viernes, 26 de mayo de 2017

HACERSE NADIE PARA SOBREVIVIR



Este es el código que rige el nuevo mercado laboral resultante de la gran reestructuración neoliberal en curso. Lo que se pide al candidato rotante por distintos puestos de trabajo es que asuma que su persona queda reducida a la representación de su currículum. Este se encuentra determinado por las categorías asignadas por las agencias tecnocráticas que ordenan el tráfico de entradas y salidas de la población activa. Hacerse nadie es aceptar subjetivamente esta situación e imaginar que en alguna ocasión se recalará en un empleo estable. Así, el candidato rotante, ubicado en una situación de inferioridad extrema, genera un estado subjetivo de suspensión de sus expectativas y movilización de sus capacidades de adaptación, en la espera del golpe de suerte que le permita abandonar su condición precaria. 

La posición estructural de inferioridad implica maximizar su capacidad de adaptación, en tanto que se encuentra en un medio que le solicita requerimientos renovados que tiene que cumplir. El candidato rotante entre contratos temporales separados por periodos de espera termina por renunciar a una identidad personal basada en valores estables. Todo depende de las exigencias cambiantes del misterioso mercado de trabajo, que modifica constantemente los paquetes de competencias requeridas a los concentrados en la cola de espera. Así se genera un estatuto personal que se asemeja a una situación propia de un novísimo campo de concentración, en el que cada uno no depende de sí, sino de fuerzas externas incontrolables que modifican sus exigencias constantemente.

La precariedad termina por conferir a cada uno de sus huéspedes un estatuto subjetivo en el que, en distintas proporciones y formas, la autoculpabilización siempre se encuentra presente.  Esta desvalorización personal favorece la ausencia de la rebeldía ante esta situación. La precariedad prolongada es un anestésico político extremadamente potente. Porque esta es inseparable de una individuación severa, en la que la salvación es individual, como si se tratase del naufragio de un barco. En una situación de inestabilidad prolongada, los vínculos personales mismos terminan siendo precarios. Así se construye un sujeto dotado de una individualidad radical, desposeído de la socialidad tradicional propia de los mundos del trabajo.

Por eso, el proceso largo e intermitente de integración en el mercado de trabajo, implica una subjetividad basada en la renuncia. El sujeto precario asume que es un dígito inscrito en las estadísticas y aprende el arte de construirse como tal.   Este aprendizaje implica una reglamentación subjetiva fundada en la despersonalización. Cada rotante es un expediente que se inscribe en un medio informático, que representa un almacén de personas en competencia perpetua. Su responsabilidad es actualizar su carpeta y estar atento a los requerimientos de los empleadores al depósito de expedientes. 

Así termina por aceptar su condición y su dependencia de los criterios de valor del almacén informático en que se encuentra inscrito. El ultrapragmatismo es inevitable, aliviando así el sufrimiento derivado de esta condición. En el informe Petras algunos jóvenes entrevistados decían que no le comentaban en detalle sus pésimas condiciones laborales a sus propios amigos. Se sobreentiende entre ellos que los curros son muy chungos. Su historia personal es escrita mediante las categorías que estructuran el relato de las agencias reguladoras del tráfico de entradas y salidas de los rotantes. Así, cada uno es desposeído de su propio relato, siendo remodelada su identidad.

Es deplorable contemplar el flujo de jóvenes que pasan por las fotocopiadoras para reproducir su currículum, que forma parte de la obligación de hacerse visibles a los empleadores. Este es el principio de su exposición por las rutas del empleo. Lo decisivo es ser un viajero ajeno al desánimo. Si no se tienen resultados es necesario asumir su responsabilidad individual. El déficit de competencias individuales es la clave, de ahí que sea necesario mejorar la formación requerida, la habilidad de optimizar su presentación y la mejora del expediente. En el gran almacén de precarizados se multiplican los expertos en estas lides. Es fundamental establecer una buena relación de subordinación a los mismos. De este modo se reafirma el estatuto personal de nadie.

La situación laboral de precarios y trabajadores intermitentes implica una condición de inferioridad extrema, que reduce drásticamente su estatuto de ciudadanía. La suspensión de su intervención en lo político y social es manifiesta. Sobre este contingente de semiciudadanos gobiernan los poderes económicos en las vigentes democracias. Junto a ellos, se acumulan otras condiciones de ciudadanía restringida. Los endeudados, los hipotecados, algunas categorías de enfermos, mayores  y marginados, así como los ultradependientes de los medios audiovisuales y los atemorizados. Todos ellos se encuentran unidos por la ausencia de una narrativa propia. El relato acerca de su condición es elaborado por los expertos que los tratan, que los constituyen como un colectivo definido por sus carencias y necesitado de guía. En el caso de los rotantes por el mercado de trabajo son considerados como imprescindibles para el logro del crecimiento de la economía. Ellos son los sacrificados para el sostenimiento del imperativo de crecer. Así se configuran como un segmento de población necesaria para el conjunto de la economía, en tanto que su sacrificio tiene consecuencias positivas para el conjunto social.

Así se conforma una población relegada que es gestionada por las maquinarias políticas y mediáticas. Concentrada en los contenedores de las dependencias múltiples se fomenta la ilusión de que es factible la salida del almacén. Así, como la población almacenada en las instituciones totales, la salida de alguno de los internos es celebrada por los demás. Pero la salida es rigurosamente individual. Hacerse nadie es un proceso de desasirse de las personas con las que se comparte la situación de desventaja laboral y social, sujetándose mediante un vínculo débil.

Hacerse nadie es un proceso esencial de configuración personal adaptándose a las exigencias del gran almacén de expedientes. Cada uno es imprescindible en la tarea de acoplar su persona a la naturaleza de un recurso humano disponible para el mercado de trabajo. Es necesario acreditar la disposición a aguantar. Así cada cual se hace a sí mismo nadie a cambio de la comodidad en las sucesivas estaciones del viaje por los circuitos de la precariedad laboral. Cada uno tiene que renunciar y saber comunicar su renuncia en las relaciones sucesivas y reiteradas de los avatares de lo que los expertos en este tráfico denominan como “busca activa de empleo”.

Ser nadie conlleva la desposesión de la propiedad de ser autor. Por el contrario, el sujeto rotante tiene que responder a las pruebas a que es sometido mostrando su disposición a responder. Así se fabrica a sí mismo como un ser anónimo, cuyos atributos se encuentran codificados en su historia laboral atravesada por las discontinuidades. Así el anonimato trasciende el ámbito laboral para ser transferido a toda la vida. En su ámbito íntimo termina por renunciar a la crítica a las estructuras para asumir su historia personal en términos de suerte. De ese modo, la salida también es individual y se atribuye a un golpe de suerte. El tiempo lo debilita maximizando su estatuto de dependencia y disminuyendo sus vínculos sociales. 

El paso del tiempo determina la asunción de formas de servidumbre voluntaria que conmoverían al mismo Boétie. El arte de compensar las relaciones personales sobrecargadas de asimetrías, forma parte de la personalidad del rotante permanente. Cada relación es un contrato en el que tiene que aprender a gestionar su insignificancia para ser aceptado. Lo peor es que tras muchos años de rotación, el aprendiz de ser nadie celebra eufóricamente cualquier pequeño beneficio. No quiero seguir para no contribuir a la psicologización fatal de los precarizados, que siempre antecede a su descalificación.

4 comentarios:

  1. ...perfectamente definido como siempre Juan. No obstante es interesante establecer las relaciones entre poder y profesionalidad de los trabajadores en la empresa. La profesionalidad es un arma tremendamente poderosa capaz de blindar la personalidad del trabajador y las pautas de actuación con respecto al managment.La acumulación de experiencia y la producción de conocimiento en un sector determinado de producción y sus distintas fases y componentes materiales, técnicos y organizacionales por parte del trabajador(es) provee a estos de un poder y liderazgo de tipo instrumental que genera tensión y confrontación con el poder y liderazgo formal y autoritario. La profesionalidad es de facto un elemento de conflictividad con los intereses y objetivos, no manifiestos, del managment y de la organización, en este caso de la empresa.La profesionalidad y la consecución de objetivos de la misma implica empoderamiento de los empleados, y un espacio de poder donde poder desarrollar e imponer en el campo de batalla la personalidad y los criterios de actuación. La dependencia de la empresa de la profesionalidad de los trabajadores crea en si misma un marco de negociación informal donde la precariedad, la autoridad y la temporalidad encuentra ciertos limites.
    Hay q hacer énfasis en como la temporalidad de los contratos y la precariedad de condiciones laborales afectan al grado de profesionalidad de los trabajadores, imponiendo experiencias laborales discontinuas e inconexas, de manera la profesionalidad nobse conforma de manera estable y solida en el individuo. En la medida q hay falta de profesionalidad la vulnerabilidad es manifiesta y creciente. En España además esta relación quecestqblezco entre poder y profesionalidad esta mas presente q en otros países Occidentales. España q para el ámbito organizacional es también un país subdesarrollado, el managment es un colectivo q forma parte de del mismo no por la cualidades y experiencia técnica en un sector sino q la disposición y asignación de esos puestos se da por una cuestión pura de trafico de relaciones e influencia. Lo q los hace aun mas dependientes de la profesionalidad de los trabajadores en todas las escalas inferiores a sus puestos.

    Un saludo,

    RSC

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  2. Gracias RSC. No comparto tu argumento que hace una apoteosis de la profesionalidad. Pienso que esta es drásticamente reformulada en la empresa postfordista y en el sector público afectado por esta. El modo de ejercicio profesional se tiene que atener al cuadro de decisiones y prescripciones que emanan de las organizaciones tecnocráticas imperantes del tipo agencia. Estas componen los campos profesionales y reducen el ejercicio profesional a ser portador de un paquete de competencias y una caja de herramientas con la que ajustarse a las prescripciones de las organizaciones tecnocráticas y agencias transversales. Así, la autonomía profesional se reduce drásticamente. Los incentivos cierran el círculo.
    Saludos

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  3. Un placer reencontrarte Juan. Esta entrada me parece un excelente análisis de uno de los peores fenómenos actuales: el de la precarización y sus consecuencias sociales y personales. Ya hay mucha gente convertida en nadie y solo es cuestión de tiempo que las conversaciones, el debate, la crítica desaparezcan de la escena social y el sermón, el monólogo y los soliloquios se hagan con nuestras mentes. Sociedades liquidas (más bien liquidadas) a punto de irse por el sumidero que tan pacientemente ha construido este neoliberalismo de macarra con corbata, cateto, zafio e ignorante que sin embargo ha triunfado en nuestras sociedades.

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  4. Gracias Pedro. Comparto lo del neoliberaliamo macarra de corbata y las sociedades liquidadas. En particular los jóvenes precarizados que son moldeados como ceros sociales.

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