Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

martes, 18 de agosto de 2020

CAMILA


Camila es una chica latinoamericana, procedente de un país de Centroamérica, que llegó a Madrid hace tres años y medio. Acaba de cumplir veintidós años y carece de permiso de residencia. Se trata de una persona sinpapeles, que vive en el peligroso territorio de Madrid, en el que la ausencia de las instituciones es patente. Solo la policía se puede hacer presente ocasionalmente, en algunas de sus incursiones por esas tierras ignotas. Ella vive en un espacio lleno de peligros, en el que predomina la fuerza en los intercambios sociales. Es un mundo duro, inimaginable para un cándido ciudadano que habite en el territorio tutelado por las instituciones. Su posición es extremadamente débil frente a los distintos depredadores que habitan en este medio.

Camila abandonó su tierra por la dificultad de la vida en ese medio, en el que las instituciones son muy débiles frente a las distintas mafias que gobiernan los mundos en los que el estado y el mercado tienen una presencia menguada, sometiendo a las poblaciones pobres a una situación de terror permanente. Su viaje se encuentra fundado en la percepción subjetiva de encontrar una oportunidad de establecerse en un medio que le reporte más beneficios y seguridad. Su proyecto personal se fundamenta en los relatos de algunos compatriotas que han conseguido establecerse provisionalmente en esta metrópoli, en la que la moneda, el euro, representa un valor de cambio formidable con respecto a la de su país de origen. Se trata de una apuesta, de la creencia de que las penalidades que experimenta concluirán mediante la aparición de una oportunidad final. Su plan se fundamenta en una jugada en la que el azar representa un papel decisivo. Así, tiene que sufrir y esperar pacientemente ese designio del destino.

Cuando llega a Madrid, es recibida en un lugar en el que se encuentran varios compatriotas en una situación difícil, bien desempleados, bien integrados en el mercado de trabajo coaccionado, en el que el trabajo se realiza por peonadas, y la idea de futuro termina en mañana. Sus primeros tránsitos le llevan a realizar trabajos ocasionales por horas en viviendas, en el trabajo doméstico. Realiza jornadas muy largas que son pagadas exiguamente, pero en la imaginaria moneda-oro del euro, lo que le permite forjarse la ilusión fundada en calcular el cambio a su moneda. Los euros representan una fortuna en su tierra. Esta ensoñación le promueve fuerza interior, que le estimula a esperar su oportunidad, en tanto que descubre el mísero valor con respecto a los precios de las cosas que consume.

Tras encadenar distintos episodios de trabajo, separados por períodos de sequía, termina en una casa que la contrata varios meses. Al llegar el verano, la familia se desplaza a un importante pueblo turístico costero de Málaga, en donde se asientan más de dos largos meses. Le proponen que les acompañe como interna durante todo este tiempo. Ella acepta, en la creencia de que esta relación se va a solidificar, aún a pesar de que, en los meses previos, ha sido maltratada perennemente, tanto por la señora, como por el marido y, lo peor, por los niños, que manifiestan abiertamente el desprecio a su persona, mediante sucesivos comportamientos agresivos, que se hacen presentes en la cotidianeidad.

Al llegar a la mitológica costa, descubre su nueva vulnerabilidad. Hasta entonces, la última hora de la tarde era un momento trascendente, en el que escapaba de las regañinas, las imprecaciones, las peticiones abusivas de tareas, las burlas de los niños y el menosprecio permanente. El viaje en el metro hasta su guarida, representaba una liberación, hasta llegar a su camastro en el piso en el que vivía hacinada con otros compatriotas. Allí también se producían relaciones tensas, pero estas eran aliviadas por algunas muestras de afecto entre amigas.

En su nueva situación de interna, descubre su fragilidad. Duerme en el cuartucho de la plancha, es sometida a un ritmo imposible de trabajo, en tanto que todos cambian de ropa varias veces al día, comen copiosamente como resultado del incremento de su actividad física, y reciben amigos o familiares casi a diario. El resultado es que su jornada es inacabable, reforzada por la falta de colaboración de la señora, sumida en su vida de playa, noche social y anfitriona de sus ociosas amistades. También descubre que su día libre es una quimera, en tanto que no se encuentra explicitado en el acuerdo verbal previo. Tiene que reclamarlo frente a la despiadada señora, que entiende la salida como una veleidad caprichosa. En pocos días confirma que es un ente similar a un sufrido electrodoméstico, que rinde cien por cien debido a la demanda de tan extensa familia y sus invitados.

Pero lo peor es ratificar que los tratos cotidianos con la familia excluyen lo personal. Nadie es sensible a su situación personal y las relaciones se tensan hasta el límite, en tanto que ratifica su naturaleza inhumana. Nadie tiene una buena palabra con ella, ni un momento de cordialidad. Su soledad se hace patente súbitamente, reforzada por la imposibilidad de un momento de fuga, como el que tenía cuando era externa en el final de su jornada. Lo peor radica en el comportamiento de los niños con respecto a ella. Sus exigencias, mofas, actos de altanería, peticiones desmesuradas, así como un catálogo de acciones que se inscriben en el sadismo. Sus escasas salidas intensifican su sensación de soledad, en tanto que transita un espacio en el que es una extraña, en tanto que carece de dinero para comprar en un lugar en el que todo se encuentra sujeto a la lógica inmediata del consumo.

Pero lo peor, aquí comparece el desafío de lo inverosímil de esta historia, es que todos los días se cocina una gran cantidad de comida en la casa, pero dada la voracidad de tan activos miembros de la familia, así como sus invitados, la mayoría de los días consumen toda la comida, dejándola a ella sin nada que llevar a la boca. Nada. La señora lleva a cabo una minuciosa vigilancia de los embutidos, el queso, el pan  y otras viandas que pudieran servir de compensación para alimentar a esta extraña máquina humana. Cuando reclama comida, la respuesta es áspera y cruel, remitiéndola a comer galletas María, que es el único alimento accesible para ella. Al concluir el verano, se encontraba harta de las galletas, por las que ha desarrollado una fobia de alta intensidad.

Este verano de trabajo sin fin, soledad inaudita, hambre, marginación y ausencia de cualquier momento de intimidad, concluye, a la vuelta a Madrid, con una conversación tensa con la señora, en una relación cara a cara tan desigual, en la que prescinde de sus servicios y le comunica que ya le pagará el último mes, en tanto que ahora no le es posible hacerlo. Ella no puede recurrir a ninguna instancia, pues se encuentra desprotegida por su condición de sinpapeles. Además, en la jungla del trabajo doméstico el empleador tiene un privilegio irrefutable, como es la posibilidad de emitir un informe escrito favorable, que avale a la empleada en el siguiente episodio de su atormentada carrera laboral. El otoño comienza en una situación de ruina total, por la que tiene que pedir el amparo del grupo doméstico en el que se encuentra.

De nuevo tiene que comenzar un nuevo ciclo de búsqueda, en el que su terrible situación se ve compensada por la llegada de una hermana suya, así como por la consumación de una relación amorosa con un nuevo novio, que reside en su misma vivienda. El amor tiene una importancia central en su proyecto de vida, en el que el amor romántico, el matrimonio y los hijos desempeñan un papel imaginario fundamental. Además, la cuestión amorosa no debe demorarse, al estilo de las mujeres de la metrópoli española, que posponen su relación muchos años debido a las exigencias de la formación eterna y del mercado de trabajo, en un guion biográfico dominado por lo tardío. Pero la mayoría de los amores que tienen lugar en este espacio social en el que las instituciones son extrañas, también muestran la dureza del medio, que termina por asentarse en las relaciones. La recombinación entre el machismo tradicional, muy arraigado en la cultura de los países de origen, y la extremada dureza de las condiciones de vida es explosiva.

Tras unos meses de búsqueda y el desempeño de algún trabajo ocasional, Camila encuentra otra casa como externa, en la que trabaja tres días a la semana en horario de jornada completa. Le pagan seis euros la hora, lo que representa un abuso con respecto a la media de este mercado coaccionado.  Le tratan mal, pero mejor que en su terrible experiencia veraniega. Su vida experimenta una transitoria mejora, pero su relación con el novio es cada vez más decepcionante. Ella dice que es muy machista, que la desprecia y que no la escucha, por lo que no es posible satisfacer su principal necesidad, que es ser comprendida y querida. El choque de su relación con el marido ideal/padre de sus hijos al que aspira, es cada vez más intenso. Así, al comenzar 2020, decide romper, lo que no es fácil, en tanto que habitan en la misma casa y él no acepta la ruptura, ni siquiera se la toma en serio, lo que origina una escalada de tensiones entre ellos, que culmina cuando ella se resiste a follar con él.

Y en estas llega el mes de marzo y el confinamiento. Este quiebra su vida bruscamente. Sus empleadores la despiden contundentemente y se ve abocada a encerrarse en su piso, en el que se concentran ocho personas, la casi totalidad de ellos en situación irregular, que se refuerza en tanto que todos los que trabajan ocasionalmente son despedidos. En la casa viven ocho personas. Un piso así funciona mediante la drástica separación del día y de la noche. En esta se interrumpe toda la actividad para dormir, que en estas condiciones de hacinamiento ocupa todo el espacio. Hay dos dormitorios pequeños en los que duermen dos personas en cada uno; en la sala común duermen otras dos personas, en tanto que otra duerme en un pasillo y el último en la entrada. Aún y así, en los meses de confinamiento reciben alguna persona más.

No sé si se puede imaginar la dureza de este encierro forzoso para Camila. Tiene que convivir con su ya exnovio, en un medio donde se encuentran amontonadas distintas personas, haciendo en el día la convivencia insoportable. La falta de dinero, el tedio de la vida, la contigüidad en la que desaparecen las distancias personales,  las carencias materiales, la proliferación de malos rollos, la sexualidad forzada, el miedo de todos a salir para evitar ser interceptados por la única institución que se hace presente para esta población, que es la policía, y, además, tener que sortear a su ex las veinticuatro horas. Apelo a la imaginación de los lectores para que compongan el cuadro de la situación. Para ella representa un sufrimiento que alcanza casi el experimentado en el verano fatal como interna. No obstante, ahora tiene el afecto de dos amigas de las que convive.

La salida del confinamiento es experimentada como un gran alivio, en tanto que puede deambular por el espacio público, al tiempo que buscar trabajo alimentando la ilusión de que este es tan factible como antes de la emergencia del Covid. Pero ahora, todas las puertas se le cierran, en tanto que su persona, en la que se concitan varios estigmas, adquiere el nuevo perfil de posible asintomática portadora de la infección. Nadie se arriesga a meterla en su casa. Pero esta terrible situación se alivia en tanto que ella no es consciente de la nueva realidad, donde desaparece hasta incluso el azar, que es su última ratio. Algún compañero de piso ha conseguido ayudas en las colas para recibir comida, en tanto el dinero disponible se agota para todos irremisiblemente.

Me ha impresionado mucho la falta de resentimiento de Camila por la situación que ha vivido. No alberga sentimiento alguno de venganza. Tiene sólidamente internalizada su “inferioridad”. En nuestras conversaciones me decía que ella no venía aquí a quitar el trabajo a nadie, sino a realizar un trabajo que nadie quería hacer. Todas sus devastadoras experiencias han sido compensadas por la ilusión en su proyecto, que descansa sobre la posibilidad de la aparición de un marido/padre de sus hijos, así como de un trabajo que le proporcione una situación de mayor seguridad. También la consecución de ese bien añorado que son “los papeles”. Estos tesoros compensan en su imaginario, todas las experiencias terribles por las que ha tenido que pasar. Estas son entendidas como el precio de la materialización de su sueño.

Ella tiene algunas dudas ahora sobre la pertinencia de su viaje, y añora su tierra, a pesar de la pobreza y la violencia de que fue objeto. Recuerda que le asaltaron con un cuchillo en su pueblo, robándole una medalla y un móvil. También le ocurrió en Madrid, una noche al regresar de su trabajo en la salida del metro de Oporto. Además,  los abusos de que ha sido objeto. Para ella, todas las personas que tienen colgado algo entre las piernas son posibles abusadores. Los ha sufrido de niños,  octogenarios y de todas las edades y condiciones; de compatriotas y de habitantes de la metrópolis madrileña; en casa, en el trabajo, en el metro, en la discoteca y en cualquier espacio público. Pero está habituada a convivir con las violencias, que tienen efecto minimizado por la motivación que detenta en resolver la cuestión esencial en su vida-viaje, que es la de su trabajo y matrimonio. Así muestra su pragmatismo integral. 
Muchos de sus avatares negativos son considerados como de orden secundario y no alteran su sueño basado en la imaginación, que es estimulada en relatos audiovisuales seriados y cada vez que tiene entre sus manos cuarenta euros, tras una larga jornada, entregándose al engaño de cambiarlos por la moneda de su país.

Camila es inmensamente ingenua y no puede ocultar su bondad, que domina su persona a día de hoy. Sigue movilizada en espera de la comparecencia de su salvador, lo que la configura como una persona en situación de peligro extremo, que pueda ser reclutada por las distintas mafias que pueblan este espacio social. Ella misma, todavía es indefensa frente a la mafia de contratadores de trabajo doméstico, manteniendo la incauta esperanza de que al fin aparezca una buena persona. No puede recurrir a institución alguna, en tanto que está ubicada en una zona de exclusión. Incluso se encuentra en el margen de los sindicatos, la izquierda o el feminismo, instalados en las zonas de seguridad de la sociedad que reclama la abundancia material. En su horizonte solo puede aparecer una ayuda proporcionada por una persona bondadosa.

Sus necesidades son muy parcas. Se puede imaginar lo que representa la salud en su cuadro personal. Esta solo puede ser pensada como respuesta a un accidente u otro episodio de choque. En su horizonte se encuentran perfectamente jerarquizadas sus necesidades, y las básicas excluyen a las demás. Así se configura como un ser sin necesidades secundarias, que se encuentra orientado a la sobrevivencia y a la consumación de un milagro del azar, que le proporcione un marido ideal o un trabajo decente. Esta ensoñación le proporciona una fuerza interior inconmensurable para remontar adversidades. Una vez ha sido increpada en un parque del sur de Madrid por su naturaleza de extranjera pobre. También en el metro ha vivido alguna situación tensa con nativos.

Hemos tenido tres largas conversaciones. La invité a comer, descubriendo que lo que le gustan son las hamburguesas, las pizzas y similares. Bebe Coca Cola y abusa de las patatas fritas y otros productos similares. Me alarma extraordinariamente su respuesta a la cordialidad. Responde bajando todas sus defensas y mostrándose abiertamente. Carece de doble fondo, que es una propiedad de los humanos que vivimos en el mundo de la abundancia material. Cuando nos despedimos, nos abrazamos y ella me insistió en que la avisara si conocía alguna casa en la que pudiera trabajar. En este momento soltó alguna lágrima. Cuando la perdí de vista lloré mucho. Me hizo sentir un afecto inversamente proporcional al desprecio que siento por muchas personas de las zonas sociales de seguridad. Estas personas van a sufrir mucho en este tiempo de hipercontrol médico y social, en el que van a ser etiquetadas como bombas víricas ambulantes. De ahí su coherencia de eludir pruebas y controles, porque sus necesidades están por encima de las de la salud.


8 comentarios:

VICKY ACUÑA MONTERO dijo...

Un relato durísimo, sobre el sufrimiento y exclusión en la vida de una migrante, más duro por ser mujer, que nos toca el corazón y nos enciende la rabia y la indignación , ante un mundo donde tantos y tantas carecen de conciencia social y viven plácidamente su vacío existencial. Leído desde Centroamérica, duele más por la carga de responsabilidad que tiene y ha tenido la corrupción de las elites político económicas de nuestros países y la indiferencia y negligencia de las áreas ciudadanas que si tienen opciones para cambiar la realidad de Centroamérica.

Futbolín dijo...

He pensado muchas veces durante esta larga pandemia en lo mal que lo estarían pasando las personas en situaciones parecidas a las de Camila, en tu relato lo describes perfectamente y resumido sin melodrama, sin cargar las tintas, pero a pesar de ello lloraremos juntos, cuanta crueldad y cuanta injusticia para estar, según suponen algunos hechos a la imagen y semejanza de no se sabe muy bien quien, muchas gracias por tus aportaciones que nos ayudan a reflexionar sobre nuestra sociedad, un abrazo Juan.

Lirón Careto dijo...

Gracias Juan,

el estilo del relato me recuerda a los estudios pioneros de casos sobre personas migrantes de Juan Francisco Marsal por el que se que tienes aprecio.

La dureza del relato me ha recordado un libro de Bauman muy recomendable para comprender los pensamientos y emociones de los que viven dentro y de los que viven fuera de los espacios de confort y consumo:

https://www.traficantes.net/libros/trabajo-consumismo-y-nuevos-pobres

Cada día siento una necesidad imperiosa por transcender la familia, los amigos, el trabajo y el ocio... Más allá o más acá está el camino.

mevt dijo...

Una vez más historias que rompen el alma, que destrozan corazones, más si cabe en esta etapa de estío veraniego donde parece que nada puede funcionar a velocidad de crucero, ni tan siquiera nuestra "versión más solidaria", esa que tiene incluso sus épocas de máximo apogeo, la que suele comprender desde el otoño a la primavera. Siempre me pregunto, yo el primero, si nos estaremos convirtiendo en auténticos profesionales de poner ante situaciones como esta el "corazón partío" encima de la mesa. Siempre me pregunto, yo el primero, si cada vez que leemos algo de esto, no será para que alguno a los que se nos rompe el corazón tantas veces demos un paso al frente. Este verano me estoy dando cuenta que me estoy cansando de leer tantas y tantas situaciones de injusticia extrema en el mundo, que al final, lo que provocan, es otro acumulo de experiencias, que a lo más que me lleva, es a reciclar mis propias versiones de historietas para provocar más corazones rotos en otros. También me planteo que, de alguna forma, hay que romper ese círculo vicioso, no podemos estar lamentandonos infinitamente y retroalimentando nuestro "dolor". Somos muchos los que podemos hacer una derivada y salirnos del círculo, escuchar estas historias sólo, no basta, hay que dar un paso al frente, hay que atajarlas con valentía, no dejemos que nuestros corazones se partan más en mil pedazos. No nos engañemos, estas personas, estas historias, están presentes, existen, porque nosotros estamos al otro lado, crucemos la línea, démosle la mano, hagamos algo más que lamentar lo mal que está este mundo.

Lirón Careto dijo...

En mi comentario anterior también quise acordarme del clásico de Thomas y Znaniecki:

https://libreria.cis.es/libros/el-campesino-polaco-en-europa-y-en-america/9788434015289/

Tan recomendable como el libro de Marsal "Hacer la América":

https://www.iberlibro.com/Am%C3%A9rica-Biograf%C3%ADa-emigrante-Marsal-Juan-Francisco/30343870982/bd

Por un lado, por si le interesa a algún lector del blog.

Por otro lado, porque la historia de Camila me hace pensar en la madre patria, la vieja europa y el moribundo American way of life.


juan irigoyen dijo...

Gracias a todos por vuestras aportaciones y reflexiones. Metv propone no retroalimentar nuestro dolor y salirnos del círculo. No comprendo bien cómo puede realizarse esto. Las personas que nos sentimos afectadas por estas historias nos encontramos en una situación permanente de impotencia política. La gran mayoría tiene sus corazones cambiantes, en tanto que puede experimentar un momento de dolor -el caso de los recogidos en barcos solidarios en el Mediterráneo- para inmediatamente después disiparse por el efecto del flujo narrativo de las industrias del imaginario, que ubican el dolor en segundo plano. En una situación así el dilema es contarlo o silenciarlo. En mi caso lo tengo claro, lo cuento, a pesar de que se puede generar el efecto de la impotencia de la acción. Pero pienso que es peor contribuir a silenciarlo y expulsarlo al gigantesco cubo de la basura del capitalismo vigente.

Eugenio Alberto Rodríguez Martín dijo...

NO SUELO VIVIR al margen de la realidad pero este relato estremecedor me hace entrar algo en la realidad de la que a veces escapamos. Gracias

María Rodríguez dijo...

Muchas gracias por este relato que es un golpe de realidad para quienes vivimos ajenos a la vida cotidiana de un colectivo invisible a muchos y castigado por todos.
Me ha conmovido profundamente tanto por las injusticias que viven las mujeres como Camila, como por el carácter ingenuo y bondadoso de estas mujeres que han interiorizado la sumisión... En algunos puntos me vi identificada como mujer de clase social obrera y como inmigrante. Qué pena y qué impotencia.
Estoy de acuerdo con usted, mejor dar voz y visibilizar que silenciar.
Un saludo.