sábado, 5 de mayo de 2018

LOS CAZADORES FURTIVOS DE HEMBRAS


        





                En ciertos oasis el desierto es sólo un espejismo
                                        Mario Benedetti

En estos días se ha suscitado un escándalo público, amplificado mediáticamente, derivado de la sentencia de la manada. Se multiplican las críticas y las voces que cuestionan esta decisión, haciéndose manifiesta la escasa inteligibilidad social de la misma. Pero esta se produce en un mundo especial segregado de otros mundos sociales: la judicatura. Esta es una institución cerrada al exterior, de modo que procesa la información según sus esquemas culturales y reglas, construyendo así un mundo social singular. Este establece una forma de definir los acontecimientos, en la que los tipos y conceptos  penales desempeñan un papel determinante en la composición de los mismos. Esta perspectiva jurídica pone de manifiesto una distorsión considerable en numerosos casos. El resultado es la confirmación de una institución- oasis, que oculta el desierto de la vida que le rodea.

Las carencias de esta visión de oasis jurídico son manifiestas en relación con la complejidad de los hechos, la multidimensionalidad de los contextos sociales en los que se producen y el espesor de los actores que los protagonizan o acompañan como testigos. Estos factores son relegados por la preeminencia de los moldes normativos, que desempeñan un papel esencial en la construcción de la realidad expresada en las sentencias. En este texto voy a exponer una perspectiva sociológica que recupera los factores marginalizados en los procesos judicializados regulados por el derecho penal y las prácticas profesionales de los jueces.

La cuestión más importante se deriva de una ficción común a otros oasis profesionales. Esta es la consideración del arquetipo de persona racional, que supone que el sujeto decide individualmente tras una reflexión en la que moviliza sus capacidades racionales. Se entiende que esta pauta afecta a todas las esferas de la vida. Pero los hechos desmienten este piadoso aserto. Muchos acontecimientos son inexplicables desde esta perspectiva y los principales poderes sociales apuestan crecientemente por estrategias de comunicación y seducción muy alejadas del molde racional. La publicidad y la propaganda se inspiran en otros códigos lejanos al raciocinio de las personas. Precisamente hoy he comentado en twitter una publicidad de Vodafone que apela a sentir, intuir…y no pensar…para alcanzar lo que deseas.

Pero el sesgo más importante del oasis judicial radica en la ignorancia de los contextos en los que se producen los hechos. Se sobreentiende que cualquier acontecimiento implica la concurrencia de sujetos racionales cuyos comportamientos se ajustan al cálculo liberado de las emociones. En el caso que nos ocupa, el contexto es un factor determinante. Se trata de un acontecimiento tan singular como es una fiesta de la envergadura de San Fermín, en la que la energía colectiva y las efervescencias múltiples imperan en el territorio de la fiesta. Los participantes ejecutan guiones de prácticas festivas en un ambiente de euforia que propicia la preponderancia de los sentidos.

En un contexto festivo de esta naturaleza, se hacen patentes varias amenazas sobre las mujeres. Así se conforman estados que hacen factibles distintas violencias latentes y manifiestas. El estado de fiesta colectiva hace inevitable la presencia de personas y grupos que desarrollan estrategias que se asemejan a la caza. En particular a la caza furtiva, en tanto que las cazadas se encuentran protegidas en tanto se encuentren en el espacio interior de la fiesta. Las agresiones sexuales siempre tienen lugar en el espacio exterior en el que desaparece la protección de la presa. Las tácticas de caza se caracterizan por su territorialidad, y convergen en el desplazamiento de la víctima hacia la periferia.

Desde esta perspectiva se hace inteligible la situación que describe la sentencia. Se trata de un grupo cazador, inevitablemente furtivo, de hembras. Su predisposición se encuentra prístinamente descrita en las comunicaciones con sus colegas, ante los que exhiben sus hazañas cinegéticas-sexuales. Al igual que los depredadores de la naturaleza, la selección de la presa adecuada es un factor fundamental. Se trata de encontrar un objetivo factible. En este caso una chica sola, exhausta tras las horas de prácticas festivas, y ubicada en un tiempo y espacio periférico a la fiesta. Sus defensas son muy débiles.

Pero la extraña perspectiva del oasis judicial se materializa en la decisión de rechazar como prueba los audios y videos de comunicaciones de los protagonistas con su público. Así se hace invisible el móvil de este acontecimiento. Porque las conversaciones de antes y después, así como los antecedentes, demuestran inequívocamente que se trata de una cacería premeditada, buscada, trabajada y metódica por parte de sujetos motivados y experimentados. Encontrar a una “gorda” sin protección era la cuestión fundamental que manifiestan explícitamente los protagonistas.

Una vez que quedan descartados los antecedentes, el trabajo del tribunal se concentra la descripción minuciosa de los hechos. Pero la mentalidad jurídica, regida por la uniformidad de los tipos penales que se sobrepone a los acontecimientos, deviene en un obstáculo para comprender la complejidad y la fluidez de las situaciones. En estas condiciones, todo depende de los videos grabados por los cazadores como material para interpretar esta situación. Así, la cuestión del consentimiento adquiere una centralidad absoluta. La perspectiva judicial, que entiende inevitablemente el consentimiento como un acto consensuado, racionalizado y verbalizado por sujetos definidos por su racionalidad, adquiere una naturaleza que oscila entre lo cómico, lo trágico y lo siniestro.

Aquí radica el núcleo de la sentencia, que es una decisión fundada en la interpretación de unas imágenes fragmentadas e inevitablemente polisémicas, que permiten distintas lecturas. La exclusión de los antecedentes privilegia la interpretación de los miembros del tribunal, fundada en unos esquemas perceptivos y valorativos ubicados en un medio extravagante, que he definido como un oasis para resaltar la barrera de gran magnitud que lo separa de una sociedad dinámica. 

En estas condiciones el problema operativo termina configurándose en la distinción cuasiteológica entre abusos y agresión. El método termina por descentrar el problema y producir un gran sesgo. Tomando en cuenta todos los antecedentes y definiendo la situación como un acto de caza, se evidencia que la secuencia del portal es el asalto definitivo a la presa, que no se encuentra en condiciones de responder. La visión basada en interpretaciones implica un acto sádico con respecto a la víctima, escrutando los sonidos o supuestas señales débiles de consentimiento o rechazo. La lógica perversa que sigue la investigación termina concentrándose en la presa y no en los cazadores.

La hipótesis de la orgía es un indicador elocuente del distanciamiento de los miembros del tribunal con la vida. En una orgía todos los participantes gozan explícitamente y, en la mayoría de las ocasiones, todos terminan manifestando su satisfacción. El sexo es compartido y construido por todas las partes. No, esto es una violación salvaje ejecutada por un grupo que se estimula mutuamente en busca de un incentivo para los voyeurs amigos. En una situación así la escalada de la violencia es inevitable. El final es concluyente: los cazadores abandonan a la víctima privándole de la única herramienta para su defensa: el móvil. 

En esta historia convergen varios tipos de machismos que sobreviven a la modernización. Los machismos rancios exhibidos por miembros del tribunal y los machismos cutres de los cazadores. Este es un exponente elocuente de la contramodernidad española que subyace bajo el escaparate oficial. Los conceptos chuscos sobre la mujer entendida como cuerpo con tres agujeros y varias protuberancias. Los lenguajes del mundo social de los cazadores son antológicos. El concepto “la hemos guarreado” en distinción con la violación, es verdaderamente asombroso, descubriendo las significaciones compartidas en el mundo social de los depredadores.

Termino con una ironía para el limbo-oasis judicial y sus jergas arcaicas. Recuerdo una película del oeste de mi juventud cuyo título no recuerdo. El protagonista era James Coburn. Este estaba siendo buscado intensamente por un asalto a un banco. En su huida pasa por un rancho donde se encuentra con una hermosa mujer. Tras intercambiar algunas palabras la coge en sus brazos y la desplaza al establo a pesar de su resistencia. En este se sitúa sobre ella y la comienza a penetrar. En esto aparece el padre de la chica con un rifle y mostrando una indignación suprema le dice ¿pero qué es esto? Coburn, poniendo una carita de bueno antológica le responde “es un asalto con arma amigable”.

Esta anécdota remite a la distancia entre los lenguajes y las prácticas en situaciones en las que el sexo se encuentra involucrado. En esta sentencia los niveles de fuga de los hechos alcanzan la condición de obra de arte. Lo único consistente que he escuchado estos días es la protesta de muchos jueces por la intromisión de muchos de los que habitamos en el desierto. Claro, desde el extraño mundo del oasis les debemos parecer salvajes incapaces de comprender sus estrambóticas sentencias. Ayer escuché la sentencia que absuelve al “sheriff de Coslada” al rechazar las pruebas que atestiguaban su culpabilidad. De nuevo la consternación.

 



2 comentarios:

  1. Una reflexión tan acertada, compasiva y moderna deberia ser parte del escrito de sentencia y ser explicada en las facultades de derecho.
    Es trágico al mismo tiempo que algunos comportamientos violentos se expliquen por la condicion animal del ser humano.
    "...machismos que sobreviven a la modernización...machismos rancios de los miembros del tribunal y machismos cutres de los cazadores", escribe Irigoyen. ¡Después de tantos años de "modernidad"!

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  2. Gracias Luis
    Lo peor es que hemos entendido la modernización como un proceso total y unívoco que afecta al todo social. El efecto de este sesgo es que, al igual que los jueces, el concepto nos dificulta la comprensión de las realidades. Desde hace muchos años trabajo en lo que algunos denominan "contramodernidad", una corriente poderosa, relativamente subterránea y que coexiste con las esferas racionalizadas. Sin entender este concepto se califica a la manada y otras contingencias como casos aislados. De ahí lo del oasis y desiert. Yo he vivido y vivo en varios oasis pero ser consciente de ello me proporciona una visión del desierto.
    En este sentido esto debería ser explicado también en las piadosamente modernas facultades de sociología

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