miércoles, 5 de septiembre de 2018

ANDRÉS RABADÁN Y LOS GERENTILLOS


                  MEMORIAS DE LA EXTRAVAGANCIA

Retomo mis memorias de la extravagancia que comencé en este blog en diciembre de 2014. En éstas cuento las andanzas de un extraño por las tierras de las batas blancas y los uniformes verdes durante más de treinta años. En la primera, que se titulaba “Le mètéque”, explicaba la condición de extranjero dotado con un permiso de residencia siempre provisional. En esta ocasión recupero una reflexión acerca de los gerentes de las organizaciones sanitarias públicas, que constituyen un misterio solo encuadrable en las indagaciones de un programa de Iker Jiménez. La gerencia es una institución introducida desde el exterior en una burocracia sanitaria faraónica, y, además, en un medio adverso, como es el de una organización profesional que conserva sus propios códigos.

Uno de las primeras tareas que me encargaron desde la EASP al llegar a Granada en 1988 fue el de impartir un módulo de Sociología en un curso de gestión para jefes de servicio clínicos en Cádiz. En la sesión tuve la oportunidad de discutir con ellos la cuestión de la gerencia. Cumpliendo con el imperativo gaditano de la creatividad cotidiana, me dijeron que a los gerentes les llamaban “Charly”. Esta denominación se refería a la serie de la tele “Los ángeles de Charly”, en el que las chicas detective protagonizan las pesquisas en tanto que su jefe Charly se encuentra ausente de las situaciones y ubicado tras el teléfono. Este término sintetiza certeramente la situación.

A partir de este curso, inventé una forma de denominarlos muy coherente con los dobles sentidos característicos de la cultura andaluza, y sevillana en particular. Siempre me refería a públicamente a ellos como “los gerentillos”, que es una forma ingeniosa de ponerlos en su sitio verdadero. Los gerentillos eran una legión de profesionales seleccionados por la Conserjería de Salud y su primo de Zumosol, el SAS, para ser enviados a los hospitales, áreas y distritos de atención primaria como gobernadores del poder ubicado en la metrópolis central, en donde ejercían el poder delegado por el consejero y el gerente del SAS.

Ellos se referían a sí mismos como “gestores” pero la verdad era que eran ejecutores de las órdenes de la conserjería y sus misteriosos servicios centrales. En tanto que sus supuestos subordinados estaban asentados establemente en los hospitales o centros de salud, los gerentillos permanecían un tiempo breve en su destino, desde el que eran enviados al siguiente. Tras un ciclo de varios años, desaparecían por cese o por cambio del equipo de la feliz pareja Conserjería-SAS, en tanto que los nuevos gobernadores comparecían acompañados de “su gente”. Pero no era solo la provisionalidad lo que erosionaba su poder, sino que, ubicados en la cima de un organigrama imaginario, tenían que mandar, con sus deficientes acreditaciones, a jefes de servicio clínico dotados de una carrera profesional muy selecta en una burocracia profesional. Así, en un despacho, lo más inteligente que podían hacer es evitar el contacto cara a cara con sus supuestos subordinados.

En mi actividad docente en la EASP, he tenido el privilegio de conocer a las primeras legiones de gerentillos, que cursaban los máster en los primeros años triunfales de las reformas sanitarias. Muchos de ellos eran gente bien dotada de inteligencia y de otras pericias. En estos años de formación se manifestaban como seres vivos llenos de energía. Pero, al encontrármelos años después, tras su asentamiento en las brigadas móviles de la Conserjería-SAS, la inmensa mayoría no eran las mismas personas. Habían cambiado radicalmente, perdiendo la frescura de sus primeros años. Muchos presentaban un aspecto sombrío, en tanto que esculpidos por la obediencia permanente a la cúpula sevillana asignadora de destinos, dotada de la competencia de firmar la pena de muerte gerencial, lo que significaba para algunos la desaparición profesional. Al tiempo, cada destino significaba una confrontación sórdida con los jefes de las tribus clínicas, que no aceptaban de facto su autoridad.

En este contexto conocí a Andrés Rabadán. El primer encuentro fue en un grupo nominal que hicimos en la EASP sobre la participación comunitaria con los directores de áreas y algunos de los difuntos distritos. Después se inscribió en un curso que hice sobre el mismo tema en la escuela, en el que su aportación se hizo patente para todos. Andrés no era un arquetipo personal equivalente a una pieza intercambiable en el dispositivo gerencial, sino otra cosa. Se trataba de una persona que no podía ocultar su singularidad. Antes de glosar el perfil profesional de Andrés he de decir que no hablo con él desde hace casi veinte años, aunque nos hemos encontrado ocasionalmente en alguna actividad.

Rabadán se distingue principalmente por detentar una inteligencia considerable, que tiene un componente inequívocamente creativo. Siempre se encuentra en estado de efervescencia para aplicar las ideas a los contextos específicos en los que se encuentra. Esta inteligencia se acompaña de una capacidad de comunicación que puede llegar a alcanzar cotas ingentes. Su capacidad para hacer conexiones, asociaciones y puntualizaciones, llegando a elaborar caricaturas expresivas de los conceptos, hace que su presencia en un grupo de trabajo sea provechosa para todos. En algunas ocasiones sus palabras alcanzaban la fuerza de la luminosidad. Más de una vez me ha hecho reír  por sus caracterizaciones tan elocuentes. 

Andrés siempre se identificaba con las ideas de la época, enunciadas en forma similar a los himnos victoriosos. Pero no las aceptaba acríticamente sin más, al estilo de la gran mayoría ventrílocua. Siempre se reservaba la licencia de lo que me gusta llamar “escarbar”. Cada novedad era convertida en una oportunidad para escarbar, darle vueltas, hacer cálculos que permitiesen instalarla en la realidad. De este modo, su presencia garantizaba la puerta abierta a algún grado de deliberación, generando un campo fértil que se situaba en la frontera de la aplicación de las directrices incuestionables. Supongo que sin él mismo saberlo, ejercía un modelo inventado por algunos movimientos sociales contemporáneos que se denomina “obedecer mandando”. En su caso significa que siempre se concede un margen para pensar y hacer más allá de la letra de la burocracia férrea disfrazada de gerencia. 

Estas son las razones por las que su presencia siempre generaba alguna expectativa que conmovía el rígido y tedioso orden gerencial, que en muchas actividades de la EASP adquirían el estatuto de insoportable. Asimismo, uno de los aspectos que distinguían su estilo de gerentillo es su relación con su equipo, que se asemejaba más al de un director que al dominante en todas las épocas de las organizaciones sanitarias, que es el del sujeto parapetado en una mesa-trinchera.

Lo conocí y colaboré con él en varias actividades en los tiempos que era director del distrito Bahía en Cádiz. Después pasó a ser gerente del hospital de Puerto Real. No recuerdo sus siguientes destinos, pero terminó en la Dirección Provincial, que es donde se encuentra ahora. Me imagino su existencia profesional en un lugar así, donde no pocos lo percibirán como un extravagante pretencioso. Me fascinan las Direcciones Provinciales, en tanto que versiones contemporáneas de los monasterios medievales, en donde se conservan fielmente y repiten los viejos textos. El ritualismo y la obediencia se prodigan en lugares así, en los que la proximidad a las autoridades políticas adquiere una condición perversa, que se acentúa en el caso de Andalucía.

En cualquier caso, mi hipótesis sobre Andrés es que no ha muerto tras los largos años de declive que anticipa la disolución de los distritos, reforzada por la llegada de los sucesivos huracanes neoliberales. Aún en un contexto tan desfavorable para una inteligencia creativa y una personalidad exuberante, sigue emitiendo señales que descartan el óbito profesional, que es tan común a las sucesivas promociones de gerentes en los últimos treinta años. Este es el mensaje esperanzador de este texto, se puede sobrevivir en este ecosistema profesional, aún con las heridas que inevitablemente provoca a sus víctimas.

El problema radica en la relación entre los componentes de la ecuación siguiente: lo que podría haber hecho y lo que realmente ha hecho. Una parte fundamental de su acción ha consistido en torear a las directrices inaplicables, a responder a las conminaciones ciegas de las autoridades, a negociar con su realidad las líneas inaplicables, a lidiar con superiores superdotados en estulticia, a cumplir con unos indicadores carentes de sentido, a enfrentarse a problemas irresolubles o a plantearse cómo minimizar los daños que pueda causar desde su posición. Lo importante de Andrés radica en que ha evitado su muerte y la invalidez que otorga su posición durante tanto tiempo.

No puedo concluir sin evocar algunas actividades en las que colaboramos. En todas quedó patente su singularidad. Recuerdo unos cursos de participación comunitaria que organizó en Chiclana. Venían los directores de los centros de salud del distrito, los directores de enfermería, los trabajadores sociales y algún voluntario. También unos cursos de comunicación para celadores en el hospital de Puerto Real. Todos ellos fueron especiales. La relación de Andrés con los participantes era muy viva y su intervención generaba intensas tormentas. Fueron actividades inolvidables para mí. Recuerdo una anécdota que ilustra su modo de trabajo. Estaba invitado a una actividad en Cádiz. Cuando lo supo me invitó a una reunión con su equipo que duró varias horas. Hice una exposición sobre políticas de usuarios. El escuchaba muy activamente y me interrumpía con preguntas y sugerencias. Una de fue preguntarse si era factible llevar al domicilio de los pacientes la baja laboral. En el descanso, dos miembros de su equipo me pidieron que no lo estimulase, porque después les volvía locos con sus cálculos. 

Todas las colaboraciones llevaban el sello y la firma de Andrés Rabadán, el hombre que sobrevive a los sucesivos sinsentidos de las políticas sanitarias y sus instituciones invalidantes, porque es otra cosa que un gerentillo.


Un fuerte abrazo






12 comentarios:

  1. Estoy completamente de acuerdo con todo lo q dices sobre Andrés Rabadán. Yo añadiría su extraordinario sentido del humor, empatía y respeto con los demás, aún con los q disiente profundamente. Ese cóctel le permite resolver como nadie esas situaciones ‘imposibles’ eternamente enquistadas en nuestro sistema sanitario.
    Además es el mejor amigo que puedes encontrarte en la vida. Doy fe de ello !

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  2. De acuerdo. Se pueden añadir más cosas aún pero insisto en que salir vivo de esa jungla gerencial andaluza es un mérito superlativo.

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  3. Qué bueno Juan. Qué compensación de un observador afinado y atinado.. Un análisis lúcido del modelo Jerarquiológico de Peters, en el que siempre Ándrés se ha sabido mover por su sentimiento agradecido y generoso de la vida. Siempre contrapuso su responsabilidad por la Luz qué gratuitamente la vida le dió con la obligación de ayudar a tantos, presos de las poderosas garras de la estupidez. Merecido reconocimiento. Un fuerte abrazo a ambos. ART

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  4. Ya veo que conoceis bien a Andres, ese orden de cualidades que describis son claves para estar activo en una organizacion como el SAS. Añadiria las mejores condiciones que se dieron en la primera etapa, donde compartir conocimiento y experiencias era una practica incentivada desde abajo con anuencia desde arriba. Eso y su capacidad de innovacion de creatividad permanente y su honestidad me engancharon a el en lo profesional y en lo personal. Arriba la buena gente!!

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  5. Ratifico lo que dices y aún añadiría elementos de mi cosecha.
    Cada vez que me veo en un proyecto de la mal llamada gestión del cambio dedico un momento a pensar cómo lo hubiera hecho Andrés.

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  6. Gracias a todos por vuestros comentarios. En conjunto representan la imagen de Andrés entre sus compañeros de fatigas de varias épocas. Me ha encantado eso de "presos de las poderosas garras de la estupidez". Refleja exactamente la situación de estas organizaciones que son gestionadas como granjas. Está claro que Andrés no cabe ahí.

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  7. Ainnss...
    Qué suerte he tenido de encontrarlo en el camino en esta jungla del SAS y de seguir disfrutando de su desconcertante compañía aún habiendo salido yo de ella.
    Gran análisis personal e institucional!

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  8. A los problemas propios de la gestión en las organizaciones basadas en el conocimiento, se unen las particularidades de organizaciones en las que la transparencia y rendición de cuentas brillan por su ausencia.
    Por eso es tan difícil mantener el profesionalismo en estas circunstancias, en las que Andrés ha toreado y sobrevivido con singular maestría.
    Quizás tenga que ver el que antes de introducirse en ese mundo gerencial y directivo, fuera un "maletilla de la epidemiología", que es cómo se definía a si mismo cuando le conocí, y ámbito en el que se cargó de humanidad.
    Un abrazo Andrés
    Javier

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  9. Gracias Javier. Estoy de acuerdo con que el "antes de" es un factor primordial. En el caso de Andrés entiendo que antes de ser maletilla de la epidemiología ha sido maletilla de la vida, como ocurre con algunos de su generación. En los encuentros que tuvo con los celadores en los cursos de comunicación que impartí en su distrito mostró competencias que no se aprenden en las universidades. Estas vienen de los posicionamientos en la vida corriente.

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  10. Hola, soy amigo de Andrés desde crios, del pueblo.Hemos estudiado juntos todo el bachiller, y seguimos manteniendo relación, ahora "guasistica".
    Quiero comentar que Andres siempre ha sido asi.
    A primer vista (no para mi) parecia prepotente , o sabijondo, o parlachin.
    Yo creo que lo que siempre ha sido es MUY, MUY Generoso. Nunca ha tenido miedo (o no lo ha parecdo) a dar su opinión, y ha querido compartir sus conocimientos con su entorno.
    Siempre ha sido tambien muy socarron, debido a su aguda y ágil inteligencia, a su gracejo murciano, y a su modo de ver la vida.
    Todo esto, y muchas mas cosas que podria decir, las digo evidentemente desde mi viejo y gran cariño que le tengo a él y a toda su familia, pero también desde el conocimiento que me ha dado el haber convivido con Andres los años en los que se forjaron su Generosidad y su elocuencia.
    Un abrazo amigo.

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  11. Gracias Juan, por hablar de alguien tan honesto como Andrés, que afortunadamente no ha sido engullido por esta rueda que tan bien decribes...y con el que tengo el privilegio de haber compartido muchas de esas genialidades y creatividad que le brotan cada diez minutos.

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  12. Hola a todos, y muchas gracias por vuestras amables palabras, que surgen del cariño por haber sido , y seguir siendo, profesionales que luchamos en distintos frentes, de una misma guerra, y en el mismo ejercito ,por un Sistema Sanitario Público mejor.
    Un afectuoso saludo

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