domingo, 3 de marzo de 2013

EL EXCEDENTE

En una entrada anterior, aludía al descentramiento de la cosmovisión dominante en este tiempo, así como alguno de sus efectos. Cuando el esquema referencial desde el que se entiende el mundo es tan restrictivo y simplificador, muchos acontecimientos y procesos sociales quedan huérfanos de entendimiento, en tanto que no es posible su ubicación en unas coordenadas tan inadecuadas. De este modo, se conforma un conjunto de acontecimientos y procesos que se definen por su inverosimilitud, no encajando en el esquema referencial oficial vigente.

La multiplicación y la acumulación de la inverosimilitud, se conforma como un excedente cognitivo, que desborda la capacidad del sistema y de sus élites, para reconocer, procesar, interpretar y explicar estos extraños acontecimientos ubicados en el exterior de su esquema referencial. Esta es una condición compartida por las élites financieras, empresariales, mediáticas, profesionales, políticas, sindicales y culturales. Se puede definir por la utilización de conceptos que designan realidades acontecidas en el pasado, pero que no explican los sucesos específicos a los que nos enfrentamos en el tiempo presente. El excedente alude a la obsolescencia del conocimiento frente a la renovación de los acontecimientos, que en estas condiciones comparecen como hechos mudos.

El excedente cognitivo comparece explosivamente cuando leo los periódicos, veo y oigo programaciones audiovisuales, cuando hablo con profesionales o personas de todos los niveles, cuando leo mi correo electrónico, cuando estoy en la universidad, y, también cuando voy a una manifestación o acontecimiento reivindicativo. El excedente es ubicuo y alcanza distintos grados de intensidad. Parece como si un espectro incomprensible flotase sobre las realidades desautorizando todas las percepciones, las enunciaciones y las valoraciones de las personas involucradas.

El presente es testigo de un incremento exponencial de la acción en detrimento del pensamiento. La hegemonía absoluta de la tecnocracia, cuyo precepto central es que todo problema tiene una solución óptima, impulsa a la acción, configurada desde las coordenadas imperantes, dificultando la comprensión de las realidades en las que se interviene. Los resultados de la preponderancia de la acción sobre el conocimiento resultante de esquemas predefinidos tan menguados, no sólo son ineficaces, sino que en no pocas ocasiones generan efectos perversos considerables. Esta es la era de las herramientas y las recetas en el contexto del grado cero del pensamiento. Las discusiones sobre algunos de los complejos problemas actuales desde las instancias estatales, alcanzan el patetismo más esplendoroso. En el país que vivo, el AVE se entiende como una divinidad prodigiosa capaz de producir milagros económicos multiplicadores de bienes.

Desde el esquema cognitivo vigente, cada vez más partes de la vida adquieren la condición de inverosímiles. Así, cada vez más categorías de población adoptan comportamientos inauditos desde la mirada de las autoridades, que se manifiestan en la multiplicación de sucesos críticos e inexplicables. De este modo comparece el miedo a lo extraño, a lo anormal, que siempre se encuentra ahí latente, subyacente, haciéndose presente inesperadamente, amenazando el principio de realidad utilizado para definir las situaciones según lo que se considera razonable.

El esquema cognitivo oficial vigente, se reconfigura en este proceso frente a la emergencia de lo extraño, y se transforma progresivamente en un discurso vacío, en el que nadie realmente cree, que es invocado litúrgicamente, contribuyendo así a que nos vayamos acostumbrando a no entender. Las autoridades experimentan una deriva de conversión en una versión renovada del cómico mexicano del cine de mi infancia Cantinflas. Se producen largas explicaciones en las que las palabras se emancipan de sus significados y se recombinan entre sí cómicamente, en ausencia de cualquier argumentación. Lo más inquietante es que una de esas palabras enunciadas en el exterior de su significado es “ciudadano”.

Si las realidades vividas no son comprensibles desde los discursos vigentes, excediendo a los mismos, se derrumba cualquier credibilidad y explota la mentira, la simulación y la irrealidad. En este contexto, parece inevitable la expansión del miedo y de las corrupciones múltiples. Pero el pensamiento cero ha configurado a las élites de las herramientas como una nueva versión de los vendedores callejeros anteriores a la consolidación de los centros comerciales. Su argumento de que “en todas partes existen buenos y malos” muestra inequívocamente el esplendor de su decadencia cognitiva. Esta es una época extraña que simultanea la abundancia económica con el raquitismo de la inteligencia pública.

Pero esta situación es la manifestación de un cambio de época. El mundo actual se encuentra bloqueado y manifiesta la caducidad de sus estructuras e instituciones. En esta situación, cualquier medida o acción correctora se encuentra abocada al fracaso, al ser reabsorbida por este sistema cuya inteligencia rectora se define por un estado de colapso. Muchos de los eventos producidos en los últimos años avalan este precepto y constituyen una manifestación de este agotamiento radical. El mundo que va a sustituir al periclitado sistema vigente se encuentra en estado naciente. De este modo se vive un tiempo de transición en el que se acrecientan los signos mórbidos por la ausencia de alternativas desde las coordenadas de las estructuras vigentes. En especial de su inteligencia directora, sobre la que se derrumban las numerosas y pesadas herramientas.

Vivo todos los días acontecimientos que exceden el esquema cognitivo empobrecido y mutilado, característico de las élites imperantes en este capitalismo global desbocado. En este contexto de incomprensión aguda emergen oscuros especialistas y expertos portadores de soluciones parciales a los problemas que se ubican sectorialmente. Estas soluciones se fundan en supuestos triviales, completamente ajenos a las realidades en las que se ensayan. En el caso de la universidad, un dispositivo de nuevos expertos en ciencias de la empresa postfordista, recombinados con pedagogías y psicologías positivistas de luces cortas, causa estragos sobre la situación de alumnos y profesores. Desde la primera formulación de Bolonia hasta hoy los despropósitos se suceden y acumulan vertiginosamente. En un sistema de conocimiento tan descentrado la ausencia de pragmatismo es absoluta. Los expertos devienen en verdaderas sectas que se definen por su distanciamiento radical de las realidades.

El excedente es el conjunto de hechos sociales que son extraños a los esquemas de percepción y valoración de los esquemas cognitivos. En las sociedades del presente, este se expande a la totalidad de la vida social sin remisión. Ayer leí las conclusiones de una encuesta sobre la juventud que presentaba la consejera de salud de la comunidad que habito. Me impresiona el sistema de supuestos y sentidos que se utilizan desde este atormentado campo de la salud. Se entiende a los jóvenes como potenciales calculadores racionales del intangible valor salud, ajenos a su propia vida. Se perciben como sujetos autárquicos, escindidos en múltiples dimensiones y externos a los contextos en que viven. Tranquila consejera, los jóvenes son afectos al sistema. Aspiran a vivir como el rey Juan Carlos y otros prototipos institucionales similares. En este sentido los jóvenes son demócratas radicales. Lo que ocurre es que quieren democratizar el hedonismo, el goce y la vida, en ausencia de la democratización del trabajo, que parece más complicada y fuera de su limitado alcance.

Lo dicho, el excedente se hace presente todos los días. Por eso aún a pesar de que se alude a la educación frente a cualquier problema, entendido en términos de déficits de la misma, la verdad es que lo que crece es la penalización de los problemas sociales. Paradójicamente el excedente determina la aparición de los jueces estrella, en tanto que los docentes son severamente penalizados y desplazados. Son los aparentes misterios del nuevo orden social.

1 comentario:

  1. Me ha encantado la entrada, Juan!
    Yo también tengo una tía de características relativamente similares. Me encanta mi relación con ella porque representa el acoplamiento del pasado y el presente, aunque ella siempre dice que "la gente del presente es una porquería, que la del pasado era mejor"

    Me fascinan las intrahistorias, sobre todo de mujeres como tu tía Brigi.

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