domingo, 20 de mayo de 2018

PABLO, IRENE Y LA MALDICIÓN DE LOS POMPIS


La decisión por parte de Iglesias-Montero de adquirir una vivienda pudiente en Galapagar mediante un crédito bancario benévolo, pone de manifiesto la persistencia de un rasgo singular del sistema político-mediático español. Me refiero al riguroso frentismo. Los columnistas de la constelación de la derecha, en sus distintas versiones, han abierto la veda contra los nuevos propietarios, en tanto que los de la izquierda, en sus distintas modalidades, han guardado un prudencial silencio acompañado de murmullos denotadores de un duelo. Cualquier columnista osado que se posicione de modo diferente a los rígidos guiones establecidos, asume la condición de traidor, con la condena moral subsiguiente. La fábula de la calidad democrática se quiebra estrepitosamente por las lógicas derivadas de este encuadramiento obligatorio. Cada cual tiene que acreditar su adhesión al argumentario común establecido en su bloque. Así ha funcionado durante todo el régimen del 78, y ahora se reproduce fielmente en sus postrimerías.

El asunto de la compra de la casa y el crédito subsiguiente es una cuestión inequívocamente privada. Pero el caso de los Iglesias-Montero presenta características singulares. Su emergencia política tiene lugar en la televisión, medio en el que la separación público-privado es problemática. En los años prodigiosos de ascenso mediático, Pablo protagonizó varios episodios en los que exhibió su privacidad, representando el arquetipo de chico de Vallecas despreocupado por el equipamiento de su vivienda en favor de un estilo de vida distanciado de los parámetros del consumo material. Recuerdo su presunción de cocina antigua desprovista del equipamiento convencional y su informalidad vital puesta en escena con Ana Rosa Quintana y Susana Griso, entre otras, que alcanzó el límite de lo patético.

Su ostentación televisiva sostenida denotaba su candidez, en tanto que los media estaban esculpiendo su perfil para ser utilizado en su contra en el caso de que persistiese en las veleidades de un cambio político que amenaza el estatuto privilegiado de los intereses sociales fuertes. El líder de la nueva formación política se introducía voluntaria y deliberadamente en la esfera de la prensa rosa, cada vez más inseparable de la política, constituyéndose a sí mismo como carne de dossier y de archivo, que se activará según la consideración de los programadores.  El cambio político terminó siendo facturado en términos de un espectáculo público-privado, en el que proliferaban bebés en los escaños, besos en la boca entre dirigentes o irrupción de estéticas rupturistas con el universo estancado de las instituciones políticas. Pablo adquirió la condición de maestro de ceremonias, llegando a bromear acerca de emparejamientos entre miembros de partidos antagonistas.

No cabe duda de que la vivienda es una cuestión esencial en la vida. Son muchos los analistas que la han definido como “refugio” frente a un exterior convulso. En los últimos cuarenta años han proliferado viviendas asociadas a nuevos discursos y prácticas sobre el renovado concepto de habitar. La arquitectura ha propiciado la revalorización del espacio doméstico como sede de una parte fundamental de la vida cotidiana. La sofisticación de las sensibilidades vinculadas al espacio privado se ha multiplicado. Así, se ha revalorizado la vivienda como sede de la distinción social, conformándose como un territorio que muestra inequívocamente las posiciones sociales y las desigualdades.

El viaje entre los barrios castigados de Vallecas y San Blas y el hábitat confortable de la Sierra, es más que comprensible. Esta pareja, en vísperas de convertirse en padres, se encuentra saturada de actividades públicas y de una sobreexposición mediática sin descanso. En el caso de Iglesias, además de liderar el partido y el grupo parlamentario de modo cada vez más exclusivo, sigue manteniendo una intensa y prolífica actividad editorial. La crisis profunda de la izquierda y el colapso de los partidos comunistas tiene como consecuencia la conformación de un público desprovisto de referencias y sumido en un estado de inquietud. Así, los nuevos líderes de la izquierda, conectan con este segmento de mercado que encuentra en sus libros razones para conjurarse contra la desesperanza de un mundo oscuro. Anguita, Garzón, Pablo y otros se convierten en editores para nutrir a este mercado seguro para huérfanos políticos. Además, Iglesias es un editor audiovisual notable que impulsa proyectos muy exigentes para sectores periféricos en las televisiones no convencionales.

Las razones personales en favor de la escapada a Galapagar son consistentes. Pero sus contrapartidas adquieren una magnitud macroscópica. La montería mediática que se desarrolla sobre ellos es de una envergadura inédita en el mundo político. Ayer, Ok Diario presentaba detalladamente con profusión de imágenes las casas en la misma zona que eran más asequibles económicamente. Las páginas de los portales inmobiliarios proliferan para reforzar el argumento del “chalet opulento”.  Lo mismo ocurre con la benévola hipoteca, que es comparada con las del mercado del crédito para resaltar su ventaja. La candidez de Pablo al entrar en los territorios peligrosos de la prensa rosa, ayuda a constituirlo como una entidad susceptible de análisis microscópico.  Los métodos de la prensa rosa y del fútbol se abaten sobre ellos sin piedad en busca de un detalle que permita construir un argumento en su contra. 

Pero el aspecto ineludible de esta decisión radica en el contexto en el que se produce. La mayor parte de los cuadros y dirigentes de la izquierda en los últimos cuarenta años han mejorado sus condiciones de vida sustancialmente. Una de las dimensiones de este progreso es la instalación en buenas casas en localizaciones residenciales de mayor nivel social. Pero este cambio era una parte de un movimiento general de mejora para la mayoría, que alcanzaron la condición de propietarios arraigados en sus viviendas bien equipadas. La vivienda se constituyó en el símbolo de la movilidad social generacional.

Los años de la crisis penalizaron severamente a los sectores más débiles de los hipotecados. Son los años de los desahucios y de la agudización de la crisis habitacional. Los grandes sectores sociales afectados por la conjunción de los retrocesos en el empleo, los servicios públicos y la vivienda, fueron abandonados de facto por la izquierda convencional. Sus intereses no se encontraron representados en las instituciones políticas. En esta situación se produce el 15 M con su ciclo de movilizaciones. En el final de este se conforma Podemos como un nuevo partido que pretende representar estos intereses. Las televisiones y las redes integran las energías al cambio político. En estos años mediáticos Pablo, Irene y otros miembros de Podemos devienen en símbolos de las aspiraciones de los contingentes de personas cuyas condiciones son degradadas.

Las elecciones sancionan la importancia del novísimo partido en el que Iglesias desempeña un papel primordial. Setenta y un pompis se asientan en los escaños del Congreso generando una euforia y estado de expectación considerable. Sin embargo, los efectos del ascenso a los cielos mediáticos y las instituciones se detiene gradualmente. El paisaje político queda petrificado, en tanto que no se visibiliza una alternativa política de gobierno. Mientras tanto, continúan y se intensifican los efectos del retroceso. La precariedad salvaje, los salarios menguantes, la congelación de las pensiones, el deterioro de los servicios públicos convertido en crónico, pero, sobre todo, el encarecimiento de la vivienda en todos las formas, de modo que se sanciona como un bien fuera del alcance de grandes sectores de población. Para la mayor parte de los jóvenes, “compartir piso” significa de facto su inmovilización en un dormitorio, al estilo de las viejas pensiones.

En este cuadro se inscribe la decisión de Pablo e Irene de cruzar la frontera social-habitacional para instalarse en el territorio de los sectores sociales acomodados. Siguiendo este argumento se puede colegir que se trata de un error mayúsculo. Se trata de una afrenta de gran calado a los inmovilizados y desesperanzados contingentes electorales y mediáticos que nutren a Podemos. La compra del chalet representa un impacto terrible en el imaginario de aquellos que aspiran al cambio. Este es un hecho especialmente impertinente, que puede activar emociones negativas que lo perciban como una cooptación por parte de las dos instituciones que limitan la vida de las gentes perjudicadas por la reestructuración: las del suelo y las del crédito.

Pero lo peor estriba en el estado de los ilustres Pablo e Irene al no ser sensibles a esta situación de recesión para las nutridas gentes que se concentran en los lugares sociales penalizados. La dinámica oligárquica de los grupos del partido en las instituciones y de su misma dirección, junto con la trascendencia de sus actuaciones en las instituciones de la videopolítica, han tenido consecuencias devastadoras sobre sus capacidades de percibir, inteligir y sentir. La única explicación verosímil radica en algún mal secreto que, en forma de producto químico, se encuentra en los escaños de las instituciones. Este consigue introducirse por contacto en los pompis y termina por difundirse por el cuerpo, llegando finalmente a la cabeza.

La respuesta de los ínclitos dirigentes de convocar a sus votantes, que ellos llaman inscritos e inscritas, ejemplifica lo que es una verdadera casta. Porque sometidos al fuego enemigo de la cacería mediática es altamente probable que sancionen el prodigioso salto residencial. Pero una herida de esta envergadura  en el imaginario colectivo que nutre el partido tiene consecuencias fatales. La colisión de emociones siempre termina mal. El resultado inevitable es una brecha entre el partido –los inscritos y las inscritas- y sus bases sociales. De este modo, se reedita el argumento de Sansón y Dalila. El templo del partido se derrumba para encubrir a los caudillos.

Quién hubiera pronosticado que lo que empezó en las plazas como revuelta contra las instituciones termine en una oligarquía tan asentada sobre los escaños y afectada por la maldición de los pompis. El viaje residencial de Iglesias-Montero va en la dirección inversa al de los inmovilizados en el tránsito entre los trabajos sucesivos y la soledad de los dormitorios en las nuevas pensiones, que ahora se adornan de la palabra "compartida".






5 comentarios:

  1. Gracias por su reflexión. Comparto sus argumentos.

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  2. Sobre este asunto me están llamando la atención la cantidad de errores ante los medios que está cometiendo Irene, que parece ser la principal protagonista de la decisión de compra.

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  3. El problema es que solo hablan con sus compañeros leales y con los seguidores fans en la entrada o salida de los actos públicos. La mayoría de comunicaciones son ante las camaras para nutrir a los ciudadanos-espectadores. Pasado un tiempo van perdiendo la perspectiva. Terminan adquiriendo el famoso "síndrome de la Moncloa" pero sin haber llegado a ella.

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  4. Y para redondear el desastre, los líderes de Podemos plantean para la consulta una doble opción de respuesta éticamente inaceptable, pues los que quieran votar NO serán culpables de que Iglesias y Montero no sólo dejen de dirigir Podemos sino, además, de que pierdan sus escaños y, por tanto, más de 8.000.- € de ingresos mensuales, lo que, a la postre, quizás les obligue también a vender su chalet por no poder pagar la hipoteca.

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  5. La consulta es catastrófica desde cualquier perspectiva. Se ha instalado una direeción autodestructiva. Pablo sigue fielmente la estela de Anguita y camina hacia un confortable gueto del 12% como techo. Ánimo

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