domingo, 19 de octubre de 2014

LA TRATA DE BECARIOS





El becario es una figura social definida por sus ambivalencias. Su estatuto nunca ha estado regulado de modo similar al del trabajo en el fordismo- keynesianismo. Así se configura un área gris entre las funciones de formación y las tareas desempeñadas para sus supervisores institucionales. También es muy influyente la temporalidad, en tanto que su condición es de provisionalidad, en un tiempo que concluye con un desenlace final de este periodo de preparación. Estos factores determinan su estatuto de subordinación severa, que reduce su autonomía personal y le configura como un sujeto creador de las artes menores de la obediencia, y de su inseparable resistencia silenciosa, generada  en ese largo intervalo de espera.

 Pero los cambios múltiples acaecidos en los últimos treinta años afectan a la condición de becario. Ahora se trata de un colectivo cada vez más numeroso y diversificado, desempeñando funciones productivas en la producción inmaterial, circulando por la trama global de organizaciones de producción de conocimiento, ampliando su tiempo de tránsito, así como afectado por una incertidumbre creciente en la salida de este laberinto. Por eso utilizo la metáfora de las tratas de personas, que son eventos en los que las distintas poblaciones  involucradas,  son reclutadas, desplazadas territorialmente y explotadas en actividades en las que las fronteras de la autonomía individual se encuentran difuminadas.

El becario de investigación era una figura con arraigo local en el tiempo antecedente.  Era reclutado por el departamento universitario  que le programaba tareas de formación y de colaboración subordinada en las actividades de la investigación del mismo. Así acumulaba los méritos imprescindibles para acceder a una plaza, a la que contribuían sus formadores mediante la movilización de su capital académico, generado en las transacciones de los tribunales de la especialidad. Su estatuto se deriva de este pacto implícito de tiempo de formación dirigida y disponibilidad cien por cien a los requerimientos del departamento. Esta es la situación que produce la servidumbre necesaria para conquistar la autonomía, asociada al ingreso en el grupo, que a su vez  proporciona el acceso al patronazgo de algún nuevo becario. Se trataba de una forma de pacto temporal, en tanto que el becario era casi una propiedad de su señor o señores durante unos años, tras los que obtenía el estatuto de miembro de pleno derecho del grupo.

La figura del becario está siendo modificada por el advenimiento de la producción inmaterial, las nuevas tecnologías de la información y la globalización, que reconfiguran y transforman sustancialmente el trabajo cognitivo, las organizaciones productoras del conocimiento y las relaciones entre estas y las empresas. Esta nueva red global de vínculos entre universidades, centros de investigación, agencias gubernamentales y empresas, es la que constituye el soporte en la que se produce la trata de becarios. La novedad fundamental estriba en la movilidad. En esta trama circulan contingentes de becarios que configuran diferentes trayectorias. Una parte de los mismos consigue arraigarse en un nodo de esta red, propiciado por su trayectoria ascendente. Otros sectores quedan bloqueados en el viaje, teniendo que abandonar  o retroceder a alguna de las estaciones anteriores en busca de refugio.

En la nueva situación, se multiplican las situaciones diferenciadas  de los becarios, parte de los cuales presta servicios directamente a las empresas. El becario es un nuevo ser social cuyo período de formación y subordinación se realiza en una rotación por distintos destinos. Así pierde su condición de semipropiedad provisional del grupo que lo reclutaba, programaba y después lo promocionaba. Ahora es un ser que rota por un entramado, sin ser propiedad de nadie específico. Es parte de un flujo humano que alimenta las organizaciones que lo componen. Su identidad es su currículum y su capital relacional. Así, es un ser condenado a la obediencia a señores indeterminados, que se encuentran liberados de cualquier compromiso contractual.

En esta nueva situación comparece un elemento  novedoso, como es el desenlace, ahora más incierto que con anterioridad. El período de acumular méritos y relaciones no tiene ninguna contrapartida segura. El futuro es más que incierto para ese contingente creciente de personas que producen la base del trabajo cognitivo, que abarata desmesuradamente sus costes. La experiencia becaria se constituye en el modelo del trabajo inmaterial y cognitivo, que en todos los ámbitos sigue el curso de la desregulación. La paradoja del becario estriba en esta inversión de tendencias que lo sitúan como modelo de normalidad.

Así se produce  la convergencia entre trabajadores cognitivos y becarios en el nuevo estatuto de la precarización. Esta es la base sobre la que se articula el nuevo capitalismo cognitivo, que reconfigura el trabajo inmaterial. En este contexto el becario representa el nuevo y universal dictado de la educación para la precariedad, entendida más allá del vínculo contractual.  Esta afecta a las relaciones con sus iguales, manifiestamente  precarios por la competencia obligatoria  y por las trayectorias divergentes. Cada becario pasa poco tiempo en una estación para llegar a la siguiente, en donde se desempeña con nuevos iguales en disputa por la posibilidad de que alguno pueda arraigarse allí.

Pero lo más paradójico es que el becario deviene en el modelo para todos los trabajadores conformando un proceso de becarización del trabajo. Todos tienen que asumir el modelo de empresario de sí mismo, emprendedor y protagonista de su trayectoria profesional sin final. Así se conforma un ser social desarraigado, que asume que lo importante es su próximo destino individual. En sus tránsitos por la red global de producción del conocimiento carece de raíces y su sistema de relaciones es débil, de modo que acentúa su condición de fragilidad y de indefensión aprendida.

Así se explica la ausencia de conflictos específicos cuando las condiciones se endurecen y se producen retrocesos. La consideración de beneficiario preside la interpretación de la relación entre lo que aporta y lo que recibe. Un colectivo así no produce un imaginario favorable a sus intereses ni una acción colectiva que modifique la balanza.  La aparición de la idea de entender la dotación de la beca como un préstamo a devolver, es muy elocuente. De este modo la expansión de los becarios, al no cristalizar en un sujeto colectivo, termina configurando un nuevo mercado de préstamos financieros.

Las condiciones de rotación por distintas organizaciones aumentan  el riesgo de ser expropiado de su propia aportación. En la etapa anterior, esta expropiación se podía producir, pero con una contrapartida tan importante como es la obtención de un destino arraigado. En las condiciones actuales un becario es requerido a crear, aportar, colaborar y producir un valor añadido, que implica entregarse a la organización que lo acoge provisionalmente.  Todos estos requerimientos desmesurados a cambio de muy poco. Son las empresas o las organizaciones de investigación las beneficiarias de estas aportaciones que pueden minimizar la autoría del becario. Así se constituye el umbral de una proletarización de los becarios. Aquí radica uno de los elementos que generan condiciones para nuevos  conflictos en el capitalismo cognitivo.

Sin posibilidad de constituir una voz mediante su interpretación de la relación entre lo que recibe en términos de formación y experiencia y lo que aporta en cuanto a funciones desempeñadas, es inevitable que la traducción de su contribución a su currículum  sea realizado mediante las categorías de las organizaciones, que en muchos casos son manifiestamente distorsionantes. El efecto de esta situación es la formación de bases de datos gestionadas por las tecnocracias educativas y las agencias, que constituyen el núcleo duro de este sistema de gestión de poblaciones cualificadas. Estas son disciplinadas y encauzadas por los formularios y los esquemas elaborados por las agencias.

Pero su alta cualificación no impide que sean constituidas como un grupo subordinado en el que convergen varios mercados. No es casual que uno de los sectores productivos más expansivos sea la formación ocupacional. Por eso la trata de becarios se expansiona para hacerse tan relevante. Los tiempos presentes son tan sorprendentes que no me extrañaría terminar escuchando el lema de “becarios del mundo uníos”.

Escribiendo este texto me he acordado del sociólogo  Maurizio Lazzarato, con el que tantas deudas tengo.

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