sábado, 25 de enero de 2014

LOS PANÓPTICOS CONSENTIDOS

El panóptico representa un modelo espacial de vigilancia. El origen de su formulación remite a Bentham, quien imagina este sistema en el que, desde una posición central, todos los espacios se hacen  visibles a la mirada del vigilante. El panóptico es el principio que orienta la construcción de las prisiones, las fábricas y las escuelas. Su reelaboración, en particular desde la aportación de Foucault,  ha transcurrido en paralelo con distintas transformaciones y actualizaciones. Pero la vigilancia no ha dejado de extenderse hasta el presente, en el que distintos panópticos se recombinan extendiendo su mirada a toda la sociedad.

Durante muchos años he contado, en mis clases de Cambio Social,  el envés  de la optimista versión de la sociedad de la información, que se especifica en la combinación explosiva entre la tecnología y la vigilancia. De esta resulta  lo que un creciente número de autores denominan como sociedad de la vigilancia. Entre ellos, los canadienses Lyon y Whitaker han contribuido a comprender la magnitud del fenómeno.

Sus libros,  David Lyon, El ojo electrónico. El auge de la sociedad de la vigilancia, Alianza Editorial, o de Reg Whitaker, El fin de la privacidad. Cómo la vigilancia total se está convirtiendo en realidad. Paidós, nos han introducido en el vínculo existente entre la expansión de la vigilancia y las sociedades del presente. Algunos alumnos han disfrutado de su lectura que remite a la formulación de preguntas inquietantes.

El viejo panóptico de Bentham se reconstituye, mediante las posibilidades que le confieren las tecnologías de la información, ahora como panóptico electrónico, que simultanea varias vigilancias sobre los espacios físicos, los virtuales, las comunicaciones y las personas. La brillante imagen de Lyon  “cuerpo, alma y tarjeta de crédito” sintetiza la extensión de la misma, que se produce como convergencia de vigilancias del estado, las corporaciones industriales y sus extensiones  comerciales, las de distintas organizaciones complejas, así como otros panópticos sectoriales. De la vigilancia múltiple resulta un estado de observación intenso e inédito.

Cualquier persona a las que convencionalmente se les designa como ciudadano, es vigilado mediante la suma del aumento de tarjetas magnéticas para acceder a su empresa u otros espacios de trabajo; las tarjetas de crédito, que registran todos sus movimientos y compras; las cámaras visibles u ocultas, que se multiplican en los edificios, las urbanizaciones, las calles y las carreteras; las llamadas desde su teléfono móvil, que registran sus relaciones, conversaciones y desplazamientos; las derivas de su navegación por internet y las actividades de su ordenador; su registro en bases de datos mediante sus actividades profesionales, de ocio, compra y otras; su trayectoria académica y su currículum reactualizado permanente por requerimiento de las instituciones de la evaluación, su historial detallado de salud, transparente a los dispositivos de asistencia, el GPS como elemento de ubicación y otros múltiples.

El estado de vigilancia en las sociedades del presente adquiere una naturaleza de totalidad. Todos los movimientos y las actividades son registradas, clasificadas y categorizadas por varios sistemas de información, que tienen conexiones entre sí  y hacen posible que la información viaje a velocidad supersónica entre ellos. Además de la vigilancia de las personas, la de los espacios físicos y virtuales por los que transita. Cada persona es identificada, monitorizada, seguida, supervisada e interpretada por un conjunto de dispositivos invisibles a la misma, y ante los que no puede reclamar.

Además, el progreso tecnológico aporta la última generación de instrumentos para la vigilancia,  la progresión de pruebas físicas, tales como los controles de alcoholemia o de consumo de drogas, los dispositivos basados en las huellas digitales u otros basados en elementos corporales. Su progresión anuncia un inquietante banco de ADN que puede terminar de forma similar a los otros bancos. La paradoja estriba en que la extensión de la de la vigilancia se produce en paralelo a la del incremento de la delincuencia y la inseguridad.

Sin embargo, este estado de vigilancia total es altamente selectivo. De modo que muchas de las personas que desarrollan actividades ilícitas o inscritas en el arte de la corrupción, pueden eludirlo con éxito. Numerosos empresarios, políticos, gerentes de grandes organizaciones, especuladores y otras especies similares, escenifican todos los días su impunidad ante los ojos de los vigilados. Los delitos de los poderosos no son afectados por la vigilancia, lo cual remite a la cuestión del control de los panópticos ¿quién controla los bancos de datos? Lo que se denomina datavigilancia es un indicador de la opacidad imperante en las sociedades del control integral vigentes, en los que esta también se rige por la desigualdad.

Ahora quiero hacer una pregunta. Si alguien quiere contestarla se lo agradeceré y abriremos una conversación aquí. Con este estatuto de persona vigilada integralmente  ¿es posible hablar de ciudadanía? Mi respuesta es que no, en ningún caso es factible hablar de ciudadanos. En la ausencia de ciudadanía efectiva ¿es posible hablar de democracia? Mi respuesta categórica es no. Pero además, me siento ofendido cuando se nombran estas palabras, con el consentimiento pasivo de los vigilados. Recomiendo leer con atención la frase de Kafka que encabeza este texto.  No, tengo el orgullo de no preguntar.

Ahora una exhibición. Para respaldar mi argumento paso un link a una página web en la que es posible ver a cada persona de las que asistieron a la toma de posesión de Obama. En una sola foto es posible identificar a casi un millón de personas. Doble click sobre cualquier espacio y se puede acercar la imagen para acceder a cada uno. Impresionante para una persona de mi edad. Me parece pavoroso el mundo que vivo. Pido disculpas de antemano a alguna pareja que pueda entrar en conflicto al ser descubierta por la cámara prodigiosa con otra compañía.

Termino con nuevas preguntas ¿esto puede considerarse normal? ¿acaso puede entenderse como una situación transitoria? ¿se puede hablar de progreso en estas condiciones?  ¿porqué las tecnologías no se focalizan a la resolución de otros problemas crónicos de la humanidad? Ahora la más importante ¿porqué se produce y reproduce el consenso ante esta situación? Por eso los denomino como panópticos, en plural y consentidos.

Voy a cerrar esta entrada antes de que me interrogue acerca de que, como vivo en un mundo en el que estoy rodeado de gente confundida, además de comunicaciones cuyos contenidos ocultan  las realidades esenciales, me genera un estado de perplejidad perpetua. En esta situación me acuerdo de Marsall McLuhan y de su segunda realidad. Esto me ayuda a aliviar esta pesadilla, en el sentido de que se confunde el mundo real con los sucesivos mundos creados por los media.

lunes, 20 de enero de 2014

LA CONSULTA EN EL CONFÍN DE LA VIDA


                                                      DERIVAS DIABÉTICAS

La consulta es un territorio en el que se encuentran mundos muy diferentes, los de los profesionales y los de los pacientes, en plural. Para los médicos es un espacio casi cotidiano, vivido, habitado y amueblado por sus representaciones, sus prácticas y sus ritos. Pero para los pacientes es un lugar extraño a su vida cotidiana, en el que se experimenta una situación de subordinación. Para llegar a ella hay que atravesar una frontera. Por eso la consulta es un confín en su vida, un territorio al que se viaja para después regresar a la cotidianeidad. Ese territorio extraño, se encuentra sometido a una severa reglamentación de la que se escapa cuando se retorna a la vida.

La consulta es un lugar de paso. En este sentido, es un territorio fronterizo. Los pacientes pasan por allí. Van y vienen para terminar regresando a lo corriente. Se puede constatar la soltura de los veteranos, que contrasta con la precaución de los primerizos.  El acceso a la consulta se materializa mediante la tarjeta sanitaria, que representa simbólicamente el equivalente al pasaporte. Esta es el emblema de la individualidad. Cada enfermo se encuentra sintetizado en su tarjeta, mediante la cual es clasificado por los códigos que organizan los flujos de pacientes, otorgándole un lugar.

La tarjeta, la historia clínica y los papeles que las acompañan constituyen el símbolo de la individualidad, pero, en este territorio fronterizo, la individualidad se encuentra restringida, en el sentido de que muchos de los factores específicos y singulares de cada persona se encuentran ocultos tras la estandarización de la etiqueta de clasificación, que constituye grupos de pacientes homologados por la misma. Allí yo soy un enfermo diabético. En ese confín de mi vida, la individualidad se encuentra minimizada.

La consulta es un territorio que se puede definir como una esfera social. Es un sistema muy reglamentado que remite a un conjunto de saberes, significaciones, preceptos, simbolizaciones, sentidos, culturas, relaciones y prácticas profesionales. En el orden resultante de la combinación de estos elementos, el papel del enfermo se encuentra definido prístinamente, de modo tal que los límites a sus actuaciones aparecen manifiestamente en cualquier interacción. Este tiene asignado un papel subordinado. El espectro del rol del paciente enunciado por Parsons se encuentra solidificado en el ambiente.

Pero, afirmar que la consulta es un territorio fronterizo implica reconocer que, junto con su severa reglamentación,  coexisten indeterminaciones, ambivalencias, movilidades, sucesos inesperados, zonas de opacidad e hibridaciones sorprendentes. En este sentido la hiperreglamentación convive con la ambigüedad, determinada por la instantaneidad de los flujos de transeúntes que se concentran en las horas centrales para disiparse después.

Antes de entrar en la consulta se pasa por la sala de espera. Este es un territorio extraño, en tanto que reina en él una socialidad compartida. Se trata de un misterioso estado de solidaridad, vivido y compartido pero que no se encuentra solidificado en un discurso. Este clima propicia el intercambio de informaciones y confidencias personales entre los próximos. El único factor de conflicto es la posible alteración del orden de acceso. Cuando llega el turno cada uno accede a la consulta, y, al atravesar el dintel de la puerta, recupera su estatuto de individualidad restringida.

En el espacio-consulta se encuentran presentes las grandes fuerzas de la época que impulsan los macroprocesos sociales. Inevitablemente me acuerdo de von Wiese y los sociólogos formalistas alemanes, que en mis primeros años de estudiante de sociología tenían una gran relevancia en las explicaciones de algunos profesores de ese tiempo. Según estos, los elementos que conforman los grandes procesos globales se hacen presentes en todas las esferas sociales de forma latente. Esta es una idea que se intensifica en el presente.

Entre todas las grandes fuerzas de la época que se hacen presentes en la consulta voy a seleccionar dos en este post. La primera es la tecnología. Esta ha modificado la producción, la sociedad, las instituciones y todas las esferas sociales. También la asistencia sanitaria. En la consulta, la explosión tecnológica se especifica en la aparición del ordenador, cuya incuestionable progresión reconfigura la antaño relación médico-paciente como un verdadero “ménage à trois”.

El ordenador adquiere una preponderancia casi insólita. La acción de registrar se sobrepone a todas las demás. La pantalla termina por desplazar al enfermo como fuente de información. La conversación, las narraciones del paciente y su cuerpo se subordinan ante la información registrada. Esta es el punto de referencia que constituye los sentidos de la consulta. Así, cada episodio contribuye a conformar una serie, que se transforma en la fuente principal de la valoración. Eso es lo que queda para el siguiente encuentro, es lo sólido.

En el caso de los enfermos diabéticos, la vida cotidiana permanece en estado de hibernación, aunque en esta se sucedan acontecimientos y mutaciones que alteran la primera versión, que remite a la elaboración de la historia y acompañan al diagnóstico inicial. Sólo cuando se producen crisis importantes, la vida puede ser apelada parcialmente. Pero lo que se registra, que es el resultado de las pruebas, es lo dominante y lo que es objeto de problematización. Así se construye una barrera entre el profesional y el paciente, inevitablemente escéptico.

De este modo el médico va constituyendo una mirada descentrada sobre el proceso del paciente. La vida de este conforma una cadena de microacontecimientos difícilmente verbalizables, que se transforman en señales inaudibles para los profesionales, focalizados en los datos registrados en la serie mecanizada. La vida permanece congelada en la primera versión, que nunca es reelaborada aún a pesar de que se hayan producido  terremotos en la misma.

El paciente es así desposeído de su espesor,  y su vida es relegada de facto por este misterioso sistema industrial de producción de datos, en el que lo registrado viaja a velocidad de vértigo por los canales informáticos,  en tanto que el cuerpo, la vida,  el nivel de comunicación con el médico, así como la definición del mismo acerca de la realidad del paciente, evolucionan lentamente.  Este desencuentro produce resultados empobrecedores. Me gusta denominarlo como “las iatrogenias del registro”. En las próximas entradas volveré a esta delicada cuestión de los efectos perversos de la aceleración.

Uno de los procesos predominantes en la sociedad global que se hace presente en la consulta es la preponderancia de las instituciones comerciales. El consumo desempeña una función esencial en un sistema económico caracterizado por la sobreproducción. La rehabilitación del consumidor como héroe cultural es coherente con los imperativos de la producción. Así, se construye una narrativa acerca del consumidor soberano que se exporta a todas las esferas sociales.

Es inevitable su aterrizaje en la asistencia sanitaria. Así, el paciente es constituido como cliente, que implica la recombinación entre la elección y la satisfacción como elementos determinantes. En la esfera de la asistencia sanitaria, la consecuencia de esta transformación es desorganizadora, en el sentido de que altera los sentidos compartidos por los profesionales. El espectro de Parsons es acompañado por distintos espectros consumistas que conforman un cóctel cultural explosivo y tóxico.

El resultado de estos procesos es una nueva definición que aúna elementos necios y malévolos. Esta es la que atribuye al paciente la condición de ser el centro del sistema. El protagonista es el paciente. De este modo se exalta al enfermo, ahora consumidor soberano, en un medio en la que su vida está desplazada frente a la hegemonía de la mecánica de la multiplicación de la terapéutica de la resolución de los problemas.

Así, la consulta, que se puede definir como un espacio en el que las asimetrías entre las partes son determinantes, es considerada como una relación igualitaria por efecto del intenso huracán comercial. Entonces, no se trata de intercambiar con el paciente, en el caso que nos ocupa diabético, para que pueda asumir gradualmente su responsabilidad, mejorando su capacidad de conducción de su vida, sino asignarle un protagonismo ficticio en las decisiones diarias. Me gusta denominar esta situación como acumulación de ceguera comercial, de estulticia y de simulación.

La consulta no es una relación homologable a la comercial y la competencia de un médico estriba en saber manejar las asimetrías y reforzar la capacidad del paciente. Justamente lo contrario de la compra compulsiva y sus magias. 
Seguimos.

sábado, 11 de enero de 2014

HAKIM BEY Y LAS ZONAS AUTÓNOMAS TEMPORALES

En todos los tiempos de mudanza  algunas personas tienen la cualidad de interpretar las nuevas tendencias y sensibilidades,  que permanecen ocultas,  al ser ajenas al conocimiento dominante.  El caso de Hakim Bey es paradigmático. Sus escritos conectan con el nuevo espíritu de la época, del que es portador una nueva generación, de modo que su influencia trasciende a su propia comunidad comunicativa. Su descubrimiento representó para mí una gran aportación, en tanto que me ayudó a mejorar la comprensión de algunas de mis percepciones, problematizaciones y preguntas, que no encontraban salida desde otros esquemas conceptuales.

Hakim Bey es un escritor y un poeta norteamericano. Se define a sí mismo como un “anarquista ontológico”.  Su obra es muy versátil y original,   prestándose a variadas interpretaciones. Es considerado como antecedente de los hackers, que, en mi opinión, constituye un colectivo verdaderamente innovador y determinante en el tiempo presente. Pero, sin entrar en el fondo de la interpretación de su propuesta, voy a seleccionar algunas de las cuestiones que suscitan mi interés.

Previamente a comentar algún aspecto de la obra de Bey, como algunos de los lectores de Tránsitos Intrusos son profesionales de distintos sectores y se encuentran enclavados en generaciones anteriores, me parece preciso afirmar algo relevante. Los años ochenta y noventa constituyen una frontera entre tiempos. Las generaciones anteriores a los mismos se encuentran en un mundo vivido que es amueblado por el relato dominante del progreso y el bienestar.  En los años noventa, se produce una ruptura que configura otra realidad y otra generación. Hakim Bey es uno de los autores más influyentes en los nuevos imaginarios resultantes de la misma.  Los movimientos sociales que nacen en esta época son sustancialmente distintos a los de los sesenta y setenta.

La aportación más conocida de Bey es la de TAZ  Este es el título de un brillante y sugerente ensayo en el que desarrolla esta idea.  TAZ es la sigla correspondiente a “Temporary Autonomous Zone”, o  Zona Autónoma Temporal en castellano. Para definirlas, Bey lo hace mediante una analogía histórica que denomina “Utopías Piratas”, que se corresponden con una red de asentamientos creados por los piratas en el siglo XVIII, que se producían en los márgenes del sistema-mundo de la época. En ellas, los pobladores de las mismas  creaban y mantenían lo que denomina una “comunidad intencional”,  a la cual define como una minisociedad completa,  conscientemente fuera de la ley. Estas experimentan una “corta pero alegre existencia”.

Las utopías piratas del siglo XVIII anteceden a las TAZ del presente, que adquieren distintas formas, desde “islas en la red” hasta territorios múltiples y heterogéneos liberados de la lógica del estado, el mercado y las instituciones, en las que se vive un mundo en el que se imagina, experimenta, comparte y  crea significaciones, prácticas y relaciones sociales, que cristalizan en nuevas formas de vida vinculadas a nuevos sentidos.  Se trata de espacios que contienen sistemas sociales muy vivos y diferenciados de los del sistema, y que se hacen y deshacen en tiempos cortos. Como los piratas, sus miembros son nómadas y transeúntes continuos.

La pregunta que articula la propuesta de Bey es inquietante. Dice “¿es que los que vivimos el presente estamos condenados a no experimentar nunca la autonomía, a no habitar ni por un momento un pedazo de tierra libre?  ¿Acaso nuestra existencia se reduce a la nostalgia por el pasado o por el futuro? ¿Tendremos que esperar a que el mundo entero sea liberado del control político antes de que uno sólo de nosotros pueda reivindicar haber conocido la libertad?”  Añade después  “Decir que no seré libre hasta que la humanidad o cualquier criatura sensible lo sea es, sencillamente, condenarnos a una especie de estupor-nirvana, abdicar de nuestra calidad de humanos, auto-definirnos como perdedores”. Termina definiendo la factibilidad de las TAZ “Creo que extrapolando las historias pasadas y futuras sobre las islas en red podíamos acumular suficientes evidencias como para afirmar que un enclave libre no sólo es posible en nuestro tiempo, sino que ya existe…ha cristalizado en el concepto TAZ”.

De este modo Bey enuncia una idea que va a adquirir centralidad en el nuevo anticapitalismo nacido en el  final de siglo XX. La vieja idea anticapitalista de que modificar el orden social consiste en la acumulación y concentración de una fuerza política que consiga hacerse con el poder estatal, para iniciar la transformación social,  es cuestionada por la nueva generación. Las nuevas propuestas caminan en otra dirección  La idea principal es el rechazo de la idea de que la ruptura con el sistema sucederá en el futuro y tendrá la forma de pugna por el poder estatal. No se trata de entender el presente como espera del gran acontecimiento-revolución, sino, por el contrario, de conseguir generar espacios de autonomía, en el tiempo inmediato, y  en los que se ensaye la nueva sociedad. El modelo conceptual TAZ se presenta como una alternativa para múltiples movimientos sociales.

Pero la idea de las TAZ va más allá de la conflictividad social explícita. Así, en el presente se multiplican los espacios y tiempos constituidos en el margen de las instituciones y que tienen algunas propiedades de las TAZ. En este sentido, Bey enlaza con las nuevas generaciones de la precarización y las biografías fragmentadas.  El vínculo entre Bey y la contracultura se reconfigura. En la contracultura de los sesenta abandonar el sistema representa salir de él completamente. En el presente, numerosos contingentes de personas lo abandonan provisionalmente para vivir en una socialidad  diferente un tiempo, tras el cual, se retorna.

Me gusta llamar a estos espacios múltiples de fuga de las instituciones como “taz en minúsculas”. En este sentido, Bey, al igual que otros intérpretes de la contracultura, son influyentes en tanto que las prácticas de millones de personas, así como los sentidos que las guían, se producen en relación con su propuesta, sin saber su procedencia.  Las TAZ no son sólo una propuesta del postanarquismo y que adoptan algunos movimientos, sino una idea que se encarna en múltiples actores y espacios sociales.

Las sociedades del presente generan así una alta socio-diversidad. Las instituciones del estado y el mercado coexisten con múltiples formas sociales, así como movimientos sociales, que se recombinan entre sí, dando lugar a un conjunto de una densidad muy intensa, en la que las personas atraviesan sus fronteras. Así, en el 15M hubo un momento en el que se hicieron presentes contingentes de jóvenes procedentes de otros mundos. Esta convergencia se disipó para generar una gran bifurcación que da lugar a la proliferación de trayectorias diferentes. No pocos de los entonces activistas han derivado hacia iniciativas de autoorganización no explícitamente políticas y que requieren de su iniciativa y creatividad. Se han incrementado múltiples comunidades intencionales que no quieren esperar. En una interpretación amplia, como la que propongo, se trata de la diversificación de los TAZ, tanto en mayúsculas como en minúsculas.

La idea del TAZ contribuye a comprender los términos de la contradicción entre la potencialidad de la oposición al sistema político y económico, que bajo la hegemonía del neoliberalismo, instituye una ruptura dualizadora y excluyente, y los conflictos reales, que no registran dicha potencialidad. Un factor relevante resulta de que las energías se diseminan en múltiples proyectos que absorben la actividad de sus impulsores. Así se disipan muchas  energías al cambio. En las nuevas generaciones casi nadie quiere cambiar las instituciones aunque no crean en ellas. Cada cual busca su salida. Por eso los conflictos sociales adquieren la forma de explosiones que expresan las tensiones. Pero poca gente se encuadra para actuar  a largo plazo,  para lo que tiene que esperar.

Las numerosas TAZ en minúsculas o la contracultura “de ida y vuelta” se expresan en numerosos indicios, muy dispersos. Es el territorio que en este blog denominé como “la tierra de nadie”. Detrás de esa idea se encontraba la idea de las zonas autónomas. Pero en muchos casos sólo se trata de escapar del sistema y las huidas terminan en tierras que no son cultivadas. Una gran cantidad de artistas anónimos de la época hacen de la fuga un arte menor. Se evaden de un sistema que les tiene retenidos en tiempos muertos. Su situación es de espera eterna. Por eso también se fugan de cualquier proyecto que les haga esperar al cambio.

El deterioro de la “jaula de hierro weberiana” y las grietas que aparecen en el edificio institucional del sistema total, en palabras de Goodman, permiten salir y entrar haciendo posible vivir el presente, en ocasiones de forma fulgurante. Esta es la razón principal de la supervivencia del sistema, de su vaciamiento y el deterioro de sus instituciones, de la erosión de su leal oposición, de la tragedia del poder y de la revolución.

En el lugar en el que me encuentro enclavado puedo ver una gran variedad de espacios; comunidades intencionales; formas sociales mutantes; márgenes vivos; diásporas  por circuitos, posadas y lugares de acogida; acontecimientos  múltiples que emiten señales de futuro;  creaciones, expansiones y declives. Me gusta observarlos e imaginar sus analogías con los de los piratas del siglo XVIII. Entonces me acuerdo de Bey.

       

miércoles, 8 de enero de 2014

EL ESTADO DE PRECARIEDAD

El proceso de precarización general del trabajo, así como la condición de la precariedad, son  fenómenos cuya percepción se encuentra distorsionada, en tanto que se entienden desde unos esquemas predefinidos  que proceden de los saberes prevalentes en el presente,  los jurídicos y  los económicos.  Desde estas disciplinas, ambas cuestiones son conceptualizadas desde una perspectiva parcial, bien como el capital humano necesario para la producción o las ingenierías de los contratos laborales, desplazando a un segundo plano otras dimensiones de estas realidades.

Pero la precariedad y la precarización son fenómenos que se deben entender desde una perspectiva más general, poniendo de manifiesto las coherencias con la nueva sociedad emergente. Se trata de realidades congruentes con la lógica del sistema económico postfordista y su modo de operar.  Así, la precariedad es presentada como un requerimiento imprescindible para la asegurar la competitividad de las empresas, que exige una  drástica reorganización de las relaciones laborales.  No es, por consiguiente, un hecho aislado, o sectorial, sino una pieza esencial en el dispositivo del nuevo capitalismo global.


Las definiciones predominantes de la precariedad excluyen sus efectos sobre las personas que la experimentan. Pero,  es preciso afirmar que, cuando hablamos de la misma,  no podemos referirnos sólo a la esfera laboral, sino que la condición precaria  se extiende a toda la existencia. Todas las esferas vitales son drásticamente reconfiguradas por la precariedad.  De este modo se la puede designar como un estado personal en el que se incrementan  las dependencias, los riesgos y  las incertidumbres, disminuyendo la seguridad y la protección. Se trata de un estado individual.


La precariedad contribuye a la reducción de los costes laborales, que constituye la piedra angular de las economías imperantes después de la gran reestructuración en curso. Asimismo, es un ingrediente esencial del trabajo cognitivo y la producción inmaterial. Por último, es un requisito básico del nuevo poder y la gubernamentalidad neoliberal. Desde esta perspectiva es una herramienta para un disciplinamiento social severo, requisito esencial para asegurar el orden político en las sociedades neoliberales avanzadas. Un texto fundamental para comprender su lugar en el nuevo orden social del capitalismo cognitivo es el  de Andrea Fumagalli.  Biopolítica y capitalismo cognitivo. Un nuevo paradigma de acumulación. Madrid: Traficantes de Sueños. 2009.


Las aportaciones de Sennett, la corrosión del carácter, o las de Castel, el ascenso de la vulnerabilidad, contribuyen a esclarecer el impacto de las mutaciones del trabajo sobre las sociedades, así como sobre las vidas individuales.  La congruencia de la precarización con las arquitecturas del capitalismo cognitivo,  desvela su integración en un proyecto que se realiza en varias fases. Los trabajadores de los sectores económicos tradicionalmente informalizados, donde la precariedad siempre ha constituido la norma,  devienen en el modelo para  las actividades nuevas o para los contingentes que se incorporan al mercado laboral. Junto a ellos, los sectores  con empleo estable son desestabilizados mediante distintas estrategias incrementales. El último objetivo son los funcionarios, que son presentados como privilegiados en relación a la creciente mayoría precarizada.


La condición de la precariedad se transforma  en una etiqueta que marca a quienes se encuentran en esta situación. Los trabajadores precarios son desprovistos de identidad colectiva, al ser definidos como piezas intercambiables de un dispositivo productivo provisional. Así son desposeídos de su sí mismo personal, siendo convertidos en recursos humanos discontinuos, que se materializan en un flujo numérico de la población que representan, siempre en tránsito, escrutada, sometida a prueba y caracterizada por un estatuto de disponibilidad sin límites. De esta forma se genera un proceso de resignificación individual. Una persona precarizada es convertida en un ser relativamente insignificante.


Si la precarización y la precariedad son un elemento constitutivo del conjunto de la sociedad neoliberal emergente, en el trabajo cognitivo, en particular, se refuerza este atributo. La educación superior y el mercado de trabajo se articulan de un modo específico, de modo que se genere un continuo y sistema de coherencias entre ambos.  En las próximas entradas analizaré la reconversión de la universidad en relación con el trabajo cognitivo.


Si las visiones imperantes acerca de la precariedad se fundan en las representaciones producidas por la matriz disciplinar jurídico-económica, excluyendo otras perspectivas, el resultado es la consolidación de una versión sesgada de la realidad vivida por los precarizados-rotantes por el mercado del trabajo, cuyas vivencias no se corresponden con dichas representaciones. Así se produce la configuración de un colectivo penalizado y desprovisto de voz.  


Un texto que plantea una conceptualización rigurosa del estado de precariedad es el de  Vassilis Tsianos / Dimitris Papadopoulos   Precariedad: un viaje salvaje al corazón del capitalismo corporeizado http://eipcp.net/transversal/1106/tsianospapadopoulos/es . Como soy un testigo presencial de las derivas precarias de mis alumnos, este texto me inquieta por su precisión en la definición del estado de precariedad. Este es presentado así:


La experiencia corporeizada de la precariedad se caracteriza por: (a) vulnerabilidad: la continua experiencia de la flexibilidad sin ninguna forma de protección; (b) hiperactividad: el imperativo de adaptarse a la disponibilidad constante; (c) simultaneidad: la capacidad de manejar a la vez los distintos tempos y velocidades de múltiples actividades; (d) recombinación: los entrecruzamientos entre varias redes, espacios sociales y recursos disponibles; (e) postsexualidad: el otro como dildo; (f) intimidades fluidas: la producción corporal de relaciones de género indeterminadas; (g) inquietud: estar expuesto o expuesta a la sobreabundancia de comunicación, cooperación e interactividad, e intentar sobrellevarla; (h) inestabilidad: la continua experiencia de la movilidad a través de distintos espacios y líneas temporales; (i) agotamiento afectivo: la explotación emocional o la emoción como elemento fundamental del control de la competitividad laboral y las dependencias múltiples; (j) astucia: capacidad para ser falso, persistente, oportunista, un tramposo”.
Esta definición del estado de precariedad contiene varias problematizaciones que no se encuentran presentes en las referencias jurídico-económicas que articulan los discursos empresariales, políticos y mediáticos. Del mismo se puede deducir la relación inevitable entre las trayectorias precarias y la fragilidad biográfica. Los precarizados encuentran dificultades insalvables para ser autores en sus propias trayectorias biográficas, inevitablemente fragmentadas y desestructuradas.


La precarización y la precariedad constituyen un problema político fundamental en las sociedades del presente. Esta genera un sector social caracterizado por  una desventaja esencial. Así, las desigualdades sociales se incrementan sustancialmente,  de modo que plantean una infrarepresentación  y semiexclusión política de facto para este sector.  Porque este es desposeído de su voz y de la promoción de sus intereses. Hablar de democracia en esta situación es una veleidad. El colectivo precarizado, encerrado en su individualidad, es severamente marginado.


Cabe interrogarse acerca de las razones por las que este conflicto no se manifiesta explícitamente. El May Day  es la primera señal que ha emitido. Pero, en general, este conflicto representa un excedente que las instituciones no han abordado. Estas se encuentran orientadas al pasado. Pero los conflictos sociales pueden no adquirir la forma política o sindical, sino otras diversas. La precarización se encuentra presente en forma de tensión social subyacente, manifestándose mediante otras formas.
Pero no se puede infravalorar su dimensión  e impacto en el orden social emergente. Remitiéndome de nuevo a Fumagalli,  el problema estriba en que se ha modificado una estructura, la del trabajo, pero se mantienen las demás, condenando a los precarizados a una subalternidad social inédita.  Aviso a los que se definen como pragmáticos sobre las consecuencias de este desajuste estructural. En la historia siempre han terminado chocando las placas, invisibles desde la superficie, provocando terremotos y otros accidentes geológicos.

jueves, 2 de enero de 2014

FELLINI LA VIDA Y LA GENTE

Me fascina Federico Fellini. Su asombrosa capacidad de recrear la vida y la gente. Soy un sociólogo de una época inmediatamente posterior a él. Las socialidades no son las mismas y la motorización, el repliegue al hogar y los media han reconfigurado la vida cotidiana y el espacio. Ahora la calle es un territorio vaciado, donde sólo se pasa hacia algún destino, y las relaciones sociales tienen lugar en otras esferas. También la vida es diferente, ahora todo se encuentra regido por la competición, los objetivos y el valor mercantil.

Lo que más valoro de Fellini es su capacidad de mostrar la vida cotidiana, las actividades y las relaciones que no tienen ninguna finalidad, sólo disfrutar. Su cine presenta a la gente corriente en su cotidianeidad, manifestando su arte de vivir cada día. No puede ocultar su valoración positiva de la gente. Ahora casi nadie cree ya en ella,  ha sido transformada en opinión pública, segmentos de mercado y cosas similares, todas funcionales para alguna suprafinalidad que se escriba con mayúsculas y se pueda definir en términos mercantiles.

Os regalo un video prodigioso de su película Roma. En él se muestra una noche de verano en la que se cena en la calle, que es un espacio común de distintas gentes y generaciones que disfrutan del momento. La espontaneidad, la alegría, la  emoción de estar y compartir, la celebración de cada día, sin objetivos ni racionalizaciones. La cámara de Fellini recorre todos las microsituaciones que se producen simultáneamente. Es increíble. Tiene la capacidad de presentar varias dimensiones en cada escena.  Pero la gente aparece liberada en su grandeza cotidiana. Reir, estar, mirar y conversar adquieren una naturaleza apoteósica. Los cuerpos son desplazados a un segundo plano por la belleza de sus ocupantes.  Me parece una secuencia antológica que suscita mi admiración y mi nostalgia. La calle en todo su esplendor. La gente en toda su grandeza.

Es inevitable que me haya acordado de Georges Bataille y su parte maldita.