domingo, 30 de diciembre de 2018

LA IZQUIERDA EN LA CONSTITUCIÓN DEL PARLAMENTO ANDALUZ: ENTRE EL PSICOANÁLISIS Y EL CIRCO


La sesión de constitución del nuevo parlamento andaluz fue un elocuente acontecimiento mediático que expresa la gran crisis política y psicológica de la izquierda, con la que concluyen dos ciclos históricos que se ensamblan mutuamente: el largo período de gobierno del pesoe y el ciclo 15 M, simbolizado por la emergencia de Podemos como nuevo sujeto político portador de la esperanza de que los intereses de los perdedores de la gran reestructuración neoliberal se encuentren representados en las instituciones. Las imágenes de dicha reunión muestran un catálogo rico y variado de gestos crispados que remiten a un trauma de gran dimensión, no expresado verbalmente por los actores.

Los resultados de las elecciones evidencian la reducción de los apoyos en ambos contendientes en una coyuntura política tan importante. Sin embargo, la ausencia de autocrítica se constituye en una divisa común. En los dos casos representan un descalabro en las relaciones con sus respectivas bases sociales. Pero este evento produce una involución en las cúpulas dirigentes que se cierran sobre sí mismas, eximiéndose de cualquier responsabilidad y movilizando los fantasmas del pasado, simbolizados en el retorno del espectro del fascismo, que en su deteriorado imaginario se produce en una versión única que se emancipa de los distintos contextos históricos. Una vez identificado el chivo expiatorio, comparecen las escenificaciones de las liturgias que se corresponden con tan amenazador espectro maligno, liberándose así del escrutinio de su acción política y electoral.

El caso del pesoe remite a un manual de psicología política. Susana se reafirma como ganadora de las elecciones y se comunica con sus allegados mediante risitas compartidas y un rico repertorio de gestos de burla, que denotan una regresión infantil manifiesta, así como la ausencia de una respuesta a su delicada situación. Esta puesta en escena evidencia que todavía no han aceptado la pérdida del gobierno, manifestando la vivencia de un estrés postraumático político químicamente puro. Entre la constelación de sus colaboradores destaca la figura egregia de Verónica Pérez, una persona que acredita su capacidad de convertirse en un cliché de la última generación del pesoe andaluz en su fase de decrepitud. Privada de ser, en sus propias palabras, la autoridad, el devenir de Verónica anuncia una depresión política que la incapacita en cualquier tarea de oposición efectiva. El óbito gradual del sistema de relaciones clientelares que han cultivado durante tantos años, supone un drama que todavía no están en condiciones de metabolizar.

El caso de Adelante Andalucía representa una escalada en su propia clausura organizacional. Los diputados renuncian a cualquier reflexión y construyen una ensoñación que los ubica en la primera línea de defensa frente al espectro del fascismo que aterriza en tan democrática institución como un accidente aciago. En este caso, el trauma adquiere la forma de fatalismo, de modo que se escenifica un guion de comportamiento heroico frente a un pelotón de fusilamiento. Así se expulsan los fantasmas de la propia responsabilidad en su incapacidad de conseguir apoyos en los últimos años. El desplome del pesoe pone de manifiesto la ineptitud incremental de esta coalición electoral de concitar adhesiones entre los contingentes de votantes fugados del mismo. 

La trayectoria de Podemos en Andalucía representa un modelo de retroceso inquietante. Aparecida en la situación de esplendor del post-15M suscitó la convergencia de distintos grupos de la izquierda desgajados del fracaso histórico de IU. Pero la efervescencia inicial resultó insuficiente en las sucesivas elecciones. La única posibilidad era crecer en sus apoyos. Pero el proceso ha tenido un signo inverso. La dirección nucleada en torno a Teresa Rodríguez ha actuado en el sentido contrario, fomentando un proceso de homogeneización que ha penalizado el pluralismo inicial. Los perdedores de las sucesivas batallas internas han sido desplazados al estilo de esta formación gobernada por un sistema mayoritario-exterminador. El pacto con IU ha catalizado este proceso de multiplicación de pequeñas fugas en toda la red partidaria y sus extensiones sociales.

Porque IU representa justamente a los sobrevivientes de su gran fracaso político, evidenciado en la reducción de sus apoyos y su incapacidad de generar un proceso de revisión de sus propios conceptos y métodos. Su regresión acumulativa tras los primeros años de esperanza, ha determinado su configuración como sede de un colectivo de supervivientes dotados de la capacidad de adaptarse a cualquier contexto adverso, en tanto que su proyecto político fundacional se ha disipado. De este modo, se ha producido un caso de desviación de fines manifiesto. Desesperanzados en la tarea de constituir un proyecto factible han apostado por acceder al gobierno mediante la oportunidad fundada en la debilidad del pesoe en distintas coyunturas, que los hacía necesarios como muleta. Las experiencias de gobierno han sido manifiestamente siniestras, configurándose como un factor determinante en su propia minimización política y electoral.

La incapacidad mostrada por Podemos de Andalucía en los últimos años por configurar una organización abierta a su entorno e inteligente, así como la invención de metodologías políticas que incrementasen la eficacia de sus actuaciones, ha determinado que su acción se concentrase en las instituciones parlamentarias y municipales. De ahí resulta un estancamiento manifiesto, que se deriva del conflicto cronificado y sórdido con el pesoe. En esta situación, su pacto con IU ha tenido consecuencias fatales. La aspiración inicial de construir una mayoría política y la frescura de sus primeros contingentes, han sido neutralizados por el espíritu de la derrota que aportan los aparachics de IU, insertados en todas las provincias y dotados de la capacidad de sobrevivir en contextos convulsos a la selección de candidatos. También de sus métodos de acción política esclerotizados y verticalistas.

La puesta en escena dramática en la constitución del nuevo parlamento ilustra esta crisis de racionalidad. Parece inviable analizar sus actuaciones desde paradigmas racionalizados. Por eso el recurso al psicoanálisis como medio pertinente para interpretar sus discursos y sus prácticas. Desde esta perspectiva se puede considerar que el proyecto político que los sustenta es el resultado de la combinación de elementos procedentes del derrumbe del proyecto inicial. Su debilidad los aleja de lo empírico y privilegia la consolidación de un corpus dogmático de baja definición. Así, su cosmovisión se asemeja a un sueño, en el que sus componentes adquieren perfiles difusos. Todos los conceptos remiten a realidades fantasmales que no se encuentran bien definidas. 

En este sistema espectral el capitalismo es ubicado en un infierno que permite la ocultación de los rasgos constitutivos específicos del capitalismo postfordista, global y neoliberal. Esta imprecisión determina que todos los conceptos se referencian en el pasado, en detrimento del presente. Así la clase trabajadora, las mujeres y todos los conceptos que articulan este imaginario. De este modo se deteriora la capacidad de distinguir los procesos sociales en curso, cuyos efectos son reintegrados en el esquema fantasmal inamovible. Este modo de pensar los ubica en una posición de defensa cerrada del pasado inmediato, que es justamente el tiempo en el que la gran reestructuración neoliberal ha avanzado inquietantemente. Los alegóricos fascistas, a los que se supone recién llegados, son ubicados en el exterior de los procesos políticos que han reconfigurado el estado y la sociedad, debilitando manifiestamente a las clases trabajadoras.

Este esquema referencial caducado tiene consecuencias determinantes sobre la eficacia de la acción política. La construcción de las categorías homogéneas y universales constriñe las prácticas políticas a la actuación desde arriba de las cúpulas que emiten comunicaciones, hacen llamamientos a la acción y comparecen en la alegre escenificación de las tgelevisiones, que relatan el acontecer en términos adecuados al pueblo convertido en espectador, en espera de que algún libertador comparezca en la función. Así se configura lo que me gusta llamar como “el arte de esperar”, que caracteriza a la izquierda desde mediados del pasado siglo. La paciencia es el principal activo en la espera de la adhesión de los cuantiosos contingentes de la clase trabajadora.

El problema radica en que, cuando un proyecto político no es factible en un horizonte temporal razonable, el deterioro es inevitable. Aquí radica la crisis de los partidos comunistas, de IU y ahora de Podemos. Porque ¿cuántos ciclos electorales son necesarios para abrir una reflexión acerca de los fines, los métodos y los resultados? Teresa Rodríguez, que suscitó en 2014 esperanzas en distintos sectores acerca de la factibilidad de construir un proyecto político viable y anclado en la sociedad andaluza, ha mostrado impúdicamente ahora su reconversión al proyecto de los maestros de “la espera”. El resultado es su encierro creciente en el mundo de sus propios seguidores en el proceso de conversión en una organización tan autorreferencial que pierde su capacidad de intercambiar con su entorno. Su sustento es la espera a una situación en la que los fieles serán recompensados por la multiplicación de los cargos públicos.

Porque la conquista del gobierno de Andalucía por parte de la derecha se ha fundamentado en su capacidad de movilizar a sus bases y en la destreza de aprovechar la oportunidad del desamparo de una parte de las poblaciones resultantes de la desindustrialización, la precarización, la reestructuración del estado del bienestar y la expansión de las instituciones de la severa individuación. Estas, huérfanas de representación, afectadas por los temores colectivos crecientes y convertidas en esperanzadas audiencias, apuestan por cualquier opción que rebaje su miedo. Los mitologizados fascistas no son otra cosa que el sector más identitario del partido popular en sinergia con la descomposición de la sociedad del bienestar. Un factor fundamental de esta radica en la muerte de los sindicatos, reconvertidos en paradigma de desviación de fines, en tanto que su propia sobrevivencia se sobrepone al ejercicio de defensa de los trabajadores.

El advenimiento del gobierno de la derecha significa la llegada de un proyecto que complementa y finaliza las reformas iniciadas muchos años atrás por el pesoe, con la complicidad de IU cuando ha colaborado en el gobierno. Los cuadros políticos que van a ejecutar las políticas proceden de una constelación de sindicatos y asociaciones procedentes de la descomposición de los sindicatos de clase. Me imagino a un contingente de maestros, profesores de todos los niveles, profesionales sanitarios y otras especies similares que van a ocupar los cargos directivos en la implementación gradual de las políticas neoliberales cien por cien.

El cuadro en que se referencia esta izquierda desplomada, fundamentada en su imaginario convulso por la emocionalidad de la derrota, implica que la oposición se articulará en torno a lo simbólico. Se espera la aparición de los demonios que instauren la privatización de los servicios públicos y la involución con respecto al feminismo. Los gestos de Teresa y sus compañeros en la sesión de constitución así lo acreditan. Mi pronóstico personal es manifiestamente pesimista, en tanto que la derecha no va a encontrar una oposición solvente. Se puede esperar el incremento de las movilizaciones desesperanzadas, la sordidez en los conflictos en las instituciones y la movilización de las audiencias televisivas en el reality político.

La única esperanza radica en la generación de un proyecto político sólido, la constitución de una trama organizativa que reconozca y estimule el pluralismo, la movilización de la inteligencia y la renovación de los actores principales. Sin estas condiciones todo quedará reducido a la confirmación de los códigos de acción política de la izquierda en las últimas décadas, que consiste en esperar que la gente responda al penúltimo llamamiento de las cúpulas que protagonizan el milagro de encontrarse encerradas en sí mismas y comparecer en las series de la videopolítica. No, así no. Desde la perspectiva del psicoanálisis la confirmación de la última versión del porvenir de una ilusión.





lunes, 24 de diciembre de 2018

MENSAJE NAVIDEÑO DE STEVE CUTTS

Horas antes de que lo haga el ciudadano Felipe, os invito a disfrutar del tierno e inteligente mensaje de Steve Cutts. Sin desperdicio.



martes, 18 de diciembre de 2018

ENRIQUE GAVILÁN: BAILANDO CON LOBOS


Conocí a Enrique Gavilán a través de su blog “El nido del Gavilán”, que formaba parte de un conjunto de iniciativas y discursos protagonizados por una nueva generación en atención primaria, que rompía con el acomodo de la generación fundacional y el conformismo de la gran mayoría de profesionales En 2011 coincidimos en unas jornadas organizadas por IFMSA Granada, Dueño de mi salud, en la que intervenía presentando una ponencia. Después nos hemos encontrado en alguna ocasión, tanto en Granada como en alguna edición de los SIAP.

Tras el impulso fundacional en los años ochenta, la atención primaria vivió su edad de oro. La multiplicación de los centros de salud, los profesionales y los discursos de las autoridades reconociendo su relevancia, conforman una burbuja de optimismo que refuerza las expectativas de los  profesionales de aproximarse a las definiciones asignadas en sus orígenes, que le atribuían un papel esencial en todo el dispositivo de atención sanitaria, corrigiendo el hospitalocentrismo propio de la época anterior. En este tiempo de esplendor, los modelos profesionales presentan manifiestas ambigüedades, que son percibidas como el coste inevitable de una transición hacia un futuro en el que el modelo alcanzaría su plenitud.

En tanto la AP vive su expansión, los sistemas sanitarios comienzan a ser reformados desde las coordenadas de la gran reestructuración global y neoliberal, que transforma radicalmente el estado del bienestar. El proceso de implantación de estas reformas cuestiona a la atención primaria refundada en los años ochenta sobre unos supuestos extraños a las significaciones que portan los reformadores, ubicándola de nuevo en un lugar subsidiario. Desde entonces se entiende como el pórtico de la gloria de los hospitales, ahora nutridos por los efectos de la transformación tecnológica, que los dota de medios diagnósticos y terapéuticos que los medios de comunicación magnifican en la perspectiva de un ilusorio fin de la enfermedad. Pero las tecnologías prodigiosas no alteran la ya vieja controversia de los años sesenta y setenta, que cuestionaba su capacidad de emanciparse de los determinantes sociales de la salud, lo cual disminuía rotundamente su eficacia.

En esta lenta secuencia de “regreso al presente” se inscribe Enrique Gavilán. Es una de las voces que comienzan a aparecer en un nuevo ámbito comunicativo que se asienta sobre nuevos canales, emitiendo señales de disconformidad con la deriva de la atención médica y los derroteros que experimentan los sistemas sanitarios. Los profesionales de esta generación cuestionan preceptos fundamentales, formulan dudas acerca del modelo, enuncian ideas alternativas, problematizan un número creciente de cuestiones cruciales y rescatan elementos de discursos críticos con el devenir de la medicina. Asimismo, se hace manifiesto el vínculo entre los mismos y la inteligencia médica crítica global, cuyos textos comparecen en las revistas médicas más prestigiosas. 

Las reflexiones de Enrique representan un valor sólido en el flujo de aportaciones de los distintos exponentes de esta generación crítica. Después del “Nido”, publica textos en distintos canales manteniendo su singularidad. En el blog de “No Gracias” aparecen varios textos suyos, algunos muy incisivos. Me gusta denominar a estos como “meditaciones”, en tanto que este rango se adquiere por contraste con la literatura médica basura, que es la extrapolación a este campo de ideas y métodos ensayados en la sociedad por los magos del coaching y otras formas emergentes de modelar a las personas según los imperativos del neoliberalismo imperante. Estos son conceptualmente livianos, apelando a la magia y la fantasía en contraposición a las ideas. 

He leído el último trabajo publicado por Enrique en la Revista Folia Humanística, nº 10, en noviembre de este año. Su título es “Apuntes del diario de un médico que soñaba con el modelo centrado en el paciente”. En este texto analiza el devenir de esta piadosa concepción de rescatar al objeto de la atención médica, que se supone que es un cuerpo acompañado por algo más, que se separa de este haciéndose difuso. Los reiterados esfuerzos por la humanización han tenido siempre la pretensión de trascender el cuerpo y acercarse a este ente, que se supone que se encuentra más allá, formando parte de una misteriosa unidad. El texto consigue traspasar la frontera de las imaginerías del centro, espacio fantasmático en el que se ahora se ubica al paciente, como con anterioridad se hizo con la atención primaria misma. 

Sin ánimo de hacer una reseña o una valoración de este texto, este manifiesta la solidez del autor. El artículo es un ejercicio de exploración e indagación, en el que no se registran pasivamente las ideas emanadas de las autoridades profesionales, que generan sucesivas modas que anulan a las anteriores, en el estilo de la institución central de la gestión.  El resultado es  su reducción a una nueva retórica, cuyos componentes fuertes se fundamentan más en las carencias del pasado de la asistencia, que de sus propios argumentos. En este texto, el modelo centrado en el paciente no es aceptado pasivamente, en el estilo de mucha de la literatura médica, sino sometido a un escrutinio intelectivo y contrastado con su propia experiencia. 

Pero la cuestión fundamental radica en que, en la época vigente, los discursos médicos son extensiones de los imperantes en el conjunto del sistema. La autonomía sectorial declina en los años ochenta tras la presentación de la calidad de la atención en el formato de Donabedian , que resulta de la importación al campo médico de las ideas hegemónicas en la industria y los servicios. Desde entonces se ha intensificado este vínculo. Desde esta perspectiva lo viví en la EASP durante largos años, en los que cada generación de gerentillos presentaba los distintos paquetes que llegaban del exterior: organización inteligente, gestión de las competencias, gestión por procesos y otras semejantes.

Así, el modelo centrado en el paciente es heredero de un vasto movimiento en todo el sistema productivo, que puede ser definido como la rehabilitación del consumidor. Este es definido con anterioridad como un ser pasivo, cuyo comportamiento resulta automáticamente de los atributos de su posición social. Se entiende que su pertenencia a un target constriñe severamente su individualidad. Esta idea se corresponde con un sistema que fabrica productos homologados en grandes series. 

La mutación tecnológica que comienza en los ochenta modifica drásticamente esta situación. Los productos se multiplican en una nueva era dominada por la gama, que implica heterogeneidad. En coherencia con esta situación, el consumidor es liberado de su condición de “efecto estructural” y dotado de atributos singulares. Se impone la idea de reforzar la relación con el comprador como la forma óptima de influir en sus decisiones de compra en el gran bazar cambiante de productos y servicios. Sobre esta idea se reconstituyen los saberes del marketing, la publicidad y las relaciones públicas, que trascienden sus fronteras sectoriales para instalarse en todas las esferas.

Esta revolución conceptual termina compareciendo en el campo de la salud, alcanzando a los atribulados profesionales y pacientes, ahora transformados en clientes dotados de capacidad de decidir. Los discursos y los métodos del marketing aterrizan en el sistema sanitario. Pero, en general, lo hacen sin paracaídas, de modo que producen impactos negativos en los imaginarios profesionales. Recuerdo una discusión fuerte en un congreso de los servicios de atención al paciente de los hospitales. Interveníamos como ponentes mi amigo Joan Carles March y yo. Joan defendió una fórmula que se condensaba en el lema de “hay que enamorar al paciente”. Mi respuesta fue muy crítica e impetuosa, en tanto que consideraba que ese discurso omite las especificidades de la atención sanitaria. No es lo mismo un paciente que un comprador Mac-Apple. Desde entonces los excesos retóricos en el campo sanitario son acumulativos, alcanzando los límites de lo imposible.

Pero lo más relevante es que he percibido que en este texto subyace una forma distinta de consideración de los pacientes. No loe elogia ni oculta la dificultad de la relación. No es la perspectiva profesional centrada en la patología, ni la comercial fundada en la satisfacción del cliente, ni la propia del jurista, fundamentada en los derechos. Es otra cosa difícil de definir. Se trata de una apertura a su propia experiencia profesional, que le confiere una situación privilegiada para interpretar el mundo de los extraños con los que se encuentra en la consulta y en sus domicilios. Su condición de practicante de la medicina en un medio rural y enclavado en el lejano oeste peninsular, le libera de la presión de la asistencia basada en la concentración de los profesionales y los pacientes. Su locus profesional se encuentra distanciado de la sobrecarga de señales y ruidos derivados del exceso. Allí las señales le llegan más débiles, de modo que hace posible que pueda recomponerse, pensar y experimentar. 

Por esta razón ha venido a mi cabeza la excelente película de Kevin Costner de “Bailando con Lobos”. En esta, el teniente John Dumbar es desplazado a un puesto de observación lejano a las unidades de su propio ejército. Allí, en soledad y acompañado por la naturaleza termina por encontrarse con los sioux, estableciendo una relación en la que va comprendiendo su cultura, revisando sus propias ideas rectoras. El final es una fusión e identificación con los indios. Se trata de una hermosa historia de otro tiempo y también en el oeste. Lo más importante es la secuencia de encuentros entre extraños que van resolviendo problemas de comprensión. Así, un soldado destinado a imponerles un modelo de comportamiento se transforma en uno de ellos.

Sin ánimo de llevar a extremos esta analogía, los pacientes de Enrique reciben un suplemento en la atención recibida, adquiriendo la condición de enfermos no reductibles a espectros informatizados, tales como aquellos que pueblan los entornos urbanos saturados. Lo imagino como el teniente Dumbar en sus primeros encuentros, en los que se piensa minuciosamente lo que aparece de nuevo  en la relación. Así se conforma la única ventaja que pueden tener las personas que viven en los entornos rurales. La última versión de Bailando con Lobos en Extremadura.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

EL CREPÚSCULO DE LA IZQUIERDA EN ANDALUCÍA



Solo necesitamos mirar a nuestro alrededor para ver que estamos de pie en medio de una montaña de escombros de aquellos pilares
                                       HANNAH ARENDT

Las elecciones autonómicas andaluzas han puesto de manifiesto la crisis de las instituciones nacidas en el postfranquismo, que se articulan en torno a la Junta de Andalucía. También las de sus distintos inquilinos durante este largo período, la izquierda histórica que protagonizó la oposición al franquismo y después la transición política, así como la nueva izquierda nacida por efecto de la reestructuración global postfordista y neoliberal, que comenzando en la década de los ochenta,  se hace presente en las instituciones autonómicas y municipales en el 2014.

La derrota electoral no ha suscitado ninguna voz discordante ni interpretación crítica en sus apretadas filas. Tanto el PSOE como Adelante Andalucía comparecen según los requerimientos de la videopolítica imperante. Líderes acompañados por las cúpulas, que se ubican en torno a él frente a las cámaras moviendo sus cabezas acompasadamente para ilustrar sus palabras optimistas. Filmación de las reuniones de los órganos directivos ubicados en grandes mesas cuadradas, en los que todos se alinean con el monolitismo sin fisuras, en reuniones cuya información se sintetiza -en ausencia de diferencias, matices o interpretaciones- en las imágenes de las sonrisas y los aplausos. Este es el aspecto en el que estas vetustas  élites conectan con la nueva época, en tanto que sus comportamientos se inscriben en la emergente categoría de “fan”.

La debacle electoral pone de manifiesto el ocaso de estas élites, encerradas en su propio mundo autorreferencial, ajenas a las realidades de los distintos sectores sociales penalizados por la gran reestructuración, e influidos por los intercambios con los sectores sociales prósperos, en tanto que huéspedes prolongados de las instituciones de gobierno. Esta jet institucional se referencia en el paquete cognitivo politológico que incluye las encuestas, las tendencias de voto, la selección de contenidos operada en los medios,  las redistribuciones de escaños y las tácticas electorales. De ahí resulta una cultura politológica de todo a cien que se fusiona con las viejas ideologías globales que sustentaron su emergencia histórica. El devenir de los años de gobierno de la Junta, así como la cultura politológica que emerge de la mediatización, ha transformado a estas organizaciones políticas en verdaderas castas cerradas y distanciadas de sus propias bases sociales. La hibridación entre sus identidades históricas y la cultura de la videopolítica les confiere la condición de una  extraña casta hermética, pero que al mismo tiempo se hace omnipresente en el flujo mediático ante sus bases convencionales, convertidas ahora en espectadores.

Las elecciones ponen de manifiesto una crisis simultánea de, al menos, cuatro castas distintas. A saber: la constelación pesoe nucleada en torno a la Junta y su haz de organizaciones-satélites; la agrupada en torno a Izquierda Unida, beneficiaria y administradora de los restos de la gestión institucional o los excedentes de las políticas inasumibles por el gobierno autonómico; la que cristaliza en el primer Podemos en 2014,  bloqueada por su incapacidad para ejercer una oposición efectiva y gestionar su pluralismo interno inicial, y la de los sindicatos, cuyo devenir se inscribe en la noción estricta de derrumbe. Entre estas cuatro castas existe un conjunto de vínculos e interdependencias muy complejas que configuran el continente de la izquierda. Entre las grietas de este sistema de vínculos se asienta una izquierda viva conformada por fragmentos vinculados a movimientos sociales o sectores profesionales.

Los resultados de las elecciones denotan la decrepitud de este conglomerado, que se manifiesta principalmente por su incapacidad de leer las nuevas realidades. Su acceso al gobierno en distintos grados les confiere un optimismo insostenible, que se contrapone con la realidad vivida por sus supuestas bases sociales. Así se cierra el círculo de la decadencia. Las movilizaciones en Granada de protesta por la reconversión hospitalaria hacían manifiesta la orfandad del antaño pueblo industrial, devenido tras la desindustrialización en un contingente de segmentos precarizados, inestables y en distintas situaciones de dependencia. En una situación continuada de retroceso social de las clases trabajadoras, las castas de las izquierdas celebran clamorosamente sus eventuales cuotas en las instituciones representativas, ajenas a los temores colectivos de los votantes ubicados en posiciones crecientemente inestables.

De esta escisión resulta la paradoja más relevante del tiempo presente: una parte sustancial de las clases trabajadoras termina por expresar sus malestares en movilizaciones ajenas a las izquierdas y otorgando su voto a los emergentes populismos de derechas. Así, la izquierda se ve privada de su última ratio: representar efectivamente los intereses de los sectores penalizados por el capitalismo. En ausencia de este papel, queda reducida a un conjunto de grupos que obtienen e intercambian mutuamente bienes públicos  logrados mediante su presencia privilegiada en las instituciones políticas. Estos construyen así  su propio pueblo con los beneficiarios de sus intercambios.

La pérdida del gobierno por parte del pesoe tiene unas consecuencias de gran alcance. El antecedente municipal es elocuente. Siempre que pierde un gobierno manifiesta su incapacidad radical de hacer oposición. Esta incompetencia en el ejercicio de la oposición se funda en su modo de gobierno, basado en la creación de una vasta malla de vínculos sobre el que se asienta su red clientelar. Las campañas electorales de Susana Díaz, la Pacheca en este blog, son verdaderamente elocuentes. En los actos se hacen presentes todos los beneficiarios para rememorar el vínculo. Pero, una vez perdido el gobierno,  los socios se comportan de un modo radicalmente pragmático en busca de intercambios con los nuevos huéspedes del poder. El efecto de estas migraciones es el desmoronamiento de todo el edificio clientelar, que es reemplazado por un árido paisaje estepario.

En la nueva situación se evidencia que las adhesiones se encontraban basadas en el interés en ausencia de cualquier rastro ideológico. La deserción de gran parte de los contingentes de su poblado entorno durante tantos años,  genera una inevitable crisis psicológica en el partido, que tiene efectos paralizantes en la acción política. El comportamiento desleal se multiplica y muchos de los antaño fieles se desplazan hacia posiciones generosas con los nuevos ocupantes del gobierno. Recuerdo que siendo miembro del Consejo Asesor de Salud de Andalucía me llamó la atención que algunos profesionales vinculados a grupos de interés empresariales se sintieran cómodos en este foro. Tuve la ocasión de comentarlo privadamente con uno de ellos y me afirmó contundentemente que él estaba siempre en el lado del gobierno, y en Andalucía este correspondía al pesoe.

Pero el aspecto más relevante de las elecciones radica en que las fugas de votantes del pesoe no son capitalizadas por Adelante Andalucía. Esta coalición pierde una parte sustantiva de sus votos con respecto a 2014.  Las terribles palabras de Teresa Rodríguez ilustran acerca del imaginario político de la última versión de Podemos. Afirma que nos da igual tener tres diputados más o menos. Así se emancipa de las decisiones de su propia base en las urnas, en tanto que cada escaño que pierde se corresponde con cien mil votantes. De este modo reafirma la cultura política de la vanguardia, en espera de la identificación de las masas, convertidas en el escenario histórico actual en espectadores.

La comparecencia del primer Podemos en 2014, que concitó la convergencia de distintos sectores de la izquierda sociológica desconectados en los tiempos anteriores, suscitó grandes esperanzas en una nueva izquierda conectada con las nuevas sociedades. Se esperaba que las sinergias entre los recién llegados de distintos mundos políticos fomentase la capacidad de invención de nuevas prácticas políticas y formas de organización. También que pudiera crear el conocimiento necesario para definir el trayecto de aquí a allá. El resultado ha sido un fraude monumental. El conflicto interno entre las tres partes ha mutilado el partido, que ha experimentado un proceso letal de homogeneización y de encuadramiento en las formas de acción política de la vieja izquierda comunista. El devenir de Podemos, significa una remasterización de facto de la tercera internacional. En las sociedades neoliberales avanzadas del presente esto es una  garantía de fracaso por parálisis progresiva.

La fusión con Izquierda Unida ha reforzado este proceso de congelación. Esta ha transferido sus imaginarios, sus modos de inteligir y hacer a los sobrevivientes de la primavera del 2014. Recuerdo las primeras presentaciones de Podemos en esa fecha, en la que comparecían gentes plurales muy conectadas a contextos políticos vivos. Componían un cuadro esperanzador, en tanto que aparecían como portadores de cierta heterogeneidad análoga a las sociedades de este tiempo. Las intervenciones de Teresa Rodríguez representaban la voz de los desplazados de los beneficios de la modernización andaluza, ejecutada por el pesoe con la colaboración de izquierda unida. Podemos aparecía como otra cosa. Alimentaba la esperanza de recomponer el nuevo conflicto social y responder a las instituciones individualizantes del mercado infinito.

Pero los años transcurridos testifican la gran recesión política de Podemos. Su encierro en el Parlamento protagonizando un conflicto sórdido con Susana Díaz y sus colaboradores. La impotencia política se hace patente en este tiempo. El bloqueo de esta organización le lleva a converger con sus antecesores, Izquierda Unida, carente de un proyecto político solvente, distanciada de las gentes perjudicadas por la reestructuración neoliberal, desconectada de lo nuevo emergente, ajena al futuro, y encerrada en el pasado.  Así se constituye en un fragmento del régimen del 78, encerrada en el objetivo de acceder al gobierno como socio, para gozar de los beneficios de esta posición. En la última ocasión les concedieron su petición de gestionar la conserjería de infraestructuras, que es el ministerio sagrado de este orden político.

La ruina cognitiva se hace patente tras las elecciones y se remite a explicar la situación resucitando la fantasmagoría del fascismo y el imaginario de los años treinta. Así convoca a los náufragos múltiples perjudicados por la ausencia de pensamiento y debate sobre el tiempo presente. El autoritarismo creciente se instala sobre el soporte de las nuevas instituciones de la gestión, la psicologización, la medicalización, la mediatización, la explosión del juego y la constelación del azar, la futbolización…En estos moldes se instala el autoritarismo del mercado. En este orden las instituciones políticas desempeñan un papel secundario.

Termino aludiendo a una de las ironías de la historia. Todo régimen prolongado en el tiempo, como el que ahora fenece, transfiere sus códigos a su oposición. La mediocridad acumulativa de los años del pesoe, que culmina con el gobierno de Susana Díaz, se instala en los protagonistas del relevo. Así, el susanismo, la última versión cutre del régimen, acompañada por el valderismo –una forma inocua de oposición- es reemplazado por fuerzas dirigidas por gentes análogas. Juanma Moreno, sobre el que me he preguntado en este blog acerca de su verosimilitud, en tanto que parece ser otra cosa que una persona, un algoritmo construido por los magos de la nueva politología. El bueno de Juanma es el perfecto retrato del arquetipo de un heredero, que carece de atributos propios. Es un efecto de sus antecesores y la duda acerca de su competencia para impulsar un gobierno es más que pertinente. El caso de Marín desborda la imaginación de cualquier escritor. Es el hombre sin atributos perfecto. Me lo imagino como un capataz de un gran supermercado controlando a los atribulados empleados mediante una mezcla de coacción basada en la fuerza y el ejercicio de una simpatía astuta.

En una viñeta de El Roto una afirmación sintetiza esta situación. Dice "Ideas secas. Peligro de incendio". Esto es exactamente así “Ay, Andalucía”





sábado, 1 de diciembre de 2018

LA INSTITUCIÓN SACRIFICIAL DE LA MEDICINA


En estos días comparecen frente a las cámaras de la institución central de la televisión algunas de las víctimas del escándalo de los implantes. Una investigación periodística desvela las consecuencias negativas de la implantación de distintos dispositivos, fabricados industrialmente, en los cuerpos de los pacientes, por los operadores de esta industria que se arroga la imagen del progreso. La profusión de las imágenes y los relatos de las víctimas contrasta con el silencio sepulcral de la profesión médica, devenida en un dispositivo de manipulación de los cuerpos en nombre del sacralizado precepto de la salud.

El silencio profesional contrasta con la presencia ubicua de algunas de las víctimas, que alcanzan así el estatuto de la visibilidad. Sus terribles relatos ponen de manifiesto las miserias de la institución médica, en tanto que las consecuencias letales de los dispositivos injertados en sus cuerpos no constituyen un diagnóstico específico, que es de lo que se ocupa a esta corporación. El no discurso ante la comparecencia del evento mediático, constituye una táctica cuyo objetivo es demorar la interpretación oficial del suceso en espera de que el paso de los días disuelva los sentimientos de indignación que suscita, siendo reemplazados por el siguiente en la eterna circulación de los escándalos, que es el signo de la institución televisión.

La institución medicina se encuentra rigurosamente fragmentada y especializada, de modo que las cuestiones que afecten a la ética son remitidas a la emergente bioética, convertida en una especialidad médica ubicada en el confín de las especialidades. Esta relevante especialidad reclama para sí el rigor asociado a tan científico saber, lo que implica tomarse un tiempo prudencial para pronunciarse acerca de cualquier suceso. De este modo, el silencio general afecta también a los notables de la bioética, que se pronunciarán públicamente en el interior de esta docta comunidad científica, en el ámbito restringido de sus reuniones científicas y publicaciones, sancionando así su ausencia en las coyunturas que avivan las deliberaciones acerca de prácticas profesionales cuestionables.

De este modo se instituye un silencio sepulcral que denota un monolitismo profesional, que se hace manifiesto en situaciones de crisis como esta. En los largos años que he estado presente en este campo profesional he podido comprobar la ausencia de grietas. La profesión tiene la competencia de cerrarse monolíticamente hacia su interior para protegerse de cualquier contingencia. La ley del silencio es el indicador de la clausura institucional, que adopta la forma de denegación de la competencia del espacio público para deliberar acerca de las cuestiones que afectan a su funcionamiento.

El éxito de este cierre facilita un efecto perverso, que es el control efectivo de la industria sobre la misma, facilitado por el estado de penumbra del cierre al exterior, y sustanciada en el poder que le otorga la fabricación de dispositivos físicos con la pretensión de resolver problemas de salud. Así detenta la titularidad de un próspero campo económico, avalado por el imaginario del progreso, en tanto que se arroga la facultad de curar. El resultado es la conformación de un áurea creciente, que se instala en las mentes de los esperanzados y atemorizados ciudadanos, que se ubican en la condición subjetiva de encontrarse en riesgo de enfermar. Este es un misterioso trance que afecta a las sociedades industriales avanzadas.

Pero, en el fragor mediático que desencadena este suceso, la prerrogativa  de no pronunciarse afecta solo a las instancias profesionales. El gobierno tiene que comparecer en este tiempo mediático para decir al respecto. En este caso, en una sociedad también especializada y dominada por los expertos, lo hace la ministra de Sanidad.  Esta ostenta la condición de licenciada en Medicina y Cirugía, ejerciente en sus comienzos como médica de atención primaria en un centro de salud de Gijón. Tras esta experiencia asistencial, se inició en el desempeño de cargos políticos, culminando su carrera mediante la titularidad del ministerio.

Las palabras de la ministra ante esta emergencia son esclarecedoras. Se pronuncia inequívocamente en defensa de este sistema de atención médica industrializado. Pide calma en espera de la constitución de las comisiones que realizarán las indagaciones pertinentes. Pero, lo más cuestionable de sus palabras, radica en que inscribe a los afectados en la categoría marginal de representar una población minoritaria, en tanto que suman un porcentaje mínimo respecto a los tratados por esta productiva industria, que estima en torno a un millón de implantes anuales. No dedica ni una palabra de consuelo al dolor de tan insignificantes portadores de cuerpos inadaptados a los dispositivos injertados, que son encerrados en su condición de irrelevancia estadística.

La intervención de la presidenta de la agencia especializada se produce en los mismos términos. Distanciamiento técnico y definición de los afectados en término de porcentajes exiguos.  De este modo escamotea la cuestión central: esta es la inexistencia de seguimiento de los pacientes con implantes, así como de censos y estadísticas. La paradoja es monumental: un sistema de atención que se funda en el registro y la constitución de una base de datos formidable, que termina por aplastar a sus propios operadores y que reformula los sentidos de la clínica, omite la información acerca de los efectos de los injertos. El menosprecio por el estado de los pacientes es manifiesto.

Pero la cuestión más inquietante es la reducción de esta población sufriente a datos estadísticos. Aquí radica el núcleo perverso del imaginario médico-industrial. No sé si los lectores imaginan las reacciones ante la generalización de esta pauta. Las víctimas del terrorismo serían reducidas a un porcentaje inferior al uno por ciento. Así las víctimas de desastres, incendios u otros accidentes en los que esté presente la posibilidad de neglicencia. La desfachatez de este argumento es desmesurada y desvela la licencia de que goza el dispositivo médico-industrial.

Las sociedades del presente son sacrificiales. La idea de que para preservar el conjunto es necesario el sacrificio de una parte de la población se encuentra presente en todos los discursos de la economía y el poder. La institución central, la empresa, se funda sobre esta premisa. Para sobrevivir y crecer, se acepta que tiene que proceder al sacrificio de una parte de su plantilla. La idea axial de la competencia sienta las bases de esta ideología. Los perdedores deben asumir su exclusión en nombre de los principios sagrados del éxito y la excelencia.

Tras las palabras de las autoridades, el silencio corporativo de la profesión y la espera al pronunciamiento -científico, por supuesto- de los bioéticos, subyace la ideología sacrificial. Los afectados solo son una exigua parte de los beneficiarios de los tratamientos mediante implantes. Su levedad estadística les confiere la gloria del ser los sacrificados necesarios para el progreso terapéutico. Al igual que los soldados en las guerras clásicas o las poblaciones víctimas de efectos colaterales, su sacrificio es necesario para la constitución de un orden superior. Aquí radica su gloria anónima, aún a pesar de que estos no tienen ni siquiera un monumento simbólico al paciente desconocido, ni unas palabras amables en las celebraciones.

Se trata de cuerpos sobre los que se experimenta con su consentimiento, determinado por falsas promesas. La ideología del consentimiento informado muestra sus sombras en este caso. Me parece patético el conformismo de las distintas víctimas que comparecen en las pantallas. Han sido engañadas por una autoridad incuestionable asentada en la experticia. Estos pacientes avasallados por la autoridad médica fundada en su áurea científica, y reforzada por los medios de comunicación, son receptores de medias verdades y mentiras de distinto grado de sofisticación, elaboradas en la comunicación fastuosa característica del dispositivo médico-industrial.

Termino preguntando acerca del porcentaje de sufrientes necesarios para ser aceptados como un problema sanitario. Me conmueve la ausencia de datos y que los investigadores periodísticos abran un censo en el que se inscriben en dos días varios miles de víctimas. Conozco muchos casos de prácticas médicas atentatorias contra el bienestar del paciente, obtenidas mediante el consentimiento forzado y fundado en el abuso de autoridad. Por poner un caso, una amiga mía de Granada, septuagenaria, a la que la ideología de la salud industrializada ha convertido su vida en una secuencia terrible de renuncias y sacrificios referenciadas en conseguir superar la esperanza de vida. Esta amiga incauta, que acude a los caladeros terapéuticos que se ubican preferentemente en la asistencia privada, sufre la extirpación de su propio sueño. Es una roncadora persuadida de los peligros de esta práctica. Le han instalado un aparato ostentoso y de gran tamaño para dormir, que no le permite cambiar de posición y le genera una sensación de ahogo. Dice que se levanta hecha polvo. Me abstengo de comentar lo que supone dormir mal para una persona de esta edad.

Insisto en preguntar ¿cuántos son bastantes para ser aceptados como problema? El Roto ilustra la ideología de la conversión en estadísticas de los sacrificados por el progreso terapéutico.