sábado, 30 de septiembre de 2017

EL MAGMA




 Este es un texto publicado en el blog el 14 de julio de 2013. El cese de Joan Carles March pone de manifiesto su actualidad como análisis de la clase dirigente andaluza. Por esta razón lo publico de nuevo.


La crisis vigente, entendida desde este blog como un hito en el proceso de reestructuración neoliberal global, se percibe exclusivamente desde el cuadro compuesto por las  magnitudes macroeconómicas. Pero, el cese acumulativo de múltiples actividades productivas, no se encuentra determinado sólo por razones económicas y financieras, sino por la falta de consistencia de muchos de los proyectos nacidos desde la transición política, así como por la endeblez de las estructuras directivas. La clase dirigente del postfranquismo detenta un estatuto de invisibilidad, parapetada detrás de la nebulosa de las relaciones entre cifras que conforman la macroeconomía. Pero, una sociología de la clase dirigente del período democrático, tiene que ubicarse más allá de dichas cifras, para mostrar la naturaleza y el funcionamiento de las estructuras directivas en los años de crecimiento.

Eduardo Subirats, en un libro publicado en los años noventa "Después de la lluvia. Sobre la ambigua modernidad española", retoma algunas de las críticas a la clase dirigente española en el comienzo del siglo XX, que sintetiza con lucidez y precisión Ortega y Gasset. Este afirma que se trata de "la élite invertida de lo peor...caracterizada por la incapacidad de aplicar la inteligencia a los asuntos públicos". Subirats argumenta en favor de que la clase dirigente salida de la transición, reproduce trágicamente este precepto, representando una continuidad histórica de las clases dirigentes. Los años ochenta y noventa, representan un proceso de crecimiento caótico, que se manifiesta en la multiplicación de las infraestructuras y edificios, pero el estancamiento de las organizaciones complejas, tanto de las empresas como de las organizaciones públicas. El salto económico y material, no se corresponde con el proceso de desarrollo de las organizaciones y de la inteligencia.

En los imaginarios sociales vigentes, se proyecta la responsabilidad de la crisis a "los políticos". De este modo se invisibiliza a los distintos contingentes de directivos que los acompañan en el gobierno en todos los niveles, y de las organizaciones públicas en particular.  Todos ellos, junto a los empresarios del sector privado y los medios de comunicación, conforman la clase dirigente, que protagoniza los años felices de crecimiento y los años de ruina económica del presente, que, además, se   acompaña de un deterioro intelectual, moral y organizacional incuestionable. Así, la crisis destapa las miserias del conglomerado político directivo, investido con una mitología de eficacia en el periodo de crecimiento.

La clase dirigente española se encuentra presente en los distintos órganos de gobierno a de todos los niveles, pero, también en las cúpulas de las administraciones, empresas públicas y organismos gubernamentales. En todo este entramado organizativo, la clase dirigente conforma lo que me gusta denominar como magma. Este sería un fluido denso que invade el  medio interorganizativo. El magma crea un suelo sobre el que se asienta cualquier proyecto nuevo. Este es un medio viscoso y pantanoso , que interfiere  las iniciativas y genera condiciones adversas que obstaculizan su desarrollo. Así, los proyectos innovadores se encuentran en un territorio blando, que impone un movimiento lento, agotando los impulsos al cambio. Nadie puede librarse de él. El magma, es así, el magma directivo que dificulta los proyectos, que tienen que adaptarse a las condiciones que impone, dilapidando las fuerzas que los sustentan en tareas de mantenimiento requeridas por ese duro medio. Se trata de una forma local de burocracia devastadora que cerca a la inteligencia. Por eso, también en estos años democráticos hay más autopistas o aves que organizaciones nuevas con prestigio.

El magma directivo se encuentra formado por varias categorías y las pasarelas que conforman el sistema de relaciones entre las mismas. Las principales son el personal de las instituciones representativas y de gobierno, incluidos el cortejo de asesores; los mandarines, que detentan feudos con autonomía en las administraciones públicas, la justicia, la sanidad o la universidad; el personal directivo de las administraciones, organismos y empresas públicas, y,  por último, los contingentes colocados por los partidos en todos los espacios y huecos del sistema y sus organizaciones. Estas cuatro categorías se hibridan dando lugar a distintas combinaciones. Este es el núcleo de la clase dirigente española postfranquista.

Respecto a la primera categoría, el personal que ocupa los cargos representativos y de gobierno en todos los niveles, no me voy a detener en ella, porque está relativamente conceptualizada. El principal atributo para ser seleccionado, permanecer y fluir es la obediencia. La virtud más importante es saber descifrar las pequeñas señales anunciadoras de cambios por arriba, de modo que permitan alinearse a tiempo con los ganadores. La obediencia y la inteligencia siempre han formado una pareja tormentosa. En la época actual se agudiza esta contradicción. El espíritu de la no innovación tiene consecuencias catastróficas en un tiempo tan abierto.

La segunda categoría del magma está formada por los mandarines, ahora en versión postmoderna. En la administración, la justicia, la educación o la sanidad se han conformado históricamente auténticos feudos autónomos gobernados por señores que instituyen servidumbres y vasallajes sofisticados. Uno de los objetivos de la democracia española,  fue terminar con estas situaciones, restituyéndolos  a la lógica del interés general. El fracaso ha sido estrepitoso. Los señores han conservado sus mandarinatos, con sus prebendas intactas, mediante su reconversión postmoderna, aprovechando las dosis de mercado que han introducido las reformas gerencialistas. Ahora  conservan sus feudos y controlan las agencias y los organismos públicos de distinto signo que pueblan el sector público, reforzando así su posición.

La tercera categoría es la del personal directivo del sector público. Se encuentra compuesto por un colectivo de profesionales, instruidos en los saberes de la empresa postfordista,que detentan un código fundamental: la movilidad. Ninguno puede "estancarse" en un cargo de dirección en un lugar durante un tiempo relativamente largo. Lo importante es cambiar de posiciones  en una carrera hacia arriba. De lo contrario, son eliminados y penalizados con la vuelta a su origen. Por eso me gusta llamarlos supermanes. Su poder se funda en la lejanía de su planeta de origen. Las carreras se caracterizan por saltos en el laberinto directivo que los alejan de sus orígenes. Una variedad que ha aparecido en estas páginas son "los desertores de la tiza".

Los directivos fugaces, supermanes escaladores en su frenética carrera hacia la cima del magma, siempre poco visible por efecto de las tinieblas frecuentes en las alturas, constituyen el factor más importante de la decadencia. Su finalidad, focalizada en su trayectoria ascendente, les impide comprometerse con el proyecto de la organización en la que se encuentran provisionalmente. Así, imponen definiciones de la situación que ocultan los problemas estructurales, así como una temporalidad cortoplacista, que se manifiesta en un cuadro de indicadores destinado a ser presentado a la cúpula del magma. En los años felices han prosperado las imprentas que multiplicaban los folletos sofisticados sobre proyectos y hazañas organizacionales que se han evaporado cuando los recursos materiales disminuyen. Es la explosión del papel couché como uno de los componentes del milagro español.

Los gerentes-maquilladores, que funcionan dispersando y aislando los recursos cognitivos de las organizaciones que gobiernan. Así, consuman una destrucción gradual de los sistemas humanos y relacionales de las organizaciones que controlan.  Pero lo peor es que instituyen un sistema de significación destructivo, en tanto que desprecian a quienes permanecen en las organizaciones. Así, los técnicos, los funcionarios cualificados, los docentes, los médicos y otras categorías de profesionales, son neutralizados por este sistema de dirección que expropia de autonomía a las organizaciones profesionales. Cuando en alguna de estas han pasado por su cima tres o más directivos voladores, las resistencias son menguantes, lo cual indica que se ha consumado el debilitamiento irreversible del grupo, expropiado de sus recursos, sus sentidos compartidos  y sus méritos mismos.

Por último, los partidos cartografían rigurosamente todos los espacios organizacionales, para situar en los intersticios y los huecos a sus miembros. Me gusta llamar "chutis" a este personal.  Mi familia, ubicada en la exigua clase media en los años sesenta, denominaba así a muchos de los recién ascendidos socialmente, multiplicados en los años setenta, que aparentaban ser señores pero no lo eran desde la perspectiva de los antiguos ocupantes de estas posiciones sociales. El chuti organizativo muestra la apariencia de un técnico o profesional, pero lo que verdaderamente representa es una pieza en una gran partida que juegan los partidos políticos en el campo organizacional público. Los chutis muestran su lealtad y servidumbre a las cúpulas. Se conforman así como un pasivo para la inteligencia y la innovación. Al ser inyectados en el tejido organizacional, este se debilita irreversiblemente con la presencia de este cuerpo extraño.

De los tipos ideales expuestos, que componen el magma, resulta un poder poco productivo y que como mínimo, podemos definir como un poder extraño. Su principal función estriba en restar autonomía a los proyectos. En mi opinión, esto es catastrófico. He participado en la creación de varios proyectos llenos de energía en sus comienzos, que han sido neutralizados lentamente por el magma. Asimismo, he sido testigo del nacimiento de proyectos fantasmáticos, utilizados en beneficio de distintas élites parasitarias, que se agotan en edificios suntuosos, folletos sofisticados con diseños gráficos de última generación, apoyo mediático generoso, pero que se encuentran vacíos de contenidos, incapaces de ir más allá de los gritos de rigor o las simulaciones que los conforman.

Pero la peor consecuencia del magma, es que produce un arquetipo directivo que es más un hombre de negocios, que un director, en el canónico significado establecido por Peter Drucker.  Se trata más de hacer una operación de compraventa que arroje beneficios inmediatos, que conducir a un grupo desarrollando sus recursos y capacidades cognitivas y profesionales. Así, el magma se inserta en las coherencias del capitalismo español, dominado por hombres de negocios que constituyen empresas para amparar los mismos. El magma es un sistema destructivo de la inteligencia y la autonomía de los grupos y las organizaciones. Es el responsable de lealtades patológicas, miedos, cercos, sumisiones cósmicas y otras patologías organizacionales. Pero, sobre todo, produce una ruina cognitiva. Es arriesgado pensar, cuestionar, problematizar. Quien lo haga es cercado por la malla viscosa. El magma conduce a una situación de infravaloración de los profesionales, que se hacen prescindibles al ser minimizados en el sistema de significación, que se encarna en el papel couché.

Esta es la diferencia esencial con algunos países europeos. En estos existen numerosos proyectos impulsados por grupos profesionales que garantizan su autonomía. Esta es el requisito de una democracia. En España, cuando han bajado las aguas del bienestar económico, se hace visible el magma directivo que supone la limitación severa de la autonomía y la inteligencia. En el  próximo post voy a contar la historia de uno de los directivos supermanes que he conocido.  Recomiendo leerlo con cinturón de seguridad. No es sólo la crisis económica, además, el magma directivo que limita a las organizaciones y los proyectos. Escribiendo este texto me he acordado especialmente de Bendix, de Burnham y de Orwell. También me ha requerido la frase de Ortega "la élite invertida de lo peor". He sentido la necesidad de gritar ¡libertad, libertad, libertad¡.

EL CESE DE JOAN CARLES MARCH: ENTRE LAS ANACONDAS Y LAS MAMBAS NEGRAS



He conocido la noticia del cese de Joan Cales March casualmente, en un vagabundeo  por internet. En el mismo, ha llamado mi atención el particular suicidio de un youtuber ruso, que se hizo morder por una mamba negra para grabar su muerte en directo. El azar ha determinado esta extraña asociación. No obstante, el medio en que se ha desempeñado Joan Carles como director de la EASP, se encuentra poblado de una fauna variopinta, entre la que se encuentra la temible mamba negra. No es de extrañar que finalmente alguna haya terminado mordiéndole fatalmente. En la selva político-gerencial se producen constantemente víctimas, que son devoradas por los depredadores políticos, necesitados de la renovación de las ilusiones infundadas que suscitan sus proyectos.

Conocí a Joan en la misma escuela, pues ambos arribamos allí en 1988. Sin ánimo de glosar su persona, se puede afirmar que siempre sobresalió por su inteligencia. Esta virtud otorga singularidad a sus portadores. En los dos años que estuve por esas tierras pude vivir el comienzo de su carrera ascendente. Pero en España, y también en Andalucía, la inteligencia es preciso camuflarla, en tanto que es una virtud escasa en las esferas de la política y de la alta administración. La inteligencia de Joan, que es marcadamente mediterránea, es difícil de ocultar. Así desde siempre ha suscitado recelos y desconfianza en los cielos decisorios.

En este caso, como en algunos otros, se trata de lo que me gusta denominar como “inteligencias no encuadrables” en medios regidos por la obediencia. En la universidad he vivido esta situación en varias ocasiones, con alumnos dotados de inteligencias no encuadrables en la homogeneidad, así como en la mediocridad requerida a un estudiante. En la trayectoria de Joan se pueden identificar distintos logros derivados de su tensión creativa, que se pueden definir como originales. Así se ha incubado un tipo portador de un componente extraño, en un medio donde un directivo es un ejecutor de directrices. 

Tras mi salida de la escuela, se puede constatar una bifurcación muy considerable de nuestras trayectorias. Las diferencias entre nuestros posicionamientos son muy considerables, pero siempre he apreciado la inteligencia de este mallorquín tan alejado del Mediterráneo, habitando el medio organizativo del magma sanitario andaluz. Le he invitado un par de veces a mi clase de sociología de la salud en la facultad, en donde acreditó sus capacidades, así como su adaptación a contextos muy diferentes de los que se encuentra. En particular recuerdo una clase en la que presentaba un programa de tratamiento a consumidores de heroína. Estaba acompañado de un profano involucrado en el problema. Su conexión fue un verdadero espectáculo, así como la constatación de las restricciones de la visión técnica.

En julio de 2013 escribí un post en este blog, El magma, definiendo el extraño mundo de la dirección de organizaciones públicas, atrapadas entre la repetición mecánica del management irreflexivo y una clase política infradotada de capacidades de dirección y sumida en una carrera hacia ningún lugar. Joan es un extraño habitante de este magma en el que naufragan todos los proyectos creativos. La escuela misma ha experimentado un estancamiento manifiesto. Los depredadores de las cúpulas estatales matan lentamente, por estrangulamiento.  En los últimos tiempos la gente de la escuela se mostraba aliviada por la dirección de Joan. La respuesta parece inevitable: si la anaconda no es eficaz es reemplazada por la mamba negra.

La deriva en Andalucía del sistema político, los partidos, la administración y el sistema sanitario, se encuentra inscrita en el estancamiento. La reproducción de todas las estructuras se encuentra en estado de congelación. Lo peor es que las élites son secuencialmente peores que las anteriores, que son quienes les designan. La administración sanitaria andaluza se encuentra poblada por gestores centrados en los beneficios que pueden obtener en el espacio en el que se asientan las empresas que complementan la asistencia. Junto a ellos los obedientes cuyo juego consiste en mantenerse todo el tiempo que sea posible, trabajándose el siguiente destino. Los creativos se encuentran en  fuera de juego. He soñado con una reunión ficticia que presidía Verónica Pérez y estaba presente Joan. Cuando terminó esta preguntó a sus acólitos ¿quién es ese listillo?

Junto con este post reproduzco el del magma, en el que se hace un análisis más completo del entorno que ha hecho inevitable el cese de Joan. También un mensaje de apoyo personal y una recomendación: Existen múltiples antídotos para las mordeduras, lo peor es que todavía no se ha avanzado en las soluciones para abrazos no deseados. Yo te envío uno cordial.

martes, 26 de septiembre de 2017

LA NOCHE BLANCA (O NEGRA) DE LOS PRECARIZADOS



El final del verano y el comienzo del curso visibiliza los movimientos de los trabajadores precarizados, que se asemejan a las migraciones temporales de las aves. La feria y la subasta de los currículum, dicta el destino temporal de una gran masa de profesores, investigadores, becarios y aspirantes a esa condición.  También en la hostelería y las industrias de ocio comienza un nuevo ciclo en el que se reposicionan las huestes de los trabajadores rotantes en espera de la temporada de invierno. Los aeropuertos y las estaciones de trenes y autobuses son testigos de los movimientos silenciosos de los que vienen y van a los empleos temporales haciendo de la discreción una virtud.

La precarización es uno de los fundamentos imprescindibles de una sociedad neoliberal avanzada. Esta facilita la drástica disminución de los costes salariales y de las cotizaciones al nuevo estado securitario, pero sus efectos políticos suponen la disgregación de la base social de la izquierda clásica, así como la instauración de un proceso efectivo de disciplinamiento dotado de formas aparentemente amables. Pero la gran aportación de la precarización radica en la cancelación del conflicto capital-trabajo, que se disuelve con el nuevo principio de realidad que instituye, del que resulta un incremento del poder de las empresas frente a las huestes dispersas del trabajo.

El avance triunfal de la precarización opera un milagro portentoso. En tanto que las condiciones salariales y de trabajo empeoran sustancial e incrementalmente, estas no generan un conflicto abierto. La gran masa de trabajadores precarios carece de un escenario físico en el que tenga lugar una confrontación que ofrezca oportunidades de mejorar sus condiciones. La  población precarizada fluye incesantemente mediante la movilidad permanente, de modo que flota sobre lo social sin asentarse en ningún lugar. Las relaciones con los demás de cada cual son tan provisionales y sucesivas, que convierten al sujeto precarizado en un fluido carente de asentamiento.

El proceso de deprivación espacial resultante de la rotación sin fin de los precarios se complementa con la eficacia de los dispositivos de conformación de subjetividades nómadas adecuadas a las del largo viaje laboral. Estas disuelven los elementos estables de la identidad para otorgar centralidad a referencias referenciadas en el consumo, que se suceden mediante metamorfosis sucesivas que conforman un ser social determinado por su viaje sin fin en el que los otros son siempre provisionales.

De este modo, los precarizados constituyen una población cuantiosa que carece de voz en las instituciones que conforman el sistema. La ausencia de sus propias enunciaciones se sustituye por la voz de todos los grupos de interés que hablan en su nombre. Este es el peor aspecto de la desdicha precaria. Son invocados por todos los comensales beneficiarios del mercado de trabajo y las instituciones centrales. El silencio precario contrasta con los sonidos emitidos en su nombre por los políticos, empresarios, sindicalistas, periodistas, expertos y otras gentes de bien asentadas y con capacidades de hacer valer sus intereses en el sistema político.

De este silencio resulta la conversión de la precarización y sus víctimas en una masa de datos que puede inscribirse en cualquier discurso y adquirir cualesquiera significación en función de los intereses del emisor del discurso. Esta masa inerte puede ser administrada desde los diferentes supuestos y sentidos que detentan los distintos cocineros que la manejan. La manipulación puede llegar a niveles cósmicos en ausencia discursiva de los afectados. Los casos del turismo o el trabajo inmaterial son paradigmáticos. En el ágora institucional y mediática que generan, se encuentran ausentes. Así adquieren la condición de un efecto pasivo de la estructura laboral y social, que no llega a constituirse en un sujeto político autónomo. 

El conflicto precario no se encuentra constituido. En estas condiciones, los precarizados desarrollan subjetividades adaptadas a su estado de fluidez. El principal mecanismo mental consiste en la negación interna de su condición y el control del sufrimiento que suscita. Este se complementa con un distanciamiento subjetivo de lo político y lo social. Así se configura un estado personal de suspensión de lo colectivo. La vida personal, entendida como la sucesión de eventos cotidianos, neutraliza lo político-social, contribuyendo a una estabilidad personal asociada a la espera de la oportunidad que lo reconstituya como sujeto social asentado.

La ausencia de discursos y prácticas derivadas de la condición precaria constituye a sus titulares como un paradigma de la obediencia en las sociedades neoliberales avanzadas. Así, no se pueden percibir señales de rencor o de estados de expectación que generen aspiraciones compartidas. No, cada uno sufre en silencio su condena en espera de una redención rigurosamente individualizada. En los escasos episodios de disentimiento, adquieren protagonismo abogados, profesores y otros agentes testigos de esta situación. Estos son letrados defensores de un colectivo que rechaza participar en su propia inserción en el sistema político.

Pero lo peor es que, en la izquierda política -la vieja, la nueva y la de siempre- que inscribe la precariedad en su agenda política confiriéndole un protagonismo, muestra su incapacidad de otorgarle un tratamiento en términos de acción política efectiva. Así, los métodos de acción, las movilizaciones y las comunicaciones que se proponen mantienen los códigos del siglo XIX, confiriendo a la vanguardia un papel providencial como guía de la masa encuadrada verticalmente. Es verdaderamente patético contemplar a los activistas en los conflictos. Sus prácticas remiten al marxismo-leninismo puro y duro de mediados del siglo pasado, disfrazado ahora con la retórica de lo común. La distancia entre las metodologías y contenidos propuestos desde la izquierda y las subjetividades de los precarizados es abismal.

Por esta razón, ya que no parece posible en lo inmediato la materialización del conflicto subyacente de la precarización, que solo es posible mediante la emergencia de un nuevo movimiento social autónomo, se puede imaginar la instauración de una fiesta constituyente del colectivo. Al igual que desde los ámbitos de la cultura o el consumo se han instituido en los últimos años distintas variedades de “noches blancas”, en la que los públicos son convocados a acudir a la calle, se puede reciclar esta idea convocando a los precarizados.

Una fiesta es un acontecimiento social que reconstituye al colectivo convocado y establece una frontera diáfana con el exterior. Recuerdo las fiestas de principios de los noventa convocadas por los estudiantes cuando concluye el tiempo de exámenes. Esta es una práctica que sobrevive a día de hoy. En estos eventos sociales subyace un resarcimiento con respecto al sistema universitario. El desvarío, en distintos grados, así como la ironía, se hacen presentes subrepticiamente, representando una réplica subterránea al sistema. Recuerdo los primeros años en los que un pub de Granada invitaba a una copa a quien acreditase un suspenso. Los acumuladores de suspensos, que entonces se comunicaban mediante papeletas, competían en un clima eufórico, en el que los rituales compartidos expresaban los malestares.

Soy consciente de que esto parece imposible en el presente. Así, los patronos múltiples de los precarizados y becarizados pueden mantener sus definiciones acerca de sus damnificados. En tanto que se mantenga la idea de que el sistema funciona así, y de que cada uno de los perjudicados tiene la posibilidad de una salida, el conflicto es neutralizado. De este modo se reproduce la sagrada institución de la precariedad, que se sostiene sobre la idea de que la precarización es necesaria, en tanto que aumenta la eficacia y la eficiencia. Así se impone la idea semioculta que sustenta la precarización. Esta se sostiene sobre el precepto de que es imprescindible que alguien se sacrifique para que funcione bien el sistema. Esta cultura sacrificial gobierna las sociedades neoliberales del presente. Ni siquiera genera réplicas nocturnas revestidas de humores en los afectados. 

El problema es que los sacrificados son siempre los mismos: los nuevos aspirantes procedentes de la educación y los desechados acumulados en las sucesivas adscripciones a puestos de trabajo temporal. Por eso ironizo en este post con la noche blanca o negra de los precarizados. En cualquier caso, la metáfora de la noche es imprescindible. Es en otro tiempo en el que puede generarse una respuesta. La reproducción aproblemática de la precariedad y la conversión de los sacrificados en una masa de datos con la que comercian los actores del sistema político, económico y mediático, puede subsistir con la condición de su complicidad. En este caso se confirma el precepto de Allan Watts de que “donde no hay visión, la gente perece”.

jueves, 21 de septiembre de 2017

CESAREA EVORA Y LA EVOCACIÓN COLONIAL

Los sucesos de Cataluña reavivan mis recuerdos y rescatan ideas extraviadas que se encuentran en la periferia de mi esquema referencial. Una de ellas es el colonialismo y su aparente disipación en la conciencia colectiva. Pero este no ha muerto, sino que se ha adaptado al nuevo entorno histórico, adoptando el estatuto de palabras tales como capitalismo o comunismo, que nadie quiere mencionar. Cuando alguien lo hace se genera un inquietante vacío que denota que se ha roto un extraño contrato lingüístico. Esta es la razón por la que en todas las crisis reaparecen estas palabras -colonialismo, descolonización y otras similares- en mi mente. Que nadie interprete que afirmo que el problema catalán es un asunto de colonialismo, pero uno de sus aspectos, el manejo de una población mediante la aplicación de varias técnicas combinadas, se hace manifiesto recordando aquellas situaciones. El pasado nunca desaparece totalmente.

Este video es un documento imprescindible para enmarcar la música y la sociedad que vive Cesaria Évora, así como la complejidad del personaje y su entorno vital, que exhibe sus pies desnudos como símbolo de la memoria de su pasado colonial. Desde los años ochenta es beneficiaria de un mercado formado por muchos de sus antiguos patronos. Altamente recomendable.



domingo, 17 de septiembre de 2017

CATALUÑA: CONCURRENCIA DE DESVARÍOS JURÍDICOS

La confrontación catalana evidencia la magnitud del deterioro de las instituciones políticas nacidas el 78. Se trata de una crisis tan intensa que denota un colapso en la capacidad de conocer y actuar de las élites políticas. Más allá del gobierno de Rajoy, aquellos partidos que se denominan como constitucionalistas, así como sus tecnocracias expertas y sus escoltas mediáticos, muestran impúdicamente el desplome de su inteligencia, que queda sepultada bajo un alud de ideas y representaciones caducadas. El resultado es que su composición del problema catalán es unidimensional, concentrado en la defensa de las normas legales vigentes. Así se privilegia un enfoque jurídico que, aislado de otras dimensiones de las realidades que componen el problema, se evidencia como un desvarío colosal que sepulta  la inteligencia.

Si el estado, uno de los componentes del conflicto, mantiene una visión mutilada por la sobrerrepresentación de lo jurídico, sus oponentes hacen gala de su déficit de inteligencia. Su posición se funda en  obtener una ruptura institucional con independencia de la cuantía de sus apoyos sociales, lo que implica la cancelación de su propia voluntad de conquistar una mayoría que respalde sus objetivos.  Su estrategia consiste en acelerar una ruptura que tenga como consecuencia la represión del estado, de la que se espera el rédito de apoyos derivado de la generalización de la misma. Esta dinámica cristaliza en un referéndum amputado, que se inscribe en el campo de la ficción.

En este conflicto dotado de una lógica fatal, ambas partes han renunciado a obtener apoyos más allá de sus propias huestes. De este modo, la idea de la consulta, a la que se supone como un proceso de decisión, hace manifiesto la ausencia de la deliberación,  en tanto que la finalidad de conseguir adhesiones determina una estrategia de encuadrar a sus incondicionales. Los soberanistas catalanes movilizan sus bases en un desafío abierto en espera de que el estado, dirigido por el aparato gerontocrático-jurídico, haga el trabajo de conseguir la adhesión de los sectores de población no definidos explícitamente.

En las conversaciones públicas que tienen lugar en las televisiones y en las redes, se exhibe sin complejos la ausencia de realismo y de inteligencia característicos del declive inexorable del sistema político menguante. Los contenidos se agotan en el cumplimiento de la ley, alimentando la desinteligencia que reaviva el autoritarismo subyacente. Los políticos y autoridades judiciales gerontocráticas filtran sus amenazas y desentierran los modos autoritarios del pasado que parecían haberse disuelto. Algunos documentos audiovisuales desvelan el origen del régimen del 78, que sobrevive en las mentes de la mayoría de los actores. Las televisiones de la derecha proporcionan un catálogo de gestos y discursos de no pocos tertulianos, que remiten al comienzo de los años setenta.

El bochornoso espectáculo del parlamento catalán ilustra el déficit radical de recursos intelectivos de las fuerzas soberanistas. La renuncia de facto a ampliar su influencia y apoyos constituye un factor determinante de su estrategia parlamentaria de rodillo brutal. Así se asemejan a los usos parlamentarios del degenerado parlamento español de los últimos años de plomo. La cuestión estriba en conseguir una mayoría para imponerse contundentemente. Así se construye una restricción de gran envergadura en los modos de ejercer la política. En esa situación proliferan los mamporreros o los semiodiputados capaces de movilizar mediante el humor corrosivo al adversario.

La visión centrada en lo jurídico-judicial constituye una mirada distorsionada sobre la realidad. Parece obvio que el dispositivo normativo ha quedado caduco y genera un alto nivel de desafección. Las normas representan el nivel más estático de una realidad. La dinámica política y social supera la situación que las generó. El resultado es la aparición de tensiones, que tienden a crecer cuando se incrementa la distancia entre la realidad social total y la normativa. La única solución posible es modificar las normas. De lo contrario el conflicto político con los insumisos tiende a adoptar formas explosivas.

Un ejemplo de la monumental crisis de conocimiento propia de esta situación radica en las discusiones bizantinas de los tertulianos y expertos acerca de las actuaciones policiales. Se hacen pronósticos acerca del comportamiento de los policías el 1 O. Estos remiten a la falsa idea de una situación normal. Pero el día 1 de octubre no es una situación ordinaria. Si los soberanistas movilizan sus bases sociales, un pequeño grupo de mozos de esquadra tendrá que actuar frente a un contingente numeroso de gentes en situación de desobediencia activa, estimuladas por la prohibición, que es un factor generador de espíritus épicos. En situaciones así es probable que no pocos miembros de todas las policías renuncien a actuar escalando su fuerza.

Es verdaderamente patético contemplar cómo ideas del pasado autoritario rebrotan y salen a la superficie explícitamente. No sé si los lectores imaginan lo que supone detener a 750 alcaldes. Eso sí que es ayudar a la causa soberanista. En poblaciones pequeñas es una garantía de cohesión. En alguna conversación personal con gentes que entienden que la legalidad es algo pétreo e inamovible los he irritado recordando que la Cataluña de hoy no es el Marruecos colonial que sustenta el inconsciente político de la derecha y parte de la izquierda. Cuando la ley es vulnerada masivamente la policía se encuentra neutralizada y cualquier actuación tiende a una eficacia cero o a generar un rechazo mayor.

Recuerdo hace algunos años en Granada la primera edición de la fiesta de la primavera. Esta fue convocada espontáneamente por grupos de jóvenes. Concurrieron decenas de miles de personas y la situación de estado de ebriedad común desbordó el dispositivo policial, alarmando a las élites convencionales de la ciudad. La segunda edición congregó de nuevo a una gran cantidad de jóvenes. La policía municipal, estimulada por gentes jurídico-centristas, como las que ahora comparecen en todas partes, actuó contundentemente. La fiesta terminó con violencias de alto voltaje, así como con detenidos y heridos. Dos agentes fueron condenados en los tribunales  por abuso de autoridad y lesiones. En los años siguientes la fiesta se celebra sin convocantes responsables ni requisitos administrativos.

El aspecto más negativo de la crisis catalana radica en la activación de la memoria de la derecha, que hace revivir las presunciones subyacentes que conforman su imaginario perpetuo. La victoria en la guerra civil inspira las premisas que se encuentran presentes. Pero ahora no se trata de generar un conflicto que termine con el adversario. Esto no puede concluir con un bando que rece así “En el día de hoy, cautivas y desarmadas las huestes separatistas, el estado nacional ha alcanzado sus últimos objetivos”.  La solución autoritaria implica un escalamiento que multiplica las oposiciones.

Pero el factor más problemático resulta de que el desvarío de los soberanistas catalanes desconcierta a no pocos sectores ilustrados y de izquierda, tanto en Cataluña como en España. La naturaleza del proyecto es prístina. La actuación del parlamento que avasalla la oposición es premonitoria de la ignorancia de la cuantiosa población catalana que no apoya su proyecto. No quiero ni siquiera pensar qué puede suceder si la independencia se consuma en estas condiciones. Sería inevitable una nueva versión de un autoritarismo sostenido. Las ficciones jurídicas detentadas por los nacionalistas, basadas en la premisa de que pilotan un gobierno legal salido de unas elecciones, conducen a la confrontación de entelequias jurídicas. Esta es la naturaleza de un conflicto en el que ambas partes son débiles, en tanto que sus proyectos son inviables e incompletos. En una situación así proliferan las emociones colectivas, los heroísmos de hazañas bélicas, los líderes primitivos y los definidos por la acción en detrimento de la reflexión. Mal asunto.


martes, 12 de septiembre de 2017

APOTEOSIS VETERINARIA



                                                                    TOTAS


Los animales domésticos se multiplican en las sociedades urbanas del presente. Estos son liberados de sus funciones convencionales de guarda y trabajo para configurarse como un miembro relevante de las estructuras familiares y convivenciales que resultan de los procesos de urbanización. De este modo, su nuevo papel  modifica su estatuto convencional. Ahora representan prótesis afectivas no sujetas a condiciones, constituyendo así una excepción en las estructuras de la vida íntima, al tiempo que su comportamiento se caracteriza por su estabilidad. El mundo privado-individual, tan sometido a las tensiones de la reestructuración permanente de los afectos y las relaciones, compensa la inestabilidad perpetua con la presencia de los animales domésticos, constituidos en una realidad protegida de los cambios.

Aquí radica la explicación de su multiplicación y adquisición de la condición de compañero-consumidor. El resultado es la expansión acelerada de un mercado para satisfacer la demanda incremental. Como todos los mercados en el capitalismo de consumo, la oferta excede la demanda y la estimula y conquista mediante la emulación intensiva fundada en la comunicación. La iconosfera se puebla de imágenes, narrativas y sonidos protagonizados por los nuevos animales-consumidores, ahora clientes del sofisticado e innovador mercado para los mismos. Para su desarrollo es preciso estimular la segmentación, que anima las diferencias entre los distintos segmentos que terminan por competir para mejorar la clasificación en el mercado.

El proceso de configuración del mercado de los animales domésticos confiere un papel hegemónico a la salud. La atención veterinaria se expanden vertiginosamente, generando carteras de servicios diferenciadas y sofisticadas. La paradoja de la expansión veterinaria radica en que adopta el modelo médico, pero, en algunos aspectos fundamentales lo supera y deviene en paradigma para este. La causa principal de la carrera de los cuidados veterinarios estriba en que sus pacientes no son seres hablantes. De este modo es más fácil escamotear el mito de las decisiones compartidas. El profesional actúa aquí sin contrapesos, constituyendo el modelo ideal de la clínica centrada en lo biológico y desprovista  de subjetividades.

Pero la atención veterinaria, al igual que la médica, se acompaña de una industria asociada al diagnóstico y tratamiento de estos pacientes singulares, que se complementa con otra fundada en sus necesidades fisiológicas. La más importante es la de la alimentación. De esta expansión resulta una ventaja respecto a los humanoides: esta es la sencilla imposición de la definición de la alimentación misma, que minimiza el sentido del gusto, que se subordina a la composición de los alimentos definidos como combinación de nutrientes. De este modo se priva a estos distinguidos clientes de la elección. Así son condenados a consumir el mismo pienso industrial durante parte de su vida, siendo privados de su facultad de elegir. La configuración de una industria tan poderosa como la de los piensos termina negando su propia identidad-salud, mediante el desarrollo de un poderoso mercado de “premios” y alimentos húmedos, en los que el gusto es recuperado y rehabilitado.

Mi propia vida me ha brindado la posibilidad de ser testigo de este formidable proceso de modernización animal. Hasta los años setenta los perros y gatos domésticos comían las sobras. Sus visitas al veterinario se restringían a las heridas u otros accidentes. En esos años comienza el mercado mediante la generalización de un arroz partido barato que se cocinaba para los canes. También los primeros piensos que tenían el aspecto de piedras recubiertas de lodo. En las décadas siguientes los propietarios fueron evangelizados en el discurso de la salud perfecta derivada de una alimentación equilibrada y completa que garantizaban los piensos.

En los últimos años los piensos han seguido el camino de los productos lácteos, diversificándose para segmentos diferenciados de consumidores. Así los piensos para cachorros, para mayores, para  animales con gran actividad física, bajos en calorías y otras categorías que conforman este peculiar supermercado. La señal más importante del exceso de medicalización-veterinarización fue cuando en una consulta, me recomendaron un pienso nuevo especial para perras castradas. El precio era desorbitante para tan nutrida población de animales domésticas. En los últimos tiempos han aparecido los piensos compuestos por pescados –atún, salmón y otros- que garantizan la protección del fantasma del colesterol, que se asienta sobre las poblaciones caninas y felinas.

En mis tormentosos encuentros con el dispositivo veterinario reina la incomunicación, al igual que con las divisiones medicalizadas humanas. Cualquier consulta comienza ritualmente con el pesaje del animal-víctima. Cuando me advierte que tiene un ligero sobrepeso y me pregunta por la alimentación, se produce un desencuentro por mi respuesta. Le informo que mi perra hace dieta mediterránea, es decir, que come sobras de mi propia comida, pero, como no le gustan las legumbres y verduras, solo se come las sobras de la carne, el jamón o el pescado. Estos son administrados como tapas. Así mi perra come pienso mezclado con comida de sabor, a lo que hay que añadir las tapillas. 

Cualquier conversación sobre nutrición termina, como las mantenidas en el sistema de atención médica, en una confrontación de valores y sentidos. La nueva razón veterinaria puede resumirse en prolongarle la vida medida en años. Mi argumento es vivir lo más gozosamente posible cada día. La alimentación, entendida como el goce del gusto, forma parte de la vida de Totas (mi perra). En el curso de estos diálogos se ponen de manifiesto los enunciados básicos del sistema de atención veterinaria, que privilegian la salud mediante un conjunto de constricciones de la vida. Esta es definida como un conjunto de sacrificios que tienen como objeto la prolongación de la vida. Menos mal que no les digo que a Totas le gusta la cerveza. Lo he descubierto cuando en una ocasión se vertió en el suelo y tras olisquearla la bebió ávidamente. Desde entonces se sienta frente a mí cuando la bebo y me trasmite mediante su mirada la petición de un sorbo.

Ayer tuve una experiencia veterinaria fantástica. Resulta que ahora me encuentro en Madrid y he tenido que acudir a una clínica veterinaria para actualizar el microchip de Totas con la nueva dirección, porque el de Granada solo funciona en Andalucía y un cambio de residencia implica una gestión burocrática. Tuve que rellenar un formulario para inscribirla, que terminó en un modelo informatizado que se asemeja a los que cumplimentan los médicos y enfermeras para los atribulados humanoides enfermos. Así experimenté la última expansión del estado clínico, definido por Szasz como una instancia superior que define el bien y lo impone a sus agradecidos súbditos.  Mis ironías en la consulta también pasaron desapercibidas. Cuando fui preguntado por el origen respondí diciendo que habíamos entrado por Aranjuez, por la A4.

La gestión duró casi una hora y lo más relevante es que el profesional que cumplimentaba el formulario, tras media hora de su comienzo, me preguntaba por el peso y los colores de mi perra. Su cuerpo había pasado desapercibido ante la prioridad del sagrado sistema de información, que define al estado clínico de la era post-Szasz. La verdad es que las clínicas veterinarias han modificado su espacio, de modo que los ordenadores han adquirido una centralidad creciente. Así su trayectoria se asemeja a los centros de salud. Este cambio tiene una relación incuestionable con la decadencia de la asistencia domiciliaria. Recientemente me visitó un empleado de la compañía de Gas Natural. Hizo su trabajo instalando el contador y todo terminó con un documento que imprimió allí mismo. La tecnología hizo el prodigio. En el caso de la asistencia en salud esta tiene lugar en las consultas en las que los ordenadores reinan. A estas se llega tras pasar por la recepción presidida por los ordenadores. En todos los casos mi cuerpo es subordinado a los datos que me identifican. Pero al menos el gas me lo hizo a domicilio.

Los misterios de la atención a la salud de los pacientes privados de la facultad de hablar. El margen de los terapeutas es mucho mayor en este caso. Lo paradójico es que en este formidable mercado no existen las encuestas de satisfacción del cliente. Además la cuestión público-privado queda atenuada. Solo se trata a los que tienen capacidad de comprar los servicios, los demás son exterminados. Nadie alude a las desigualdades. En estas condiciones se produce el ascenso de los veterinarios a los cielos del mercado.