domingo, 27 de abril de 2014

EL EXTRAÑO VIAJE

La generación que sustentó a los movimientos sociopolíticos que constituyeron la oposición al franquismo ha emprendido un extraño viaje en el curso del tiempo, en el que ha atravesado distintos mundos, siendo siempre sorprendida por lo inesperado. En su origen se sustentaba en distintas versiones del marxismo, que se formulaban en las variantes castizas de la época, unificadas por su primitivismo drástico. La transición política abrió el camino a un nuevo estadio postfranquista,  en el que el contingente militante se integra en el nuevo estado, que en los años siguientes se multiplica autoproduciéndose como estado autonómico y municipal, incrementando la densidad del entramado institucional de organizaciones y empresas públicas que lo conforman.

En estos años se producen diferentes bifurcaciones en las trayectorias de los antaño opositores. La mayoría se acomoda en el PSOE triunfante de la época, tan necesitado de recursos humanos para satisfacer la demanda de cargos representativos y directivos del entramado público emergente. Este colectivo, beneficiario neto de la prodigiosa transición, se adapta pragmáticamente a la nueva situación mediante la aceptación del precepto de que la nueva democracia y su constitución,  abren el camino a un futuro que se presenta como indefinido, pero que el imaginario representa el socialismo. Así,  no se revisan las versiones ideológicas de los años de oposición. El pensamiento es un estorbo en una situación en la que se detenta el poder político, y en la que lo decisivo es conservarlo.

Otra parte del contingente militante desembarca en los medios de comunicación, las industrias culturales, la educación, la universidad y otros sectores que en el franquismo se encontraban minimizados. En estos ámbitos,  la renuncia a la revisión autocrítica del pasado y la reflexión estratégica es más intensa. La acomodación al presente es la pauta dominante. En ambos casos el pasado es simplemente obviado. Apenas existen documentos, testimonios, reflexiones o controversias acerca de la transformación. Se configura un consenso en torno al silencio y la adhesión a la narrativa de la epopeya de la transición.

Pero una pequeña parte de los antifranquistas,  se ubica en el sector privado, tanto en las empresas como los bancos y otras organizaciones de este rango. En este caso, el pragmatismo del olvido no es suficiente, sino que es preciso ocultar el pasado, cuestión de la que se hace un arte. El sector privado en esos años representa un espacio no afectado por el cambio. Se trata de una zona en la que no existe el aparente consenso exterior. Así, en las décadas siguientes, representa las zonas liberadas de la democracia desde las que se van a activar todos los dispositivos de la reconquista, movilizando todos los elementos que permitan recuperar y revertir los espacios estatales. En su seno está excluido severamente el pluralismo y se ejercen violencias mudas de gran envergadura para garantizar la cohesión.

Las personas que arriban al sector privado como directivos, profesionales o cuadros técnicos, se ven obligados a adoptar un pragmatismo intensivo. Es una combinación entre la ocultación del pasado y la emisión de señales de conformidad con los intereses duros de las empresas, así como distanciamiento de la deriva del, conglomerado de la izquierda convencional en el poder. Sobre esta cuestión se puede escribir un tratado acerca del arte de la renuncia.

La vieja oposición antifranquista, bien posicionada en el conjunto social tiene que olvidar, recrear el pasado y renunciar. Porque ¿ cómo explicar en el contexto de los años ochenta y noventa, en los que impera el mejor de los capitalismos conocidos, que sólo unos años antes habían sido comunistas? En una situación de expansión de los consumos y del estado de bienestar, nadie puede pensar otro futuro. Así, en este tiempo, la mayoría olvida y los que persisten bajo esas siglas ocultan su programa máximo. Ser comunista es la práctica privada, en la que se producen liturgias casi cosmológicas,  así como la emisión de señales asociadas a los símbolos de las revoluciones del siglo XX. Pero en la política, se vive  el presente en toda su integridad, que se agota en la constitución del 78.

Para los antiguos antifranquistas que aterrizan en el espacio en el que nunca hubo transición, las grandes empresas, la ocultación de su pasado, su propia negación y la adhesión forzada al orden económico y cultural en el que se encuentran,  representa el grado máximo de la renegación de su antigua condición. Voy a contar una historia terrible que desvela a un colectivo de personas  de esta generación, que son víctimas de violencias que no se encuentran visibilizadas,  debido al silencio sepulcral y la oscuridad que reina en esta cuestión.

Es el caso de una persona que fue muy importante en el movimiento estudiantil del final de los años sesenta. Se trata de un hijo de republicanos, educado en el liceo francés. Es una persona dotada de una inteligencia poco común, así como de otras cualidades personales en grado superlativo.  Asimismo,  es un miembro muy relevante del PCE de esa época.

Tras unos años muy intensos de militancia, represión y sacrificios personales, se encuentra en el final de los años setenta en situación de desempleo, así como en un estado de disidencia política con respecto al PCE muy considerable. Se inscribe en el paro y en muy poco tiempo le selecciona una empresa multinacional con una base tecnológica muy importante en un mercado en expansión. La empresa lo incorpora como técnico, e inmediatamente, descubre sus cualidades promocionando su meteórica carrera.

En los siguientes meses sus responsabilidades se van ampliando, así como su reconocimiento. Pero este rápido ascenso tiene como contrapartida su problemática  integración personal. El ambiente de trabajo del grupo de directivos representa todo lo contrario a su identidad personal. Estos son simples, incultos, reaccionarios en grado superlativo, machistas, así como creadores de un ambiente informal cotidiano en el que es imposible la distinción o el distanciamiento. De este modo se tiene que negar cotidianamente. No puede decir quién es, no sólo en lo político sino en la totalidad de su identidad personal. Se ve obligado a integrarse participando en conversaciones informales, bromas y ceremonias que erosionan a su propia persona. Él mismo es lo que el grupo directivo califica despectivamente como “franchute”. Es conminado a comprarse un automóvil coherente con su rango empresarial, a lo que tiene que ceder.

En lo cotidiano se ve en la tesitura de convertir su vida y su persona en un secreto que hay que guardar, mediante una estrategia activa de ocultación y protección. Esta es una situación muy dura. Es preciso vigilar las huellas de su pasado y de su identidad que pueden aparecer en distintos detalles. El desgaste psicológico y la soledad son patentes, pues tiene que compartir largas horas de semiocio con sus colegas, ante los que aparece como un tipo catalogado con el estereotipo de raro.

Ahora voy a contar una historia dura. Cuando es ascendido a la dirección de la empresa en muy corto tiempo, tiene que viajar a Estados Unidos, a la sede central de la empresa con cierta frecuencia. En uno de los primeros viajes, cuando regresa a España acompañado del director general, al acomodarse en el avión, se encuentra con un activista de su facultad y de sus tiempos secretos. Es una persona muy extrovertida y querida de esta época. Parece inevitable que en el efusivo encuentro se desvele su pasado y se rememoren los tiempos antiguos en presencia de su jefe. Está perdido, en tanto que no tiene la posibilidad de escapar.

Una persona como él no se arredra y toma la decisión de abordarlo y conducir y monopolizar  la conversación  para evitar el pasado. Puede parecer increíble para quien no le conoce, pero los que le conocemos apostamos sin duda que él puede salir airoso de ese lance. Así fue, estuvo hablando más de hora y media, tiempo en el que la deteriorada próstata del director le reclamó para el baño, ocasión que aprovechó para informar a su amigo de la situación. Es una escena terrible, cuyo rango de dificultad supera a los interrogatorios que sufrió en su época.

La persona que protagoniza este relato es uno de los mejores amigos que he tenido en mi vida. El afecto y la admiración que siento por él son superlativos.  No puedo evitar llorar al recordar esta situación, puesto que lo entiendo como una respuesta a una violencia estructural intensa y no reconocida,  propia del mundo de la empresa. He buscado en mi biblioteca el libro de Juan Goytisolo “Pájaro que ensucia su propio nido”. Se trata de un texto de culto para mí desde hace mucho tiempo. En la página 23 afirma que en el final del franquismo se ha producido un progreso que desconoce la necesaria existencia de las libertades.

Cito una frase textual  para ilustrar lo que Goytisolo califica como una hecatombe moral, que constituye el envés del desarrollo económico español. "Ante la imposibilidad material de enfrentarse con el aparato represivo institucionalizado por él, todos nos hemos visto abocados, en un momento u otro de nuestra existencia, al dilema de emigrar o transigir con una situación que exigía de nosotros silencio y disimulo, cuando no abandono suicida de los principios, la resignación castradora, la actitud cínica y desengañada”. Esta es la razón que aduce Goytisolo para no regresar a España, porque la autocensura no desaparece sino que se transforma.

Una hecatombe moral es una buena definición de muchas de las situaciones que percibo  hoy en múltiples situaciones cotidianas. La llamada crisis, que no es otra cosa que una reconquista de territorios liberados por el capitalismo del bienestar, para ser homologados a aquellos en los que nunca conocieron la pluralidad. Todo lo que ocurre puede ser interpretado en términos de intensificación de los disciplinamientos.  Extraño viaje el realizado por los antaño antifranquistas, por eso entiendo congruente que sus objetivos sean regresar hacia atrás.

1 comentario:

  1. Excepcional Juan, un retrato muy actual de dirigentes y dirigidos, la ley del más listillo.

    Traición, falta de ética común, de virtud cívica. No se me ocurre otra razón.

    Ante todo mis intereses y el de mis padrinos. Es muy carca ser ortodoxo en lo material hoy, pero quedaba muy bien ser rojo, marxista, maoísta, anarquista o lo que fuera para seguir acicalando el narcisismo.

    Virginia,

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