miércoles, 16 de diciembre de 2015

APOTEOSIS DE LOS EFECTOS ESPECIALES EN LA ÚLTIMA VERSIÓN (ELECTORAL) DE KING KONG

La campaña electoral que tiene lugar ante nuestros sentidos es un acontecimiento postmediático en la que los efectos especiales alcanzan la apoteosis en detrimento del guion. Las técnicas audiovisuales que producen composiciones visuales, efectos ópticos múltiples, sonidos inéditos y entornos donde los candidatos realizan sus representaciones, son dominantes como en el cine de última generación. El relato que aquí y ahora se pone en escena viene a ser semejante al de la célebre película de King Kong, en la versión de Peter Jackson de 2005, en la que la tecnología permite componer escenarios y secuencias insólitas sin renovar el argumento. En estos días las fuerzas políticas se conjuran para abatir al King Kong local, que desde el gobierno ha arrasado el estado y la sociedad en los últimos cuatro años.

Pero el dominio de los efectos especiales, que reconstituye los llamados debates como acontecimientos mediáticos totales, relega el papel desempeñado por las ideas. La explosión de las iconografías sustentadas en las tecnologías transforma a los votantes en una audiencia sobre la que todas las opciones despliegan sus seducciones en forma de espectáculo. De esta forma las propuestas son investidas de magia mediática facturada en las fábricas de fantasías electorales, que en los últimos años progresa a una velocidad de vértigo. Los programas, las propuestas, las comunicaciones y los falsos debates son convertidos en escenificaciones, tramoyas, juegos visuales y seducciones sofisticadas. Así se instaura un estado de excepción político, en el que es crucial la transfiguración partidaria para maximizar los apoyos en los juegos entre semiologías rivales.

La apoteosis de los efectos especiales no quiere decir que desaparezcan los programas. Por el contrario estos son objeto de tratamiento por distintas clases de expertos, cuyo efecto es la configuración de una extraña presión a la uniformidad. Quien trascienda  los límites de los dictámenes expertos es sancionado severamente. Los especialistas en los distintos campos que desmenuzan los programas en partes dotadas de autonomía, se sobreponen a la diferencia y penalizan a quien se atreva a pensar más allá de sus fronteras. La fusión de los expertos y los medios constituye una presión formidable que nadie puede resistir. De este modo las controversias pierden interés. Todos se subordinan a los dictámenes de los especialistas y las discusiones devienen en la vigilancia de posibles incumplidores o presuntas áreas ocultas. Así, los candidatos son subordinados a los verdaderos influyentes, que son los intermediarios mediáticos. En este medio es imposible abatir a King Kong, que se presenta investido de una máscara entrañable, prodigando ternura a la doncella que porta en su mano.

Es así como se constituye el imperio de los efectos especiales donde impera la ficción. Las maquinarias semiológicas construyen una versión de la realidad completamente diferente. El precepto fundamental de esta factoría es la ocultación de los penalizados por la gran reestructuración histórica en curso, de signo neoliberal. La homologación de todos en la categoría de ciudadanos disuelve las diferencias sociales y esconde la especificidad de los sectores vulnerables. Así estos son denegados mediante la falacia de la ciudadanía única. Sus realidades no se hacen presentes en los discursos y sus necesidades son fragmentadas, siendo asignadas en los programas y los juegos dialógicos a los expertos sectoriales. Así se elude el problema de la ausencia de voz.

Porque en los juegos electorales se apela a la ciudadanía como condición sublime. Pero esta es laminada mediante la acción de poderosos dispositivos. Así la precarización salvaje que erosiona radicalmente la autonomía de las personas convirtiéndolas en sujetos débiles en dependencia permanente. La centralidad del consumo que refuerza la escalada de las necesidades. De esta deriva la multiplicación del endeudamiento. El tipo de persona resultante de esta situación incrementa el sentimiento de inseguridad que resuelve mediante la mediatización, entendida como la nueva subordinación a los guías mediáticos, que alivian su desamparo y le ofrecen un escenario de futuro esperanzador.

Este es el escenario en el que los electores son convertidos en espectadores tutelados por los expertos y los animadores mediáticos que ponen en escena el argumento de que se asiste a un juego en el que el ciudadano racional decide mediante la adquisición de información y reflexión. Pero la verdad es que la campaña se funda en el supuesto de la espiral del silencio formulado por Noëlle Newmann. Esta explica las conductas mediante la adhesión a la opción triunfadora, representada en la vida cotidiana en las opiniones las personas que le rodean. Así, los expertos de las necesidades desmenuzadas inciden en sus programas y las maquinarias demoscópicas de conducción de la opinión pública señalan las opciones triunfadoras para advertir a los desconcertados acerca de los riesgos de convertirse en sujetos aislados. Esta es una formidable operación de uniformización colectiva. Así King Kong se presenta como el representante de la sensatez, del sentido común y de la normalidad, en contraposición con sus excéntricos cazadores.

Pero en tanto que se mantiene la narración del sujeto racional que decide, las maquinarias partidarias despliegan un repertorio de seducciones iconográficas en las pantallas. En estas se repiten varias ideas sencillas que se respaldan por argumentarios que refuercen la marca, siguiendo la pauta comercial establecida. Las fotografías y los videos se referencian en un conjunto de frases que se multiplican mediante reiteraciones infinitas que saturan al receptor. De ahí resulta una realidad en la que parece imposible hacer distinciones y matizaciones. En la misma solo se encuentran confortables los incondicionales que se involucran en los juegos de rivalidades, que en la mayoría de las ocasiones reproducen el duelo entre la coca cola y la Pepsi.

En este mundo irreal generado por los aparatos partidarios se difuminan los perjudicados por King Kong. Este ha destruido una parte de sus trabajos, de sus viviendas, de sus territorios y de sus esperanzas. Sus andanzas impunes han generado un estado de miedo al gigante, que ha terminado en la asunción de la inevitabilidad de convivir con él. Por eso los efectos especiales crean un mundo invertido en el que las víctimas son seducidas para ser convertidas en electores. Así se configura una excepción, un día de asueto en el que es posible imaginar que Kong ya no está. Pero el día 21 se hará presente de nuevo encarnado en el complejo de lo posible, que conforman los expertos autorreferenciales en economía y gobernabilidad junto a los portavoces mediáticos erigidos en la última conciencia colectiva.

Antes de que aparezcan sus disertaciones y sus pizarras puedo soñar que Rato, Blesa y sus múltiples acompañantes pueden perder el domingo. Pero en las últimas elecciones andaluzas, después de la campaña en la que la corrupción fue tratada en este peculiar mundo de los efectos especiales, su incidencia en los resultados fue muy modesta. Pero en la semana siguiente a la jornada electoral tuvieron lugar redadas de numerosos empresarios y miembros de la administración involucrados en los falsos cursos de formación. Nadie comentó nada al respecto, porque se entendía fuera del mundo de los efectos especiales de la campaña  que había concluido.

En el torrente de imágenes y sonidos que me rodea estos días pienso en los jóvenes expulsados, a los que se niega el voto mediante la perversa formula del “voto rogado”. Así se instaura una confiscación de la movilidad social generacional. Los descendientes de los trabajadores son bloqueados en sus trayectorias profesionales en una paradójica devaluación de la formación. Esta penalización se difumina en el alegre mundo de las comunicaciones electorales. Me pregunto acerca de si podré vivir en un mundo en el que no esté este letal simio,  albergando la esperanza de no sufrir campañas en las que los contendientes me martilleen con la repetición de sus eslóganes y puestas en escena. King Kong  ¡vete ya¡

2 comentarios:

  1. Gracias Juan por el divertido y puntilloso post. Me gustaría hacerte una pregunta ¿Cuál es el papel de Iñaki Gabilondo? Esperemos que no sea una nueva Victoria prego, se espera más de él, pero es un tipo que requiere de coordenadas críticas, tiene capacidad, arrastra a generaciones, pero me descuadra.

    http://cadenaser.com/programa/2015/12/16/hoy_por_hoy/1450251532_231437.html

    Mariano

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  2. Gracias por tu comentario Mariano. De Iñaki Gabilondo tengo buena opinión. Ha sido capaz de percibir las señales de cambio de época, cosa no frecuente en su entorno. También ha acreditado una independencia que le sitúa como una excepción en su grupo de comunicación. Creo que ocupa un espacio en el vacio pavoroso que dejan los antiguos intelectuales. Estos callan ante los acontecimientos críticos, siendo reemplazados por los expertos. Este es el territorio que le confiere la virtud de desempeñar el papel de referencia.
    No creo que pretenda asemejarse a la Prego de los años ochenta ni las empresas de comunicación se lo van a permitir. Si fuera amigo mio le diria que pensase acerca de si hubiese sido posible mantener su posición actual con el viejo Polanco al frente de la empresa. Mi respuesta es no.
    Saludos

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