domingo, 8 de diciembre de 2019

PABLO IGLESIAS Y LA FÁBULA DE ESOPO




Vadeaba un perro un río llevando en su hocico un pedazo de carne. Vio su propio reflejo en el agua del río y creyó que aquel reflejo era en realidad otro perro que llevaba un trozo de carne mayor que el suyo. Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para arrebatar el trozo a su compadre. Pero el resultado fue que se quedó sin el propio y sin el ajeno: éste porque no existía, solo era un reflejo, y el otro, el verdadero, porque se lo llevó la corriente.

Esopo. Fábula del perro y el reflejo del río.

La trayectoria política de Pablo Iglesias denota un viaje paradójico por el tiempo transcurrido desde su emergencia en la resaca del 15M y la situación actual, que puede ser calificada como un tiempo de expectativas fantasiosas, manufacturadas mediáticamente, en un gobierno ineludiblemente débil. La paradoja que lo sustenta se puede enunciar así: En tanto que desde las elecciones generales de 2015, Podemos manifiesta un declive incuestionable, la coyuntura política de extrema fragmentación le sitúa en el umbral de socio preferente del gobierno.

El declive partidario de Podemos se expresa en la declinación de su base electoral, en el decrecimiento de su organización, que se manifiesta en un saldo favorable a las salidas, así como su debilidad patente en una buena parte de las autonomías, y la endeblez de sus vínculos con los movimientos sociales menguantes. También en el estancamiento y fracaso manifiesto de las experiencias municipales sobre las que pretendía constituir su suelo. Además, el hábitat político en el que se desenvuelve el partido, experimenta un proceso de desertificación política, que contrasta con la situación de los primeros tiempos, en los que comparecieron un conjunto de iniciativas vivas protagonizadas por gentes que tenían la pretensión de ser actores políticos.

Esta mutación experimentada desde 2014 hasta el día de hoy, conforma una paradoja. La debilitación del tejido partidario y de su entorno político-social tiene como contrapartida su asentamiento en el mundo de la infoesfera política. La mediatización del acontecer político implica la construcción de un próspero mercado audiovisual, que concita a un segmento de la audiencia total. En este mundo virtual se ha afincado Podemos, conquistando una cuota de protagonismo en el relato del devenir de la política, entendida como un juego incierto entre los distintos actores que lo protagonizan. En este mundo artificial, tanto el partido como Pablo Iglesias, acompañado de su inseparable Irene Montero, ha conquistado un papel de actor principal. Sus vicisitudes son tratadas profusamente, haciendo énfasis en las pasiones de distinto signo que exhiben sus amigos y enemigos.

Esta transformación experimentada por Podemos tiene unas consecuencias sustanciales. La fuerza partidaria que parecía sustentarse en la potencialidad exhibida por distintos colectivos, grupos y personas, que manifestaban su voluntad de ser actores políticos, ha sido diluida, para ser transformada en un conjunto de espectadores, que viven las efervescencias inducidas por el devenir de los acontecimientos televisados. A día de hoy el partido que reivindicaba la nueva política se sustenta en la adhesión de una masa de espectadores/votantes/moléculas de red social/aspirantes a ser unidades muestrales en los sondeos, así como otras formas características de la videopolítica imperante.

Desde esta perspectiva se puede comprender que la apuesta de Iglesias se polarice en la presencia en el gobierno, en la certeza de que esta multiplicará su presencia mediática. Se supone que este salto en el mundo de las cámaras y las imágenes, reportará réditos electorales. Pero este mundo virtual se funda en una lógica diferente. En tanto que Pablo  se presenta como “ganador” en los denominados debates electorales, el retroceso de sus votantes es manifiesto. Su proyecto se funda sobre un catálogo de imágenes, retóricas y gestos espectaculares, programados para su impacto en los cautivados públicos audiovisuales de consumo del género político. Si se consuma esta opción, veremos los primeros bebés en la mesa del consejo de ministros y otras imágenes fantásticas derivadas del talento de los expertos más relevantes de la era de la videopolítica, como son los asesores de imagen.

Por esta razón, me parece pertinente interpretar esta situación como la penúltima versión de la célebre fábula de Esopo, la del perro y el reflejo del río. El bueno de Pablo suelta su exiguo hueso de los apoyos reales de los actores de la sociedad, para apostar por el seductor hueso de su hiperpresencia televisiva, en la que se prodigará en dar buenas noticias para reforzar el encantamiento de los electores. Los antecedentes de la reedición de esta fábula se encuentran en su afición a fotografiarse con los participantes de distintas movilizaciones. Así, estos adquieren un estatuto de visibilidad mediática, con independencia de los resultados del conflicto. Los casos de Coca-Cola o Amazon son elocuentes. En la videopolítica lo que importa es lo que se ve, que se sobrepone a lo que verdaderamente ocurre en sobre el suelo social.

El problema de esta metamorfosis partidaria es que se pretende realizar cambios que afectan a los intereses de los poderosos. El desierto político-social, conformado por la extrema debilidad de los partidos, los movimientos sociales, organizaciones sindicales y de la sociedad, no parece el hábitat adecuado para modificar el equilibrio entre los intereses existente. Sustentados en una masa dispersa y heterogénea, sometida a las intensidades emocionales políticas, inducidas por las televisiones, las posibilidades de modificar las condiciones existenciales de los perjudicados por el proyecto neoliberal vigente, son, cuanto menos exiguas.

Cualquier medida que perjudique los intereses dominantes, tendrá como respuesta una escalada efectiva de grandes dimensiones, desde la que no se puede responder desde el mundo evanescente de la infoesfera política. La masa mediática congregada por esta no tiene la condición de ser sostenible en el tiempo, ni acumulable. Así, no puede constituir un sujeto político estable. No, hoy no es posible la repetición del relato del Zorro-libertador. En estas condiciones, cualquier proyecto de cambio se encuentra en una situación en la que es inevitablemente bloqueado por las fuerzas de la resistencia al cambio. Solo una red de sujetos políticos constituidos en la interacción cara a cara y cuerpo a cuerpo, pude responder.

En esta situación es inevitable recordar las palabras de Baudrillard, escritas en los años setenta,  que definen rigurosamente a la masa mediática resultante  de las distintas transformaciones operadas hasta el presente “Todo el montón confuso de lo social gira en torno a ese referente esponjoso, a esa realidad opaca y translúcida a la vez, a esa nada: las masas. Esta bola de cristal de las estadísticas está atravesada por corrientes y flujos, a imagen de la materia y de los elementos naturales…Aunque puedan estar magnetizadas, y lo social pueda envolverlas como una electricidad estática, la mayor parte de las veces hacen tierra o masa precisamente, o sea que absorben toda la electricidad de lo social y lo político y la neutralizan sin retorno…Todo las atraviesa, todo las imanta, pero todo se difunde en ellas sin dejar rastro…Son la inercia, el poder de la inercia, el poder de lo neutro”.

La evolución de Podemos, ratifica su renuncia de facto a la constitución de un sujeto político, para desplazarse al papel de gestor de una masa mediática de apoyo. Esta es equivalente al reflejo en el agua de la fábula de Esopo. No es otra cosa que una quimera. Pero esta línea, conduce a fabricar un catálogo de retóricas visuales de impacto, que sustituyan al déficit de los apoyos sustentados en el suelo social. En un gobierno con un respaldo electoral bajo mínimos, induce a una inevitable rivalidad semiológica con Pedro Sánchez, que también basa su acción en un conjunto de actos cuyo sentido es su impacto mediático. Mi pronóstico es que el conflicto, antes o después, es irremediable.

Lo positivo es que van a alimentar narrativas propias de reality show del auténtico, así como la consolidación de nuevas categorías de expertos psi. El probable conflicto mediatizado relanza una disciplina subordinada hasta hoy: la psicología política. Así las tertulias pueden reforzar sus contenidos, con la aportación de los expertos psi. No excluyo incluso, ver a algún psicoanalista de ocasión haciendo interpretaciones de la rivalidad entre Pedro, Pablo y sus discípulos más cercanos. El abrazo partido ha sido el primer episodio de esta serie.




2 comentarios:

  1. Cuando imagino como pueden ser las personas que hay debajo de los personajes públicos que no conozco personalmente, Pablo Iglesias siempre me recuerda a Felipe González.

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  2. Sí existe algún parecido. A mí me gusta encuadrarlo en un tipo personal de "predispuestos para la metamorfosis política"

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