicio de la oposición se funda en su modo de gobierno, basado en la creación de una vasta malla de vínculos sobre el que se asienta su red clientelar. Las campañas electorales de Susana Díaz, la Pacheca en este blog, son verdaderamente elocuentes. En los actos se hacen presentes todos los beneficiarios para rememorar el vínculo. Pero, una vez perdido el gobierno,  los socios se comportan de un modo radicalmente pragmático en busca de intercambios con los nuevos huéspedes del poder. El efecto de estas migraciones es el desmoronamiento de todo el edificio clientelar, que es reemplazado por un árido paisaje estepario.

En la nueva situación se evidencia que las adhesiones se encontraban basadas en el interés en ausencia de cualquier rastro ideológico. La deserción de gran parte de los contingentes de su poblado entorno durante tantos años,  genera una inevitable crisis psicológica en el partido, que tiene efectos paralizantes en la acción política. El comportamiento desleal se multiplica y muchos de los antaño fieles se desplazan hacia posiciones generosas con los nuevos ocupantes del gobierno. Recuerdo que siendo miembro del Consejo Asesor de Salud de Andalucía me llamó la atención que algunos profesionales vinculados a grupos de interés empresariales se sintieran cómodos en este foro. Tuve la ocasión de comentarlo privadamente con uno de ellos y me afirmó contundentemente que él estaba siempre en el lado del gobierno, y en Andalucía este correspondía al pesoe.

Pero el aspecto más relevante de las elecciones radica en que las fugas de votantes del pesoe no son capitalizadas por Adelante Andalucía. Esta coalición pierde una parte sustantiva de sus votos con respecto a 2014.  Las terribles palabras de Teresa Rodríguez ilustran acerca del imaginario político de la última versión de Podemos. Afirma que nos da igual tener tres diputados más o menos. Así se emancipa de las decisiones de su propia base en las urnas, en tanto que cada escaño que pierde se corresponde con cien mil votantes. De este modo reafirma la cultura política de la vanguardia, en espera de la identificación de las masas, convertidas en el escenario histórico actual en espectadores.

La comparecencia del primer Podemos en 2014, que concitó la convergencia de distintos sectores de la izquierda sociológica desconectados en los tiempos anteriores, suscitó grandes esperanzas en una nueva izquierda conectada con las nuevas sociedades. Se esperaba que las sinergias entre los recién llegados de distintos mundos políticos fomentase la capacidad de invención de nuevas prácticas políticas y formas de organización. También que pudiera crear el conocimiento necesario para definir el trayecto de aquí a allá. El resultado ha sido un fraude monumental. El conflicto interno entre las tres partes ha mutilado el partido, que ha experimentado un proceso letal de homogeneización y de encuadramiento en las formas de acción política de la vieja izquierda comunista. El devenir de Podemos, significa una remasterización de facto de la tercera internacional. En las sociedades neoliberales avanzadas del presente esto es una  garantía de fracaso por parálisis progresiva.

La fusión con Izquierda Unida ha reforzado este proceso de congelación. Esta ha transferido sus imaginarios, sus modos de inteligir y hacer a los sobrevivientes de la primavera del 2014. Recuerdo las primeras presentaciones de Podemos en esa fecha, en la que comparecían gentes plurales muy conectadas a contextos políticos vivos. Componían un cuadro esperanzador, en tanto que aparecían como portadores de cierta heterogeneidad análoga a las sociedades de este tiempo. Las intervenciones de Teresa Rodríguez representaban la voz de los desplazados de los beneficios de la modernización andaluza, ejecutada por el pesoe con la colaboración de izquierda unida. Podemos aparecía como otra cosa. Alimentaba la esperanza de recomponer el nuevo conflicto social y responder a las instituciones individualizantes del mercado infinito.

Pero los años transcurridos testifican la gran recesión política de Podemos. Su encierro en el Parlamento protagonizando un conflicto sórdido con Susana Díaz y sus colaboradores. La impotencia política se hace patente en este tiempo. El bloqueo de esta organización le lleva a converger con sus antecesores, Izquierda Unida, carente de un proyecto político solvente, distanciada de las gentes perjudicadas por la reestructuración neoliberal, desconectada de lo nuevo emergente, ajena al futuro, y encerrada en el pasado.  Así se constituye en un fragmento del régimen del 78, encerrada en el objetivo de acceder al gobierno como socio, para gozar de los beneficios de esta posición. En la última ocasión les concedieron su petición de gestionar la conserjería de infraestructuras, que es el ministerio sagrado de este orden político.

La ruina cognitiva se hace patente tras las elecciones y se remite a explicar la situación resucitando la fantasmagoría del fascismo y el imaginario de los años treinta. Así convoca a los náufragos múltiples perjudicados por la ausencia de pensamiento y debate sobre el tiempo presente. El autoritarismo creciente se instala sobre el soporte de las nuevas instituciones de la gestión, la psicologización, la medicalización, la mediatización, la explosión del juego y la constelación del azar, la futbolización…En estos moldes se instala el autoritarismo del mercado. En este orden las instituciones políticas desempeñan un papel secundario.

Termino aludiendo a una de las ironías de la historia. Todo régimen prolongado en el tiempo, como el que ahora fenece, transfiere sus códigos a su oposición. La mediocridad acumulativa de los años del pesoe, que culmina con el gobierno de Susana Díaz, se instala en los protagonistas del relevo. Así, el susanismo, la última versión cutre del régimen, acompañada por el valderismo –una forma inocua de oposición- es reemplazado por fuerzas dirigidas por gentes análogas. Juanma Moreno, sobre el que me he preguntado en este blog acerca de su verosimilitud, en tanto que parece ser otra cosa que una persona, un algoritmo construido por los magos de la nueva politología. El bueno de Juanma es el perfecto retrato del arquetipo de un heredero, que carece de atributos propios. Es un efecto de sus antecesores y la duda acerca de su competencia para impulsar un gobierno es más que pertinente. El caso de Marín desborda la imaginación de cualquier escritor. Es el hombre sin atributos perfecto. Me lo imagino como un capataz de un gran supermercado controlando a los atribulados empleados mediante una mezcla de coacción basada en la fuerza y el ejercicio de una simpatía astuta.

En una viñeta de El Roto una afirmación sintetiza esta situación. Dice "Ideas secas. Peligro de incendio". Esto es exactamente así “Ay, Andalucía”





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