domingo, 18 de agosto de 2019

LA REINVENCIÓN DE PANURGO


El proverbio de los borregos de Panurgo me ha perseguido durante toda mi vida. El origen de esta máxima se encuentra en el Cuarto libro de Pantagruel, escrito por Françoise Rabelais en 1552. Cuenta que, en un viaje por mar, uno de sus personajes, Pantagruel, discute con un comerciante llamado Panurgo. Este lleva a cabo una venganza comprando uno de los carneros y empujándolo al mar. Inmediatamente, sus compañeros lo siguen arrojándose al agua. Este pasaje ha devenido en una leyenda perenne. En las ciencias sociales se denomina como “efecto Panurgo” al comportamiento humano de acomodarse a la mayoría. Cada cual tiende a posicionarse en torno a aquello que domina. La imitación adquiere una forma de epidemia colectiva que se reproduce continuamente.

El efecto Panurgo se instala en la totalidad de la vida, de modo que cada cual se acomoda a lo que impera en cada tiempo. Las sociedades de la época inmediatamente anterior, llevan incorporado en su ADN el comportamiento disciplinario, que implica la necesidad de encuadrarse en las formaciones sociales dominantes. Pero, el sistema que emerge en el presente, se define a sí mismo, en sus distintas versiones, como la era de “la personalización”. De esta afirmación, se puede colegir que el efecto Panurgo parece encontrarse en franco declive, en tanto que se convoca a la creatividad desde todas las instancias del mercado y el estado.

 Pero, por el contrario, este se encuentra en un estado de salud inmejorable, sólidamente instalado en todas las esferas de la vida social. Panurgo ha sobrevivido a todas las trasformaciones operadas. Las encuestas son el emblema de este efecto de seguidismo. Cuando se publican los resultados, se espera que muchas gentes se muevan en la dirección de alinearse con el ganador. No, en realidad Panurgo se ha demostrado su competencia de renovarse admirablemente. Ahora la vida consiste en ajustarse continuamente a las novedades, que imponen una obediencia voluntaria encomiable, y, además, implican un esfuerzo personal para adaptarse a las mismas.

Las viejas sociedades industriales comportaban sistemas sociales en los que, la preponderancia de los sistemas sobre las personas eran incontrovertibles. Se trataba de sociedades nucleadas en torno al taylorismo y el fordismo, que representaban mucho más que sistemas sociotécnicos de producción. Esta apoteosis taylorista, se acompañaba de ilustres compañeros de viaje: la burocracia; la norma de consumo; la industrialización del ocio, y, la estrella naciente de esta sociedad de masas, la televisión. La interacción de esos factores tenía como resultado la conformación de un conjunto pétreo, en la que las personas no tenían otra alternativa que encuadrarse, mediante la asunción de las normas y pautas de comportamiento altamente automatizados. Estas comportaban una tolerancia cero a la desviación en su estricto cumplimiento.

Estas sociedades han sido definidas como democracias pluralistas en lo político. Pero, en esta definición, existe una alta dosis de distorsión. Este pluralismo remite a un sistema de categorías inflexibles en las que cada cual se encontraba rígidamente encuadrado. La profesión, el estrato de consumo, el segmento de audiencia, todos ellos determinaban una posición social que comportaba una coerción a cada huésped, para que su comportamiento se ajustase estrictamente a la regla imperante. Por eso siempre me ha parecido clarividente el término que utiliza Gilles Lipovetski para sintetizarlas. Dice este autor que se trata de órdenes democrático-disciplinarios, para distinguirlos de la nueva época de la personalización.

Vivir en una sociedad así implicaba múltiples constricciones. Estas instituciones configuraban las subjetividades de modo más que eficaz. Siempre he utilizado el término “encuadramiento” para definir los comportamientos de los sujetos en esas formaciones sociales. En este orden, Panurgo queda instituido como emperador. Cada cual puede pensar y actuar “dentro” de las reglas imperantes. El código esencial de estas sociedades se sintetiza en la fórmula “reglas/disciplina/jerarquía”. Así, la vida consiste en seguir las pautas establecidas por tan venerables instituciones disciplinadoras. La educación, el trabajo, el ocio, la vida personal, todo tiene lugar en el interior de los cauces instituidos.

Uno de los mitos de estas sociedades, que la venerable disciplina de la sociología ha contribuido a consolidar en el imaginario colectivo, es el de la naturaleza creativa del ocio. Este es presentado, desde los años sesenta, en los que el ascenso de la productividad industrial generó un tiempo de no trabajo que se instala en la cotidianeidad, como un factor liberador de las personas, proporcionando una compensación a los rigores de la uniformización del trabajo. Pero, en muy pocos años, el ocio de masas deviene, para la gran mayoría, en un tiempo explotado industrialmente por las industrias culturales asociadas a la deidad televisión. Este, en la gran mayoría de los casos, no es un tiempo de creatividad, sino, por el contrario, de imitación y repetición.

 Panurgo alcanza la apoteosis en esta esfera del ocio, en el que imperan comportamientos rigurosamente industrializados. El supuesto tiempo libre termina por generar un vector de masificación fundada en comportamientos automatizados, cuya intensidad es equivalente al del trabajo. Las ataduras derivadas de la conquista por parte de la televisión, de espacios y tiempos cuantiosos de la vida, adquieren una dimensión monumental. Cada uno deviene en una entidad infinitesimal, cuyo valor estriba en componer audiencias masivas que se hacen y deshacen incesantemente.

La nueva sociedad emergente que conforma el presente, resulta de varios procesos complementarios y antagónicos. De un lado, los años sesenta, desde la contracultura y otros movimientos asociados, genera una mutación muy importante en los modos de vida, que solo puede entenderse como una ruptura. De modo simultáneo, emerge lo que ha sido denominado acertadamente como “capitalismo desorganizado”. La convergencia entre ambos es explosiva. La nueva sociedad implica la maximización de la paradoja. Reclama a cada persona la innovación y creatividad permanente, en tanto que impone unas reglas que suponen un seguidismo extremo.

Las grandes estructuras asociadas al mercado infinito, generan un flujo de novedades en todos los órdenes que se producen en una dimensión temporal vertiginosa. La norma de consumo, con la declinación de las series y la irrupción de la gama, emite señales continuas acerca de sus productos renovados. Cada cual tiene que estar atento para responder a la perpetua renovación de los productos. Pero también a las novedades respecto a las necesidades inmateriales, que conforman el cuerpo, el sexo, la salud y el estilo de vida. Todos estos campos se encuentran regidos por el principio de la novedad y la renovación.

La nueva sociedad postmediática cierra el círculo. Se multiplican las televisiones emisoras y se solidifican las redes sociales, que vehiculizan procesos de influencia en torno a las novedades. Estas, ya no son anunciadas por los productores, sino que son las categorías de clientes más involucrados las que las glosan y difunden entre sus congéneres. Las novedades se acumulan y transitan por una organización viva que intensifica los procesos de difusión, creando cadenas de comunicación de alta eficacia. El término “viral” denota rigurosamente la naturaleza de estos procesos de influencia que devienen en presiones y verdaderas obligaciones.

De este modo, el tiempo presente se encuentra caracterizado por un nuevo tipo de coerción, mucho más eficaz que aquellas ejercidas por las jerarquías de las grandes instituciones. Ahora son los iguales quienes te conminan a seguir un comportamiento. Me he negado a ver Juego de Tronos y sé de qué hablo. Algunos amigos han ejercido sobre mí presiones de distintas clases e intensidades. Una cuestión crucial mal entendida radica en la gran exigencia del nuevo capitalismo desorganizado para cada uno de sus súbditos. Todos somos requeridos para elegir ante distintas opciones, obligados de facto a votar en el eterno sufragio no político, que se extiende a todas las áreas de la vida. También a posicionarnos activamente ante el flujo incesante de novedades. El descanso ha sido rigurosamente prohibido.

En este territorio habita el nuevo Panurgo. La hiperestimulación postmediática al activismo respecto a las novedades, implica, para la gran mayoría, desarrollar la competencia de seguir, de imitar, de repetir, de ser redundante. El riesgo de ser apartado es patente. De ahí la gran confusión. En tanto que unas minorías hiperactivas generan novedades y las presentan mediante sus escaparates, la gran mayoría es estrictamente seguidista. Seguir lo establecido por consenso es una obligación fundamental. En las redes cada uno presenta los resultados de la exigente gestión de sí mismo ante los demás: Del estado del cuerpo, de la salud, de los logros y de las experiencias vitales.

Así se conforma un extraño Panurgo colectivo que ejerce una coacción inequívoca a aquellos que se salen del rebaño. La apoteosis psi cierra el círculo de la redundancia exigida. Los psicólogos tratan a aquellos que traspasan las fronteras de la normalidad. Estos son tratados “profesionalmente” para ser reinsertados en el mundo de los estándares de la normalidad. El resultado es que cada persona es interpelada permanentemente para que se adapte a las novedades vividas por su segmento, y que se hace presente en las redes. Así, en general, Facebook, twitter, instagram , whatsapp y similares, ejercen como verdaderos agentes del orden sobre las vidas de sus devotos usuarios. Son el termómetro de la normalidad.

La creatividad queda vedada de facto para la mayoría. Esta es un atributo de las minorías ruidosas  y creativas que producen las novedades. El ingenio queda restringido a un extraño campo. Se exige a cada cual que se posicione estrictamente acerca de los contenidos que circulan por las grandes vías del sistema comunicativo, que se extienden a todas las redes capilares personales. Pero, al tiempo, cada sujeto encuadrado tiene la facultad de desarrollar su ingenio para ilustrar la posición en la que se integra. Los memes son el ejemplo de esta creatividad controlada. Proporcionan la posibilidad de crear en el interior de la nueva obediencia.

Panurgo vive confortablemente su nueva edad de oro. La gubernamentalidad específica de estas sociedades post, favorece su consolidación. Entretanto, las grandes organizaciones del sistema se permiten predicar la innovación como gran principio rector. La perversidad de este aserto radica en que todos los participantes saben, a ciencia cierta, que innovar individualmente significa, con toda certeza,  el óbito laboral. Lo dicho, Panurgo se ha renovado eficazmente. Este sí que se ha reinventado.




3 comentarios:

  1. Muchas gracias por la interesantísima reflexión.

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  2. Hola Juan.
    Sigo con interés el contenido de tu blog al que estoy suscrito en Feedly.
    En muchas ocasiones "escucho" en la app pocket mientras conduzco las entradas que no tengo tiempo de leer en otro momento. El problema que surge con tu blog es que solo reconoce la presentación, que empieza "Tránsitos intrusos se propone...".
    No sé si alguien más te habrá comentado algo al respecto.
    No soy capaz de pedirte que esa presentación no aparezca como entrada en el blog, pero sí de sugerírtelo. :-)
    Gracias por todo lo que escribes.

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  3. Hola Miguel
    Gracias por seguir el blog y por tu recomendación. La verdad es que soy muy descuidado con los textos que escribo. En muchas ocasiones ni siquiera los reviso. Algunos amigos me hacen llegar observaciones como la que me haces. Lo que verdaderamente me importa es la espontaneidad en la escritura.
    Pensaré acerca de lo que me sugieres.
    Saludos cordiales

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