sábado, 5 de octubre de 2013

LOS TRAFICANTES DE DECIMALES

Los traficantes de decimales son las personas integrantes de las instituciones políticas y de gobierno en todos sus niveles, así como de los dispositivos expertos y de comunicación que los sustentan. Este conjunto de organizaciones, instituciones y medios de comunicación constituyen una comunidad de sentido autorreferencial, que conoce la realidad y decide según un sistema de representaciones que tiene su origen en las instituciones que desempeñan el gobierno del sistema-mundo. Este complejo institucional gobernante transmite a los votantes, constituidos en audiencias, su singular construcción de la realidad. En ese mundo intelectivamente constituido, es imposible pensar la sociedad fuera de las estrictas fronteras lingüísticas y conceptuales determinadas por el mismo. Así se refuerza el pensamiento único, que cierra el camino a cualquier alternativa.

El sistema de conocimiento producido en ese complejo institucional se sustenta en la idea central del crecimiento. Si se crece, se incrementa el consumo, se genera empleo y es posible sostener el sistema de protección social.  Sobre esta circularidad se constituye una frontera cognitiva infranqueable, que hace imposible cualquier indagación o problematización en el exterior de sus márgenes. Los efectos perversos de este déficit cognitivo del complejo institucional  imperante son patentes. La pobreza analítica,  la simplicidad y la construcción de un sentido común de baja definición, son las divisas de los intercambios en las instituciones representativas y sus terminales mediáticas. Nada imprevisto puede prosperar en ese medio saturado, tautológico y cerrado.

La racionalidad resultante del conjunto de representaciones producidas por el complejo institucional gobernante se articula sobre un supuesto fundamental: La realidad se puede reducir a un conjunto de indicadores que se miden en tiempos determinados, tales como trimestres o años. Pues bien, el significado de las magnitudes resultantes en cada medición, resulta de su comparación con el inmediatamente anterior. Este sistema de conocimiento y  valoración pierde la visión de los procesos y orienta el sistema de decisión y acción a la siguiente medición. Por eso me gusta designarlos como los traficantes de decimales, porque  actúan para compensar o mejorar los resultados en los intervalos temporales entre mediciones, que sólo pueden modificarse en decimales.

El efecto de este sistema cognitivo es que los acontecimientos son interpretados en función de su relación con las dos últimas mediciones. De este modo, el presente, reducido a este fugaz intervalo,  se deslocaliza de los procesos sociales de temporalidad mayor, en detrimento de su inteligibilidad, pues los eventos que lo conforman  no pueden entenderse extraídos de su contexto global y su devenir.

 En este sistema de conocimiento cerrado se constituye  un vacío temporal. Sólo el pasado es factible, y su mejor versión es utilizada por los contendientes que pujan en el interior del complejo de gobierno. El efecto más pernicioso  de la atemporalidad construida, radica en que el futuro sólo se puede entender como retorno del mejor pasado. El consenso se polariza en volver al crecimiento, que impulsa el incremento del consumo, los puestos de trabajo y la protección social. En este sistema de representaciones inertes no puede aparecer una idea de futuro capaz de impulsar proyectos y energías. En el veloz viaje hasta la siguiente medición, es impertinente pensar en otras perspectivas y dispersar los esfuerzos.

La ventaja de tal sistema de valoración y significación, es que favorece el avance del proceso hacia una sociedad neoliberal avanzada, haciendo opacos los macroprocesos intermedios. Así, en el eterno tránsito entre series de cifras, se disipan cuestiones tales como el cese de actividades productivas de la agricultura y la industria, la precarización intensiva de la población activa, el retroceso de la industria del cine y otras culturales, la proletarización de los profesionales de la información, de la educación y la investigación, el bajo perfil de las nuevas actividades económicas, o la configuración de élites empresariales de escasa productividad y capacidad.

Este sistema de conocimiento  crea un campo real, un sistema de preceptos compartidos que hace posible que, en un proceso de derrumbe de muchas actividades productivas y retroceso del estado, se pueda afirmar que las cosas van bien si se produce un incremento de los decimales en alguna de las magnitudes seleccionadas.  Sobre este sistema se construye la falacia de la recuperación, que no supone volver al  mítico escenario del pasado de la abundancia, sino sólo a uno de sus elementos: el crecimiento. Si crece la economía se produce la recuperación. Los pronósticos se expresan en decimales y las diferencias entre los contendientes en el complejo de gobierno también se expresan en decimales.

De estos supuestos y del modo de operar que resulta de los mismos, se construye una gran manipulación. Pero no sólo se trata de presentar una metamorfosis de la realidad, sino que se construye un sujeto receptor de la comunicación institucional y de sus terminales mediáticas, que se caracteriza por su desubicación del proceso histórico en el que se encuentra. En esta situación se refuerza la infantilización y la dependencia en términos que cuestionan el mismo progreso y anuncian el advenimiento de una nueva brujería mediática. El patético espectáculo de prohombres que se ofrecen a resolver los problemas mediante fórmulas simples, para retornar al orden del mejor pasado recordado, pone en escena las miserias de la modernidad española y su clase dirigente.

En este ecosistema intelectivo y comunicativo es imposible generar el mínimo de reflexión que requiere una alternativa, entendida en términos de un más allá de la vuelta a la abundancia de los tiempos de explosión de la construcción de edificios e infraestructuras. El no futuro es el resultado del sistema cognitivo imperante. Esta es la tragedia de la clase política, que pilota un viaje a ninguna parte, a una provincia periférica de la declinante región europea. La condena es movilizarse para el siguiente episodio de medición, en espera de que aparezca una décima que permita imaginar el retorno a ese pasado, reforzando el imaginario formateado por los expertos de lo positivo y facturado por la maquinaria mediática.

Sin posibilidad de pensar un proyecto que trascienda los límites del sistema conceptual de los traficantes de decimales, la crisis de liderazgo es inevitable, así como el bloqueo de las instituciones y la minimización de la inteligencia. Es imposible aportar a un sistema cerrado y bloqueado. Las terribles imágenes de las instituciones blindadas por las fuerzas de seguridad, primero el parlamento, después muchos ayuntamientos y ahora las universidades, remiten a la sordidez que adquieren los conflictos sociales en este medio en donde la inteligencia es extraña. Escribiendo esta entrada he recordado el libro de Chomsky “La (des) educación”.

No quiero terminar sin hacer una propuesta positiva. Propongo que las autoridades estatales de todos los niveles concierten con los empresarios el despido simultáneo de todas las personas que sea posible. Esta operación debe efectuarse inmediatamente antes de una de las mediciones, la EPA u otra. Inmediatamente después de esta, se vuelven a recontratar a todos los afectados. De este modo se fabricaría una gran ruptura devenida en milagro y convertida en mitología lista para ser empaquetada y puesta en escena.

No sé si se puede imaginar el efecto en términos de discursos políticos y su facturación en la maquinaria mediática. Sería “verdad” el crecimiento desmesurado de las cifras con respecto a la última medición. Los números  explotarían sobre los atemorizados receptores suscitando la ilusión del retorno al pasado. Pero se trataría de una ficción, una gran ficción, que es la divisa de este empobrecido sistema intelectivo que se sobrepone. En las siguientes mediciones sería inevitable el retorno a la miseria de los decimales. Además, los decimales se transformarían en unidades, debilitando la naturaleza y la identidad de los traficantes de decimales, que rigen las sociedades en el presente.






6 comentarios:

  1. El discurso de la izquierda está muerto, no tiene credibilidad alguna. La lógica del crecimiento impera y sus opuestos decrecentistas parecen propuestas marianas.

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  2. http://m.ivoox.com/comentario-javier-iglesias-08-10-2013-audios-mp3_rf_2428913_1.html

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  3. Añado éste correo e- que acabo de recibir, traficando con decimales, la existencia personal a través de nº.

    Que horrorrr, apagen ésta máquina que yo me bajo y me voy a la huerta de la vegaaaa.


    Jose,


    El Vicerrectorado para la Garantía de la Calidad, a través del Secretariado de Formación y Apoyo a la Calidad, comunica que el día 21 de octubre de 2013 se abre el plazo de inscripción de la actividad formativa dirigida al profesorado de la Universidad de Granada:



    ESTRATEGIAS PARA AUTOEVALUAR LA DOCENCIA UNIVERSITARIA. UN ENFOQUE DESDE LA UTILIZACIÓN DE HERRAMIENTAS INFORMATIZADAS DE ANÁLISIS DE DATOS CUANTITATIVO Y CUALITATIVO (2ª edición)



    El plazo permanecerá abierto hasta el día 25 de octubre de 2013



    Más información y solicitud de inscripción en:



    http://calidad.ugr.es/estrategias2013

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  4. gracias Jose. Lo había recibido y seleccionado en mi correo electrónico. La evaluación es la institución más importante del presente. Su buen funcionamiento exige que sus destinatarios asuman sus supuestos y se transformen en evaluadores de los otros y de sí mismos. Autoevaluación sí.

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  5. Ay Juan! Con tus verdades del barquero, como no volvamos a creer en Dios, no se, no se.

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  6. Agustín

    Las cosas que suenan mal en una época son un arma cargada de futuro. No creaís en los falsos dioses de la abundancia para la mayoría, que ejercieron en el pasado keynesiano. Los dioses del presente nos conducen al purgatorio a la mayoría.No nos queda otra que resignarnos, hacernos los tontos, fugarnos a otros mundos o terminar por creer en nosotros mismos.

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