viernes, 13 de julio de 2018

EL REY JUAN CARLOS EL PRIMERO Y LOS CÁRTELES DE COMISIONISTAS


La aparición en OK Diario de las cintas de la princesa Corina que relatan algunas de las las andanzas del rey Juan Carlos por los entramados de los mundos financieros, remiten a un ajuste de cuentas propio de una organización tan singular como es la del cártel. En este caso, se revela el papel axial del antiguo rey en la trama de los distintos cárteles de comisionistas de infraestructuras que han protagonizado la expansión económica de los años del postfranquismo. Distintos políticos se entrelazan con financieros, notables, aristócratas reconvertidos, gentes de la cultura, arribistas y especuladores variados unificados por su posición en un campo opaco y su voluntad de obtener beneficio en el negocio emanado de las decisiones del estado  enredado con el mercado.

La red de relaciones entre los beneficiarios de la expansión económica de los años felices del postfranquismo, adquiere un espesor creciente, que resulta de los acuerdos, coaliciones y convergencias entre actores e iniciativas en los niveles local, autonómico y estatal. En las posiciones centrales de esa densa malla de relaciones derivadas de los negocios se asientan grupos  cuya estructura se asemeja a los de los cárteles de la economía ilegal. El éxito de las transacciones depende de la posición de cada grupo con respecto a las empresas involucradas y el estado devenido en estado descentralizado-autonomizado, en el que los gobiernos regionales, las diputaciones provinciales y los ayuntamientos devienen en instituciones imprescindibles para sancionar con decisiones públicas los proyectos materiales dotados de presupuesto.

En este espacio adquiere una preponderancia inusitada la figura del comisionista. Cobrar comisiones es una cuestión tan fundamental que termina convirtiéndose en el principal móvil de las políticas públicas y de los proyectos de estado. Recuerdo en mis años de Granada que se denominaba como “proyecto de ciudad” a un conjunto de obras materiales que generaban unos costes desmesurados, determinados por las presiones de los múltiples y codiciosos comisionistas. Una parte de los mismos termina en el espacio negro de los tribunales en espera de sentencias que regulan los conflictos entre los cárteles locales.

Sobre esta trama de comisionistas múltiples se asienta una subsociedad opaca de acumuladores de dinero. Los discursos de la nueva democracia apelan a valores políticos muy alejados de las prácticas de los cárteles de comisionistas. Pero la relevancia de su papel en el conjunto de decisiones públicas, se encuentra avalado por su invisibilidad. De este modo se conforma una característica paradójica de este fenómeno: Es visible y secreto al mismo tiempo. Desde hace muchos años se multiplican los rumores acerca de la incansable actividad del monarca campechano y acumulador de dinero. En la Expo de Sevilla su papel desencadenó múltiples y sonoros susurros, cuchicheos y conversaciones a media voz.

La constitución de los cárteles de comisionistas no puede ser reducida al término corrupción. Por el contrario es algo más que eso. Se trata de la existencia de un espacio público que se sobrepone al convencional, determinando las decisiones públicas estatales. Los sujetos protagonistas de las transacciones a comisión, conforman una figura que se asemeja a la de los cárteles de la economía ilegal: el patrón. Este representa un arquetipo personal dotado de fuerza de intermediación en un sistema de relaciones, así como de cualidades tales como la información, la iniciativa y la fuerza para resolver situaciones de competencia con posibles rivales. Bárcenas, Pablo Crespo, Francisco Correa,  Álvaro Pérez o Paco Granados son un ejemplo paradigmático del patrón.

La preponderancia de los patrones se pone de manifiesto en los acontecimientos que conforman la vida social de los clanes políticos, empresariales y de los cárteles de intermediarios. La boda de la hija de Aznar es un episodio de rango similar a la elocuente primera parte de El Padrino de Coppola. En España la Pascua Militar del 5 de enero y su besamanos, congrega a los políticos del estado intervenido de facto por los comisionistas, los grandes empresarios, los patrones de los cárteles y otras figuras del conglomerado mercantil paralelo. Las imágenes son antológicas desde siempre.

La existencia de este espacio gris en el que se asientan los patrones y sus haces de relaciones y transacciones, sería inviable sin la colaboración de dos instituciones cuyo silencio es imprescindible. Una es el mundo de la universidad y de la cultura. Su distanciamiento con respecto a la actividad de los cárteles de la intermediación es sostenida y llega a niveles de escándalo. La segunda es la de los medios de comunicación, que desarrollan un papel complejo. En algunos momentos pueden desvelar informaciones derivadas del salto a este escenario de un acontecimiento que siempre tiene como origen un conflicto entre patrones, pero cada caso es tratado como un espectáculo que termina disipándose en el flujo de las noticias del día, siendo arrancado del contexto en el que se produce, el cual es definido con independencia de la suma de casos que han llegado a la superficie, que solo son un iceberg de las actuaciones de los cárteles.

Este es el contexto en el que se hace inteligible el papel de Juan Carlos “El Primero”. Asentado en la cúpula del estado, su posición le confiere una visibilidad del mundo de los cárteles, en tanto que se ubica en una posición privilegiada sobre la intersección de las dos configuraciones . Así deviene en un experimentado patrón, blindado frente a las consecuencias de los conflictos derivados de la redistribución de este industrioso y próspero mundo. Las imágenes de las comitivas de empresarios, patrones y altas autoridades estatales a los viajes comerciales, pueden ser comprendidas ahora desde su verdadera dimensión de la antología de la ilegalidad. En coherencia, todos le rinden pleitesía y le conceden el papel de rey de los comisionistas. La del AVE de Arabia Saudita, en la que se informa que cobró cien millones de euros, denota su posición de líder del estado oficial, y, al tiempo, del estado opaco intervenido por los clanes de beneficiarios.

Pero lo peor en esta historia radica en el desfallecimiento y la deserción de los grupos que hace algunos años, se alinearon con aquello que llamaron “el cambio”.  En un corto intervalo de tiempo han sido deglutidos por las instituciones “mixtas”, pero, sobre todo, por las televisiones. Estas los han domesticado paciente y eficazmente, de modo que han ido aceptando sus supuestos y asumiendo el sentido del espectáculo. Ciudadanos cambió de bando en una espectacular pirueta y Podemos se comprime para adaptarse a las instituciones de la democracia intervenida por los cárteles de comisionistas, desempeñando un papel testimonial. El famoso cambio exigía la proliferación de mil voces. Tan solo dos años después solo comparece un grupo reducido que representa la oligarquía morada, acompañados por las prédicas televisivas inconmensurables de Juan Carlos Monedero, que se va configurando como un telepredicador de izquierdas original y encomiable.

Así, un acontecimiento de este rango no ha suscitado ninguna reacción popular, en tanto que las organizaciones de defensa sectorial ante los efectos de la reestructuración neoliberal se encuentran agarrotadas. De este modo su reducción a la dimensión de fenómeno audiovisual garantiza a Juan Carlos El Primero su inmunidad frente a un clima mediático adverso que tiende a disiparse, al ser reemplazado por un nuevo escándalo que estimule los sentimientos y las emociones de los ciudadanos reconvertidos en espectadores.

Un indicador del bloqueo de las fuerzas que propugnaron el cambio es la activación mitológica del estereotipo de la república. Porque, en coherencia con la argumentación anterior, el problema radica en la intervención de facto del estado por la trama de cárteles. Este es un problema de mayor envergadura que requiere algo más que la llegada a un gobierno, cuya fuerza se encuentra lastrada por los clanes económicos. Repetir la cantinela del cambio en el modelo productivo, termina por socavar cualquier proyecto de transformación. Porque la economía sostenida en la sinergia entre las grandes empresas y los cárteles comisionistas no necesita imperativamente de la innovación tecnológica. Se crece, y se puede crecer, en las medidas asociadas a los paradigmas vigentes, con una desinversión creciente en ciencia y tecnología.

La filtración de los audios de Corina no es producto de la casualidad y se corresponde con reajustes en el mundo de los cárteles de beneficiarios de las inversiones públicas. No es de extrañar que la iniciativa corresponda a Inda. Al igual que en el caso Nos lo destapó para terminar defendiendo la sentencia que eximía a Cristina. Convertido en solo un espectáculo, cualquier curso de la acción y desenlace es posible. Los espectadores son seducidos por oleadas de informaciones que son procesadas en las tertulias y filtradas por los expertos adecuados. Así, todos los finales terminan como la peli de Caja Madrid, en la que Rato es el actor principal.

En estos días se informa de un proyecto presupuestado en ejecución de un submarino para la Armada española. No puedo evitar el efecto del poder metafórico de este hecho. Imagino que el mundo sumergido de los cárteles adquiere una intensidad suprema. Pero este no lo va a inaugurar Juan Carlos El Primero. Ahora toca consolidar la posición de sus vástagos en la red global de la economía del estado, las empresas y los cárteles. Mi esperanza es que todo termine, en unos años, en una serie de Netflix, sustentada sobre la tercera temporada de Narcos. Porque el cártel de Cali fue el acontecimiento que presenta más analogías con el episodio español de los cárteles de comisionistas.

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