Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

lunes, 13 de abril de 2020

EL GERONTICIDIO, EL GIRO DOMICILIARIO Y DE PROXIMIDAD


El coronavirus está produciendo un efecto demoledor sobre la población anciana. La acumulación de fallecidos en domicilios, residencias y hospitales, pone de manifiesto la combinación entre los factores ocultos que facilitan la consumación de un verdadero geronticidio, que tiene lugar por la convergencia entre los factores biológicos derivados del envejecimiento, y los socioculturales, resultantes  de su posición marginal en las estructuras familiares, su deportación para ser almacenados en centros segregados, y las deficiencias estructurales  del sistema de atención. El virus, recombinado con estos elementos, ha significado un multiplicador fatal de la mortalidad.

En estos días de miedo y monolitismo, se ponen de manifiesto las debilidades de la deliberación pública al respecto. Apenas aparecen voces discordantes del discurso oficial, que se condensa en la ambigüedad del lema “salvar vidas” en medio de la catástrofe. Pero lo que realmente está ocurriendo, es que se han suspendido todos los dispositivos de cuidado y atención a los mayores, siendo reemplazados por la atención hospitalaria, polarizada en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales. El resultado es una catástrofe, cuyas dimensiones exceden todas las previsiones. El vacío generado por las estructuras asistenciales de proximidad, sobrecarga el dispositivo hospitalario de emergencia, que tiene que actuar en situaciones límite.

La desinteligencia se apodera de las instituciones de gobierno, que elaboran una narrativa que tiene como finalidad su propia justificación. Así, proyectan sobre el dispositivo hospitalario la responsabilidad, creando una leyenda de héroes de quita y pon, que deben ser adorados por los anonadados súbditos, que expulsan sus demonios internos en los balcones al atardecer. La magia y la seducción reemplazan a las políticas públicas entendidas como resultados de procesos de deliberación, en los que se contrastan distintas voces.

La mediatización de la pandemia, genera una agenda temática brutalmente selectiva, que elimina el foco de los lugares en los que los ancianos reciben cuidados, como son sus propios domicilios, las residencias y los centros de atención primaria. Estos dispositivos son suspendidos para ser sustituidos en régimen de monopolio por la épica guerrera de salvar vidas en las UCI. Los operadores de estas unidades, son ensalzados y las tertulias se pueblan de médicos de emergencias, urgencias, intensivistas y otros similares. El súmmum en la generación de esta narrativa, lo formula la ínclita Díaz Ayuso, que se prodiga como fotografiada ante los aviones que llegan con material sanitario, en un contexto de manifiesto déficit de los mismos, y en IFEMA, verdadera muralla iconográfica construida para evitar la inteligibilidad de las actuaciones. Dice de los médicos que asisten a los internados que “estos son los soldados de la vida”. Esta frase vacía, grandilocuente y reveladora de sus déficits culturales la delata como reproductora de la España atrasada. Supongo que querría decir que IFEMA es una unidad de destino en lo universal, hoy en lo sideral.

El geronticidio derivado de la expansión del virus, se encuentra vinculado a una situación específica de los ancianos, generada desde hace muchos años por un modelo de sociedad singular. Se trata de la debilidad extrema de las estructuras del estado del bienestar en el tratamiento a ancianos y discapacitados. Apenas existen estructuras de apoyo en los hogares y las residencias y centros especializados son de muy baja calidad. Estos factores, junto a la descapitalización y debilitamiento sostenido y acumulativo de la atención primaria, son verdaderamente los que explican el diferencial español de mortalidad con respecto a otros países, cuyas estructuras de atención hospitalaria, son sustentadas por las de atención primaria y cuidado de ancianos y discapacitados.

Los lemas que sustentan la narrativa de las autoridades, salvar vidas por parte de los nuevos héroes operadores de máquinas de monitorización, respiradores, cables y otros artilugios que adquieren la condición de mágicos, encubren su falta de eficacia patente. El discurso mediático de estos días, supone la consagración de la propuesta de Debord acerca de la mediatización como inversión de la realidad. Justamente es eso, una inversión de lo que verdaderamente es eficaz. Los verdaderos héroes no son los comandos especiales, sino las personas que desde estructuras estables realizan día a día y cara a cara la tarea de, no salvar la vida, sino de hacerla lo más vivible y satisfactoria que sea posible.

Este catálogo de profesionales de cuidados y ayuda, que siempre ha experimentado la condición de ser el pariente pobre del estado del bienestar, es denegado en esta catástrofe por parte de los gobiernos, las oposiciones y los medios. El raquitismo de las estructuras de proximidad, ayuda domiciliaria e instituciones de internamiento se hace patente. El indicador más elocuente es la ausencia radical y absoluta de enfermeras. Así, estas se transforman en el indicador diferencial más elocuente. Apenas están operando enfermeras en estas estructuras. En España las tasas de enfermeras empleadas son tan endebles, que muestran las miserias del sistema de salud, que se hace patente en situaciones de catástrofe.

Así se oculta la realidad asistencial, en la que los recortes son selectivos, penalizando principalmente, a las endebles estructuras sociosanitarias arraigadas en los hábitats donde reside la población. Tienen prioridad los sistemas de máquinas sofisticadas y sus operadores, que así se constituyen en un escaparate engañoso de la realidad. Porque también, lo importante es no solo salvar vidas, sino las condiciones en las que son vividas. Un amigo, jefe de servicios intensivos de un prestigioso hospital de Granada, me invitó hace muchos años a visitarlo y, en una conversación memorable, me advirtió que los que salían de allí lo hacían en su mayoría, en unas condiciones deplorables. Las UCI no pueden ser el centro de un sistema de Atención a la Salud, ni sus finalidades y narrativas pueden ser exportadas al conjunto del sistema. Allí lo importante es salvar vidas, pero para el sistema de atención es mejorar las vidas.

Esto solo puede ser garantizado por un dispositivo equilibrado entre la atención hospitalaria y la atención primaria, que actuando intersectorialmente con los servicios sociosanitarios, se despliegue en los escenarios de la vida cotidiana de la gente. Me reservo para otro día la cuestión peliaguda de los centros de internamiento, que en esta catástrofe adquieren una centralidad inversa a la atención mediática que suscitan. La salida a esta catástrofe, solo puede ser entendida desde la priorización de la atención en el domicilio, así como la reinvención de los centros de confinamiento de ancianos.

Me impresiona mucho el silencio sepulcral de los médicos de familia, que siendo denegados como agentes específicos en esta crisis, aceptan resignadamente su papel de ayudantes en la pirámide asistencial invertida. Tan solo algunos susurros y lamentos, pero ninguna propuesta vigorosa ni reclamación por su descapitalización. He recordado la vieja y entrañable canción de Simon y Garfunkel, El sonido del silencio. “Hola oscuridad, mi vieja amiga…gentes hablando sin hablar…gentes oyendo sin escuchar…el silencio crece como un cáncer”. Aceptar resignadamente un escenario en el que se ausenta la deliberación, y por ende, no escucha nuevas propuestas, es, cuanto menos, suicida.

El momento de reclamar un nuevo sistema de atención a la salud, cercano a los domicilios y las poblaciones, así como coordinado con los servicios sociosanitarios, es ahora, no mañana. El vacío terrible que se va a producir en lo que llaman “la posguerra”, favorece a las industrias biomédicas y de tecnologías, en un contexto en el que un respirador vale más que una enfermera. Esto es muy peligroso. Es imprescindible un giro drástico guiado por la priorización de los domicilios y la proximidad.

Esta noche he soñado que varios comandos de enfermeras, preguntaban a las gentes que aplaudían las fantasías tecnológicas y hospitalocentristas desde los balcones, acerca de su conocimiento de la tasa de enfermeras por cien mil habitantes, así como su comparación con otros países de Europa. A quienes no sabían responder les recomendaban informarse. Pero los que conocían este dato eran multados por estulticia manifiesta.



1 comentario:

Jesús A. Sánchez Cazorla dijo...

Muchas gracias, Juan, por los análisis y propuestas que realizas, especialmente, en esta situación tan dramática y preocupante. Un abrazo.