martes, 31 de diciembre de 2019

SIETE AÑOS DE TRÁNSITOS INTRUSOS. UN SOCIÓLOGO-ORNITÓLOGO


No dejaremos de explorar.
Y el final de la exploración será
 Llegar al punto de partida.
Y conocer el sitio por primera vez.
T.S.ELIOT

Se cumplen siete años desde el comienzo de estos Tránsitos Intrusos. Desde la perspectiva del dispositivo dominante sobre las vidas en el presente, las agencias de evaluación, se trata de un periodo temporal que puede ser denominado como un septenio. Parece pertinente hacer recuento y valoraciones de esta experiencia encerrada ya en esa unidad de tiempo enigmática, que se acoge al misterio del siete. Ciertamente, en estos años han cambiado muchas cosas importantes, tanto en mi vida, como en mi entorno. Algún amigo me ha hecho llegar su recomendación de que es el momento de dejarlo para reemplazarlo por otro proyecto acogido a este guarismo, que abra un nuevo ciclo que se pueda inscribir en ese paquete de tiempo siete.

Cuando escribí la primera entrada en diciembre de 2012, me encontraba inmerso en un tiempo abierto, que abonaba distintos caminos al futuro, tras el acontecimiento del 15 M. En esta situación proliferaban distintos proyectos nuevos, que se proponían la renovación radical de la sórdida sociedad española del régimen del 78 maduro, así como de sus instituciones deterioradas. Este clima social propiciaba una disposición singular de los lectores, que vivían en un medio en el que proliferaban  propuestas definidas por la asignación de un protagonismo indiscutible a un nuevo nosotros. En este ambiente se incrementaban indagaciones y reflexiones que asignaban centralidad a la gente, entendida como un mosaico múltiple y heterogéneo de actores de muy distinta naturaleza.

Viví una situación que presenta similitudes en el tiempo de la transición de los años setenta. Entonces se habló de “la sopa de letras” para designar a los múltiples proyectos políticos nacientes, resultantes de la ebullición política que propició la descomposición del franquismo. En los años siguientes, estos fueron absorbidos por las maquinarias de los partidos dominantes, que restablecieron el orden del monopolio de la voz concentrada en unos pocos actores políticos. Estos devinieron inevitablemente en oligarquías cerradas, en las que se confirma incluso el derecho a la sucesión. Esta concentración política genera una corte mediática y cultural que expropia todas las voces y gobierna mediante la interacción con los distintos grupos de interés. De ahí resulta el régimen del 78.

El estado de expectación política y social en espera de cambios propició el despliegue de un blog como este,  poco convencional y nada encuadrado en los distintos bloques que habitan en las instituciones. En este tiempo, la emergencia de Podemos suscitó muchas esperanzas en algunas personas participantes de las constelaciones sociales difusas que sucedieron al 15 M, entre las cuales me encuentro. Pero muy pronto, las instituciones del deteriorado régimen del 78 recuperaron el control de la situación y absorbieron a los nuevos partidos, que terminaron detentando un grado de oligarquización similar al de los convencionales. El conflicto político fue mediatizado y formateado por la institución central de este tiempo: la televisión.

Las experiencias de heterogeneidad de las candidaturas municipales del cambio, fueron derogadas por la emergencia de varias  docenas de líderes providenciales, que reformularon el cambio según el viejo modelo de lo que en este blog se ha definido como “el zorro”. Un pequeño grupo de libertadores instalados en las instituciones y devenidos en estrellas de la televisión, se reapropian de la responsabilidad del cambio y nos animan a concentrarnos en una nueva pirámide de votantes, seguidores y aplaudidores. La recesión política se hace patente mediante el decrecimiento de iniciativas locales y sectoriales y la adhesión al horizonte de espera que resulta de las expectativas generadas por las puestas en escena de la  videopolítica.

Este ambiente sombrío, define el entorno del blog en los dos últimos años, en los que las energías al cambio se transforman en esperanzas mediatizadas de la serie sin fin de la política televisada y sus huestes de héroes libertadores. De este modo retorna un tiempo de animismo de la izquierda, en el que la creencia de que es posible modificar las condiciones de vida de las poblaciones penalizadas por la reestructuración neoliberal, desde unas instituciones políticas tan deterioradas y lejanas a las personas, se impone como la penúltima ilusión catódica-virtual. En tanto que las instituciones de la individuación absoluta se imponen en todas las esferas, los públicos televisivos celebran las contingencias de la última jugada en la función perenne de la formación de un gobierno cada vez más provisional.

Este es un tiempo que cabe definir, retomando el canónico concepto de Minzberg sobre las organizaciones, como la apoteosis de los ápices estratégicos. En este nivel del gobierno –las cúpulas- se espera que se diriman los reequilibrios entre los intereses sociales. Esta concentración de la política implica la construcción de una pirámide de colaboradores y de beneficiarios. La vuelta a la jerarquía conlleva la reactivación del principio del alineamiento y encuadramiento en todas las esferas, que conforma una maldición eterna de la sociedad española. Todos alineados en torno a la visión de los libertadores. Cualquier matiz o atisbo de diferencia es interpretado como un favor al bloque enemigo.

En estas condiciones, este blog se encuentra en una situación más adversa que en su primera etapa. Mi cosmovisión presenta muchas diferencias con la prevalente entre los héroes libertadores, ubicados en el ápice estratégico iluminado por las cámaras. La principal radica en entender que lo que se entiende como contenido de la política estatal, es desbordado por las instituciones de la gubernamentalidad, que se instalan en un más allá de lo político convencional. Las reformas del presente se ejecutan mediante nuevas instituciones transpolíticas. La universidad es un ejemplo nítido al respecto. Este es un tiempo en el que se agranda el espectro luminoso de Laval y Dardot, especificado en su libro sobre el neoliberalismo.

En este medio adverso seguimos. No es la primera vez que ocurre en mi biografía, en tanto que mi circunstancia me ha forjado, salvo en algún breve período, como un francotirador inclasificable. Las viejas canciones de Jorge Cafrune son elocuentes para autodefinirme “Yo soy pájaro corsario que no conoce el alpiste”, o “Yo nunca tuve tropilla, siempre montao en ajeno”. En un tiempo en el que el alpiste va a crecer al modo del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, mi condición de independiente adquiere riesgos ineludibles. Un profesor de sociología de mi departamento, les decía a los alumnos que mis clases eran originales y sugerentes, pero que tuvieran precaución, en tanto que estaba loco. No subordinar el comportamiento y el pensamiento a los beneficios comunes de las castas, es una señal estigmática de deterioro mental en la sociedad española de antes, de después y de siempre.

El deterioro de las instituciones y la ausencia de un pensamiento crítico en la sociedad española, que se ha producido desde el origen del postfranquismo, y en distintos grados hasta el presente, ha determinado una sectorialización de las gentes que se encuadran en eso que se llama izquierda. Así se construye un refugio confortable sectorial que cumple la función de protección de la cruel intemperie que es lo social global, que es reestructurado por el avance hacia una sociedad neoliberal avanzada. Cada sector construye sus discursos y sus resistencias sin vínculos laterales con los demás. Esta es una de las condiciones del éxito del neoliberalismo.

Desde la perspectiva de este blog se hace patente esta situación. Los públicos lectores se segmentan según el sector. Así, una cosa es la precarización de los médicos, otra la precarización de los profesores e investigadores, y otra la de los distintos contingentes de uberizados. Así se constituye el arquetipo personal del refugiado. Este es una persona que vive y lee el mundo desde las coordenadas del sector en el que se encuentra asentado. Me gusta decir que soy visitante de refugiados. Esta condición se define por una mentalidad arraigada en un medio. En twitter se confirma contundentemente esta maldición de “cada uno en su sitio”. La consecuencia es que lo global se configura como un territorio vaciado, ocupado por las élites políticas, que son valoradas por sus medidas sectoriales por las distintas clases de refugiados. Este es uno de los hándicaps del blog desde su comienzo.

La nueva situación política tiene como efecto el movimiento impetuoso de distintos grupos, que, al modo de los pájaros, buscan espacios confortables en los que abrevar. Este blog pretende ser un punto de observatorio de los movimientos de aves, que van a editar la última versión de la genial película de Pasolini “Pajaritos y pajarracos”. Aves de todas las clases van a poblar el espacio político en los próximos meses. De ahí que el avistamiento de estos movimientos migratorios me configure inevitablemente como un ornitólogo. Me gusta decir que, como sobreviviente de tantas etapas de la sociedad española, he terminado por especializarme en clasificador de pájaros de distintas categorías. Así el título de este texto: un sociólogo ornitólogo.

Por lo demás, el blog tiene unos números que no había imaginado nunca, y que desbordan mis previsiones iniciales con mucho. Me abruma el número de visitantes y la diversidad de procedencias. Muchas gracias a los lectores. Para una persona no encuadrada como yo, y ahora desanclada, en un medio segmentado en distintos campamentos de refugiados, en donde soy percibido inequívocamente como un extranjero, este flujo de visitantes me reconforta. Esta situación no me desubica, en tanto que reclamo mi identidad de especie del desierto, habitante de un medio en el que es difícil la sobrevivencia.

Mientras tanto sigo en Madrid, aunque visito con frecuencia distintas ciudades costeras. Aquí ya he cavado mi laberinto subterráneo de túneles, pasarelas, escondites y puntos de observación. Cuando estoy algún tiempo fuera, regreso ansioso de poner a mi cuerpo en esta jungla urbana. Madrid es un lugar en la que se puede vivir el presente postcolonial. Me fascina viajar en el metro por el sur de la ciudad. La humanidad múltiple aparece ante mis sentidos en su inmediatez. El mercado de trabajo coaccionado se hace presente con todo su esplendor. Siempre me acuerdo de Frantz Fanon y sus condenados de la tierra, que fue el primer libro crítico que leí. En las ciudades del Cantábrico la distorsión es inevitable por minimización de lo postcolonial y la preponderancia de lo local.

En estos días pienso en las poblaciones que protagonizan las incidencias críticas de este tiempo. Ahora resplandecen los de Hong Kong, Chile y los cercanos a las fronteras-muralla. Me gusta situarme en cualquier lugar de la orilla del Mediterráneo y mirar el mar, imaginando el contraste entre los turistas programados y los que protagonizan un viaje fatal huyendo de su infierno local. Allí se puede pensar sobre la diferencia. Siempre termino maldiciendo a los refugiados sectoriales y mascullo con rabia “menos, salud, menos educación, menos bienestar…y más filosofía”. Supongo que se entenderá el sentido de esta reflexión.

Un abrazo a los lectores. Este es el último texto del septenio fenecido. El próximo inaugura el siguiente paquete temporal.










jueves, 26 de diciembre de 2019

LA AÑA RAMONA


La aña Ramona es una de las personas más misteriosas de mi infancia. El aña era una niñera-nodriza, que había amamantado a  varios niños de la familia, y que permanecía en el hogar muchos años después. Era una ama de cría que había cumplido su misión durante varios años y era reciclada en sus funciones domésticas. Ramona prestó sus pechos jóvenes a los sucesivos niños de la familia de mi abuelo, Pedro Irigoyen, que tuvo diecinueve hijos. Así se arraigó en la casa hasta su muerte, formando parte del servicio doméstico, pero detentando un estatuto especial derivado del vínculo surgido de la función de sustitución y complementación de la madre.

La conocí en las visitas familiares al domicilio de la calle Luchana en Bilbao, cuando todavía vivíamos en Madrid. Ella servía a mi tía Elena, que era quien residía allí. Unos años después,  mi padre y todos nosotros nos asentamos en esa casa, y también mi querida tía Tere y el tío Julio, que llegaron con posterioridad tras su regreso de Brasil. Era una persona muy mayor, y siempre se encontraba disponible en segundo plano en cualquier lugar de la casa. Iba uniformada con un elegante vestido negro y un delantal blanco, que me recordaba a los sirvientes de las películas de reyes, zares y nobles de distintas especies que poblaron mi infancia. Siempre llevaba su cabello bien peinado y recogido en un moño.

El estatuto de la aña en la casa era muy complejo. Era considerada como una persona cercana a la familia, pero, al mismo tiempo, era una criada ajena. Ella participaba en una ceremonia muy importante de ese tiempo, que era la merienda con los amigos y allegados de la familia que visitaban la casa en la tarde. Se sentaba en la mesa permaneciendo en segundo plano, desempeñando un comportamiento en el que la discreción era un arte. Solo hablaba si era preguntada. Al tiempo, realizaba pequeñas tareas domésticas, ejerciendo de enlace con los otros tipos de personal doméstico que habitaban la casa: las cocineras y las doncellas de entonces. Pero esta presencia en las actividades sociales tenía dos límites precisos: la comida familiar, en la que estaba excluida de la mesa y el uso del cuarto de baño. Ella utilizaba el baño del servicio. Comer y defecar devenían en dos actividades esenciales para establecer diferencias estamentales en el espacio doméstico.

Ramona había tenido una vida difícil, como muchas mujeres procedentes de medios rurales de esta época. Ella era de un pueblo muy importante de Coruña, Betanzos. Nadie sabía nada de su vida anterior antes de llegar a la casa de los Irigoyen. Se sabía que era madre soltera, una condición muy generalizada en ese tiempo, pero el hermetismo acerca de su pasado era absoluto. Representaba la figura de la caída en desgracia de una mujer en estos tiempos, que había sido embarazada y abandonada. Esta incidencia conllevaba una condena moral de sus allegados. El viaje a Bilbao para desempeñar un servicio tan íntimo como es el de nodriza, que repite tras los sucesivos embarazos de mi abuela, la libera del estigma de su tierra. Este es un viaje sin vuelta, en el que se difumina el pasado y se consuma una vida presidida por un gran secreto y una dependencia total de sus empleadores, convertidos de facto en amos.

Nunca olvidaré que, en una de las meriendas sociales de mi infancia, mi padre le dijo que saliera por ahí a dar un paseo y ver escaparates. Las sirvientas de entonces tenían libres las tardes de los jueves y los domingos. Pero ella renunció desde siempre a salir. La contestación a la invitación de mi padre fue rotunda “No, señorito Pedro, yo estoy bien aquí, y, además, pueden necesitar algo”. Esta contundente manifestación de sumisión integral quedó grabada en mi mente. La casa, en la que una parte de su espacio le estaba vedado, era para ella un refugio total, en el que se sentía segura frente al desamparo del exterior.

Ramona fue testigo, además de distintas vicisitudes familiares, del devenir fatal de algunas de las sirvientas que pasaron por la casa. Recuerdo a una chica muy joven, y muy guapa, que quedó embarazada tras un año en la casa. Mi primo Tomás Ellacuría, se esforzaba por buscar al padre, pero ella solo daba un nombre de pila; una referencia regional, que era gallego; un vehículo indeterminado, y su profesión, que se limitaba a una fábrica sin especificar. No fue posible encontrarlo. Así, la aña confirmaba el exterior como un espacio de riesgo, en tanto que poblado por depredadores masculinos ante los que se encontraba desvalida. Mi madre me comentó que Ramona quedó embarazada en unas fiestas del pueblo, como muchas mujeres de este tiempo.

La condición de Ramona se puede definir apelando a su vulnerabilidad absoluta, lo que comporta una indefensión total. Se encontraba a merced de sus empleadores. Carecía de cualquier recurso que la hiciera una persona independiente. Así, debía hacer de la obediencia una virtud absoluta, integrándola en su persona. No podía permitirse el lujo de tener un conflicto, por pequeño que fuese, con sus empleadores/amos. Tenía que evitar ser arrojada al exterior peligroso. Ignoro si tenía un salario, pero supongo que no. Sus necesidades básicas eran cumplimentadas por la familia, pero se trataba de una relación diferente al trabajo asalariado.  

Había interiorizado la situación en que vivía de modo integral, sin reservas. Era una persona disponible cien por cien y carente de cualquier expectativa. En esta situación de dependencia solo le quedaba el agradecimiento a sus verdaderos dueños. Me pregunto por sus noches, cuando permanecía en su cama en soledad durante tantos años. Quizás, en la oscuridad  albergase algún resentimiento hacia las personas que se sobreponían sobre ella en las horas de luz. También sobre el paso de los años, tan pausado en este tiempo. Su vida se agotaba en vivir los ciclos idénticos que se suceden todos los días, solo alterado por algún pequeño acontecimiento que sucedía a alguno de sus señores. Me interrogo acerca de sus recuerdos anteriores a su encierro definitivo en esa familia, convertida para ella en una institución total.

Ciertamente, la trataban bien, en tanto que cumplía estrictamente el papel que tenía asignado. Le manifestaban cierto respeto y estaban atentos a sus necesidades básicas, que podían llegar a incluir la presencia de un médico en el caso de que su salud lo requiriese, aún a pesar de que ella misma lo rechazase por considerarlo un exceso. Pero este statu quo excluía el afecto y sus distintas expresiones. Intuyo que murió sin conocer los abrazos y los besos cargados de afecto que aportan lo esencial a las vidas. Tampoco las palabras tiernas y reconocidas. Su vida era un encierro en un páramo en el que el afecto tenía un límite estricto. Su condición de subalterna marcaba los límites de la relación.

Ella carecía de iguales con los que confraternizar y vivir afectos. Su relación con las otras sirvientas era distante, en tanto que su estatuto era diferente. Pero igual ocurría con la familia, de la que era un elemento exterior. Habitaba una tierra de nadie en la que la soledad absoluta era la norma incuestionable. Así se configuraba como lo que hoy se denominaría como un recurso familiar, aunque parece excesivo llamarlo humano, en tanto que las relaciones tenían unos límites que minimizaban las emociones. Se sobreentendía que la familia le estaba haciendo un favor perpetuo a cambio de su conformidad y obediencia.

Recuerdo su máscara inalterable, en la que las emociones no tenían lugar. Estaba esculpida como un ser que había renunciado a sí misma a cambio de ser acogida. Su figura representaba la negación de los deseos personales y la individualidad. Para ella se hizo cierto ese dicho de que la vida era un valle de lágrimas, pero con el añadido de que ella misma no podía llorar. Por eso pienso en las largas noches de soledad como único espacio para expresar sentimientos. Ella representaba la conformidad en la escala máxima imaginable. En coherencia, supongo que pensaría en la creencia de que otra vida le esperase en el más allá, en el que los años de penitencia compensarían su pecado original, que tuvo lugar en el entorno de una fiesta rural y al amparo de la oscuridad.

Muchos años después, cuando llegué a Granada, cono cí un caso parecido. Era el de Encarna, una sirvienta enclavada en la familia de unos vecinos, que pagaba así su pena de lo que los técnicos imbéciles del tiempo presente llaman “embarazo no deseado”. Esta era totalmente dependiente de sus amos. Era ya bastante mayor y su aportación a las tareas de reproducción del hogar estaba menguando. Me contó que de joven se cayó de una mula en el campo y se rompió una pierna. No tuvo asistencia médica alguna y tuvo que vivir con una ligera cojera toda la vida. Su sumisión a la familia de acogida era cósmica.

No sé cómo terminó la aña Ramona. Ignoro de qué murió, pero creo recordar que murió en la casa y no fue arrojada a ninguna de las terribles instituciones de caridad de la época. Pero Encarna, que no fue nodriza, solo una incondicional subalterna doméstica, fue ingresada en un asilo, desembarazándose la familia de tal carga. Este desenlace nos afectó mucho a Carmen y a mí mismo. El valor de la leche materna había favorecido el desenlace mejor de Ramona. Pero la consolidación de una sociedad de consumo desbocada, había actuado a favor del debilitamiento del vínculo con Encarna, que terminó siendo arrojada a un espacio que para ella eran las tinieblas exteriores, en tanto que debilitada por los largos años de encierro total.

La emergencia del feminismo ha privilegiado la recuperación delas mujeres trabajadoras y profesionales. Pero estas castas de mujeres encerradas, añas y varias clases de recluidas domésticas, así como otras formas de trabajo coaccionado, permanecen todavía en la penumbra. Ellas representaban una forma de refugio cautivo en un mundo peligroso para ellas. Así el problema se resolvía transformándose en uno mayor. La seguridad que sentía la aña en su encierro, percibido como mal menor frente a las amenazas exteriores, cimentaba una conducta de sumisión aceptada e ilimitada.



martes, 24 de diciembre de 2019

NOSTALGIAS DE NOCHEBUENA


Esta Nochebuena es un día de rememoración para mí, en el que las ausencias se sobreponen a las presencias. Es inevitable que me invadan varias nostalgias. Por eso quiero compartir con los lectores del blog algunas músicas que conducen a mis imaginarios de tiempos anteriores. Si se trata de evocar pasajes de mi vida, los antiguos amores aparecen en primer plano. Los pequeños, los medianos y los grandes. Los fugaces, los intensos, los frustrados, los imposibles, los imaginados… Los amores que llenan de sentido a las vidas. Esta es una música amable que me hace sonreír hoy, y también soñar viajando a mis pasados.



Una de mis ensoñaciones favoritas, que me han ayudado a vivir distintas situaciones sórdidas, ha sido la posibilidad de fugarme. El descubrimiento de la Música de Cesárea Evora estimuló mi imaginación durante muchos años. Cabo Verde sería el lugar idóneo para vivir un amor, en consonancia con la naturaleza, y alejado de las sociedades de control que me rodeaban, y que emitían señales cada vez más perceptibles. El Atlántico, una sociedad no desarrollada, que percibía como lo más cercano posible a las sociedades convivenciales que conceptualizó Ivan Illich, o a las de la “austeridad compartida”, que imaginó Ignacio Ellacuría. Este parecía ser el lugar idóneo para consumar una escapada, que me liberase del terrible peso de ser profesor universitario en una universidad fantasmagórica, así como sociólogo en el capitalismo global en el imperio neoliberal. Soñé con el viento, la luz, el mar, y los seres humanos desprovistos de esa fatalidad cuya primera versión fue “la motivación para el logro”.

Pero, por varias circunstancias combinadas, no fue posible esta evasión. Tuve que renunciar a mi fantasía de desaparecer de mi agobiante medio y desembarazarme de todos mis opresivos disfraces. El problema es que el paraíso caboverdiano ha sido disuelto por el avance impetuoso del nuevo capitalismo global, que se ha extendido a todos los confines mediante la generalización de la barbarie turística. Ahora, los espacios que aparecen en los vídeos y los seres humanos que los habitan, han sido reconvertidos, asignándolos un valor económico que disuelve la vieja sociedad convivencial. Cabo Verde ya es un lugar inserto en el espacio de los flujos turísticos. En este blog he presentado algún video que ilustraba mi fascinación por las personas que vivían lentamente en congruencia con una naturaleza privilegiada. De ese mundo solo quedan las nostalgias de sus músicas y las imágenes de sus videos, ya sobrepasadas por los complejos hoteleros, su corte de animadores turísticos y los arquetipos personales de los visitantes fugaces en busca de una aventura industrialmente confeccionada, que alimente su biografía digitalizada.





Armando Tito es un músico que siempre me ha fascinado. Es un excelente guitarrista de Cabo Verde que no se ha hecho rico. Ha vivido disfrutando de la música y de la vida, muy en consonancia con los que le rodean. Este es un video del famoso concierto de Cesaria Evora  en la sala Bataclan de París, en la que actúa como músico de la banda y realiza un solo de guitarra antológico.


La celebración de cumpleaños del vetusto, entrañable y vital Armando Tito, en un ambiente en el que dominan las personas que ponen la vida por delante del dinero. En esta fiesta hay muchas personas que solo pueden calificarse como fantásticas, por su capacidad de gozar de los momentos de la vida, que se sobrepone en lo diario al afán de obtener logros económicos y de estatus. Me he perdido la posibilidad de vivir  con ellas y con sus músicos excelsos.



Buenas fiestas y un abrazo para todos los lectores.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

LAS CONSULTAS FUGACES Y LA DEGRADACIÓN ASISTENCIAL INDUCIDA


En estos días he vuelto a visitar consultas médicas definidas por su fugacidad, que suele ser la antesala de la futilidad.  La masificación de la medicina y su conversión en un bien de consumo, reforzadas en los últimos años por los recortes, han acentuado su ingravidez. Muchas consultas son actos mecánicos en los que comparecen distintas gentes en espera de aliviar sus malestares, una gran parte de los cuales exceden lo estrictamente biológico. Así, desde la perspectiva del visitante, en no pocas ocasiones se trata de conjurar sus miedos, estimulados por la expansiva medicalización de la vida cotidiana y la videosfera. 
 
En mi infancia y adolescencia, el médico era un personaje que acudía al domicilio cuando era solicitado. Este era un privilegio que  solo disfrutaban las clases medias y altas. En su visita, trataba al enfermo que lo requería, y lo solía hacer en su cama. Así se cumplía estrictamente la denominación de médico de cabecera. Además, nos saludaba a todos y se interesaba por nuestro estado. Siempre preguntaba por cuestiones cotidianas como alimentación, sueño y otras de la vida corriente. La relación en la casa dejaba un sello inequívoco, que se expresa en el recuerdo de sus nombres muchísimos años después. El Dr Cárdenas; el Dr Plaza; el Dr Iriarte; el Dr Calero… estos son apellidos reconocidos y compartidos por toda la familia. Por el contrario, no recuerdo los nombres de muchos de los médicos que me han atendido posteriormente  en una consulta.

Pero la asistencia médica se expandió mediante la generalización de las consultas ambulatorias. Estas eran livianas y rápidas. Recuerdo las consultas ambulatorias de aquél tiempo como un acto mecanizado, en el que eras llamado a entrar cuando estaba terminando el anterior. El médico te preguntaba por el motivo de la consulta y tomaba una decisión veloz, normalmente expedir una receta, que rellenaba cuando ya estaba el siguiente dentro de la sala. Pero esta asistencia se instaló en el imaginario social como un bien de consumo irrenunciable, al que los profanos otorgaban un valor muy superior al que le atribuían los profesionales y los expertos. 

La consulta, experimentó así, una trayectoria análoga al automóvil, la playa u otros bienes de consumo, que están caracterizados por un alto valor de uso cuando su disfrute es minoritario, pero cuando su uso se generaliza, pierden una parte sustancial de su valor. Las colas, las listas de espera, las consultas fugaces mecanizadas, todas ellas presentan una analogía con los atascos y retenciones automovilísticas. Pero este condicionante no tiene efectos en la demanda desbocada que se produce inevitablemente con la masificación. El misterio que más concita mi atención es el de las playas en verano, que representan un nivel de hacinamiento insólito. Tras estos eventos subyace una lógica que trasciende el razonamiento y que es muy difícil de aprehender. 

La primera ocasión que me hizo pensar acerca de la futilidad de muchas de las consultas masificadas fue mi presencia en una de Oftalmología, en la que, antes de contar el problema que motivaba la visita, tenía que informarle  que tenía un ojo vago. Mi experiencia, repetida en varias ocasiones y contextos, me enseñó que no es posible contar más de un problema. Este es límite para que el profesional ejecute un acto automático de respuesta. El servicio se agota en un problema, solo uno y nada más que uno. Esta norma no escrita está extremadamente arraigada en distintos contextos profesionales de la asistencia médica masificada.

En los primeros años de la reforma de la atención primaria, la flamante puesta en escena de la medicina de familia, me llevó a pensar que se iba a recuperar la visita domiciliaria como una parte esencial de la relación. Pronto comprendí que no era así, y que la asistencia médica había optado por localizarse en la consulta. Los largos años de enfermedad de Carmen ratificaron esta premonición. Las visitas a domicilio son una práctica residual, y existen múltiples barreras para conseguirlas. El resultado es la multiplicación de las expediciones a las consultas, que se configuran como un espacio de encuentro entre pacientes en trance de convertirse en hiperfrecuentadores, y profesionales  infrafrecuentadores de los domicilios. 

La reforma neoliberal-gerencialista se intensificó con la crisis,  acrecentando los recortes que se acumulan irreversiblemente. El resultado es la minimización del número de horas de profesional disponibles para una población crecientemente consumista y amedrantada por la comunicación mediática intensiva de las enfermedades y los riesgos. De este modo se conforma un problema fundamental, en el que la demanda desborda las capacidades de respuesta del sistema. Las consultas duran muy pocos minutos y los profesionales se encuentran sepultados por la riada de pacientes. En estas condiciones se produce una degradación de la asistencia, y un retorno a la vieja asistencia ambulatoria. 

El resultado sobre las consultas de estas políticas sanitarias de constricción de recursos, es demoledor. El reciente libro de Enrique Gavilán ilustra acerca de esta tragedia. El aspecto más pernicioso de las consultas fugaces radica en su escasa duración. La sala de espera concentra a quienes aguardan su turno para acceder a este servicio. Esta estancia alberga las tensiones latentes entre los presentes, clasificados según un orden, en el que cada uno tiene un número. Si alguien se excede en el tiempo de la consulta, la temperatura en la sala sube considerablemente y se manifiestan señales inequívocas de la guerra de todos contra todos.

Las consultas en un sistema masificado se inscriben en una ecuación fatal. Esta se expresa en la relación entre el tiempo de espera y el tiempo de consulta. Cuando el primero excede manifiestamente al segundo, se desencadenan situaciones tensas, que se manifiestan de distintas formas. Todos los malestares vividos por cada cual con respecto a la asistencia médica, se hacen presentes en las mentes de forma conjunta, generando estados psicológicos negativos. Estos son los malos espíritus de las consultas, que actúan generando condiciones para el incremento de distintos tipos de agresiones. La violencia contra los profesionales es un iceberg, en el que la parte sumergida tiene sus raíces en las barreras de acceso, de tráfico por el sistema, así como de lo crecientemente menguado del servicio.

Pero el aspecto más nocivo de las consultas fugaces es el efecto producido por la restricción temporal en la relación. El visitante tiene que ser capaz de exponer el problema que motiva la consulta. El problema radica en las múltiples situaciones en las que existen varios motivos interconectados. En un contexto de esta naturaleza, el primero adquiere un protagonismo que desplaza a los demás. Así, lo no tratado, o lo no hablado tiende a acumularse para las sucesivas consultas. La dictadura del motivo principal adquiere todo su esplendor en esta relación. Del imperativo de resolver lo principal se deriva una mecanización y rutinización de la relación asistencial, que alcanza proporciones insólitas.

Pero esta limitación temporal de la relación incrementa el desencuentro, en tanto que, en muchas ocasiones, la definición del problema es muy diferente en el profesional y el consultante. Consensuar esta cuestión requiere un tiempo no disponible. De ese modo el médico tiene que imponer una solución en una relación de austeridad relacional por efecto de la concisión determinada por el tiempo. En ocasiones, este tiene que refutar la información falsa que porta el visitante y respalda su demanda. Así, pese a las asimetrías e de esta relación, que hacen favorecer la solución propuesta por el profesional, así como la aceptación por parte del demandante, se constituye un disenso no racionalizado que constituye un entorno en las siguientes visitas. Se trata de una hostilidad contenida, que desempeña un papel nada despreciable en la relación. Esta puede activarse con ocasión de un desencuentro puntual en el futuro.

La apariencia de consenso genera una mentalidad utilitarista y rácana por ambas partes. Se trata del ángulo mezquino inevitable en una relación de estas características. La consulta es una situación social que se produce en un ámbito de intimidad, a salvo de miradas exteriores. Para el visitante es una situación pasajera, que concluye con la despedida. Para el profesional es un momento en una cadena eterna de consultas, que tienen efectos mutuos entre ellas. De este modo, las presiones silenciosas que recibe el consultor por efecto de la apariencia de consenso, erosionan severamente su posición y su misma integridad profesional. De ese modo tiene que practicar transacciones sutiles que desbordan sus propias reglas. Este es el resultado fatal de la sobrecarga de consultas sucintas.

El consultante es un ser social, lo que implica su inmersión en una videosfera rotundamente medicalizada. En esta dominan los códigos de la comunicación publicitaria, las comunicaciones de las especialidades en busca de nichos de demanda y la milagrería comercial del complejo médico-industrial. El visitante es un portador de estas conminaciones y manipulaciones comunicativas. En los escasos minutos de la consulta, puede emitir algún comentario fundado en esas fuentes. Pero el profesional no puede refutarlas en su integridad, en tanto que la limitación temporal y relacional se impone contundentemente. Así se conforma otra ecuación fatal: el volumen de consejos de salud asimilados por un consultante es muy superior al que puede emitir el profesional. En algunos médicos sólidos, esta cuestión produce un sentimiento de impotencia o desamparo. El feed-back se hace imposible en esta situación, en la que los profesionales se encuentran literalmente cercados.

El sumatorio de estos argumentos cuestiona la eficacia de las consultas breves, acentuando, en no pocos casos, su futilidad y su ingravidez. De ahí que persistan los problemas y la demanda infinita se incremente contra toda lógica. De nuevo cabe recurrir al libro de Gavilán, que contribuye a visibilizar el mundo de las consultas rápidas, mecanizadas y producidas con criterios industriales. El desfondamiento de muchos profesionales es inevitable. Pero lo peor radica en aquellos que no hablan, acomodándose a la gran recesión ambulatoria de la atención primaria. Estos terminan por cumplir con el imperativo de adaptarse a cualquier situación.

La reforma gerencialista-neoliberal, termina así por reconfigurar el sistema sanitario, destruyendo el potencial de la atención primaria. En este texto he tratado de explicar que lo que se llama trivialmente como recortes, no es sino una herramienta tanato-organizativa de gran calado. Se trata de ajustar el sistema sanitario a la nueva estructura social. El estado de bienestar privilegió una asistencia médica de calidad a una clase trabajadora industrial localizada en las empresas, que desempeñaba un papel esencial en la producción. La nueva estructura social multiplica las categorías sociales de aquellos que son prescindibles para la producción. Esta masa de trabajadores intermitentes y rotantes es la penalizada por esta reforma. Esta es una boda excelsa entre la precarización y la asistencia ambulatoria fugaz e ineficaz. Este es el sentido de “los recortes”. Se trata de una degradación asistencial inducida.

En este texto, intencionalmente no he escrito la palabra paciente. Al decir visitante o consultante, he querido decir cosas que solo se pueden comprender desde el interior de esa relación íntima que es la consulta fugaz, una situación social ingrávida.



viernes, 13 de diciembre de 2019

GRETA THUMBERG Y EL CONCEPTO DE MAL COMÚN DE IGNACIO ELLACURÍA



En el orden de la dominación todavía había lugar para el trabajo histórico de lo negativo. La desaparición de lo negativo inaugura la era de la hegemonía. Desde entonces, en este imperio virtual del bien, en esta positividad total, en esta realidad integral, el pensamiento crítico ya no puede subvertir el sistema desde dentro. Es el fin de las contradicciones, de las relaciones de fuerza: el fin de la violencia revolucionaria. Tras la disolución de la negatividad en el corazón del sistema, más bien habría que hablar de colusión, de consenso, de circuito integrado de la globalidad. Pero -justamente a causa de este exceso de positividad-, también ha llegado la hora de la agonía del poder. En el momento de su realización definitiva, el sistema  se vuelve incapaz de superarse – Aufhebung como consecución- e inicia un proceso de disolución –Aufhebung como liquidación-. Así, un proceso catastrófico ocupa el lugar del trabajo de lo negativo. El sistema entra en una estrategia fatal de desarrollo y de crecimiento, se muestra incapaz de impedir la realización de su destino, sus implacables mecanismos de reproducción lo abocan a una suerte de autodestrucción. Cabría decir se se autocanibaliza. De esta suerte, mientras la negatividad se disuelve en el corazón del sistema, el poder provoca su propia caída una vez concluida su realización y un inmenso trabajo de duelo sustituye al trabajo de lo negativo.
Jean Baudrillard. La agonía del poder.

Estas lúcidas palabras de Baudrillard ilustran el fondo de la cuestión de la crisis climática global, agitada estos días por los avatares de la extraña cumbre que se celebra en Madrid. Esta concita la presencia de múltiples gentes que enfrentan la cuestión de la catástrofe climática y realizan propuestas para su reversión. Pero esta reunión deviene en un escaparate de la impotencia ecológica y política manifiesta, en tanto que las proposiciones que se formulan carecen de viabilidad, puesto que son ajenas a la lógica del sistema tecnológico-productivo, que representa un modelo específico de relación con el territorio, suscitando así una oposición de grandes proporciones, encabezada por los poderes globales. La escasa factibilidad de las directrices emanadas de este foro, se camuflan en un halo de bondad y positividad, muy propio de esta época.

En este inmenso abismo ecológico emerge la figura de Greta Thumberg, que reúne en su persona las fascinaciones mediatizadas propias del presente, que la configuran como una portadora de idolatrías de la era de la videosfera. En coherencia con este tiempo, sus propuestas representan un diagnóstico certero de la crisis ecológica global. Pero, el problema radica en que diluye las responsabilidades de la situación catastrófica entre todo el género humano, atribuyendo un poder irreal a las autoridades estatales, liberando así, tanto a los verdaderos decisores, como a la lógica del sistema productivo, que nos convierte a todos en irremediables cómplices como participantes en una norma de consumo.

Las ingenuas propuestas de Greta eliminan de facto la noción de sistema, que es una instancia congruente con sus múltiples beneficiarios, ubicados en distintos niveles. Una vez suprimida este concepto, apela a la conciencia de cada cual, conformando así un piadoso mensaje con 0% de negatividad. Este es reinterpretado desde las coordenadas del pensamiento positivo, que lo libera de cualquier idea de confrontación. En este sentido me recuerda a las viejas películas de Marisol de mi infancia, en los que una niña pobre buena conquistaba el corazón hermético de los poderosos movilizando su bondad y su gracia.

De este modo contribuye a la conversión del ecologismo en un sermón bonachón, desprovisto de tensiones y de adversarios. Este queda convertido en una reprimenda amable, que es susceptible de múltiples interpretaciones. Así que el mismísimo alcalde Martínez-Almeida, aprovecha estas ambigüedades para vender la entelequia del “Madrid Green”. Pienso en las gentes de Ecologistas en Acción que han vivido y viven múltiples episodios sórdidos de conflictos ecológicos en los que se evidencian los intereses bastardos, y en los que lo común queda subordinado violentamente a lo particular. El fantasma del crecimiento desbocado y sus beneficiarios, se cierne sobre los activistas ecologistas ubicados sobre el suelo.

En cualquier caso, valoro mucho a las personas como Greta que rompen con la congelación de lo político y lo social en esta época de hiperconformismo destructivo. Simpatizo con quienes emergen en el espacio público diciendo “no” al orden instituido, asumiendo las consecuencias de su comportamiento en un medio anestesiado.  Las carencias de los movimientos sociales y de las instituciones se hacen patentes frente a los problemas. Así se configura un proceso fatal en el que las soluciones enunciadas por estos tienden a acrecentar su impotencia, cronificándose como problemas que suscitan una actividad de dispositivos expertos que se instalan en las organizaciones internacionales, promoviendo proyectos fantasmales que no se cumplen.

De este modo, la eficacia cero de los nuevos expertos en medio ambiente, que se desplazan de cumbre en cumbre como si estuvieran condenados a un devenir eterno, es aliviada por su impacto mediático. Para los mediua es un tema sustancioso que presentan en formato de sermón audiovisual y narración heroica de sus protagonistas. Así, Greta es convertida en un icono y su discurso es despiezado en múltiples titulares y frases de impacto. También sus gestos, que la privilegian como una superdotada de la videosfera. Su mirada a Trump o sus puestas en escena la elevan a la cima del olimpo televisivo, minimizando los significados de sus mensajes. El espectáculo de la corte de devotos y expertos pillastres que la acompañaba a la manifestación de Madrid fue apoteósico, constituyendo una imagen certera del deterioro del logos en la era de la videosfera. Desde el viaje del pueblo hebreo tras Moisés no se conocía un carisma semejante.

 En este sentido, en el caso de la catástrofe climática, me parece pertinente un concepto fértil de Ignacio Ellacuría, el filósofo y teólogo rector de la universidad de El Salvador asesinado en 1989. Este es “el mal común”. Se trata de un efecto fatal asociado al modo de operar del sistema, que denomina como civilización del capital, que tiene consecuencias negativas en todos los órdenes. Este término expresa la contraposición entre la negatividad de la realidad, determinada por la vigente estructuración de la realidad histórica, y la realidad de lo que tendría que ser desde la perspectiva del interés común. Ellacuría lo define como un mal que va adquiriendo formas concretas históricas que afectan a todo el cuerpo social, apoderándose de toda la vida de las personas.

En el discurso de Ellacuría, el mal común no estriba en las decisiones de autoridades o en la conciencia individual de las personas, sino que se trata de una negatividad encarnada en las estructuras sociales, que termina por condenar a una gran parte de las poblaciones.  Este es un proceso histórico específico, que tiene sus raíces en las ideas, las instituciones, el modo de producción y las relaciones sociales determinadas por el mismo. Se manifiesta en un estado de deprivación de distintas categorías de las poblaciones, no solo definido por la carencia económica, sino que esta es trascendida por otras carencias inmateriales.

El mal común implica la centralidad de una fuerza configuradora y organizadora de los procesos económicos, políticos, sociales y culturales. Esta se asienta en las corporaciones globales, las nuevas instituciones de la gobernabilidad y los grupos mediáticos globales. Este entramado es quien protagoniza la presión sobre los estados nacionales, para cumplir con los programas elaborados por estos, y que responden a sus intereses. La situación global es el resultado de la actuación de este complejo de poder global. Las organizaciones internacionales se inscriben en este orden global.

El efecto principal de este concepto de Ellacuría, es la desaparición gradual de la solidaridad, así como del concepto de humanidad. Los múltiples episodios dramáticos que tienen lugar en el presente, resultan del modo de operar del entramado global de poder que ampara el mal común. La ciudadanía es una condición disuelta por la explosión del consumo y la mediatización. El mal común es un orden social que moldea las relaciones sociales, y, por ende, a las personas mismas, generando una dinámica inevitablemente deshumanizadora.

Esta conceptualización permite construir una perspectiva más realista con respecto al medio ambiente y la crisis climática.  Este es un ámbito en el que se evidencia la radical crisis de la inteligencia, la preponderancia de intereses oscuros y la falsificación de las instituciones. Se trata de un espacio privilegiado que testimonia el colapso científico y ético de las instituciones de producción de conocimiento. De ahí resulta un estado de neutralización de las mentes, que en muchos casos adquiere la condición de imbecilidad inducida. La falsificación, la ocultación y la simulación tienen efectos fatales. Pero todas estas se subordinan a la gran trivialización acerca de este tema que ponen en escena los medios audiovisuales. En estos días he podido ver cosas patéticas que acreditan la premonición de Baudrillard que abre este texto.

Pero, el aspecto más pernicioso radica en que la supremacía de los nuevos expertos fragmenta la realidad. La crisis climática no es independiente de las guerras regionales, de la escalada armamentística, de la persistencia cronificada de carencias en múltiples lugares del planeta, de la inquietante mutación antropológica que implica el modelo hegemónico impuesto por el complejo global, así como otras cuestiones críticas. No nos podemos “concienciar” acerca del peligro del planeta tierra haciendo abstracción de las guerras, genocidios, hambrunas y otros episodios que afectan a las poblaciones. Se trata de adquirir una conciencia crítica imposible de escindir. En este aspecto, la posición de Greta es mucho más endeble que la de Ignacio Ellacuría.


domingo, 8 de diciembre de 2019

PABLO IGLESIAS Y LA FÁBULA DE ESOPO




Vadeaba un perro un río llevando en su hocico un pedazo de carne. Vio su propio reflejo en el agua del río y creyó que aquel reflejo era en realidad otro perro que llevaba un trozo de carne mayor que el suyo. Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para arrebatar el trozo a su compadre. Pero el resultado fue que se quedó sin el propio y sin el ajeno: éste porque no existía, solo era un reflejo, y el otro, el verdadero, porque se lo llevó la corriente.

Esopo. Fábula del perro y el reflejo del río.

La trayectoria política de Pablo Iglesias denota un viaje paradójico por el tiempo transcurrido desde su emergencia en la resaca del 15M y la situación actual, que puede ser calificada como un tiempo de expectativas fantasiosas, manufacturadas mediáticamente, en un gobierno ineludiblemente débil. La paradoja que lo sustenta se puede enunciar así: En tanto que desde las elecciones generales de 2015, Podemos manifiesta un declive incuestionable, la coyuntura política de extrema fragmentación le sitúa en el umbral de socio preferente del gobierno.

El declive partidario de Podemos se expresa en la declinación de su base electoral, en el decrecimiento de su organización, que se manifiesta en un saldo favorable a las salidas, así como su debilidad patente en una buena parte de las autonomías, y la endeblez de sus vínculos con los movimientos sociales menguantes. También en el estancamiento y fracaso manifiesto de las experiencias municipales sobre las que pretendía constituir su suelo. Además, el hábitat político en el que se desenvuelve el partido, experimenta un proceso de desertificación política, que contrasta con la situación de los primeros tiempos, en los que comparecieron un conjunto de iniciativas vivas protagonizadas por gentes que tenían la pretensión de ser actores políticos.

Esta mutación experimentada desde 2014 hasta el día de hoy, conforma una paradoja. La debilitación del tejido partidario y de su entorno político-social tiene como contrapartida su asentamiento en el mundo de la infoesfera política. La mediatización del acontecer político implica la construcción de un próspero mercado audiovisual, que concita a un segmento de la audiencia total. En este mundo virtual se ha afincado Podemos, conquistando una cuota de protagonismo en el relato del devenir de la política, entendida como un juego incierto entre los distintos actores que lo protagonizan. En este mundo artificial, tanto el partido como Pablo Iglesias, acompañado de su inseparable Irene Montero, ha conquistado un papel de actor principal. Sus vicisitudes son tratadas profusamente, haciendo énfasis en las pasiones de distinto signo que exhiben sus amigos y enemigos.

Esta transformación experimentada por Podemos tiene unas consecuencias sustanciales. La fuerza partidaria que parecía sustentarse en la potencialidad exhibida por distintos colectivos, grupos y personas, que manifestaban su voluntad de ser actores políticos, ha sido diluida, para ser transformada en un conjunto de espectadores, que viven las efervescencias inducidas por el devenir de los acontecimientos televisados. A día de hoy el partido que reivindicaba la nueva política se sustenta en la adhesión de una masa de espectadores/votantes/moléculas de red social/aspirantes a ser unidades muestrales en los sondeos, así como otras formas características de la videopolítica imperante.

Desde esta perspectiva se puede comprender que la apuesta de Iglesias se polarice en la presencia en el gobierno, en la certeza de que esta multiplicará su presencia mediática. Se supone que este salto en el mundo de las cámaras y las imágenes, reportará réditos electorales. Pero este mundo virtual se funda en una lógica diferente. En tanto que Pablo  se presenta como “ganador” en los denominados debates electorales, el retroceso de sus votantes es manifiesto. Su proyecto se funda sobre un catálogo de imágenes, retóricas y gestos espectaculares, programados para su impacto en los cautivados públicos audiovisuales de consumo del género político. Si se consuma esta opción, veremos los primeros bebés en la mesa del consejo de ministros y otras imágenes fantásticas derivadas del talento de los expertos más relevantes de la era de la videopolítica, como son los asesores de imagen.

Por esta razón, me parece pertinente interpretar esta situación como la penúltima versión de la célebre fábula de Esopo, la del perro y el reflejo del río. El bueno de Pablo suelta su exiguo hueso de los apoyos reales de los actores de la sociedad, para apostar por el seductor hueso de su hiperpresencia televisiva, en la que se prodigará en dar buenas noticias para reforzar el encantamiento de los electores. Los antecedentes de la reedición de esta fábula se encuentran en su afición a fotografiarse con los participantes de distintas movilizaciones. Así, estos adquieren un estatuto de visibilidad mediática, con independencia de los resultados del conflicto. Los casos de Coca-Cola o Amazon son elocuentes. En la videopolítica lo que importa es lo que se ve, que se sobrepone a lo que verdaderamente ocurre en sobre el suelo social.

El problema de esta metamorfosis partidaria es que se pretende realizar cambios que afectan a los intereses de los poderosos. El desierto político-social, conformado por la extrema debilidad de los partidos, los movimientos sociales, organizaciones sindicales y de la sociedad, no parece el hábitat adecuado para modificar el equilibrio entre los intereses existente. Sustentados en una masa dispersa y heterogénea, sometida a las intensidades emocionales políticas, inducidas por las televisiones, las posibilidades de modificar las condiciones existenciales de los perjudicados por el proyecto neoliberal vigente, son, cuanto menos exiguas.

Cualquier medida que perjudique los intereses dominantes, tendrá como respuesta una escalada efectiva de grandes dimensiones, desde la que no se puede responder desde el mundo evanescente de la infoesfera política. La masa mediática congregada por esta no tiene la condición de ser sostenible en el tiempo, ni acumulable. Así, no puede constituir un sujeto político estable. No, hoy no es posible la repetición del relato del Zorro-libertador. En estas condiciones, cualquier proyecto de cambio se encuentra en una situación en la que es inevitablemente bloqueado por las fuerzas de la resistencia al cambio. Solo una red de sujetos políticos constituidos en la interacción cara a cara y cuerpo a cuerpo, pude responder.

En esta situación es inevitable recordar las palabras de Baudrillard, escritas en los años setenta,  que definen rigurosamente a la masa mediática resultante  de las distintas transformaciones operadas hasta el presente “Todo el montón confuso de lo social gira en torno a ese referente esponjoso, a esa realidad opaca y translúcida a la vez, a esa nada: las masas. Esta bola de cristal de las estadísticas está atravesada por corrientes y flujos, a imagen de la materia y de los elementos naturales…Aunque puedan estar magnetizadas, y lo social pueda envolverlas como una electricidad estática, la mayor parte de las veces hacen tierra o masa precisamente, o sea que absorben toda la electricidad de lo social y lo político y la neutralizan sin retorno…Todo las atraviesa, todo las imanta, pero todo se difunde en ellas sin dejar rastro…Son la inercia, el poder de la inercia, el poder de lo neutro”.

La evolución de Podemos, ratifica su renuncia de facto a la constitución de un sujeto político, para desplazarse al papel de gestor de una masa mediática de apoyo. Esta es equivalente al reflejo en el agua de la fábula de Esopo. No es otra cosa que una quimera. Pero esta línea, conduce a fabricar un catálogo de retóricas visuales de impacto, que sustituyan al déficit de los apoyos sustentados en el suelo social. En un gobierno con un respaldo electoral bajo mínimos, induce a una inevitable rivalidad semiológica con Pedro Sánchez, que también basa su acción en un conjunto de actos cuyo sentido es su impacto mediático. Mi pronóstico es que el conflicto, antes o después, es irremediable.

Lo positivo es que van a alimentar narrativas propias de reality show del auténtico, así como la consolidación de nuevas categorías de expertos psi. El probable conflicto mediatizado relanza una disciplina subordinada hasta hoy: la psicología política. Así las tertulias pueden reforzar sus contenidos, con la aportación de los expertos psi. No excluyo incluso, ver a algún psicoanalista de ocasión haciendo interpretaciones de la rivalidad entre Pedro, Pablo y sus discípulos más cercanos. El abrazo partido ha sido el primer episodio de esta serie.