viernes, 13 de diciembre de 2019

GRETA THUMBERG Y EL CONCEPTO DE MAL COMÚN DE IGNACIO ELLACURÍA



En el orden de la dominación todavía había lugar para el trabajo histórico de lo negativo. La desaparición de lo negativo inaugura la era de la hegemonía. Desde entonces, en este imperio virtual del bien, en esta positividad total, en esta realidad integral, el pensamiento crítico ya no puede subvertir el sistema desde dentro. Es el fin de las contradicciones, de las relaciones de fuerza: el fin de la violencia revolucionaria. Tras la disolución de la negatividad en el corazón del sistema, más bien habría que hablar de colusión, de consenso, de circuito integrado de la globalidad. Pero -justamente a causa de este exceso de positividad-, también ha llegado la hora de la agonía del poder. En el momento de su realización definitiva, el sistema  se vuelve incapaz de superarse – Aufhebung como consecución- e inicia un proceso de disolución –Aufhebung como liquidación-. Así, un proceso catastrófico ocupa el lugar del trabajo de lo negativo. El sistema entra en una estrategia fatal de desarrollo y de crecimiento, se muestra incapaz de impedir la realización de su destino, sus implacables mecanismos de reproducción lo abocan a una suerte de autodestrucción. Cabría decir se se autocanibaliza. De esta suerte, mientras la negatividad se disuelve en el corazón del sistema, el poder provoca su propia caída una vez concluida su realización y un inmenso trabajo de duelo sustituye al trabajo de lo negativo.
Jean Baudrillard. La agonía del poder.

Estas lúcidas palabras de Baudrillard ilustran el fondo de la cuestión de la crisis climática global, agitada estos días por los avatares de la extraña cumbre que se celebra en Madrid. Esta concita la presencia de múltiples gentes que enfrentan la cuestión de la catástrofe climática y realizan propuestas para su reversión. Pero esta reunión deviene en un escaparate de la impotencia ecológica y política manifiesta, en tanto que las proposiciones que se formulan carecen de viabilidad, puesto que son ajenas a la lógica del sistema tecnológico-productivo, que representa un modelo específico de relación con el territorio, suscitando así una oposición de grandes proporciones, encabezada por los poderes globales. La escasa factibilidad de las directrices emanadas de este foro, se camuflan en un halo de bondad y positividad, muy propio de esta época.

En este inmenso abismo ecológico emerge la figura de Greta Thumberg, que reúne en su persona las fascinaciones mediatizadas propias del presente, que la configuran como una portadora de idolatrías de la era de la videosfera. En coherencia con este tiempo, sus propuestas representan un diagnóstico certero de la crisis ecológica global. Pero, el problema radica en que diluye las responsabilidades de la situación catastrófica entre todo el género humano, atribuyendo un poder irreal a las autoridades estatales, liberando así, tanto a los verdaderos decisores, como a la lógica del sistema productivo, que nos convierte a todos en irremediables cómplices como participantes en una norma de consumo.

Las ingenuas propuestas de Greta eliminan de facto la noción de sistema, que es una instancia congruente con sus múltiples beneficiarios, ubicados en distintos niveles. Una vez suprimida este concepto, apela a la conciencia de cada cual, conformando así un piadoso mensaje con 0% de negatividad. Este es reinterpretado desde las coordenadas del pensamiento positivo, que lo libera de cualquier idea de confrontación. En este sentido me recuerda a las viejas películas de Marisol de mi infancia, en los que una niña pobre buena conquistaba el corazón hermético de los poderosos movilizando su bondad y su gracia.

De este modo contribuye a la conversión del ecologismo en un sermón bonachón, desprovisto de tensiones y de adversarios. Este queda convertido en una reprimenda amable, que es susceptible de múltiples interpretaciones. Así que el mismísimo alcalde Martínez-Almeida, aprovecha estas ambigüedades para vender la entelequia del “Madrid Green”. Pienso en las gentes de Ecologistas en Acción que han vivido y viven múltiples episodios sórdidos de conflictos ecológicos en los que se evidencian los intereses bastardos, y en los que lo común queda subordinado violentamente a lo particular. El fantasma del crecimiento desbocado y sus beneficiarios, se cierne sobre los activistas ecologistas ubicados sobre el suelo.

En cualquier caso, valoro mucho a las personas como Greta que rompen con la congelación de lo político y lo social en esta época de hiperconformismo destructivo. Simpatizo con quienes emergen en el espacio público diciendo “no” al orden instituido, asumiendo las consecuencias de su comportamiento en un medio anestesiado.  Las carencias de los movimientos sociales y de las instituciones se hacen patentes frente a los problemas. Así se configura un proceso fatal en el que las soluciones enunciadas por estos tienden a acrecentar su impotencia, cronificándose como problemas que suscitan una actividad de dispositivos expertos que se instalan en las organizaciones internacionales, promoviendo proyectos fantasmales que no se cumplen.

De este modo, la eficacia cero de los nuevos expertos en medio ambiente, que se desplazan de cumbre en cumbre como si estuvieran condenados a un devenir eterno, es aliviada por su impacto mediático. Para los mediua es un tema sustancioso que presentan en formato de sermón audiovisual y narración heroica de sus protagonistas. Así, Greta es convertida en un icono y su discurso es despiezado en múltiples titulares y frases de impacto. También sus gestos, que la privilegian como una superdotada de la videosfera. Su mirada a Trump o sus puestas en escena la elevan a la cima del olimpo televisivo, minimizando los significados de sus mensajes. El espectáculo de la corte de devotos y expertos pillastres que la acompañaba a la manifestación de Madrid fue apoteósico, constituyendo una imagen certera del deterioro del logos en la era de la videosfera. Desde el viaje del pueblo hebreo tras Moisés no se conocía un carisma semejante.

 En este sentido, en el caso de la catástrofe climática, me parece pertinente un concepto fértil de Ignacio Ellacuría, el filósofo y teólogo rector de la universidad de El Salvador asesinado en 1989. Este es “el mal común”. Se trata de un efecto fatal asociado al modo de operar del sistema, que denomina como civilización del capital, que tiene consecuencias negativas en todos los órdenes. Este término expresa la contraposición entre la negatividad de la realidad, determinada por la vigente estructuración de la realidad histórica, y la realidad de lo que tendría que ser desde la perspectiva del interés común. Ellacuría lo define como un mal que va adquiriendo formas concretas históricas que afectan a todo el cuerpo social, apoderándose de toda la vida de las personas.

En el discurso de Ellacuría, el mal común no estriba en las decisiones de autoridades o en la conciencia individual de las personas, sino que se trata de una negatividad encarnada en las estructuras sociales, que termina por condenar a una gran parte de las poblaciones.  Este es un proceso histórico específico, que tiene sus raíces en las ideas, las instituciones, el modo de producción y las relaciones sociales determinadas por el mismo. Se manifiesta en un estado de deprivación de distintas categorías de las poblaciones, no solo definido por la carencia económica, sino que esta es trascendida por otras carencias inmateriales.

El mal común implica la centralidad de una fuerza configuradora y organizadora de los procesos económicos, políticos, sociales y culturales. Esta se asienta en las corporaciones globales, las nuevas instituciones de la gobernabilidad y los grupos mediáticos globales. Este entramado es quien protagoniza la presión sobre los estados nacionales, para cumplir con los programas elaborados por estos, y que responden a sus intereses. La situación global es el resultado de la actuación de este complejo de poder global. Las organizaciones internacionales se inscriben en este orden global.

El efecto principal de este concepto de Ellacuría, es la desaparición gradual de la solidaridad, así como del concepto de humanidad. Los múltiples episodios dramáticos que tienen lugar en el presente, resultan del modo de operar del entramado global de poder que ampara el mal común. La ciudadanía es una condición disuelta por la explosión del consumo y la mediatización. El mal común es un orden social que moldea las relaciones sociales, y, por ende, a las personas mismas, generando una dinámica inevitablemente deshumanizadora.

Esta conceptualización permite construir una perspectiva más realista con respecto al medio ambiente y la crisis climática.  Este es un ámbito en el que se evidencia la radical crisis de la inteligencia, la preponderancia de intereses oscuros y la falsificación de las instituciones. Se trata de un espacio privilegiado que testimonia el colapso científico y ético de las instituciones de producción de conocimiento. De ahí resulta un estado de neutralización de las mentes, que en muchos casos adquiere la condición de imbecilidad inducida. La falsificación, la ocultación y la simulación tienen efectos fatales. Pero todas estas se subordinan a la gran trivialización acerca de este tema que ponen en escena los medios audiovisuales. En estos días he podido ver cosas patéticas que acreditan la premonición de Baudrillard que abre este texto.

Pero, el aspecto más pernicioso radica en que la supremacía de los nuevos expertos fragmenta la realidad. La crisis climática no es independiente de las guerras regionales, de la escalada armamentística, de la persistencia cronificada de carencias en múltiples lugares del planeta, de la inquietante mutación antropológica que implica el modelo hegemónico impuesto por el complejo global, así como otras cuestiones críticas. No nos podemos “concienciar” acerca del peligro del planeta tierra haciendo abstracción de las guerras, genocidios, hambrunas y otros episodios que afectan a las poblaciones. Se trata de adquirir una conciencia crítica imposible de escindir. En este aspecto, la posición de Greta es mucho más endeble que la de Ignacio Ellacuría.


2 comentarios:

  1. Hola Irigoyen!
    Te escribe Alva. No sé si te acuerdas de mi pero fui alumna suya en su último año de docencia junto con José Angulo, el cántabro. Le sigo en su blog y me hace muy feliz ver cómo sigue activo y deleitándonos con su visión sociológica.
    Un abrazo enorme desde Granada!

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  2. Hola Alva
    Me acuerdo perfectamente de ti y de tu talento. Tu trabajo para la asignatura permanece en mi memoria. Desde mi perspectiva actual de librepensador sin ataduras, temo que te esculpan como a una aspirante a hacer carrera en esa extraña fábrica de méritos y simulaciones. He leído el tfg de Jose recientemente. Os recuerdo a los dos y a tu maravilloso perro como gentes resistentes a renunciar a la autonomía personal y al desarrollo de la inteligencia. Saber que lees el blog me reconforta muchísimo.
    Un abrazo macroscópico desde los madriles

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