domingo, 17 de diciembre de 2017

LA TRANSMUTACIÓN DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA



Los distintos procesos de transformación de la sociedad española desbordan el concepto convencional de cambio. Este procede inequívocamente de la modernidad y se encuentra asociado a la noción de progreso. Así, aludir al cambio, implica un componente valorativo positivo. Pero muchas de las mutaciones sociales que tienen lugar en el presente exceden este concepto, siendo portadores de una complejidad que desborda los esquemas perceptivos de los actores sociales, fundamentados en paradigmas obsoletos. Muchos de los cambios han alterado su dirección, problematizando así la cuestión del progreso y reavivando la complejidad de la historia del presente.

Desde mediados del siglo XX los cambios han sido identificados y definidos como cambios sectoriales o territoriales. Así, cuando se habla de cambio, se refiere a un ámbito sectorial específico: cambios educativos, de salud, familiares, de consumo y otros. De este modo, el cambio se entiende como un sumatorio de los cambios localizados. Pero, compartiendo la interpretación de un sociólogo tan lúcido como el británico Andy Hargreaves, en el presente el cambio ha mutado radicalmente, en tanto que se está produciendo, desde hace varias décadas, un cambio global, indefinible desde las coordenadas locales y sectoriales imperantes en los analistas de las disciplinas implicadas, que se distinguen por su fragmentación.

De ahí resulta una visión completamente nueva del cambio. En las palabras del propio Hargreaves, los cambios locales y sectoriales no se encuentran principalmente determinados por factores endógenos, sino, por el contrario, son la manifestación del cambio de época en cada espacio o sector específico. Así se invierte radicalmente la interpretación del cambio. Lo que está ocurriendo primordialmente es un cambio global, una gran mutación que extiende sus efectos por todas las esferas sociales. Este enfoque recupera la verosimilitud de los analistas, que desde la perspectiva antigua de cambios endógenos, generan un grado de perplejidad creciente y acumulada, en tanto que la dirección de los cambios operados no es congruente con sus esquemas y predicciones.

Una de las dimensiones esenciales de la contemporaneidad radica en la instauración de varios procesos sociales simultáneos, cuyas relaciones son de complementariedad y de oposición. El resultado es un conjunto definido por la complejidad, que desborda a los  paradigmas convencionales se muestran incapaces de comprender el devenir social. Entre los distintos procesos de transformación en curso, el más relevante es el de la intensificación de la marcha hacia una sociedad neoliberal avanzada. Pero, el neoliberalismo no es solo una doctrina económica, sino una gubernamentalidad, en el sentido que propuso Foucault, que tiene un contenido que va más allá de lo político. La gubernamentalidad neoliberal transforma radicalmente las instituciones, las relaciones sociales, la cultura y los modelos del yo. Se trata de una mutación profunda que remodela toda la sociedad, desplazando a las socialidades tradicionales, para resocializar a instituciones, grupos y sujetos en una nueva realidad adecuada al gobierno del conjunto de instituciones emanadas de la preponderancia del mercado total.

Los efectos del avance de estos procesos son patentes y desafían a aquellos proyectos sectorializados aspirantes al cambio. Así, el cambio político, definido como la modelación de instituciones representativas inclusivas de todos los intereses sociales, es neutralizado por el conjunto de instituciones del mercado que hegemonizan el campo histórico vigente. La precarización, la fábrica del endeudamiento, el estilo de vida comercial que define la buena vida, la mediatización compulsiva, la medicalización y la psicologización, erosionan radicalmente la ciudadanía y generan unas condiciones adversas a la consolidación de comunidades políticas. 

Por estas razones, es más riguroso hablar de transmutación que de cambio, en el sentido convencional. La transmutación neoliberal actúa en varios planos simultáneos con gran eficacia. De su avance resultan unas instituciones que modelan a un sujeto diferente, definido por socialidades inversas a las existentes en el capitalismo del bienestar fordista. Las reformas neoliberales inspiradas en su gubernamentalidad, modifican radicalmente el tejido social de las grandes organizaciones y las instituciones. Las tramas asociativas preponderantes en la era del capitalismo fordista son reemplazadas por un conjunto de configuraciones sociales que pueden ser definidas como redes de individuos que interactúan y compiten entre sí. En estas redes las actividades se encuentran rigurosamente definidas, de modo que aseguren la competencia y el dominio de los socios principales, convertidos en patrones sustentados en las reglas y modos de operar de las instituciones de la evaluación.

Las nuevas configuraciones sociales derivadas de la primera generación de instituciones nacidas de la gubernamentalidad neoliberal funcionan con una eficacia contrastada como un principio de destrucción de las viejas sociedades corporativas, que son reestructuradas por las nuevas reglas. No se trata de destrucción de lo social, sino de una reestructuración radical que modifica radicalmente los objetivos, las actividades, los vínculos y los sentidos. El resultado es la instauración de un nuevo orden fundado en la apoteosis de la emulación. En este contexto las viejas solidaridades corporativas declinan. 

La hipermovilidad y la hiperconexión  remodelan también el espacio privado. De ellas resulta un arquetipo individual inserto en un sistema social que se asemeja a un viaje en el que renueva sus relaciones sociales en cada estación. La biografía individual es un tránsito permanente en el que los vínculos se renuevan incesantemente. La concurrencia de una vida privada en estado de movilización y mudanza simultáneas, con las instituciones individualizadoras, constituyen los materiales de una nueva sociedad, en la que la intensidad de las configuraciones sociales se acompaña de su caducidad.

El sumatorio de estos cambios puede ser definido como una gran transmutación. Esta supone un cambio subterráneo de los componentes y los materiales de los que está hecha la sociedad. Así, la comunidad política es reestructurada. Los contendientes no se asientan sobre un campo organizacional dominado por grandes pirámides organizativas que estructuran lo social, sino por un conjunto fragmentado y licuado, cuya única forma de representación son las audiencias. Los magos de la comunicación radicados en los grandes grupos de comunicación multimedia, crean los guiones y las teatralizaciones que hacen y deshacen las audiencias. Sus fantásticas puestas en escena atraen a grandes contingentes de espectadores, que consumen la actividad que modela su opinión, para devenir mañana en un ser en espera de ser convocado por otra representación que lo vuelva a emocionar.

El orden político resultante de la reestructuración social impulsada por la gubernamentalidad neoliberal es una realidad líquida que fija unos límites muy estrictos a los cambios de fondo. Cualquier proyecto político sustentado en unos objetivos que afecten a la estructura social encuentra dificultades para arraigarse en la trama de configuraciones sociales de los vínculos débiles. Su tragedia estriba en que se ve forzado a pujar en el espacio mediático, en el que la factibilidad de tener un éxito eventual puede generar una ilusión que termina por disiparse.

La transmutación es un proceso de cambio que se deriva de la emergencia histórica del mercado y sus instituciones acompañantes. Estas constituyen un nuevo tejido social que desplaza a las configuraciones sociales tradicionales del viejo orden fordista. Así se puede comprender un concepto esencial, como es el de destitución. En este blog he apelado a él en varias ocasiones. El nuevo orden emergente instituye un formato institucional y unas subjetividades que relegan a las viejas organizaciones. La destitución es una realidad sólida, aunque sus formas son sosegadas. Se trata de una desautorización mediante la no respuesta a las comunicaciones y convocatorias de la constelación de organizaciones e instituciones decadentes.

He vivido largo tiempo en un aula, espacio social en el que estos conceptos pueden ser ensayados y validados. En ella habita el viejo sistema escolar destituido y las configuraciones emergentes del nuevo orden del mercado. Desde la destitución puedo percibir los ricos elementos de la nueva sociedad, que se hacen presentes impetuosamente, aunque carezcan de un discurso articulado. El magno distanciamiento de los estudiantes con respecto a las instituciones de la modernidad, que se expresa principalmente en el arte de la no respuesta, contrasta con su atracción por las nuevas instituciones.

En alguna ocasión he contemplado la respuesta de mis propios alumnos ante un puesto móvil, creo que era de Vodafone, que ofertaba productos tecnológicos a bajos precios. No tenía que convocarlos, ellos mismos iban al puesto. El estilo de las dos vendedoras, dos chicas jóvenes, enlazaba con el de los clientes. Allí se producía una situación de empatía que trascendía lo racional. En contraste, me ha impresionado mucho contemplar la respuesta a una acción del Diario El País, que durante varios años regalaba el periódico en una promoción de un mes en la Facultad de Políticas y Sociología. Nadie, absolutamente lo cogía. Al principio, junto al paquete de periódicos había un animador que trataba de conversar con posibles clientes. Después quedó solo el paquete de periódicos que resistía las horas y terminaba en un contenedor de papel, destino compartido con libros, apuntes y demás productos universitarios con fecha de caducidad. Recuerdo que hubo una incidencia insólita. Algunos de los profesores lectores no se resistía a coger un ejemplar, amparado por un sentimiento de discriminación, en tanto que era comprador. El periódico escrito mostraba la solidez del concepto de destitución.

Transmutación es un gran cambio que se asemeja a esos edificios que conservan su fachada pero que son completamente nuevos en su interior. En este concepto se incluye el vaciado de las viejas organizaciones, a las que se deja caminar hacia la lenta extinción –eso es la destitución- , además del nacimiento de la nueva generación de instituciones-organizaciones que se fundan en la competencia sin fin de sus miembros y la debilitación de los vínculos laterales. En la nueva sociedad resultante predominan las audiencias en detrimento de aquello que en sociología se denominó como “asociaciones voluntarias”.

Me pregunto si los cambios introducidos por la transmutación neoliberal son reversibles.




2 comentarios:

  1. Gracias por seguir planteando nuevas incertidumbres. No creo en absoluto que sean reversibles. Pecando de un exceso de optimismo, si acaso transmuten en condiciones de vida y de sociabilidad más amables y dignas. En este naufragio colectivo, seguimos orientándonos (desorientandonos) al leerte. Un fuerte abrazo!!

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  2. Gracias Juan. Me estimula mucho saber que sigues visitando el blog. Estoy de acuerdo en el diagnóstico pero lo del naufragio colectivo es preciso matizarlo. Para los empresarios, los cuadros de las industrias culturales, el conglomerado psi, los patrones universitarios y otros, no hay problema. Por el contrario la época es fantástica para ellos. Con los costes laborales acercándose a cero, las personas orientadas a su interior y distantes e las instituciones, pueden afirmar que España y el mundo va bien.
    Un fuerte abrazo

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