martes, 28 de enero de 2020

MEDITACIONES SOBRE LAS SOCIEDADES POSTMEDIÁTICAS: BAUDRILLARD




Descubrí a Jean Baudrillard en el final de los años setenta. En este tiempo me encontraba inmerso en la gran segunda disidencia que ha modelado mi vida: la del partido comunista. En tanto que deliberaba conmigo mismo acerca de mi propia identidad, para discernir si me inscribía en la categoría hereje o en la de renegado, su libro publicado por Kairós “A la sombra de las mayorías silenciosas” tuvo un impacto considerable en mi persona. Desde entonces, siempre ha estado presente como un rico dilema que me obliga a meditar sobre mis propias deliberaciones internas.

Incluí una cita suya en mi tesis doctoral, en un capítulo acerca de la naturaleza del paciente, un ser social cargado de misterio. Para reforzar el argumento seguido, no podía estar ausente lo espectral, como en la mayoría de fenómenos sociales del presente. De ahí su comparecencia. Mi director de tesis me recomendó no incluirlo. Fue su única recomendación en el curso de la tesis. Los sociólogos españoles, en general, groseramente empíricos, desdeñan el pensamiento. Si, además, este es el pensamiento singular de Baudrillard, asistemático y brillante, autor de textos que pueden ser leidos como un conjunto de fragmentos, lo que le confiere una naturaleza de pop-sociológico, alcanza la categoría de un maldito, que en España significa que es desechado en su totalidad.

He vuelto a reencontrarme con él en mi devenir existencial de los últimos años, que ahonda la bifurcación entre la nueva sociedad postmediática que se está instaurando aceleradamente, y mi forma de conocer y de vivir. Ahora lo leo pausadamente, meditando acerca de sus aportaciones en tanto que me encuentro rodeado de seres vivos que se ausentan de su entorno físico inmediato y habitan compulsivamente el espacio virtual. Me propongo recuperar a algunos autores críticos con el presente para compensar el vacío que se deriva de la velocidad y de la ausencia de pensamiento crítico con respecto a la catarata de novedades.

Los párrafos que siguen los he seleccionado de “El crimen perfecto”, un libro que fue publicado en 1995 en francés y en 1996 en su primera edición en español en Anagrama, traducido por Joaquín Jordá. Este tiene su mérito por la dificultad que entraña traducir a Baudrillard. La última edición, que es la quinta y es de 2016. Los 25 años transcurridos desde la escritura del texto, revalorizan sus aportaciones. No cabe duda de que este autor fue capaz de comprender el núcleo duro de este tiempo histórico. Todos los párrafos son extremadamente sugerentes. Que cada lector juzgue. A mí me suscitan terremotos intelectuales.

Estos son:

Vivid vuestra vida en tiempo real; vivid y sufrid directamente en la pantalla. Pensad en tiempo real; vuestro pensamiento es inmediatamente codificado por el ordenador. Haced vuestra revolución en tiempo real, no en la calle, sino en el estudio de grabación. Vivid vuestra pasión amorosa en tiempo real, con vídeo incorporado a lo largo de su desarrollo. Penetrad en vuestro cuerpo en tiempo real: endovideoscopia, el flujo de vuestra sangre, vuestras propias vísceras como si estuvierais allí.

Nada se le escapa. Siempre hay una cámara oculta en algún sitio. Pueden filmarte sin que lo sepas. Pueden llamarte a repetirlo todo delante de cualquier cámara de televisión. Crees que existes en versión original, sin saber que sólo eres un caso especial de doblaje, una versión excepcional para los happy few. Estás bajo la mirada de la retransmisión instantánea de todos los hechos y gestos en cualquier canal. Antes lo habríamos vivido como control policial. Hoy se vive como promoción publicitaria.

El concepto clave de esta Virtualidad es la Alta Definición. La de la imagen, pero también la del tiempo (el Tiempo Real), la música (la Alta Fidelidad), el sexo (la pornografía), el pensamiento (la Inteligencia Artificial), el lenguaje (los lenguajes numéricos), el cuerpo (el código genético y el genoma). Por doquier la Alta Definición marca el paso, más allá de cualquier determinación natural, hacia una fórmula operativa -<<definitiva>> precisamente-, hacia un mundo en el que la sustancia referencial se hace cada vez más escasa. La alta definición del medio corresponde a la más baja definición del mensaje; la más alta definición de la información corresponde a la más baja definición del evento; la más alta definición del sexo (el porno) corresponde a la más baja definición del deseo; la más alta definición del lenguaje (en la codificación numérica)corresponde a la más baja definición del sentido; la más alta definición del otro (en la interacción inmediata) corresponde a la más baja definición de la alteridad, el intercambio, etc.

Quimera paradójica esta operación virtual del mundo. Declinación mundial de todos los datos, fantasía idéntica a la declinación de los nombres de Dios; quimera en la que nos hundimos como en un sarcófago metálico; en estado de ingravidez, pensando en vivir, por la gracia del Digital, todas las situaciones posibles. Fantasía de síntesis de todos los elementos con los que intentamos forzar las puertas del mundo real.
Con la Realidad Virtual y todas sus consecuencias, hemos pasado al extremo de la técnica, a la técnica como fenómeno extremo. Más allá del final, ya no hay reversibilidad, ni huellas, ni siquiera nostalgia del mundo anterior. Esta hipótesis es mucho más grave que la de alienación técnica o el apresamiento heideggeriano. Es la de un proyecto de desaparición irreversible, en la más pura lógica de la especie. La de un mundo absolutamente real, en el que, contrariamente al artista de Michaux, habríamos sucumbido a la tentación de no dejar huellas.

No sólo la Inteligencia Artificial, sino toda la elevada tecnología, ilustra el hecho de que, detrás de sus dobles y sus prótesis, sus clones biológicos y sus imágenes virtuales, el ser humano aprovecha para desaparecer. Como el contestador automático: <<Estamos fuera. Deje un mensaje…>> O el vídeo conectado al televisor, que se encarga de ver la película en lugar de uno […..] Todo acaba por originar una masa de posibilidades rechazadas, y la idea de tener una máquina para almacenarlas y filtrarlas, en la que se mitigarán suavemente, es una idea profundamente tranquilizadora.

La triste consecuencia de todo eso es que ya no sabemos qué hacer con el mundo real. Ya no vemos la necesidad de ese residuo, que se ha vuelto embarazoso. Problema filosófico crucial: lo real está en paro técnico. Ocurre, por otra parte, lo mismo que en el paro social: ¿qué hacer con la fuerza de trabajo en la era de la informática? ¿qué hacer de ese deshecho exponencial? ¿Relegarlo a los basureros de la historia? ¿Ponerlo en órbita, mandarlo al espacio? No nos liberaremos tan fácilmente del cadáver de la realidad. En último término, nos veremos obligados a convertirlo en una atracción especial, una puesta en escena retrospectiva, una reserva natural: << ¡En directo a la realidad!¡visiten ese mundo extraño! ¡Concédanse el estremecimiento del mundo real!
¿Será posible que existan dentro de un tiempo los vestigios fósiles de lo real, de la misma forma que existen los de las eras geológicas pasadas? ¿Un culto clandestino de los objetos reales, venerados como fetiches y que adquirirán de repente un valor mítico?

Desde hace algún tiempo estamos trabajando sólo para aquellos que nos descubrirán un día , a nosotros y a nuestra <<realidad>>, como los vestigios de una época heteróclita, o misteriosa, igual que el cráneo de Pilt-down: mezcla del cráneo de hombre de Neanderthal con mandíbula de australopitecus; eso es lo que descubrirán más adelante los arqueólogos de una era metafísica para la cual nuestros problemas resultarán tan ininteligibles como para nosotros el modo de vida y de pensamiento de las tribus neolíticas. El único problema será el de la datación y clasificación, desde el fondo de las arqueotecas, convertidas en los campos de excavaciones de la Era del Digital. No sabemos qué carbono 14 permitirá, gracias a la radioactividad moribunda de esos pocos vestigios, explicar la génesis de todos esos conceptos, sin hablar de su sentido, ya que mientras tanto habrá nacido otra cronología: el año cero de la Realidad Virtual. Todo lo anterior se habrá convertido en fósil. El propio pensamiento comienza a adquirir ya el aspecto de un objeto fósil, de huella arqueológica, digno de ser visitado como atracción especial, bajo el báculo de algún think-operator: << ¡El pensamiento en tiempo real! ¡Concédase el escalofrío histórico del pensamiento!>>.


Dejo a Jean y vuelvo a ser Juan. Estos párrafos serían suficientes para estimular una conversación pausada entre varias personas, para darle vueltas a sus afirmaciones. Pero la conversación también es un verdadero fósil, un residuo no reciclable en una era en la que cada uno es un activista compulsivo editor de imágenes y mensajes cortos, y también receptor depositario de las producciones de los demás. Por eso el título de esta entrada es provocador, en tanto que se refiere a una palabra estigmatizada: meditar. Cada cual se encuentra rodeado de dispositivos que envían estímulos incesantemente. Vivir es resolver rápidamente cada uno de estos estímulos. Las sociedades postmediáticas y sus misterios. Seguiré con Baudrillard aquí.

3 comentarios:

  1. En relación con el concepto de meditación occidental y oriental, me pregunto si existe un sigma entre ambas tradiciones. En el siguiente vídeo se reflexiona sobre ello:

    https://youtu.be/35zR1OpnCvc

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  2. Repensando, caigo en la idea de que es la sociedad japonesa donde podemos encontrar los ejemplos más significativos de los textos de Baudrillard... Quizás todavía no llegamos a vislumbrar eso que llamamos GLOBALIZACIÓN o capitalismo global (dicho en lenguaje popular)

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  3. Otra curiosidad es el interés que Bourdieu tuvo por trasladar sus teorías a la sociedad japonesa... Creo recordar que en Razones Prácticas se incluye un texto de una conferencia que dio en Japón. Un abrazo.

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