martes, 31 de octubre de 2017

LA CONSEJERA DE SALUD Y LOS ESCRIBIDORES



El video en de la sesión parlamentaria en el que la consejera de salud de la Junta de Andalucía  explica el cese de Joan CarlesMarch es una pieza antológica. Se trata de un documento que muestra prístinamente la imposibilidad fáctica de control del gobierno en el parlamento. La ausencia de diálogo se hace patente, así como la incompetencia de ambas partes sobre un episodio específico, que es sepultado por el excedente semántico del poder de la época, que produce un discurso plano que se sobrepone a cualquier realidad. La conversación es malograda por la referencia a los informes escritos disponibles por ambas partes, que exhiben impúdicamente su capacidad de neutralizar cualquier acontecimiento singular, en tanto que portan la versión oficial insípida, que en este blog he denominado como “los gritos de rigor”, y que es el discurso universal managerial de la calidad.

Las alegaciones del representante de la oposición son denegadas mediante la no respuesta. La consejera responde leyendo los papeles de sus escribidores en espera de que su interlocutor, o en su defecto, el tiempo, se agote. Así exhibe impúdicamente su voluntad de no responder ni entrar en el fondo de la cuestión. Este episodio resulta muy elocuente acerca del funcionamiento del parlamento. La democracia es degradada por ausencia de conversación. Todo queda a merced de la mecánica de las votaciones. La opacidad alcanza su apogeo, acompañada del tedio derivado del intercambio de discursos planos definidos por su vocación de ser abstractos, como los de las iglesias o instituciones similares alejadas de la idea democrática.

Tras la monotonía que regula los intercambios orales que conforman la vida diaria plana del parlamento, rota solo en las ocasiones excepcionales, cuando emerge un acontecimiento que amenaza el statu quo institucional, se encuentran los escribidores de los papeles exhibidos por los parlamentarios, que adquieren la naturaleza, como el caso de la consejera que nos ocupa, de muñecos de guiñol. Estos tecnócratas son los que verdaderamente gobiernan en la sombra, avalados por sus coherencias y fidelidad con las pautas de gobernabilidad globales imperantes. Su importante función estriba en homologar los pesos y medidas de los problemas, de modo que trasciendan la sectorialidad y la politización. Así las decisiones se encuentran blindadas a la deliberación. De este funcionamiento resulta una crisis de la democracia que me arriesgo a calificar como tragedia.

La ausencia de respuesta es reforzada en Andalucía por un elemento psicológico primordial. La carencia de relevo en el gobierno en los últimos casi cuarenta años ha tenido como consecuencia perversa la conformación de la idea de que las instituciones son un patrimonio de los ganadores. Así, la oposición se entiende como un grupo de perdedores que carece de la legitimidad para ejercer el control. Esta idea cristaliza en una extraña mezcla de arrogancia y desprecio, que se expresa en un distanciamiento ostensible con respecto a su interlocutor, que la consejera manifiesta en su intervención. Su comportamiento se encuentra regido por la paciencia con los perdedores. De este modo el diálogo es imposible, en tanto que los propietarios del poder no descienden hasta este nivel. 

El resultado de esta situación es la configuración de un poder oscuro, la Junta de Andalucía entendida como un conjunto de instituciones nucleadas por el gobierno, en las que habitan varios clanes que mantienen un sistema de relaciones protegido a las miradas exteriores. Esta opacidad se hace patente en la toma de decisiones, que responde a la lógica inescrutable del equilibrio entre las camarillas participantes. Este modo de gobierno, similar al de las iglesias e instituciones similares, solo es susceptible de ser analizado mediante un sistema de indicios y señales perceptibles desde el exterior por analistas experimentados, dotados de la capacidad de descifrar las pistas para formular hipótesis.

Pero la psicología política de este conglomerado humano de propietarios del poder se hace presente mediante la selección perversa de los cargos políticos representativos, así como de los directivos de las administraciones públicas. Esta se realiza bajo el principio riguroso de la obediencia y la limitación del pensamiento y la iniciativa. El resultado inevitable es la multiplicación de la mediocridad. Cada uno tiene que asumir que no es otra cosa que un delegado de una máquina que funciona sobre el principio de la jerarquía. Esto confiere un carácter singular a los cuadros del partido y a los a los cargos representativos. 

El ciclo de vida de estas castas políticas y directivas se encuentra determinado por la circulación. Un destino es siempre provisional, en espera del siguiente. Así se conforma una carrera ascendente que queda interrumpida súbitamente por una circunstancia. En julio de 2013 analicé en este blog, en un post titulado “Upin the air”, a esta población directiva inmigrante. Un cargo no puede tener arraigo en la comunidad profesional de la organización en la que ejerce como delegado. Esta es la única afirmación concreta que hace la consejera en su intervención: los directores rotan.

Aquí radica el elemento específico clave en la destitución de Joan Carles March. Este no es un directivo rotatorio en busca del siguiente destino. Por el contrario tiene una carrera profesional asentada sobre un suelo que ha cultivado durante muchos años. Su lealtad se encuentra limitada por su propia posición profesional, que alivia su dependencia de las decisiones de la conserjería. Tras su cese retorna a su propia carrera. Así se pueden entender los gestos de independencia que emite en la crisis de su destitución, que rompen con el silencio sepulcral característico de los cesados circulantes. 

Además, la selección perversa de los directivos genera una paradoja que tiene consecuencias emocionales críticas. Algunos directivos sanitarios, ubicados en instancias directivas superiores a las del director de la EASP, tienen recursos personales manifiestamente menguados en relación a los de Joan, así como los de otros profesionales de la escuela. Así se conforma un conflicto sórdido gobernado por las emociones negativas. En mi post acerca del cese, privilegié esta perspectiva, en tanto que conozco a los protagonistas de esta incidencia. Una persona, como se dice en Andalucía “muy chica”, ubicada en lo alto de la pirámide directiva, termina siendo devorado por sus pasiones negativas,  nacidas de la insoportable constatación de su levedad profesional. Ejercer la autoridad sobre profesionales sólidos es una cuestión muy complicada desde la perspectiva del ejercicio del poder regulado por el principio de la jerarquía política.

Pero en el fondo de la no-conversación en la comisión parlamentaria aparecen los indicios de uno de los problemas más relevantes en el cese. Tras la afirmación de que la escuela debe orientarse más hacia lo estrictamente asistencial, comparece la vieja cuestión de la atención primaria.  Esta es invocada como centro del sistema asistencial desde el comienzo de las reformas sanitarias, generando grandes expectativas. Con el paso de los años se confirma su papel periférico con respecto a los hospitales, que crecen y se diversifican. Los de última generación son denominados como “de alta resolución”, lo cual siempre me hace sonreír. 

Este proceso de pauperización de la atención primaria, así como la situación de la asistencia sanitaria en la sociedad de la postcrisis, está generando un proceso de acumulación reflexiva en distintos grupos vinculados a la atención primaria. Así se propicia la generación de varias líneas que trascienden las posiciones esencialistas del principio de la reforma, para ubicarse en el presente. El conocimiento generado en estos procesos interactivos nutre a una nueva intelligentsia médica que se hace presente en la escuela. Del mismo modo, en el mundo de la salud pública también se produce una nueva generación de revisiones y propuestas.

La EASP es una organización plural que alberga distintas perspectivas. La dirección de Joan Carles instituyó un equilibrio entre las mismas. Su relevo puede ser un anuncio de retorno a la hegemonía de lo asistencial, que es entendida como un modo de privilegiar la gestión y la medicina especializada, es decir, los hospitales. De este modo se acentúa la tendencia a ser una organización satelizada por las escuelas de management, que imponen sus postulados con independencia de las singularidades de los campos en los que se aplican. En los últimos años que impartía clases en el módulo de administración y gestión del máster, la obligada lectura del programa me producía vértigos debido al excedente de las ideologías de la gestión.

La diversidad de la escuela, en la que están representadas y coexisten  varias corrientes – el pujante neoliberalismo progresista con sus versiones ciudadanistas, el neoliberalismo gerencialista convencional, las nuevas tendencias en salud pública, los fértiles posicionamientos críticos de la atención primaria, así como las distintas perspectivas tradicionales que subsisten con el paso del tiempo- se encuentra amenazada por una dirección que penalice el renacimiento de nuevos enfoques para privilegiar el management irreflexivo y el sucursalismo respecto a la OMS y sus satélites extraviados. El peligro estriba en entender a la escuela como receptora pasiva de las orientaciones emanadas por las autoridades globales. 

En resumen, a pesar de su relativo estancamiento, la EASP es mucha escuela para tan pequeña conserjería. Este es el trasfondo de la cuestión. No se puede dirigir un centro de profesionales que produce conocimiento como un almacén. Tampoco imponer la versión del neoliberalismo social detentada por el pesoe andaluz, tan rácana intelectualmente, paupérrima en su consistencia y subordinada a las necesidades político-electorales de las sucesivas coyunturas. La nueva consejera, delegada de los propietarios, destituye a un sospechoso de la veleidad de aportar su propia perspectiva. La única posibilidad es seguir el modelo de los escribidores de los papeles del guiñol parlamentario. Estos siempre representan explícitamente la verdad oficial. Así, el modelo último sobre el que se referencia esta toma de decisiones es muy antiguo: se trata del cortijo.











4 comentarios:

  1. Más de lo mismo...
    EL VENDEDOR DE PESTIÑOS
    http://elgarrotin.blogspot.com.es/2017/11/el-vendedor-de-pestinos_2.html

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  2. Gracias. Tengo dudas acerca de que lleguen al estatus de vendedores de pestiños.

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  3. ...y parece ser q esta es la Andalucía que quiere la mayoría...les debe ir muy bien con los subsidios y con la espina doblada...

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  4. Gracias Pacoxxi
    Pienso que las cosas son más complicadas que lo de los subsidios y la espina. El neoliberalismo social andaluz privilegia e intercambia con las grandes empresas, tiene un intercambio permanente con los sindicatos y ejerce su contro férreo sobre las organizaciones públicas. De ahí resulta un modelo que le garantiza un suelo para seguir ejerciendo el gobierno. El problema que planteo es que abraza a todas las organizaciones sometiéndolas a un orden que penaliza la autonomía, la iniciativa y la innovación. El mantenimiento durante tanto tiempo de esta congelación tiene resultados catastróficos sobre la economía y las organizaciones.

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