viernes, 25 de mayo de 2018

LA FERIA DEL LIBRO: LA ISLA DE LAS INTELIGENCIAS ALFABÉTICAS


En los tiempos que he vivido fuera de Madrid he conservado fielmente la nostalgia por la Feria del Libro del Retiro. Siempre que me era posible me escapaba para deambular por las casetas y vivir el espectáculo de las casetas, los libros, los autores, y, sobre todo, los lectores. Me fascina contemplar el mundo de los libros y las personas leyentes congregadas en un espacio singular. En los últimos treinta años he ejercido como profesor universitario. En este tiempo he sido testigo privilegiado del nacimiento, infancia y adolescencia de las generaciones postalfabéticas, que recomponen sus hábitos mentales mediante lectura de mensajes cortos, textos leves y la multiplicación de los canales marginalizados por el declinante imperio de la letra escrita.

En este contexto, la lectura se resiste a su reconfiguración mediante la adquisición del estatuto de lecturas obligatorias. Los libros son despiezados en capítulos que se recombinan en las distintas asignaturas. El rechazo creciente de los contingentes humanos postalfabéticos es manifiesto. La tensión se hace patente y la minoría alfabética tiene que hacer concesiones, rebajando la carga de lectura obligatoria. En mis primeros años de profesor algunos alumnos criticaban las lecturas que les recomendaba y reivindicaban a otros autores. En los últimos años la oposición se hacía presente mediante un silencio atronador.

El ambiente universitario, que oscila entre la indiferencia y el rechazo a los libros, contrasta con la isla primaveral de la Feria del Libro, en donde las inteligencias alfabéticas sobrevivientes se concentran para compartir sus efervescencias y sus magias. Se trata de un acontecimiento especial, en el que la comunidad alfabética despliega sus rituales de búsqueda y de celebración gozosa. El sujeto lector es rehabilitado por unos días, en un espacio en el que se reconoce junto a sus afines. El resto del año las actividades sociales vinculadas a la lectura se dispersan en actos de presentación de libros y otras actividades sociales. Pero la lectura es una actividad rigurosamente individual en la que el leyente se encuentra aislado.

El mismo santuario de las inteligencias alfabéticas, el parque del Retiro, refrenda la impetuosa emergencia de las prácticas y de las inteligencias postalfabéticas. Una mayoría abrumadora deambula pendiente de sus máquinas de la conectividad, que registran una actividad incesante de intercambios de frases, imágenes y sonidos. Estas máquinas prodigiosas permiten compatibilizar sus exigentes quehaceres con una relación fugaz con el espacio ocupado. Entre las multitudes postalfabéticas se ubican pequeños rincones en los que algunos de los sobrevivientes alfabéticos disfrutan de la lectura en soledad entre los árboles, ajenos a los sonidos del bullicio que acompaña a los hiperconectados. En este sentido se puede afirmar que el Retiro es un espacio de coexistencia pacífica entre las inteligencias lectoras y las inteligencias postlectoras.

La Feria significa un dichoso estado de excepción, en el que los lectores convergen desde sus espacios cotidianos hasta la isla de las palabras, las líneas, los párrafos y los textos. Cada cual realiza su desplazamiento libre de peso físico, para regresar a este con la carga ineludible de los libros, que acompaña a la emoción que causa el descubrimiento de autores, obras o el rescate de libros antiguos que representaron algo importante en la vida de cada uno. El misterio de los libros radica en que son simultáneamente ingrávidos y consistentes en lo físico. Me encanta leerlos, pero también hojearlos y disfrutar del tacto.

Todavía me encuentro en estado de duelo por el final de mi biblioteca personal. Me he venido a Madrid con quinientos libros imprescindibles por su valor intelectual y sentimental. Pero esta ciudad es un paraíso en el que coexisten varios oasis alfabéticos. El mundo fascinante de las librerías viejas de ocasión, de las librerías especializadas, de las nuevas basadas en nuevas formas que trascienden la propiedad individual y de las ferias especializadas. Me fascina buscar y descubrir nuevos libros. En estos meses he podido vivir un catálogo de experiencias muy enriquecedoras. En la pasada feria del libro político descubrí a autores inéditos para mí. 

En estos días paseo lentamente entre las casetas, haciéndome un mapa en la  víspera, en espera de vivir unos días en esta isla experimentando emociones compartidas alfabéticas. Por eso ayer, entendí la furiosa tormenta que descargó sobre Madrid, con sus vientos huracanados amenazantes, como una revancha de las divinidades postalfabéticas, que pretenden coaccionar a los visitantes de esa isla de inteligencias forjadas en la disciplina de recorrer, párrafo a párrafo los textos. Cuando me encuentro con alguien que lee parsimoniosamente un eBook, todos mis esquemas son sujetos a revisión. Buena Feria del Libro para todos los alfabéticos sobrevivientes.



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