lunes, 23 de abril de 2018

LA VIDEOPOLÍTICA Y LA CONDONACIÓN DE LOS CORRUPTOS


La situación política actual puede ser definida como un estado de colapso, que concita la simultaneidad de unas instituciones deterioradas y un desvanecimiento de los proyectos de cambio. Los partidos políticos compiten por su ineficacia, las organizaciones de la sociedad civil manifiestan su encierro en su campo específico y los movimientos sociales comparecen como una caricatura. Los malestares generalizados se manifiestan en distintas movilizaciones carentes de perspectiva. Los conflictos sociales son radicalmente reactivos en defensa de los mínimos amenazados por la reestructuración neoliberal, manifestando su austeridad propositiva. Las distintas mareas se encuentran en este estancamiento con la excepción del nuevo movimiento feminista.

Los años 15-16 fueron años de emergencia de nuevos sujetos políticos dotados de cierta capacidad de enunciación. Sus objetivos apuntaban a un nuevo escenario que tenía como objetivo trascender el vetusto y deteriorado régimen del 78. La regeneración de las instituciones políticas se entendía como el umbral de una reconstitución de todas las instituciones y esferas sociales. La palabra cambio se situaba en el centro de la escena. En la sociedad podía identificarse un estado de expectación muy pronunciado que afectaba a distintos colectivos e intereses sociales no representados en las instituciones.

Pero, en los dos últimos años se ha invertido esta situación de emergencia. Las viejas instituciones resisten –los viejos partidos, los viejos sindicatos, la patronal de la contraproductividad, las instituciones judiciales ubicadas en el pasado autoritario, las élites culturales ajenas a la descomposición social- en tanto que los conflictos colectivos son absorbidos por los media y reformulados en el mundo paralelo de la videopolítica. En este prosaico medio se desarrolla una definición de los problemas y las soluciones que se imponen sobre los actores. El resultado de la traslación de la sociedad real a la videopolítica es el vaciamiento de la idea del cambio prevalente hace un par de años. 

En este tiempo el cambio es replanteado y sus contenidos se remiten a la distribución de escaños en las distintas instituciones políticas. El asentamiento de esta tendencia favorece a las fuerzas más asociadas a los intereses económicos y sociales prevalecientes en la reestructuración. Las fuerzas sociales que controlan el empleo y la vivienda, endurecen las condiciones para una población severamente penalizada, al tiempo que las instituciones judiciales protagonizan una ofensiva contra los derechos civiles sin antecedentes. Las protestas en la calle o la libertad de expresión son redefinidas desde un derecho penal regresivo. 

Entre todos los acontecimientos regresivos, en los últimos días me han impresionado particularmente la exigencia del pago inmediato de sus préstamos a estudiantes, con un interés del 22 por ciento; la subida exponencial de alquileres; la extensión de la precariedad más intensa, ahora ubicada en las universidades; la espectacularización de las kellys trivializando su situación; las condenas a raperos, tuiteros y otras especies críticas en las redes, sustentada en ideologías conservadoras extremas; los registros a los espectadores de la final de copa en busca de símbolos inmateriales de contestación, que representa un modo de autoritarismo insólito… 

En tanto que estas medidas debilitan intensamente la capacidad política de los afectados, descomponiendo la base social de la izquierda política, la réplica a estas políticas se sitúa en mínimos históricos. Pero en el alegre mundo de la videopolítica estas transformaciones son presentadas en términos de la narrativa de rivalidad entre tertulianos, acompañada por una presentación de las situaciones y casos de vulnerabilidad con estéticas propias de un zoo. Cada pensionista, parado, inquilino amenazado, anciano desamparado y otros similares son exhibidos como un espectáculo que se subordina a las reglas en las que dominan los discursos de los distintos expertos en gobernabilidad.

La prodigiosa expansión de la videopolítica se contrapone con la debilidad creciente de los partidos políticos, los movimientos sociales y las asociaciones de la sociedad civil. En estos dos últimos años se han disipado las esperanzas de la emergencia de una nueva izquierda. Los dirigentes de Podemos son convertidos en muñecos de guiñol en el gran espectáculo de la política. La supuesta renovación del pesoe ha resultado ser una ficción que ha devenido en una situación en la que lo siniestro se apodera de toda la escena. Los sindicatos permanecen en estado peremne de invisibilidad televisiva, incapaces de aportar actores en la entretenida comedia de la actualidad política.

En una situación así, la corrupción adquiere una centralidad incuestionable. El florecimiento y la comparecencia de las grandes corrupciones de estado: La Gurtel, Bárcenas, la protagonizada por el matrimonio Urdangarín- Cristina Borbón; los ERE de Andalucía, la Púnica, las mediterráneas en versiones catalanas y valencianas, así como otras, es gradualmente metabolizada por el sistema político y mediático. A mi entender, esta es la cuestión esencial que define el signo del proceso en el que se encuentra la sociedad española. Así, en términos de evolución, la corrupción se sobrepone inapelablemente sobre las débiles instituciones políticas. 

Un factor esencial de esta derrota de la democracia radica en su mediatización. Convertida en un guion permanente para la videopolítica, que renueva sus episodios incesantemente, los actores que protagonizan los escándalos se acogen al privilegio del olvido, que adquiere formas de difuminación gradual por el paso del tiempo y el reemplazo por los nuevos casos. ¿Quién se acuerda ya de las tarjetas Black de CajaMadrid, las preferentes, de Rodrigo Rato o de la familia Pujol? La indignación que produjeron se ha disipado lentamente al emigrar al siguiente caso. La corrupción, en su versión de la videopolítica, adquiere la forma de una eterna circulación de malotes que liberan a los que los anteceden.

El efecto del reemplazo de casos y protagonistas en intervalos temporales cortos, imprime una velocidad que desborda los mecanismos de fijación en la conciencia colectiva. De este modo se genera una situación de saturación. Parece imposible seguir los casos uno a uno, conservando la tasa de indignación para los pasados. De este modo las televisiones se enfrentan al efecto perverso de los receptores hastiados, que no pueden procesar más información. Así, la corrupción deviene en redundancia. Los corruptos, poseedores de cuantiosos económicos pueden demorar los procesos judiciales favoreciendo su reemplazo en el imaginario colectivo.

Cada sujeto protagonista de un episodio de corrupción mediatizado, experimenta un proceso en el que, tras ser culpabilizado y convertirse en objeto de las iras colectivas, es paulatinamente redimido por el olvido, que favorece la recuperación de su imagen personal. De este modo, muchos de los corruptos maximizan sus actuaciones en los canales de la videopolítica y en los tiempos de decrecimiento del estigma inicial. Las apariciones de estos en episodios televisivos asociados a su caso judicial, cuyo horizonte temporal es muy dilatado, en tanto que se encuentra determinado por la acción dilatoria de sus abogados, representa una oportunidad para la rehabilitación de su imagen deteriorada ante los hipersaturados espectadores.

En esta situación, las comparecencias de los corruptos ante instancias parlamentarias, adquieren una relevancia fundamental. Pues bien, la debilidad de los partidos y las instituciones políticas en relación con la institución-corrupción se hace patente de un modo lamentable. En los últimos tiempos, varios corruptos han obtenido victorias contundentes en los cara a cara con los debilitados representantes políticos. Cuando Jordi Pujol acudió al Parlament hace unos años, avasallando a sus miembros mediante la  exhibición  del argumento de que “todos estamos involucrados en esto”, su rotunda victoria en este pleno tuvo como consecuencia la neutralización definitiva de esta endeble democracia. Todos los hechos posteriores ratifican esta derrota estrepitosa del control parlamentario. Careciendo de capacidad para ejercerlo no hay posibilidad alguna de democracia fáctica.

En las últimas comparecencias de distintos corruptos, se ha puesto de manifiesto la debilidad de los representantes políticos, carentes de capacidades personales para ejercer el control. En uno de los casos, el de Álvaro Pérez “el bigotes”, el patetismo alcanzó su cima. Este personaje, exhibe una capacidad sorprendente de neutralizar la crítica mediante la creación de un clima personalizado en el que impone un guion en la conversación, en el que los hechos se subordinan a una teatralización que le confiere la categoría de un tipo cotidiano afectado por una circunstancia fatal exterior a él mismo. Así despenaliza sus actuaciones e imprime un sello humorístico y emocional a la comparecencia.

Es insólito constatar cómo los representantes le siguen el juego. En un cara a cara de control parlamentario un representante tiene que asumir ineludiblemente que se encuentra investido por la autoridad de la institución y de la representación política. Esta le confiere una autoridad que tiene que imponer al interrogado. Recuerdo la solemnidad  y la autoridad de los representantes en el impeachment de Clinton. También de las intervenciones de Trillo, Gallardón y otros miembros del pepé frente a ministros corrompidos de los últimos gobiernos de Felipe González. En una situación así es inadmisible perder la dirección, el tono y favorecer un espacio al humor.

También Rajoy exhibe unas competencias supremas en las artes parlamentarias. Su dureza con quienes piensa que pueden reemplazarle en el gobierno, los del pesoe, contrasta con su capacidad para imprimir en sus discusiones con Pablo Iglesias una ironía y condescendencia insólitas, que desbordan al pobre Iglesias, que se ve forzado a alternar los tonos agrios y las descalificaciones gruesas con un sentido de correspondencia con su interlocutor. Su deseo de reconocimiento es reutilizado por Rajoy para integrarlo en un orden dialógico fingido.

El problema de la endeblez de los representantes de la leal oposición frente a los corrompidos en los cara a cara radica en su socialización en el mundo de la videopolítica. Cortejados por las televisiones amigas que les confieren un papel estelar en el relato del acontecer político, los lustrosos representantes de la nueva política pierden su capacidad de afrontar episodios críticos y exigentes en la vida política real. En este peculiar mundo televisivo, son entrenados en las humillaciones de Inda y otros similares, sometidos a los interrogatorios de los expertos y agasajados por los periodistas amigos. Ese mundo ficticio se disuelve cuando se encuentran cara a cara con los poderosos corrompidos. El político que más me enerva es Joan Baldobí, que vive en una sucesión de platós amigos en los que se ha especializado como el hombre bueno. Este modelo es el que sigue también el inefable Gabilondo. 

Estos políticos protegidos, cuando se encuentran cara a cara con los corruptos carecen de la fuerza que les otorga la representación y son avasallados por los depravados. El caso de Camps fue esclarecedor. Mostró una fuerza muy superior a la de sus tímidos interrogadores. Saber gestionar una situación de tensión, sin conceder al interlocutor la prerrogativa de avasallarlo, es una cuestión fundamental. Se trata de situaciones en las que no es posible ceder y en las que los contenidos y las formas severas son ineludibles. En el cara a cara televisivo entre Rajoy y Sánchez de las últimas elecciones, este utilizó el tono justo adecuado a su interlocutor. Pienso que este episodio aislado generó una cadena de afectos que le permitió revertir su propia destitución en el pesoe. 

Las derrotas sucesivas en los cara a cara parlamentarios de una oposición carente de inteligencia, capacidad y determinación, genera escepticismo en los agotados y desesperanzados espectadores-votantes. De este modo los corruptos se van relevando y repartiendo la cuota social de indignación. Nadie se acuerda ya de Bárcenas. Su comparecencia en el congreso avala su fortaleza y consistencia. En su esquema mental, los representados no son otra cosa que gentes que no han logrado llegar a posiciones altas. En este sentido los desprecia y no reconoce la autoridad que puedan tener sus representantes. Así, uno a uno, todos son gradualmente condonados en sus responsabilidades, en espera de las resoluciones de los tribunales. Si alguna vez son sentenciados, sus condenas se acogerán al amparo de las instituciones penitenciarias, tan comprensivas con personas tan distinguidas. Una condena determinada se transformará en otra indeterminada por acumulación de beneficios. El maestro mallorquín Jaume Matas muestra el camino.

Entretanto, sigue la función en los platós y las instituciones políticas escrutadas por las cámaras. No pocos de sus moradores habituales se comportan como fieles creyentes de la narrativa que genera este medio, en la convicción de que la televisión representa un altavoz amplificador de sus mensajes. Pero, por el contrario, la tele implica la subordinación a una narrativa y unas reglas de enunciación que los desborda ¡bienvenidos al mundo del realismo televisivo¡ Buena suerte para el cambio político.



domingo, 15 de abril de 2018

LOS TAUMATURGOS DE LA UNIVERSIDAD AUDITORA


Tras el asunto de Cristina Cifuentes se hace visible el mecanismo central de la nueva universidad, que consiste en la multiplicación de pruebas en todos los niveles, de los que resulta la constitución de tribunales de profesores. Los alumnos son escrutados en los numerosos trabajos de las asignaturas y tienen que concluir su ciclo mediante la presentación de un trabajo “fin de” ante un tribunal. El doctorado transfiere su modelo, que privilegia la tesis final, a todas las titulaciones. Asimismo, los profesores tienen que acreditarse en intervalos de tiempo regulados ante las agencias o tribunales para evaluar su producción. Palabrotas tales como quinquenios o sexenios invaden los imaginarios docentes.

Las reformas educativas reconfiguran la vida académica privilegiando los elementos centrales de la institución-empresa que deviene en su referencia principal. Lo importante es hacer por hacer y en un tiempo que inmediato. El resultado es el incremento de las acciones encuadradas en los comprimidos calendarios. De este modo, la universidad pasa a ser una instancia esencialmente auditora, función que termina sobreponiéndose a la producción del conocimiento y la docencia. Cada persona, grupo de investigación, departamento o titulación se transforma en un fabricante de un producto que tiene un horizonte temporal inmediato. La obsolescencia programada se transfiere a los productos académicos. 

Así, el fluido de los programas, los trabajos fin de, los papers y otros productos, se depositan ante los distintos tribunales de ocasión, listos para su evaluación-facturación. La densa red de actividades inspectoras y evaluadores modifica los sentidos convencionales de las actividades universitarias. La universidad deviene así en un conglomerado de tribunales de evaluación que toman decisiones y las registran en actas, ajustándose a las normativas de densidades crecientes. En estas instancias, tan compulsivamente activas, habitan los nuevos profesores, reconvertidos en una burocracia académica que carece de controles externos. Su poder de decisión implica la certificación de la trayectoria profesional de alumnos y profesores. Este intenso proceso decisional genera miles de víctimas perjudicadas por los dictámenes de estas instancias, las cuales, aunque se atienen a normas y criterios explicitados, tienen un poder de discrecionalidad muy considerable. Esta es la razón por la que se puede afirmar que, en no pocos casos, los tribunales son la morada de numerosos taumaturgos que toman decisiones prodigiosas, que pueden llegar a alcanzar la condición de la milagrería, como en el caso de la sagaz política madrileña y su red de universitarios clientes agradecidos.

La universidad vigente es el resultado de una reconversión de la vieja institución, en la que algunos de sus elementos más relevantes persisten con nuevas formas. Los antaño feudos académicos -concentrados en la producción, custodia y reproducción del saber; caracterizados por una jerarquía interna rígida; dotados de una autonomía máxima frente al exterior; en los que el hermetismo y la opacidad se hacen patentes; y en los que habita una casta académica que se asemeja a los mandarines- no desaparecen, sino que son reconstituidos mediante la adaptación a las reglas de las nuevas reformas universitarias. Uno de los elementos fundamentales de la institución-cátedra, es precisamente la dualidad inseparable de la relación maestro-discípulo. La cultura de la obediencia y la paciencia se forja en este vínculo institucional.  

Las reformas modifican sustancialmente el entorno de esta venerable institución. Uno de los cambios más importantes radica en la masificación. La multiplicación del número de estudiantes, de profesores  y de las titulaciones conforma una institución nueva. La expansión de la producción inmaterial genera un nuevo mercado de trabajo que expande la demanda de titulados. La creación de conocimiento se ubica en el centro de las sociedades y tiene efectos sobre los imaginarios colectivos. La universidad concita una creciente atracción social, convocando a importantes contingentes de jóvenes a la realización de estudios superiores. Este imán fue analizado en este blog como  “la fiebre del oroinmaterial”.  Los nutridos contingentes de jóvenes que transitan por los circuitos del nuevo orden universitario global en busca de acreditaciones, expresan esta tensión creciente.

Uno de los factores más importantes de la nueva realidad universitaria radica en la intensificación de su función de selección social. La producción inmaterial conlleva una marcada estratificación de sus efectivos. Las élites resultan de procesos de selección muy sofisticados que conllevan la multiplicación de las credenciales. La selección de las élites en el nuevo capitalismo cognitivo se articula en torno a un precepto fundamental. Este consiste en que cada candidato presente un sumatorio de credenciales diversificado. De este modo, todos los estudios de ciclo superior –másters, doctorados, prácticas en empresas y otros- conforman un expansivo mercado de candidatos. Miles de activos y esperanzados aspirantes devienen en compulsivos acumuladores de capital académico en un mercado global que conforma una ciudad del conocimiento, que alberga a los candidatos que circulan por sus nodos y sus rutas.

El modo de selección que privilegia la obtención de un conjunto de credenciales es radicalmente desigual y favorece a quienes tienen más recursos para obtener las credenciales. En los últimos días se ha podido contemplar el espectáculo de Pablo Casado, un rico coleccionista de productos académicos cuyo valor es el precio y la marca. Así, exhibió la marca Harvard comprada a dos mil euros en un mercadillo en Aravaca. Este episodio ilustra la circulación de los profesores y centros de élite por los circuitos del mercado de credenciales global en busca de compradores.

El argumento seguido hasta aquí explica la centralidad de los tribunales en la universidad-auditora, en la que se reconfiguran los roles de los antaño mandarines académicos. Los catedráticos dotados de un prestigio basado en su producción se reconvierten en cabezas de nuevos feudos que detentan la función de inspección en la red de actividades evaluadoras. Su poder se funda sobre un capital relacional fundado en sus decisiones en los tribunales. Desde hace mucho tiempo, la función principal de un director de tesis es la protección en el tribunal frente a intromisiones desmesuradas de departamentos ajenos, o incluso rivales. Un tribunal termina siendo una instancia de intercambio de favores.  El código puede resumirse así: Tú moderas las críticas a mi patrocinado y yo me siento deudor de tu generosidad. Esta deuda se resolverá con posterioridad en otro tribunal. 

De este modo nace la netocracia universitaria donde cada candidato debe encontrar a un padrino patrocinador que lo proteja de las inclemencias de la crítica de los depredadores que pueden comparecer en cualquier tribunal. Esta es la explicación de la baja competencia, insólita en numerosos casos, de muchos profesores universitarios. Sus carreras se ubican en el campo de influencia de su patrocinador. Cuando concursé para mi titularidad, mis pretendidos patrocinadores me aseguraban que tenía mucho futuro. Así se consuma un mecanismo que me gusta llamar como “sustracción del mérito”. Según este precepto los méritos de los productos de cada uno se deben principalmente al poder de los netócratas que le patrocinan en la red auditora-evaluadora. 

Esta es la explicación de lo que desde afuera se entiende como extraño silencio. Cada profesor depende para el desarrollo de su carrera de decisiones favorables de tribunales sucesivos que lo van a juzgar. Si no dispone del apoyo de un nuevo feudo académico, se encuentra en una situación de desventaja con respecto a los candidatos rivales respaldados por los padrinos académicos. La intervención de las agencias, ANECA principalmente, crea así un territorio cartografiado por las relaciones entre familias académicas que controlan sus propios territorios.

El modelo de la universidad auditora implica un desplazamiento de las actividades a la producción de méritos. Cada cual tiene que acreditar sus méritos en un tiempo determinado por las agencias-tribunales. Este es el año. Cada año cada cualquier unidad o persona tiene que renovar su producción para ser presentada ante la nueva autoridad inspectora. Los efectos de este sistema son catastróficos. Todos devienen activistas de una producción compulsiva que dificulta la constitución de una línea de investigación sostenida. Muchos de quienes no tienen nada nuevo que decir no guardan silencio sino que componen los productos que conforman su cesta de méritos anual. El resultado es la multiplicación de los papers insípidos, de las investigaciones simuladas, de la repetición, del arte de retocar un texto original, del plagio elevado a la categoría de arte menor sublime y del falseamiento. 

Los profesores se ubican en el territorio indefinido entre la investigación y la producción de méritos. El primer texto que escribí en este blog fue titulado como “De profesores a traficantes de méritos”. En este ámbito de la invención de méritos, la innovación alcanza cotas excelsas. Pero en esta esfera las desigualdades son escandalosamente amplificadas. Los detentadores de recursos económicos, culturales y relacionales tienen unas ventajas manifiestas. He vivido directamente muchos episodios de desigualdad en los tráficos universitarios de méritos.

Pero el factor más decisivo de las decisiones de los tribunales es lo que se puede denominar como “el efecto abogado”. Este es una clase de comportamiento cuyo modelo remite a la práctica profesional de los abogados. Esta se puede definir como un campo en el que se encuentran presentes las normas, los hechos y las circunstancias. El profesional tiene que elaborar un argumento inteligente que libere a su cliente de la culpabilidad. La naturaleza del delito pasa a segundo plano en favor de la defensa del cliente. Así actúan los delegados de los mandarines académicos en los tribunales. Siempre es factible la defensa de un candidato apadrinado construyendo un argumento a su favor, así como la descalificación de uno rival o huérfano de padrinos. 

Los tribunales universitarios, sobrecargados de trabajo por la multiplicación de candidatos, simplifican los procedimientos para reducir el tratamiento de cuestiones que exigen un examen detallado y una deliberación pausada. En ellos reinan las divinidades académicas de taumaturgos prodigiosos que sustentan su poder sobre una red de intercambios de favores de proporciones macroscópicas. He sido profesor durante casi treinta años en el Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Granada. Esto me confiere una categoría de un “cinco estrellas” en el mundo tenebroso de los tribunales universitarios.

En estos días, múltiples voces ingenuas, escandalizadas por el caso Cifuentes, se remiten a la imagen de la manzana podrida.  Pero ante la magnitud de los despropósitos de la investigación periodística, los rectores comparecen para informar que han detenido la investigación interna. Este hecho es congruente con un elemento de la vieja y la nueva universidad: El corporativismo cosmológico. En un medio organizativo de esta naturaleza comparece inevitablemente el modelo de la Iglesia. Este puede sintetizarse en reducir la investigación interna, tanto al secreto como a su suspensión en el tiempo. La nueva universidad tecnológica se conforma como una creativa convergencia de togas, sotanas y birretes, en la que habitan los taumaturgos de los tribunales universitarios. El caso Cifuentes es paradigmático, pero todavía más demoledor es la comparecencia del caso Casado, que en cuarenta días compró varias credenciales que acreditan su formación postgrado. También la utilización de la figura de profesor visitante para colocar a los cuñados y socios de partido.

En esta historia hay muchos malotes. No me cabe duda que los peores son los los taumaturgos-rey, los rectores de la CRUE, que se comportaron como los delegados de los cabezas de red académica que dominan la institución, que a día de hoy es principalmente una red de tribunales conectados a las agencias. No  he podido olvidar escribiendo este texto a los estudiantes dotados de inteligencia y determinación que han sido víctimas de decisiones de esos oscuros tribunales.



martes, 3 de abril de 2018

EL ETERNO RETORNO DE ARTURO BAREA



En estos días de Semana Santa han reaparecido en los medios audiovisuales imágenes que remiten a un pasado que la historia oficial anunciaba clausurado. Pero lo aparentemente relegado sigue vivo, existiendo y reproduciéndose en una subsociedad dinámica que las cámaras han omitido en beneficio de otras realidades. En la situación actual, salen a flote los fragmentos de una sólida comunidad que sigue retoñándose en los márgenes de los focos de lo considerado como cierto o lícito, confirmando la existencia de una subsociedad distanciada de los relatos oficializados.

El peor pasado de España, así como de los países que conforman Europa, es el colonial. Esta es una parte de la historia que ha quedado en suspenso para la memoria y la inteligencia colectiva. Algunas instituciones que encarnan ese pasado han sobrevivido y se hacen visibles en las ceremonias y fiestas que mantienen vínculos indestructibles con la patria entendida como metrópoli colonial. La Semana Santa de este año ha sido particularmente procaz, en tanto que ha visibilizado los vínculos sólidos entre las autoridades del partido popular y estas subsociedades cohesionadas por tradiciones incompatibles con los supuestos de la democracia nacida tras la defunción del Caudillo. La obscenidad de estos vínculos se hace manifiesta, reforzada por la complicidad clamorosa del pesoe, carente de un relato alternativo al imaginario de la España Imperial.

En esta situación es inevitable el eterno retorno de Arturo Barea a mi mente. Así me ocurre desde el mismísimo 1978. Rescato un video de “La forja de un rebelde”, uno de las obras más lúcidas sobre la historia española, y que más impacto me ha causado. Cuando contemplo los desatinos de las élites del presente, recurro a él, en tanto que refuerza la inteligibilidad de los comportamientos originados en un pasado que parece insuperable. Este retorno propicia la sospecha, que ya es una convicción, de que el verdaderamente extraño en la sociedad vigente, que se muestra vigorosamente como una continuidad esencial del pasado, soy yo mismo, así como las minorías que entienden el progreso de una forma radicalmente opuesta al modo de la posmodernidad española.

Este video, de la versión de TVE dirigida por Mario Camus,  muestra un episodio de corrupción en las entonces colonias españolas. Sus gramáticas son escalofriantemente persistentes en el presente, configurándose como un conjunto de valores, ideas y comportamientos que trascienden cualquier situación histórica. He tratado de encontrar el video de la construcción de la carretera de la serie de TVE, que tanto me impresiona, pero no lo he podido encontrar en Youtube. En este se narra la llegada de Barea al ejército en Marruecos. Su unidad está construyendo una carretera de la que obtiene dinero para repartir proporcionalmente entre todos. Este es conseguido mediante la reducción del ancho. Quitarle unos centímetros por cada lado reporta cuantiosos beneficios en muchos kilómetros. Lo podéis ver en el capítulo 3 de la serie  http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-forja-de-un-rebelde/forja-rebelde-capitulo-3/4100547/
 
El carnaval de imágenes de esta semana ha sido extremadamente prolífico. Pero con el debido respeto al episodio de los ministros cantando “el novio de la muerte” en Málaga, lo más relevante es la historia del niño-soldado malagueño. Los videos son tan elocuentes que no necesitan de comentario alguno. Las imágenes muestran los lenguajes de esta subsociedad que lo oficial ha camuflado. Pero en distintos acontecimientos, en particular aquellos en los que los dos reyes se encuentran con sus fieles en la calle, se hacen visibles estos lenguajes asimétricos a los discursos oficiales. 

Me impresionan mucho los niños- soldado en todos los contextos en los que se producen, pero aún más en una democracia simulada. La democracia española es un sistema vacío que solo se soporta imaginariamente sobre el consumismo y la disolución efectiva de los efectos de los sistemas de autoridad tradicionales sobre la vida diaria. No hay más narrativa que esa. En ausencia de relato verosímil, el desplome de una gran parte de sus fundadores, acosados por distintas corrupciones monumentales, vive sobre una simulación que muestra su oquedad. Así se hace inteligible la comparecencia de las voces que permanecen vivas bajo las máscaras oficiales.  En los tiempos del capitalismo global esto es muy peligroso, en tanto que conduce inexorablemente a un populismo autoritario, xenófobo y cateto. 

La regresión del presente, en la que renace el pasado autoritario y las élites se despojan de sus máscaras, remite a Arturo Barea. Muchos de los intelectuales relevantes republicanos lo percibieron cuando llegaron del largo exilio en los primeros años de la transición. Me pregunto qué pensarían si pudieran contemplar el espectáculo de esta semana fatal.





Este video de la forja de un rebelde sí está en Youtube. Es el episodio de los caballos "enfermos".