miércoles, 20 de marzo de 2019

AGUSTÍN GARCÍA CALVO Y LA SALUD PERSECUTORIA


Agustín García Calvo representa la grandeza de la inteligencia crítica en las distintas Españas que he vivido. Su pensamiento trasciende la trivialidad de las visiones centradas en las formas de estado, para focalizarse en el poder y sus efectos sobre  la vida. Sus textos críticos siempre me han acompañado y sus libros de la editorial Lucina han ocupado un lugar de privilegio en mis bibliotecas. Con el paso del tiempo su obra adquiere mayor trascendencia, en tanto que resalta la acción destructiva del poder, que ahora adquiere la forma de sentido común neoliberal que se instala en las vidas desalojando cualquier atisbo de espontaneidad. Cada vez que pienso en el sujeto programado del presente activo mi vínculo con sus escritos.

García Calvo fue convertido en todas las épocas en un maldito dotado de un estatuto especial. Su marginación  de los foros académicos y de las factorías de ideas para los poderes fácticos coexistía con la publicación de sus escritos críticos en los periódicos más oficialistas. En las cuatro ocasiones que he presenciado intervenciones suyas en distintas épocas, bajo el éxito aparente de las adhesiones del público subyacía cierta desconexión. Esta impresión la he vivido también con otros heterodoxos, algunos citados en este blog, tales como Jesús Ibáñez, Juan Gérvas, Vicente Manzano, Carlos Lerena, Guillermo Rendueles y otros. Esta extraña conexión se puede denominar como “síndrome Chaplin”, en tanto que este fue el primero en el que advertí que la adhesión masiva a sus películas encubría un distanciamiento entre los sentidos de este y de los receptores.

Si algo se puede reseñar de sus escritos de crítica al poder es su originalidad. También su radicalidad, entendida en los términos estrictos de desvelar aquello que se ubica por debajo de sus apariencias. Cada textillo es una apoteosis de inteligencia que desborda las capacidades de muchos de los receptores, que aún impresionados por su retórica demoledora, se encuentran involucrados en el esquema referencial del poder, que se funda en la tríada de la asunción del principio de la realidad, el dominio del futuro sobre el presente y la metafísica del progreso.

Presento un artículo editado en El País en 1993 sobre la salud. En este se posiciona en contra de los chequeos y la explosión de la supuesta prevención, que se funda sobre la propagación de un temor colectivo formidable producido por el complejo médico-industrial. El código de este estado de alarma social radica en la preponderancia de la idea de futuro sobre la del presente, que se subordina a aquél. Esta es una idea central en García Calvo. A los jóvenes se les adoctrina acerca de la importancia del futuro con la promesa de que este será esplendoroso, en detrimento de su presente, que se va dilatando en el tiempo, adquiriendo la naturaleza de una demora en la que se alimenta la esperanza en la llegada del porvenir.

La relectura del artículo del Maestro García Calvo me ha llevado a revisitar un texto de salud pública extremadamente sólido y clarificador que me ha acompañado durante años en las clases de sociología de la salud. Este es el de Luis David Castiel y  Carlos Álvarez-Dardet “La salud persecutoria” publicado en Revista de Saúde Pública, núm 41, vol. 3 en 2007 https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=67240160019 . En este se define como “Salud persecutoria”  a un efecto secundario producido por la exageración de los riesgos y la idea de dilatación de la vida, que se sobrepone a la vida misma. La longevidad se constituye en la finalidad central de todos los dispositivos de poder, desplazando a otros objetivos. Se confirma así la idea de sobrevivida, como tiempo en el que las personas devienen en dependientes de los sistemas sanitarios.

La atención médica desplaza otras finalidades de la vida que adquieren la condición de subordinadas al mantenimiento del estado de la salud. Así, la senectud deviene en un estado de cierto vaciamiento de la vida en beneficio de la asistencia sanitaria. El sujeto asistido por controles médicos permanentes y el consumo de fármacos, experimenta un vaciamiento acumulativo de su vida diaria, en la que algunas prácticas de vida son gradualmente subordinadas a los resultados de su estado de salud definido por los especialistas y sus taxonomías. La morbilidad se apodera así de la vida en la sociedad medicalizada.

Mis últimos veinte años han sido los años de la insulina. Soy etiquetado por el sistema sanitario como un sujeto dependiente de responsabilidad limitada, y mis terapeutas tienen la pretensión de gobernar mi vida, reduciéndola a los rigores del tratamiento. En las derivas diabéticas de este blog, cuento la forma en la que trato de preservar la autonomía en lo que denomino mis reservas de vida, frente a la intromisión de los especialistas que se fundan en la idea de que este es un tiempo de sobrevida para mí. Esta disputa se reproduce hasta hoy, en tanto que preservo mi autonomía y todavía soy lo bastante fuerte para sobreponerme a la descalificación del sistema sanitario basado en la idea de la sobrevida. En la construcción de mi autonomía, García Calvo ha desempeñado un papel muy importante, inspirando mis modelos de resistencia a ser convertido en un cuerpo subordinado a los avatares de la reproducción  de mi historia clínica.

La reconfiguración de los sistemas sanitarios basados en la idea de la sobrevida y la construcción del pueblo dependiente de los salvados por las tecnologías y la intervención médica, privilegia a los hospitales como recintos sagrados en los que tiene lugar la salvación de los condenados. Los imaginarios colectivos de las sociedades medicalizadas vigentes rinden un culto agradecido a estas instituciones. Pero sus prodigios terapéuticos conforman una población que experimenta un variado repertorio de sufrimientos en sus largas y dilatadas trayectorias de sus “sobrevidas”. Este es el envés de las sociedades en las que la salud se aproxima al mito de lo sobrenatural.

Recuerdo una conversación con un jefe de servicio de cuidados intensivos en la que afirmaba que la gran mayoría de los que salían de allí lo hacían en un estado deplorable. Siempre que escucho los discursos que exaltan la gloria de los imaginados como salvadores de vidas termino recordando a Bataille. La gloria siempre se acompaña de una cara oculta ineludible. Esta es la multiplicación de las gentes necesitadas de cuidados médicos, pero también de otros bienes relacionales que tienden a ser escasos en las llamadas sociedades del bienestar. La vejez no puede definirse como la etapa en la que la asistencia médica desplace a una vida rica en afectos.

Este es el contexto por el que defiendo la pertinencia del texto del maestro García Calvo, aunque entiendo que a algunos les puede parecer exagerado. De nuevo el dilema de Chaplin. Su película de culto para mí “El Chico”, ¿puede ser considerada como una comedia, tal y como es percibida por la mayoría de los espectadores? Rotundamente no. Se trata de un drama lúcido y entrañable.


¡No se chequee usted, hombre! Vida es olvido
¿Para qué va a andar V. haciéndose más análisis ni radiografías ni ecografías ni mamografías ni electrocardiogramas ni tomándose la tensión ni midiéndose el colesterol? Déjese ya de esos jueguecitos, señor, señora. Y, si no ha empezado V. todavía, ¡no empiece!: porque ése sí que es un vicio serio, ni tabaco ni heroína que se le compare: a la menor, la burocracia profiláctica se le pone en marcha, y si empieza usted, no acaba; o no acaba hasta que acaba. Vivimos bajo un régimen de terror, señor, señora; y ese terror de los terroristas con que le horrorizan los Medios de Formación de Masas no es más que películas para distraerle: el terror de veras es ése que los mismos Medios le cultivan, el terror de que le vaya a hacer traición su propio cuerpecito serrano, de que se le insubordine dentro algún elemento incontrolado que amenace con desbaratarle la constitución de su Persona, que con tantos trabajos venía usted organizando y sosteniendo.

No Les basta con procurar por todos los medios que grandes porcentajes de las poblaciones caigan de hecho corrompidos por cánceres o torozones de corazón o demencias profundas o gripes o sidas ya puestos al alcance de cualquiera, no: tienen que conseguir que el resto de las poblaciones (que siguen siendo, ¡por los clavos de Cristo!, la mayoría, a pesar de todas las promociones) vivan continuamente acongojados por el miedo del tumor, o de la peste o del alifafe o del reventón, o sea que no vivan, no sea que, si se les deja vivir tranquilos (y pensar, por tanto, claramente), vayan a descubrir que el Señor no era necesario.

Bien saben Ellos que la enfermedad no consiste en otra cosa que en la conciencia del propio cuerpo; y para eso está la prevención sanitaria y el chequeo periódico y la profilaxis universal.

Por tanto, no se deje engañar, señor, señora, ni se meta en la cuenta de sus Estadísticas: dígase usted que, lo que sea, sonará, y que, mientras le dejen vivir los dioses, no le hagan los hombres la puñeta.

Y, si le entra mucho miedo de cuando en cuando, aguánteselo como pueda, que también el miedo, a fuerza de no hacerle caso, se desgasta; y, por ejemplo, vaya a. verse con cofrades formales que le hagan hablar de cosas, de otras cosas, o, en último término, vaya a buscar a esa vieja amante, que está tan convencida de que es V. un cabrón con pintas (o que es V. una puta redomada, en el caso inverso), que, a fuerza de gritarle los delitos de su alma, no le deja pensar en su salud ni por un momento.
Sin duda no hay salvación

Y no le venga V. con objeciones baratas a nuestra propuesta: no publicamos este anuncio para los que están ya condenados a la ocupación del propio cuerpo y que la conciencia se les haya hecho enfermedad real, sino para usted, señor, señora, que tiene todavía humor para hojear este robusto Rotativo y hasta leerse el presente anuncio: es a usted, que puede toda vía tener dudas (sin dudas, no hay salvación), a quien se le propone no chequearse ni analizarse, olvidarse todo lo posible de sus mecanismos y dejarse caer en una confianza de que hay una madre más sabia que nosotros que nos recoge entre los, pliegues de su manto.

Y fíjese que, por esta gestión, hasta el Estado debería damos algún premio: pues ¿no andan clamando Ellos por la excesiva afluencia de público demandante de atenciones sanitarias y recetas de botica, por el abarrotamiento de ambulatorios y consultas? Pues ¿entonces?: aquí Les proporcionamos un ahorro incalculable de personal, locales y servicios: ¿no tendrían que apoyarlo y agradecerlo?

Pues no, señor, señora: todo eso forma parte de la misma hipocresía con que se mesan los cabellos y desgarran las vestiduras por las hambrunas de Somalia y las guerritas de Servocracia, siendo Ellos y sus Medios de Formación los siervos del Desarrollo, que está necesitando y promoviendo, en Sus márgenes, esas miserias y banderías.
Lo que Ellos necesitan de veras es que usted se ocupe y se distraiga: que viva usted en la continua profilaxis, que viva en el Futuro, que es el reino de Ellos; o sea que no viva, que no piense, que no sienta.

Así que usted elige, señor, señora: o dedicarse a la seguridad de su salud o salvación futura, o abandonarse a lo que sea y dejarse vivir, a ver si, por un descuido, le dejan todavía.








1 comentario:

  1. Cómo entender la vorágine consumista de servicios sanitarios diagnósticos y terapéuticos sin la asumida culpa primigenia que “nos construye” temerosos de la muerte y del control de nuestros impulsos, es decir, temerosos de la vida.

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